“Me pregunto
cuándo –en algún
momento de las
últimas décadas-
todos pusimos lo que estaba de
nuestra parte para acercarnos
al borde del precipicio”.
Pablo Latapí.**
Mucho
se ha dicho y escrito en los últimos tiempos sobre el deficiente estado de nuestra
educación. Los resultados de las pruebas internacionales y nacionales que
evalúan el desempeño de los estudiantes en las distintas asignaturas muestran
resultados preocupantes.
¿Cómo visualizar un mejor futuro si
las futuras generaciones no están siendo preparadas adecuadamente para
responder a los retos que el mundo está
presentando?
Difícil sin duda se presenta el
futuro y podríamos pensar, como el Dr. Latapí, que “nos encontramos al borde
del precipicio”.
¿Quién tiene que asumir la
responsabilidad de esta desastrosa condición actual de nuestro sistema
educativo?
Normalmente se tiende a pensar en que
toda la responsabilidad recae la Secretaría de Educación Pública, o bien en el Sindicato Nacional de
Trabajadores de la Educación, organismos que tienen sin duda una buena parte
del compromiso de mejora de los procesos educativos y que han dado muestras de
no avanzar en la dirección deseable.
Sin embargo, como afirma también
Latapí en la cita que encabeza este artículo, es necesario preguntarnos “en qué
momento, TODOS PUSIMOS lo que estaba de nuestra parte…” para caminar en esta
dirección negativa.
Porque la responsabilidad por la
calidad de la educación no es exclusiva del gobierno o del sindicato
magisterial. Tampoco es cuestión solamente de la voluntad de los profesores o
los directores escolares. La calidad de la educación es un objetivo que
requiere de la participación de toda la sociedad.
Cada uno de los sectores de la
sociedad tiene un papel distinto pero esencial para el mejoramiento del sistema
educativo.
¿Cómo construir participación social
para el mejoramiento de la calidad de la educación?
Esta es la tarea reflexiva que
corresponde emprender.