lunes, 23 de febrero de 2009

La otra alianza por la calidad educativa

La otra alianza por la calidad de la Educación.

Por: Martín López Calva

En su artículo de “El País Semanal” de este domingo[1], Javier Cercas afirma que según un estudio de la Organización de Estados Iberoamericanos, más de la mitad de los profesores españoles “piensan que los estudiantes de ahora son peores y menos disciplinados que hace unos años…” ¿Qué resultados tendría una encuesta similar entre los docentes mexicanos? Estoy prácticamente seguro que serían los mismos.
En primer lugar porque en general, tendemos a respaldar la vieja frase de que “todo tiempo pasado fue mejor” y en general, desde mi experiencia de diálogo con profesores y aún con estudiantes, se afirma siempre que las generaciones de alumnos del pasado eran mejores en su aprendizaje y más disciplinadas. Esta es una percepción subjetiva no necesariamente cierta. Baste recordar cómo éramos los docentes o los adultos en general en nuestra etapa estudiantil para matizar este prejuicio generalizado.
Sin embargo, hay una segunda razón por la que pienso que el resultado sería igual y que en general, con cierto fundamento, podemos afirmar que los estudiantes de hoy son menos disciplinados –no necesariamente menos inteligentes- que los del pasado.
El artículo de Cercas coincidió con una plática informal que tuve con profesores de distintos niveles educativos recientemente. En esta charla, hubo una total coincidencia entre los docentes en que los estudiantes de hoy no son menos capaces de aprender ni poseen menos habilidades intelectuales que los del pasado, pero que sí tienen menos disciplina y compromiso con su propio aprendizaje.
Tanto el artículo que refiero como la charla, exponían como un gran problema para que los estudiantes tengan esta disciplina la intervención de los padres de familia que se caracteriza actualmente por ser una participación que va muchas veces en sentido contrario a lo que la escuela pretende. Parece ser que como reacción al autoritarismo que padecimos, los padres de hoy estamos cayendo en el otro extremo del péndulo y justificamos toda acción de nuestros hijos en la escuela con o sin razón, yendo incluso en contra de su propio desarrollo como sujetos autónomos, capaces de enfrentar las consecuencias de sus actos.
“Somos una generación que fue regañada por sus padres y ahora es regañada por sus hijos” afirmó una directora escolar en la charla. “Lo que no es discutible es que no podemos lamentarnos de la falta de autoridad de los profesores en las aulas –para corregir a sus estudiantes- y luego reaccionar como energúmenos cuando los profesores intentan mal que bien imponer su autoridad. Lo que no es discutible es que, para que puedan ejercer su autoridad, hay que apoyar a los profesores”, afirma Javier Cercas.
Ambos comentarios surgen a partir de la reseña de casos en los que ante una falta de disciplina o de compromiso con lo acordado en clase, los maestros imponen alguna sanción a los estudiantes –por ejemplo quedarse en el recreo a elaborar una tarea no entregada- y los padres de familia reaccionan de manera agresiva e irracional justificando a sus hijos y llegando incluso a amenazar con demandar a la escuela , o como en el caso que refiere Cercas, a hacerlo y aún a agredir físicamente a los profesores.
Se habla actualmente de promover una mayor participación de los padres de familia en la vida escolar. Se ha legislado al respecto en nuestro país y se han creado figuras como las de los “consejos de participación” en las escuelas. Sin embargo habría que preguntarnos cuál debe ser la participación de los padres y madres en la vida escolar y cómo habría que ir formando a los papás para lograr ir estableciendo una participación positiva y corresponsable con los profesores y directivos escolares para la auténtica formación de los estudiantes.
Así como se estableció una “alianza por la calidad de la Educación” entre las cúpulas del SNTE y la SEP federal, habría que luchar por construir otra alianza por la calidad educativa en la base de cada escuela: Una alianza entre los educadores y los padres de familia para “conspirar” hacia el desarrollo integral de sus hijos. Indudablemente este desarrollo inicia con la formación de una disciplina en la que sean capaces de interesarse, comprometerse y responsabilizarse progresivamente por su propia formación.
Para lograrla habrá que combatir simultáneamente el autoritarismo irracional que prevalece aún en muchos docentes y la sobreprotección des-educativa que parece ser hoy el común denominador en los padres de familia.
[1] “De cara a la pared”. EPS. (11 de enero de 2009)

educación pra la ciudadanía

Educación para la ciudadanía: una urgente necesidad
Por: Martín López Calva[1]

“No es signo de salud el estar
bien adaptado a una sociedad enferma”
Jiddu Krishnamurti

El tema de la educación para la ciudadanía está cobrando una relevancia cada vez mayor en la sociedad actual. Un simple vistazo a las noticias o un recuento de los temas de conversación cotidiana en nuestros hogares pueden darnos idea de las razones por las cuales esta dimensión de la formación es una necesidad urgente.
La creciente espiral de violencia que se vive, la también creciente desigualdad social y la muy triste realidad de millones de personas que viven en situación de pobreza extrema –que tenderá a aumentar con la crisis financiera mundial que según los expertos durará al menos todo este año-, la destrucción de la naturaleza con sus consecuencias en el cambio climático, la discriminación por razones de género, raza, religión, preferencia sexual o cultura, la persistente violencia intrafamiliar y muchos otros males sociales son realidades cotidianas en el mundo y en nuestro país.
Esta situación de decadencia global, de auténtica “crisis de civilización”, manifiesta en lo económico, lo político, lo cultural, lo ambiental, lo espiritual, está pidiendo, según el pensador francés Edgar Morin[2] una “reforma del pensamiento”, una “reforma de la vida”, una “reforma de la sociedad”, una “reforma moral” y una “reforma del espíritu” (una reforma educativa).
Si bien es cierto que el proceso de deterioro planetario es un fenómeno complejo y su solución pasa por reformas profundas en muchos campos de la vida humana, la Educación ocupa un lugar muy importante en la respuesta a estos desafíos dado que es por medio de ella que se puede ir cambiando “el espíritu” –la mente y el corazón- de las nuevas generaciones.
Pero no podrá haber una real reforma de la educación que contribuya a revertir el proceso de decadencia humana si no se toma con toda la seriedad que requiere la formación para la ciudadanía.
Más allá de lo que se está haciendo actualmente con la inclusión de asignaturas como “Formación cívica y ética”, la formación ciudadana que requiere el mundo global implica un cambio de visión y de mentalidad en los educadores, en los diseñadores curriculares y en los directivos que definen las políticas de gestión de las instituciones educativas.
La formación para la ciudadanía en el mundo de hoy requiere de una formación en el pensamiento crítico que evite formar jóvenes que se adapten a esta sociedad enferma. Precisa también del desarrollo de una tolerancia activa, que implica la convicción de que el que piensa distinto puede también tener la razón. Necesita, aunque se escuche “cursi”, de una educación de la capacidad de amar –que no es un mero sentimiento espontáneo sino una decisión que brota de una educación emocional adecuada-.
Porque como afirmaba Martin Luther King, en la construcción de una sociedad más humana “…la verdad desarmada y el amor incondicional tendrán la última palabra”.

[1] Académico de la Universidad Iberoamericana Puebla
[2] Cfr. De entre la vasta obra de este autor, pueden consultarse: “Los siete saberes necesarios para la educación del futuro” o ·”Educar en la era planetaria”.

Tres imágenes para el día del maestro.

*De mi columna Educación personalizante. Lado B. Mayo de 2012. 1.-Preparar el futuro, “Qué lindo era el futuro...