lunes, 21 de septiembre de 2015

“¡AY, CÓMO HEMOS CAMBIADO...”: COMO “PRESUNTOS IMPLICADOS” EN LA HUMANIZACIÓN DE LA HISTORIA.

“DE LA CRISIS DEL PETRÓLEO A LA CRISIS DEL PETRÓLEO: CINCO IMÁGENES NADA VIRTUALES PARA ENTENDER NUESTROS MALES.

*Ponencia presentada en el 5º. ENCUENTRO ACADÉMICO DEL CENTRO DE FORMACIÓN HUMANISTA dentro del panel: “Humanismo y Neoliberalismo (La persona humana en el neoliberalismo)" en la Ibero cd. de México hace ya un buen número de años...publicado en las memorias del encuentro.



Introducción: la persona humana y el neoliberalismo como concretos.

            Empecemos por aclarar de lo que hablamos o al menos de lo que yo hablaré cuando trate de hacer mis comentarios sobre el neoliberalismo y la persona humana desde una perspectiva humanista. Porque estos dos términos están tan manoseados en nuestra cultura como el escándalo Clinton-Lewinsky por los medios de comunicación y la opinión pública. Cuando escuchamos o decimos neoliberalismo podemos entender o dar a entender cualquier cosa, el neoliberalismo es casi casi la imagen del demonio para algunos o la de la redención para otros en nuestra época. Todo lo malo ocurre por culpa del neoliberalismo decimos los que lo padecemos, todo el progreso y la moderrnización ocurren gracias a él según los que lo instrumentan.  De manera que cuando escuchamos esta palabrita nos suena ya tan obscena o tan desgastada como la palabra FOBAPROA (impronunciable), como un concepto lejano, el regodeo intelectual de académicos desocupados o el molino de viento de los “luchadores sociales” y de las “estrellas” de la sociedad civil.
            Lo mismo sucede con la persona humana. Este término puede interpretarse desde muy diversas perspectivas y tener significados totalmente diversos. La doctrina social de la iglesia, la iglesia misma, las instituciones educativas cristianas, muchos pensadores la mencionan tanto que puede sonar también a un concepto lejano y abstracto, como parte de una teoría que no nos dice gran cosa por acá en la experiencia.
            Sin embargo de lo que se está hablando aquí es de algo muy concreto, mucho más de lo que a lo mejor pensamos. ¿Qué son neoliberalismo y persona humana como concretos?
            Cuando hablamos de persona humana, al menos cuando yo lo mencione aquí, estaré hablando no de un constructo teórico sino de ti y de mí , de nosotros como búsquedas encarnadas, reales, específicas: con nuestros sueños, nuestras angustias, nuestras preguntas, nuestras esperanzas y desesperanzas, nuestras ilusiones y desilusiones, nuestros amores y desamores, nuestras necesidades y nuestras superficialidades. Cuando yo hable aquí de neoliberalismo me estaré refiriendo a un sistema concreto, a una “práctica” o mejor dicho a todo un conjunto de prácticas interrelacionadas y organizadas que están siendo hoy la norma de operación de nuestro mundo y determinando mucho más allá de la economía, los modos concretos de vida de la mayor parte de los habitantes del planeta y el significado de la vida humana y de las relaciones entre humanos en el mundo.
            A partir de esta aclaración que nos da una noción de persona humana y de neoliberalismo como concretos podemos ver claramente su indisoluble relación: porque persona humana y neoliberalismo como conceptos  pueden o no ser abordados analíticamente juntos – de hecho los ideólogos neoliberales y los grandes ensayos de Economía no mencionan a la persona humana -  sin embargo, persona humana y neoliberalismo no pueden ser separables si los entendemos concretamente como el sistema organizado de operación del mundo actual (neoliberalismo)  y los operadores concretos del mismo (personas humanas), como el conjunto de operaciones complejísimas que van determinando las relaciones entre los hombres y las cosas y de los hombres entre sí en nuestros días (neoliberalismo) y el conjunto de sujetos concretos que estamos operando dentro de esa red compleja de operaciones (personas humanas). De tal manera que cuando hablamos de estos asuntos estamos partiendo de que nosotros somos personas humanas y que estamos dentro de, que estamos involucrados querámoslo o no en este orden de cosas llamado “Neoliberalismo”, que somos los “presuntos implicados” en el problema de este mundo complejo e incierto, y que sus habitantes a pesar de que puedan cantarnos desde arriba: “ay, cómo hemos cambiado” tendríamos que darnos cuenta de que todo cambia para seguir igual o que por más que cambian las formas  seguimos en el fondo, siendo los mismos.
            Pasemos a tratar de analizar algunos de los rasgos de estas personas humanas operando y tratando de construir vidas humanas dentro de este sistema, contexto, ambiente o corriente neoliberal.

