lunes, 1 de abril de 2013

Cuestión de decisión

A propósito de la Pascua de resurrección de este 2013 recordé la anécdota que contó una vez en Boston College, al finalizar una de las sesiones del seminario de Lonergan de los viernes, Sue Lawrence, la esposa del gran profesor Fred Lawrence, un teólogo de primera categoría y profundo conocedor de la invitación y la obra de Lonergan.
Contaba Sue -una mujer sencilla, sabia y coherente como pocas he conocido- que una amiga suya al erminar los ejercicios espirituales había dicho: "Nunca me había fijado que la realidad es en technicolor". Esta afirmación procedía de su proceso de conversión durante los ejercicios y de la experiencia de la "contemplación para alcanzar amor" que propone Ignacio al final del proceso, en la que vamos empezando a ver a Dios en todas las cosas creadas por él.
Creo que la Resurrección de Jesús es una experiencia similar si nos abrimos a experimentarla como un hecho presente y no solamente como una conmemoración de algo ocurrido hace dos mil años. La resurrección implica abrirnos a la vida y a ver a los demás, a las cosas y a nosotros mismos como Dios nos ve. De este modo, creo que vivir la resurrección es abrirnos a un cambio profundo en el que empezaremos a ver la realidad en technicolor -o en la versión más actual del color más real y resplandeciente, de alta fidelidad que exista en la tecnología cinematográfica o televisiva- y a tratar a todo lo que nos rodea con esa veneración y respeto que produce el amor verdadero.
Si vivimos la resurrección seremos capaces de tratar todos los días de ajustar a la realidad al plan de Dios, de hacer que el mundo funcione y se mueva "como Dios manda", es decir, conforme a la única ley del amor que implica justicia, servicio, paz y armonía en la tensión del orden-desorden del mundo limitado en que vivimos.
Pero vivir la resurrección implica primero "no buscar entre los muertos al que está vivo", es decir, sin negar la cruz y la pasión de Cristo que son la muestra máxima de entrega y aceptación del dolor y de la muerte como realidades humanas, trascender la cruz y la pasión y ser capaces de vivir como seguidores del que está vivo. "Si Jesús no hubiera resucitado nuestra fe sería vana" dice San Pablo y dice bien porque el cristiano que vive anclado a la cruz y al sufrimiento de Cristo no tiene la experiencia de la vida plena que esa cruz que culminó más allá de la muerte, en nueva vida, nos regaló.
Y la vivencia de la resurrección implica después un acto de decisión, como afirma Lonergan: ¿Lo amaré para corresponderle o lo rechazaré? Ese es el gran acto de decisión que nos pide realizar la pascua de resurrección. Responder que lo amaremos para corresponderle es el acto de decisión fundamental para vivir la resurrección y poder ver la realidad en technicolor y hacernos cargo del mundo, de nuestro mundo, con ojos de esperanza y con visión de compromiso social en perspectiva de trascendencia.
¡Felices Pascuas!

Tres imágenes para el día del maestro.

*De mi columna Educación personalizante. Lado B. Mayo de 2012. 1.-Preparar el futuro, “Qué lindo era el futuro...