lunes, 15 de julio de 2013

MAESTRO SOLO HAY UNO.

miércoles, 27 de julio de 2011

Exposición de motivos.


Durante los días que siguieron al fallecimiento de Ricardo Avilés Espejel, nuestro querido Pop, tuve la experiencia al mismo tiempo extraña pero natural de que varias personas de distintos contextos en los que Ricardo se desenvolvió, me dieran a mí el pésame. En la misa celebrada la noche del miércoles 13 de julio en la funeraria, una persona del grupo TACH (taller que coordinó Ricardo hasta el final de su vida) me pidió que yo dirigiera unas palabras al terminar la homilía del padre Escandón y al finalizar la liturgia que se realizó en la capilla de la Ibero Puebla con las cenizas de Ricardo que llegaron al terminar la misa celebrada para él, una de sus amigas me dijo: “Tú debiste decir algo. Eras su discípulo”. Pocos días después recibí un mensaje de mi querido amigo Paco Galán, amigo también de Pop, donde me decía que lamentaba mucho la pérdida de un gran amigo y maestro y me enviaba un abrazo como su “mayor discípulo”.

Debo confesar por qué digo que la experiencia fue extraña pero natural. Lo extraño tiene que ver con que por naturaleza me incomodan los elogios y aún más la presunción o la soberbia y cuando me daban el pésame o me decían: “habla tú”, sentía que no tenía merecimientos especiales para hablar yo o para que la gente se dirigiera a mí como alguien especial para Ricardo cuando hay muchos otros que también le eran muy cercanos. Sin embargo, esta sensación se combinaba con la naturalidad que me da el hecho de que yo, desde hace muchos años me he sentido discípulo de Ricardo y en mi fuero interno me llena de orgullo y satisfacción sentirme como ese “mayor discípulo” al que aludía el mensaje que recibí.

Si a esto se añade la antigüedad, porque desde 1990 seguí a Ricardo y lo invité a incorporarse a la ibero para tenerlo más cerca y enriquecer a la gente de mi propia universidad. Si se toma en cuenta que Ricardo me dio clases en la maestría, me dirigió la tesis doctoral y compartió conmigo muchos espacios de seminarios, reuniones, reflexiones y diálogos informales en Tlaxcala, en Puebla e incluso en Boston College, se puede entender esta visión de discípulo-maestro que era además y sobre todo una relación de amistad cercana y profunda.

Por otra parte, visto desde otro ángulo esto es algo que yo en vida le dije varias veces a Ricardo: en la formación de una persona hay muchos profesores buenos, regulares y malos que intervienen pero muy pocos maestros, quizá uno o dos. En ese sentido Ricardo es mi maestro y yo con esa confianza me sentí siempre su discípulo durante los veintiún años que conviví y aprendí de él (en la universidad, fuera de la universidad e incluso a pesar de la universidad como a él le gustaba decir de la educación).

1.-Encuentro.

Es enero de 1990 y estamos en una aula de un grupo de segundo semestre de maestrías en Educación (administración educativa, orientación educativa y educación superior, mezclados). Llega el profesor que nos dará el curso de Epistemología. Su misma apariencia es muy llamativa e interesante: su barba larga, su cara bondadosa, su andar y su hablar pausado, la sabiduría que emana. En su presentación hay algo que me impacta. Nos dice: “Soy Ricardo Avilés, me dicen Pop y soy transjesuita, es decir, soy un jesuita que está ahora fuera de la Compañía de Jesús”. En el contexto de una universidad pública y de esa universidad pública en especial donde el laicismo llega a extremos de anti-religión, esto me parece muy valiente y además me deja pensando mucho esa categoría de transjesuita, que no es lo mismo que ex-jesuita.

Sin embargo esa presentación valiente para mí, le sale muy natural a él, lo dice con un convencimiento y una seguridad que no generan ninguna reticencia en los alumnos.

Este fue el primer encuentro con Ricardo. Un encuentro que ya desde el principio dejó huella y que se fue extendiendo en cada sesión de clase, en cada lectura y conversación fuera del aula. Era un gusto bajar en el receso a los tacos y encontrar ahí a Ricardo y empezar la conversación que ya era una clase desde antes de iniciar la clase. Era muy interesante encontrar debajo de una densidad propia del tema de la materia (Epistemología ese semestre, Filosofía de la Educación el siguiente) y del conocimiento riguroso de Pop, una riqueza que al principio era solamente una intuición de que algo valioso había detrás e este discurso que a veces llegaba a sonar hasta como “new age”. Creo que incluso varios docentes y hasta coordinadores del posgrado tenían esta sensación y apoyaban a Ricardo porque intuían algo muy valioso en su filosofía aún cuando no la entendieran del todo o les pareciera incluso rara o fuera de contexto.