            1.-La construcción de la persona humana y de la “persona humanidad”.

            El hombre –la humanidad- es un sujeto inacabado, un ser que se tiene que ir haciendo a sí mismo en interacción permanente con lo otro, con los otros, con EL OTRO que es el misterio que lo trasciende. El ser humano no nace acabado y tiene el reto fundamental de “construir su propio drama, el drama fundamental de su propia existencia en la presencia y la interacción de los otros, el drama primordial que el teatro solamente imita”[1]
            En este proceso de construcción el sujeto humano necesita relacionarse con los bienes que le rodean: desde los más elementales que resolverán sus necesidades biológicas y de supervivencia hasta los más sofisticados que le ayudarán a crecer intelectual, existencial y espiritualmente. Pero esta relación no es solamente la de un individuo aislado frente a una serie de bienes inagotables sino la de muchos seres humanos frente a una cantidad limitada de bienes y a la necesidad de organizar la distribución sistemática y más o menos equitativa de estos. Esta relación implica necesariamente organización adecuada de la operación social para la producción de nuevos bienes que garanticen la calidad de vida de todos: estamos aquí frente a la necesidad de construir el “bien de orden”. En esta organización para la construcción del bien de orden existe también de manera implícita o explícita una priorización y una visión concreta de la relación con los bienes en función de los que se considera valioso o conveniente o bueno para cada persona, para cada grupo, para cada sociedad, para cada momento histórico: este es el campo de los valores.[2]
            Un bien particular puede ser una cosa, un acontecimiento,, una satisfacción o una operación que satisface una necesidad particular (en el  sentido amplio del término) de una persona o grupo de personas en concreto. El bien de orden en cambio es la estructura o instalación, es ese sistema organizado de operaciones que pretenden garantizar la recurrencia de los bienes particulares para todos los seres humanos de manera constante. El bien de orden no es un bien particular sino un flujo constante de bienes particulares. Yo necesito desayunar hoy y ese es un bien particular pero lo que puede garantizar que yo pueda desayunar diariamente es un determinado bien de orden. Es así que un sistema económico es un bien de orden, así como lo son un sistema político, un sistema educativo, o una estructura familiar.[3]
Pero mi relación con los bienes particulares y con el bien de orden debe estar orientada hacia mi proceso de humanización personal y al proceso colectivo de humanización: eso es lo que constituye un valor o valores: el conjunto de relaciones genuinas con genuinos bienes particulares y el compromiso sostenido con la construcción de un genuino bien de orden que garantice la humanización de todos.
            En la construcción de la persona humana y de la persona “humanidad” se va experimentando con diversas maneras de estructurar el bien de orden: diversos sistemas económicos, políticos y sociales, diversas instituciones y modos de funcionamiento institucionales, etc. Lo que determina su mayor o menor pertinencia es precisamente el criterio de los valores en que se sustenta y si estos valores favorecen la humanización individual y colectiva. Pero desgraciadamente lo que determina su vigencia o su olvido va siendo muchas veces el poder que tengan el grupo o los grupos que dirigen o sostienen este sistema y que se benefician de él.
            Así como el estado benefactor del modelo hoy llamado populista pretendía organizar toda la estructura a partir de la intervención del estado para regular la operación económica e incluso contribuir en la producción y distribución de los bienes particulares, el llamado neoliberalismo se erige a partir de la crítica a toda intervención del estado y sustentado en que el “mercado libre” y globalizado será el que regule con su “mano invisible” la operación que produzca y distribuya los bienes de manera recurrente y sistemática. Ambos son modelos o aproximaciones en la construcción del bien de orden.
            El modelo neoliberal, que surge de la crisis petrolera de principios de los  ochenta como ya se dijo y que parece enfrentar hoy su primera crisis seria , paradójicamente en el marco de una nueva caída de los precios del petróleo (de la crisis del petróleo a la crisis del petróleo), es un sistema nacido de la crisis del bien de orden  “populista” que le precedió y está sustentado en principios o valores distintos y contrarios a este.
 ¿Cuáles son los principios que sustentan este aparentemente nuevo modo de entender la construcción del “bien de orden”? ¿Qué tan genuino es este intento? ¿Qué valores lo sustentan? ¿dónde queda la persona humana en este modelo?

