domingo, 13 de marzo de 2016

La fiebre de los “Beanie babies” y el límite moral del mercado “libre”.


           

*Otro fragmento de mis anécdotas de la vida en Boston (1997-1998).

            “¿Tendría usted hambre extra?”, me pregunta un señor de unos cuarentaytantos años en inglés, la pregunta me desconcierta, yo voy llegando con Gaby al Mac Donald´s del centro de Boston para comer un lunch ligero mientras llega la hora de la comida. Tenemos un ratito antes de tomar el metro para ir por las niñas a la escuela y esto es lo más rápido y barato. El lugar se encuentra hoy especialmente lleno hasta el tope, seguramente porque hoy sí coincidió nuestra hambre con el horario de lunch habitual para este país. “¿Perdón?” le contesto y él me dice extendiéndome una bolsa de papel de las que usan para meter aquí los pedidos para llevar: “es que yo compré estas comidas pero solamente quiero los beanie babies, ¿aceptaría usted comerse está comida?, yo sólo quiero los beanie babies”, repite como para que yo vea que no hay engaño y que la comida está limpia y recién envuelta, yo de inmediato le contesto que sí, tomo la bolsa y le digo a Gaby que solamente compre los refrescos porque ya nos salió la comida gratis...veo al interior de la bolsa y efectivamente, hay tres hamburguesas pequeñas, de esas que vienen en las “happy meals” de los niños con sus respectivos paquetitos de “french fries”. Llega Gaby con los refrescos y comentamos el curioso incidente, comemos las hamburguesas y las papitas y comentamos que, salvo que este hombre pidió las hamburguesas sin queso, pues qué buena onda que nos ahorramos el lunch.
            Hasta allí todo sería simplemente para decir: “qué suerte”, si no fuera por lo que esto significa no como un hecho aislado sino como un comportamiento que está llegando a enfermedad colectiva. En efecto, tan sólo tres días antes en Poughkiepsie, Rita Lewis y su hijo nos comentaban de esta fiebre por los famosos “Beanie babies” y de lo absurdo que esto les parecía dado que son simplemente unos animales de tela, de esos rellenos que ha habido desde hace muchos años con distintos nombres. La obsesión por estos “obsequios “ que hace Mac Donald´s tan “generosamente” junto con la comida para niños ha llegado al grado que nos comentaba Timothy, el hijo de Rita, que una señora presentó una protesta legal contra la empresa porque le puso un límite de “happy meals” que podía comprar de un jalón. Increíble pero cierto, esta persona llegaba a la tienda a comprar prácticamente toda la dotación de “beanie babies” que tuvieran en ese local en “happy meals” que seguramente -salvo que posea además el record Guiness de “comedora de hamburguesas y papas fritas”- tiraría a la basura conservando solamente los dichosos juguetitos.
            Nosotros ya habíamos llegado un par de veces a comer hamburguesas y al pedir el paquete para las niñas nos habían dicho que no había “beanie babies”, una vez nos los cambiaron por otro juguete y una galletita, otra vez de plano no hubo juguete, pero nunca pensamos que fuera debido a esta fiebre colectiva de coleccionistas.
            Pero aquí estaba yo, “beneficiario” azaroso de esta enfermedad del consumo irracional y ciego, constatando como, un esclavo de la publicidad indiscriminada de esta empresa multinacional, había llegado a comprar hamburguesas queriendo en realidad tener un juguete -lo cual sucede a veces con los niños que van a Mac Donald´s más por eso que porque les guste la comida rápida, pero dije bien EN LOS NIÑOS-. ¿Cuántas hamburguesas y papas venderán en esta promoción de esta forma, es decir, vendiendo solamente el juguete? ¿qué hubiera hecho el señor si no encuentra rápidamente quien aceptara la comida que ofrecía? ¿Cuánta comida -de Mac Donald´s, pero comida al fin- se tirará a la basura diariamente por los fanáticos de los beanie babies? ¿A cuántos hombres, mujeres y niños del planeta se podría aliviar un poco del hambre con esta comida tirada por el estúpido deseo de un juguete de trapo? ¿Qué tan grande puede ser la mercadotecnia que los que quieren beanie babies van a Mac Donald´s a comprar beanie babies en vez de comprarlos en una juguetería donde cuestan prácticamente lo mismo que una happy meal o menos? ¿Qué tan grandes serán los márgenes de ganancia -y cómo se obtendrán- de esta empresa que puede dar una hamburguesa, unas papas, un refresco y un juguete por este precio? Esta y otras muchas preguntas se me vinieron a la mente a raíz de esta experiencia. Pero sobre todo, la pregunta que me hice y que me hago es: ¿No habrá límites morales que puedan regular este mercado salvaje y absurdo supuestamente “libre”? ¿Hasta dónde llega mi libertad para comprar la comida que pueda con mi dinero y tirarla porque es mía, porque yo la compré, sin pensar en la gente que muere de hambre? ¿Hasta dónde puede llegar un sistema que propicia estos absurdos y genera estas desigualdades crecientes?

Tres imágenes para el día del maestro.

*De mi columna Educación personalizante. Lado B. Mayo de 2012. 1.-Preparar el futuro, “Qué lindo era el futuro...