domingo, 14 de mayo de 2017

Tres imágenes para el día del maestro.



*De mi columna Educación personalizante. Lado B. Mayo de 2012.


1.-Preparar el futuro,
“Qué lindo era el futuro,
el futuro
del pizarrón de cuarto grado,
todo hecho con tizas de colores
y una confianza buena,
de las viejas,
de esas que ya no se consiguen
ni pagando al contado…
…Sin barreras, sin piedras,
sin pozos, sin semáforos
nadie nos pediría documentos
ni nos requisarían baleros subversivos
ni nos sospecharían ladrones
o extremistas o infiltrados…
…No, no,
sencillamente no,
porque eso no figuraba para nada en el futuro,
porque eso la señorita no lo había dibujado
con borrador, y tiza y esperanza
en el prolijo y diáfano futuro
del pizarrón de cuanto grado…”
Humberto Constantini. El futuro

            Quizá la idea más repetida, más trillada respecto a la niñez y juventud es que esa de “el futuro de la patria” que tanto repiten en todos los medios y en casi todos los discursos políticos. En ese sentido, se dice también repetidamente hasta vaciar la expresión de sentido que los maestros “están formando a los ciudadanos del futuro”.
            En un México complejo, difícil, convulsionado por la injusticia y la violencia, confundido y desmoralizado por un presente que parece instalado para siempre negándonos toda posibilidad de futuro, habría que aprovechar el día del maestro para, más allá de descansar, celebrar o escribir mensajes sentimentales de elogio o autoelogio preguntarnos seriamente en qué consiste formar al futuro de este país y qué tan responsablemente estamos asumiendo ese compromiso.
            Porque como bien afirmaba Valéry: “El futuro ya no es como era antes” y menos ahora en un cambio de época que nos marca con la incertidumbre y nos envuelve en una dinámica vertiginosa en la que las urgencias de cada día nos impiden muchas veces pensar en lo realmente importante.
            Cabe pues preguntarse: ¿Qué tipo de futuro estamos construyendo día a día en las aulas? ¿Qué futuro estamos dibujando en el pizarrón a nuestros alumnos en nuestras prácticas cotidianas en la escuela o la universidad? ¿Preparamos a los alumnos para futuros abstractos, futuros de tizas de colores, con un redondo sol de mayo, futuros ideales y idealizados que se desvanecen en cuanto se cruza la puerta de la escuela?
            La enorme responsabilidad de ser docentes en una etapa de transición histórica marcada por crisis en todos los aspectos, en un país que no acaba de abandonar el pasado autoritario, caótico e injusto, implica el planteamiento del desafío de los cómos concretos para poder educar ciudadanos conscientes y plenamente capacitados para enfrentar futuros que distan mucho de ser de colores y sin problemas.

2.-Combatir la rutina.

“ …Soy profesor en un liceo obscuro,
He perdido la voz haciendo clases…
¿Qué les dice mi cara abofeteada?
¡Verdad que inspira lástima mirarme!
…En materia de ojos, a tres metros
no reconozco ni a mi propia madre.
¿Qué me sucede? ¡Nada!
Me los he arruinado haciendo clases:
La mala luz, el sol,
La venenosa luna miserable…
…Sin embargo yo fui tal como ustedes,
Joven, lleno de bellos ideales
Soñé fundiendo el cobre
Y limando las caras del diamante:
Aquí me tienen hoy
Detrás de este mesón inconfortable
Embrutecido por el sonsonete
De las quinientas horas semanales”.

Nicanor Parra Autorretrato.

            Ser maestro no es fácil. Como describe poéticamente Nicanor Parra en este poema, la docencia implica vivir ciclos en los que día a día, hora tras hora, en un salón y otro, se repiten continuamente prácticas que pueden fácilmente convertirse en rutinas sin sentido, en encuentros sin significado, ya no entre una persona que realiza el trabajo de educar y otras personas que están educándose sino entre un empleado que cumple con su “chamba” para poder ganar un sueldo y grupos de seres sin rostro, sin historia, cumpliendo el rol de receptores de información.
            Es así que muchos profesores se van envolviendo en esta rutina, año tras año y generación tras generación hasta que un día despiertan y se dan cuenta que han perdido la voz haciendo clases, que sus ojos también se han desgastado de tanto revisar tareas y exámenes, que se han ido poco a poco “embruteciendo por el sonsonete de las quinientas horas semanales”.
            En este día del maestro y cada inicio de ciclo escolar, cada mañana rumbo a la escuela, resulta importantísimo que todos los educadores nos preguntemos qué tanto estamos cayendo en la rutina, qué tanto nos empieza a atrapar la repetición del ritual de la enseñanza de lo mismo, con los mismos métodos, con las mismas anécdotas, los mismos materiales, las mismas estrategias. Qué tanto estamos perdiendo la creatividad, la capacidad de renovarnos y reinventarnos cada día en las aulas para no dejar de reconocernos como personas en crecimiento a través de nuestro trabajo.

3.-Reconstruir la vocación.

“Educar es lo mismo
que poner motor a una barca,
hay que medir, pesar, equilibrar...
y poner todo en marcha.

Pero para eso uno
tiene que llevar en el alma
un poco de marino,
un poco de pirata,
un poco de poeta
y un kilo y medio
de paciencia concentrada…”

Gabriel Zelaya.  Educar (

            La vigilancia autocrítica de nuestra propia práctica docente es el antídoto para mantenernos en proceso de renovación constante, para conservar y reconstruir continuamente la vocación de educar que es la única manera en que podremos formar a los futuros ciudadanos, contribuir a la construcción del futuro real al que aspiramos.
            David Hansen en su libro The Call to teach (el llamado a enseñar) (http://www.goodreads.com/book/show/1811821.The_Call_to_Teach) , habla de que la vocación no es algo estático con lo que se nace, sino una característica dinámica que puede descubrirse, construirse o destruirse porque se descubre en el mundo tanto como en la mente y el corazón.
            La vocación implica que una actividad proporcione a quien la ejerce, elementos de realización y crecimiento personal y elementos de aportación social. De manera que los docentes tenemos que estar permanentemente preguntándonos si nuestra práctica profesional sigue retándonos como personas y brindándonos elementos de aprendizaje y si seguimos creyendo que en este mundo conflictivo, en este país en crisis, aportamos elementos de transformación social a través de lo que hacemos en el aula.
            Reconstruir la vocación implica un trabajo en ambas dimensiones para poder combatir la rutina y volver a asumirnos como quienes ponen el motor a una barca que irá a navegar tan lejos como sea posible y descubrirá mundos que nosotros ni siquiera imaginamos. Para ello requerimos regenerar nuestra alma de marinos, de piratas, de poetas y reabastecernos de paciencia y convicción.
            Feliz día del maestro.

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*De mi columna Educación personalizante. Lado B. Mayo de 2012. 1.-Preparar el futuro, “Qué lindo era el futuro...