           


2.-CINCO IMÁGENES NADA VIRTUALES PARA ENTENDER NUESTROS MALES.

            Primera imagen: La sed y el sentido o la sed de sentido.

            “La falta de sentido produce una sed que no se sacia con nada” dice esta imagen tomada del “Nuncanismo”,  un nuevo movimiento que está hoy empezando a hacer ruido en Puebla como “propuesta ética, política, económica, social y cultural” y que ...bueno, aunque sea algo de provincia pues algo puede aportar...[4]
            ¿Qué fue primero: el huevo o la gallina? ¿qué fue primero: el neoliberalismo que creó la falta de sentido para poder imponer el consumismo y sustentar la desmedida ambición de venta del mercado “libre”? o ¿fue primero la falta de sentido que vino de la desilusión de la modernidad y sus promesas incumplidas de progreso y felicidad, la crisis de las grandes utopías  y el gran “mercado globalizado se produjo como una respuesta del mercado a la sed insaciable que produce esta falta de sentido?
            Seguramente no hay una respuesta única. Seguramente esto fue un proceso simultáneo y ligado en el que la falta de sentido con su sed demandaba más cosas para tratar de llenar el vacío que no se llena con cosas y el “mercado libre” iba al mismo tiempo creando necesidades nuevas, nuevos problemas, carencias antes impensadas e impensables y con ello contribuyendo a acrecentar la sed, a hacerla más insaciable cada vez, y con ello a ahondar en la falta de sentido, como círculo vicioso...
            Pero el hecho es que la persona humana en el neoliberalismo es una persona carente de sentido para la existencia propia y carente de futuro para la existencia colectiva (tanto que ya decretaron “el fin de la historia”) y por ello, una persona sedienta, con una sed insaciable que devora –en la realidad del consumo en el mall o en la imaginación del consumo virtual por televisión- cosas y más cosas que no necesitaba, que en realidad no necesita pero que ahora ya necesita cada vez más.
            El asunto o el reto educativo fundamental en los tiempos del neoliberalismo sería quitar las capas de barniz publicitario de nuestras conciencias de persona humana y llegar a descubrir que la sed insaciable que produce la falta de sentido es en realidad una sed de sentido que puede ser saciada al menos parcialmente si nuestra relación con los bienes particulares se transforma, si nuestro compromiso con el bien de orden se renueva, si nuestra vida se reorienta a partir de valores que podamos descubrir como genuinos. El túnel del futuro seguirá allí, oscuro, profundo e incierto, pero seremos capaces de vislumbrar la posibilidad de una luz pequeña y poco espectacular pero útil y cercana: no la luz del final del túnel que nos aclara el final del camino sino la pequeña vela encendida que puede ir alumbrando el paso siguiente dentro de la oscuridad.

            Segunda imagen: El cambio de mirada o la mirada del cambio.