2.-Presencia

Pero algo que me fue quedando muy claro con Ricardo es que este encuentro con su persona y su invitación filosófica –siempre era una invitación a filosofar y no a aprender a un filósofo o una filosofía- nunca o casi nunca era efímero. Una vez que sucedía, este encuentro se convertía en una presencia continua y significativa, una presencia que uno buscaba y trataba de prolongar cuando se daba la oportunidad porque había siempre algo con lo que uno se iba después de dialogar con él, algo no solamente conceptual sino humano profundo.

Ricardo era y es una presencia significativa en mi vida y en muchas vidas, podría decir que en la mayoría de las vidas que tocó con su autenticidad y enriqueció con testimonio de búsqueda de humanización.

Justamente en la mañana en que me enteré de su muerte, me causó extrañeza que si bien me sentí muy triste por la noticia, al mismo tiempo me sentí muy en paz y experimentando la presencia de Ricardo muy vivamente. Esta sensación no se ha ido de mí a pesar de los días que han pasado desde entonces. Al darme el pésame una compañera de la ibero me dijo: “Cuando se murió mi maestro y guía espiritual, yo siempre lo sentí presente, nunca sentí que se fue…” y esa expresión me aclaró lo que estaba sintiendo. Por la tarde, al llegar al a funeraria la segunda vez, cuando ya estaba la familia de Ricardo presente, a la primera persona que encontré fue a Ana, su hija mayor y lo primero que ella me dijo al abrazarla fue: “aquí está. No se ha ido”.

Por eso en la misa de cuerpo presente en la funeraria me hizo mucho sentido lo que dijo el P. Escandón de que la presencia de Ricardo seguía viva y que simplemente había pasado a “otro nivel de consciencia”, de esa consciencia que fue su tema de estudio, de búsqueda y de enseñanza. Por eso ahí mismo, al terminar la homilía y ante la petición de que hablara, narré esta experiencia de presencia de Ricardo y reforcé esta que no es una idea sino una experiencia en mí, de que Ricardo Avilés sigue siendo presencia aunque físicamente ya no esté con nosotros.

3.-Autoapropiación.

“Yo creo que Ricardo era una de las personas que mejor entendía a Lonergan”, me dijo Eduardo de la Garza al final de la liturgia del jueves por la noche. “Indudablemente. Contesté yo. Y esto lo decía incluso gente de Boston College, de los expertos que conocieron a Lonergan en persona y lo han estudiado toda su vida”. En efecto, tengo muy presentes las palabras de Fred Lawrence en una de las sesiones del seminario de Lonergan durante mi segunda estancia de un año en BC. En una conversación al terminar la sesión, Fred me dijo precisamente que nosotros en México teníamos a Ricardo que era alguien que entendía muy bien a Lonergan.

Estoy seguro que era así. Sin sus enseñanzas que me brindaron las claves fundamentales para comprender la búsqueda que se expresa en la obra de Lonergan me hubiera sido muchísimo más difícil entender la invitación filosófica de este autor nada sencillo a pesar de que llevé dos semestres de Insight con un magnífico profesor por su conocimiento de Lonergan como por su capacidad didáctica, el padre Joseph Flanagan S.J. (QEPD) que fue director del Lonergan Institute y que pude recibir clases también de gente como Patrick Byrne y enriquecerme en el seminario de los expertos en Lonergan cada viernes durante dos años discontinuos.

El grado de comprensión de Ricardo sobre la propuesta de Lonergan se reflejaba en que no era un repetidor de sus palabras sino un gran intérprete de su búsqueda, alguien capaz de tejer diversos ángulos de su filosofía y hacer su propia síntesis personalísima de lo que este jesuita canadiense escribió. Pero lo más importante de todo es que Ricardo hizo suya la propuesta lonerganiana, es decir, que la llevó a su vida cotidiana y no solamente a su discurso académico, sabiendo integrar su propia búsqueda existencial y espiritual desde la visión de esa humanización que parte de que somos “una búsqueda encerrada en un pellejo” –de acuerdo a sus propias palabras parafraseando a Mc Shane-.

En efecto, Ricardo Avilés se convirtió en “encarnate meaning”, en significado personificado para todos los que lo conocimos porque hizo suya esta búsqueda de autenticidad y de autoapropiación que son centrales en la obra de Lonergan y supo aplicar a su historia y a su comprensión de la historia de la humanidad esta búsqueda.

4.-Libertad

Paradójicamente Ricardo siempre fue un crítico de la educación formal e institucional pero pasó muchos años de su vida en espacios de educación formal e institucional. Paradójica pero no contradictoriamente porque a pesar de que Ricardo trabajó dentro de estas estructuras universitarias y enseñó dentro de currículos formales de licenciatura y posgrado (en Filosofía en la UATlax, en Ciencias de la Educación ahí mismo y en la maestría en Educación humanista en la Ibero Puebla), nunca fue esclavo de estas estructuras ni de los formalismos y rituales universitarios.

