viernes, 24 de diciembre de 2010

Dios con nosotros.

“…la única gran paradoja y escándalo de la revelación cristiana es, justamente, la encarnación de Dios, la kenosis…es decir, el abajamiento de Dios al nivel del hombre…La kenosis, iniciada con la encarnación de Cristo – y antes ya con el pacto entre Dios y “su” pueblo- continúa realizándose en términos cada vez más claros, al seguir la obra de la educación del hombre hacia la superación originaria de la esencia violenta de lo sagrado y de la misma vida social…”

Gianni Vattimo. Creer que se cree.

Más allá de las imágenes facilonas del “espíritu navideño” –una especie de esfuerzo increíble y hasta doloroso por aparentar que somos felices y amamos a todos por un día al año- o del ser “grinch” –y asumir una pose de amargura y destrucción de todo lo que huela a esa inevitable y por momentos hasta disfrutable cursilería de estas fechas-, cada uno tiene su historia con la navidad.

La mía no es fácil, no ha sido fácil desde la infancia y está siendo especialmente difícil en los últimos tiempos por razones que mis cuatro amigos y mis tres lectores habituales conocen bien y que los demás no tienen necesidad de aburrirse conociendo.

Durante la infancia la navidad era momento de tensión, momento de expresión conflictiva de los orígenes culturales –reales y también imaginarios- de mis dos familias de origen. Tensión que explotaba con cualquier pretexto (no hay dinero para dar regalos hasta al nieto de la hija del cuñado de la muchacha que nos ayudaba en casa o tenemos que organizarnos para ir a visitar al abuelo materno y a la abuela paterna cuyos cumpleaños fatalmente coincidían el mero veinticuatro de diciembre) y hacían que cualquier asomo de sentimiento positivo generado en la escuela o en el ambiente de las posadas, los adornos, la expectativa de los reyes magos, etc. deviniera en miedo a decir o hacer cualquier cosa que pudiera molestar y hacer más grande el conflicto entre nuestros papás. Entre eso y la vocación a ver la vida como “valle de lágrimas” que era algo en lo que sí coincidían con mucha energía ambos lados de la familia, crecimos con un hueco navideño en nuestra afectividad que nos cuesta hasta la fecha en distintas medidas.

En el presente está el dolor. El dolor inexplicable, injusto, a ratos insufrible, inaguantable, siempre inexplicable. Un dolor al que sabemos no se le pude entender ni buscar causas, culpables o posibilidades de haberse evitado pero que aún así se vive con momentos de gracia pero con enormes períodos de vacío, de rebeldía y de rabia. En el presente está una navidad en terapia intensiva (no todos, pero de alguna forma sí), un año nuevo en un cuarto de hospital en medio del silencio que rodea ese ambiente y lo aisla de todo el mundo celebrando afuera (a una cuadra, que en ese momento significa como mil kilómetros de distancia). En el presente está otra estancia hospitalaria, una vuelta al infierno que significa el miedo que nos congela las entrañas. En el presente está la gratitud incompleta, la gratitud de haber salido antes de esta nochebuena pero la incompletud de saber que la nochebuena no podrá ser tan buena porque todavía falta “algo”, un “pequeño detalle”, un “maldito detalle”, que no nos dejará celebrar completamente.

Es en este contexto desde el que miro (en la calle, en el facebook, en la tele, en internet, en el radio) toda esta estrafalaria y artificial celebración de quienes se dicen “invadidos por el espíritu navideño” que significa que han estado de reunión en reunión, de cena en cena, de intercambio de regalos baratos y por sorteo en intercambio de regalos caros y sin sorteo por un mes o más, cada vez más.

Es desde esta mirada que hoy me pregunto, ante la avalancha de llamadas, mensajes, mails, etc. que me llegan - sin duda con la mejor intención y el más auténtico sentimiento – con las fórmulas habituales para estas ocasiones: ¿En qué creo yo en realidad respecto a la navidad? ¿Qué significa para mí, más allá de mis traumas infantiles y mi dolor actual, más allá de mi genuina disposición a disfrutar la navidad por ver felices a mis hijas, esta fecha? ¿Qué me queda –si es que queda algo- de lo que aprendí que era la navidad en mi familia y en mis etapas de “activismo” cristiano?

Me parece que esencialmente creo en el Emmanuel, el Dios con nosotros, el Dios que como dice Vattimo se abaja, se hace débil como nosotros, se encarna y en ese encarnarse se vuelve imperfecto, necesitado, indigente como todos los humanos desde el más poderoso hasta el más pobre.

Creo que por eso Dios está con nosotros y puede decirnos: “te comprendo”, aún en los momentos de dolor más terrible o de incertidumbre más devastadora o de miedo más incontenible. Creo que Dios está con nosotros, aunque a veces no pueda remediar lo que la vida tiene de contradictoria, de injusta, de incomprensible. Creo en ese “Dios con nosotros”, incluso a pesar de nosotros, como un hermano está junto y se mantiene en silencio o no interviene cuando necesitamos de la soledad o ese padre o madre que nos mira sufrir y se conmueve a pesar de que nosotros estemos rebelándonos contra él. Creo en fin, en esa obra educadora del ser humano, de ti y de mí, por medios que a veces se tornan inaceptables con criterios humanos pero que seguramente –y ahí sí hay un salto de fe- “serán para nuestro bien” y para el bien humano, aunque nosotros no podamos entenderlo.

¿Qué es la navidad entonces? Para mí, es la conmemoración de que Dios se hace débil y que así como nosotros sufrimos solamente para poder decirle a otro ser humano quesufre: “te comprendo”, él se hace débil, necesitado, imperfecto, solamente para poder acompañarnos empáticamente, para con-moverse con nuestro dolor, para con-gozarse con nuestro gozo y para com-padecerse con nuestros padeceres.

Es por ello que más allá de los regalos, los foquitos, los cursis villancicos y las cada vez más plásticas manifestaciones de “espíritu” navideño, desde una paz profunda que ahora tiene indiferencia y dolor en la superficie, puedo decir que creo –que al menos creo que creo, como dice Vattimo- en ese Dios que se hizo como nosotros, en ese logos-mythos (Palabra racional e irracional) que se hizo carne y “habitó entre nosotros”, habita entre nosotros, porque la kenosis continúa y porque él sigue naciendo y acompañándonos aún en estos tiempos de absurdo social y aberración cultural en que nos ha tocado vivir.

“Desde este punto de vista no es en absoluto escandaloso pensar en la revelación bíblica como una historia que continúa, en la que estamos implicados y que, por tanto, no se ofrece al “redescubrimiento” de un núcleo de doctrina, dado de una vez por todas y permanente…La revelación no revela una verdad-objeto; habla de una salvación en curso…”

Gianni Vattimo. Creer que se cree.

Tres imágenes para el día del maestro.

*De mi columna Educación personalizante. Lado B. Mayo de 2012. 1.-Preparar el futuro, “Qué lindo era el futuro...