            La emoción más sublime, el sentimiento más profundo, el dinamismo más humano puede derrumbarse ante la pregunta:”papi, una puesta de sol, como esta, por ejemplo, hacerla, ¿cuánto puede costar?, en dólares, digo.”
            Porque el neoliberalismo nos cambia la mirada. El problema no es el mercado sino la absolutización del mercado, el problema no es el consumo sino el consumismo como sentido de la existencia, del problema no es que existan precios para las cosas sino que todas las cosas tengan que tener  un un precio. El problema no es pues, solamente el neoliberalismo como corriente de pensamiento económico sino la “dictadura de la economía de mercado” que se impone como criterio para interpretar la vida y el sentido de la vida. Porque el neoliberalismo ha ido mucho más allá de ser un sistema económico, un bien de orden, para convertirse en toda una manera de entender y de vivir la vida personal y colectivamente ostentándose hoy como EL BIEN DE ORDEN.
            El neoliberalismo nos cambia los ojos y nos hace ver como susceptible de producción tecnológica y de comercialización indiscriminada, todo lo que nos rodea, trátese de un televisor o de un atardecer, de una mascota o de una amistad, de un refrigerador o de un amor. Todo tiene o puede tener un precio, todo puede o podría llegar a ser comprable y vendible (por allí anda un gringo vendiendo terrenos en marte por la red). Hasta lo más sagrado se puede volver objeto de consumo (en Estados Unidos existe una panadería llamada “Inmaculate confection” que entre sus productos –la mayoría panes o galletas con imágenes religiosas- el más exitoso es el mother theresa muffin. (¡La madre teresa al nivel del gansito de marinela!).
            El reto educativo para una universidad como la nuestra sería, en primer lugar RESISTIR, resistir evitando que nos cambien también a nosotros la mirada porque el neoliberalismo nos hace ver de manera distinta no solamente los atardeceres sino también las universidades...y en aras de la eficiencia se puede perder la consistencia. En segundo lugar y a partir de la resitencia habría que trabajar para que no hubiera un cambio de mirada sino una mirada del cambio: formarnos y formar para ser capaces de distinguir más allá y por debajo de este mundo avasallante del mercado globalizado el cambio de época que se está perfilando en nuestro mundo. Miradas de cambio, miradas que perciban los elementos del cambio y brazos que trabajen comunitariamente en esa dirección. Una mirada de cambio en grupos comprometidos que transformen la mirada colectiva, una mirada de cambio que modifique no solamente la orientación existencial de las personas sino que lleve a la transformación de los esquemas de recurrencia y de los símbolos de nuestra cultura para avanzar hacia la construcción de un bien de orden orientado cada vez más por valores humanos genuinos.Eso es lo que realmente necesitamos para que el Humanismo (con todo y su crisis que ahora parece estar presagiando un renacimiento) no sea devorado por el neoliberalismo.[5]
           
            Tercera imagen: El ser y el parecer, el parecer lo que se es.

            Un nuevo dualismo en la concepción y en la práctica sobre la persona humana nos ha traído el neoliberalismo: del dualismo clásico que nos entendía como cuerpo y alma, materia y espíritu o por la psicología de facultades en inteligencia y voluntad, ahora hemos llegado al dualismo posmoderno entre el ser y el parecer; una persona es hoy un ser compuesto de una existencia y una apariencia podrían decir los diccionarios neoliberales. “Es más fácil conquistar a un hombre que a un espejo” dicen las que son “totalmente palacio” mientras otros nos hablan del “lenguaje de la imagen” . La cultura de la apariencia prolifera en forma de gimnasios (gyms) atestados de jóvenes y viejos, en dietas y naturismos, en ropa de moda y de marca, coche de lujo y escuela exclusiva – excluyente-. Lo importante no es ser sino parecer: “sé valiente y si no, aparenta serlo, nadie notará la diferencia” le aconseja un papá gringo a su hijo en un libro de esos de recetas para el éxito.[6]
            Vivimos en la cultura del neoliberalismo en la que se tiene que ser exitoso y ganador y si no, cuando menos  parecerlo. Nuevos “atributos” en el sentido iconográfico han nacido para identificar al hombre del mercado: teléfono celular, víper, agenda electrónica, computadora notebook, todo aquello que muestre lo que se es o mejor dicho lo que se quiere aparentar que se es...El auto habla de ti como persona, la casa donde vives, la ropa que usas, el cuerpo que luzcas, todo es comprable y fabricable (no sólo un coche sino una nariz, un cuerpo) para que la apariencia sea impecable –aunque el interior sea insufrible-.
            ¿Cómo asumir el desafío de la autenticidad en un mundo de apariencias donde la arquitectura es escenografía que engaña, el cuerpo es apariencia que miente, el coche es anhelo que “da el gatazo”?
            El paso del parecer de acuerdo a una imagen prefabricada y homogéneamente globalizada al ser no escindido que por ser auténtico parece exactamente lo que es, parece un reto imprescindible para un humanismo que afronte en serio el mundo neoliberal que vivimos. La superación del nuevo dualismo entre existencia y apariencia es un reto para el que quiera ser una persona integral y para el que quiera comprender el ser persona de manera no fragmentada. Porque así como el dualismo cuerpo-alma o materia-espíritu o inteligencia-voluntad subordinaba generalmente un elemento al dominio del otro (el cuerpo tenía que sacrificarse por la salvación del alma, la voluntad subordinarse a los dictados de la inteligencia) en el nuevo dualismo tal parece que la existencia se tiene que subordinar a la apariencia...y eso puede parecer muy “lucidor” o “moderno”, pero acaba a la larga dejándonos vacíos.
            El reto personal y social estaría entonces en una transformación personal hacia la autenticidad en la que la apariencia transparente nuestra existencia pero también, en el nivel colectivo, en el compromiso con la construcción de una sociedad en la que todos los esquemas de recurrencia que garanticen los flujos de bienes se orienten hacia la finalidad de satisfacer las necesidades de la existencia por encima de las de la apariencia. Esto implica un cambio de estructuras erconómicas y sociales pero al mismo tiempo y no sé si de manera muy importante, un cambio en la estructura simbólica nuestra sociedad actual.