De manera que Ricardo fue un académico dentro de la organización universitaria pero siempre libre frente a esta organización y siempre innovador dentro de los márgenes de maniobra que la educación formal permitía.

5.-Amistad

El dilema entre ser profesor o ser amigo nunca fue tal para Ricardo que fue siempre capaz de vivir simultáneamente ambos papeles y de construir armónicamente estas relaciones sin mezclar nunca una con la otra pero sin separarlas o hacer que parecieran artificialmente ajenas una de otra.

De manera que el Dr. Avilés, maestro, era al mismo tiempo Pop, amigo sin que hubiera ninguna barrera ni límite formal entre ambas cosas. De hecho cada vez que lo presentaba como mi maestro o como mi director de tesis doctoral, él aclaraba que ante todo era amigo y así era sin que por ello su huella como maestro o como director de tesis se viera disminuida.

De Pop el amigo cariñoso, incondicionalmente solidario hay muchas anécdotas y ejemplos como el que mi familia siempre se acuerde que empezamos a gustar de la comida India gracias a él porque había un restaurant indio en Boston, por el rumbo de la Simphony Hall al que le encantaba ir y con él fuimos ahí por primera vez. Pero la huella imborrable para mí será siempre su genuina preocupación por la salud de mi hija Mariana desde la primera cirugía hace dos años hasta su último correo, la tarde en que se internó en la clínica en Tlaxcala. Eran muy frecuentes sus mensajes cariñosos, llenos de ánimo y esperanza y deseando que nuestra experiencia pascual culminara por fin en resurrección. Con sus grupos de reflexión compartía esta preocupación y generó en ellos una corriente de solidaridad hacia nosotros que siempre vamos a agradecer. Todavía tuve tiempo de escribirle que había salido muy bien de esta operación reciente y a él le alegró mucho la noticia.

6.-Fe

Finalmente, porque resulta imposible abarcar toda la riqueza de mi experiencia de relación con Ricardo, tengo que decir, porque esto era central en su vida, que su labor filosófica y educativa fue siempre una labor de apostolado intelectual. Porque ese abrir caminos, preguntas, inquietudes en las búsquedas de tanta gente, esa incesante preocupación por la humanización –la distinción fundamental entre lo humano que todos poseemos y lo humanizante que debemos buscar y construir- era una preocupación por la historia de salvación de la humanidad, por una historia entendida como misterio y revelación que se está dando en la historia, en el drama de la humanidad que se desarrolla “en el instante de su ser que es todo el tiempo” como gustaba citar a Lonergan.

Tomo como ejemplo una cita de una traducción esquemática de Voegelin que hizo para sus sesiones de reflexión:

El proceso de la historia, y tal orden como puede ser discernido en ella, no es un relato para ser contado desde el principio hasta su final, feliz o infeliz; es un misterio en proceso de revelación. (“Epifánico”).

Conclusión-invitación

Como ya he dicho, resulta imposible tratar de abarcar todos los ángulos de mi experiencia de relación con mi maestro Ricardo, con mi amigo Pop. Creo que ante su separación física pero su presencia significativa aún operante lo que me nace finalmente es agradecer a Dios por su vida fructífera, plena y feliz y por la gran familia y la enorme comunidad de amigos que construyó, decir que la mejor manera de mantenerlo con nosotros es seguir su ejemplo y tratar de vivir hasta lo más profundo la búsqueda de autenticidad y humanización personal y social en las circunstancias y espacios en los que podemos influir y no dejar nunca de plantearnos seriamente estas preguntas que Pop dejó escritas en su última participación pública durante el 1er. Taller latinoamericano de Lonergan en el que estuvo tan contento y nosotros tan felices de verlo feliz y de escuchar su magnífica participación:

Preguntas básicas desde esta perspectiva:

¿Para qué estamos aquí, ahora ...?

¿Qué Realidad-Bien buscamos alcanzar en la vida?

¿A qué, o a quién, estamos entregando la Vida ... ?

¿QUÉ IMPLICA y QUÉ EXIGE tal DESARROLLO del SER HUMANO como ‘HUMANIZACIÓN’?

Por mi parte, desde la trinchera del campo educativo seguiré asumiendo como misión esta hermosa tarea que nos dejó al final de su ponencia escrita: "EDUCAR para avanzar en Esperanza hacia COSMÓPOLIS"



Tres imágenes para el día del maestro.

*De mi columna Educación personalizante. Lado B. Mayo de 2012. 1.-Preparar el futuro, “Qué lindo era el futuro...