            Cuarta imagen: Mantener el orden bien o construir un genuino bien de orden.

            Lo malo es que el sistema lleno de prejuicios y bloqueos va reproduciendo y ahondando la decadencia y tratando de mantenerse a sí mismo a costa de lo que sea. El neoliberalismo ha transformado los ejércitos en acciones bursátiles pero sigue siendo un sistema que no busca el bien de orden centrado en el hombre y al servicio de todos los hombres sino una estructura que busca mantener el orden establecido lo mejor que se pueda para seguir beneficiando a unos pocos a costa de los muchos.
            Esa “brecha entre ricos y pobres que se hace cada día más grande” que afirmaba el documento de Puebla sigue siendo una realidad que interpela a todo ser humano sensible a las necesidades de los demás.[7] Realidad de un sistema que por definición no podrá resolver las necesidades de las mayorías porque se sustenta en la competencia, la supervivencia del más fuerte –“El neodarwinismo social que se extiende-, la eficiencia, la utilidad y las utilidades y no en la convivencia, la solidaridad, la cooperación o la dignidad de la persona. Los pobres por definición no son competitivos, son ineficientes y rebasando cierto número disminuyen las utilidades porque generan gastos (¡tienen que comer!).
            El sistema, el mercado, se convierten entonces en la horca para millones y millones que tienen que ser sacrificados para que se mantenga el sistema en orden y en pie (que no el bien de orden humano) por lo que la lucha está entre subirse al carro de los que mantienen este sistema y manejan la horca o ser derrotados en esta carrera y acabar ahorcados para que el modelo sobreviva. Vivimos en sociedades donde los seres humanos se dividen en ganadores y perdedores, competitivos o desempleados, necesarios o excluídos.
            El reto en este sentido es enorme porque no basta con formar personas en el humanismo sino que se tiene que ir incidiendo en el cambio de la cultura que va transformando poco a poco las estructuras y reconstruyendo ese orden establecido para convertirlo en un flujo continuo de mejoras, en un auténtico bien de orden que facilite el crecimiento humano aún de aquéllos que hoy parecen resultar  innecesarios o hasta estorbar.[8]
            La universidad entonces tiene que cumplir su papel simbólico[9] como institución más allá de lo que pasa en las aulas. Un papel que genere poco a poco otra conciencia en la sociedad y otra cultura en la que el ser humano sea el centro con toda su dignidad inalienable como valor originante por encima del criterio de funcionamiento eficiente de ese bien de orden que es necesario para la humanización del mundo pero que debe estar subordinado a los valores y al valor fundamental de la vida humana.

            Quinta imagen: Cruxi. S.A. “Ay, cómo hemos cambiado”...

            “Presuntos implicados” en la construcción de un bien de orden donde el ser humano pueda vivir humanamente y pueda tener espacios para su progresiva tarea de humanización, parece ser que el sistema nos avasalla, nos domina y en el fondo nos deja inmóviles presenciando como simples espectadores el paso de la persona humana a un plano secundario. En el escenario donde se desenvuelve el drama de la humanidad llega de pronto el gran momento en el que hay reflectores, luces, rayo láser, grandiosa escenografía y modernos efectos especiales pero no hay actores porque todos los actores han sido condenados por el director y sus asistentes a ser simples extras que rellenan el fondo de la escena o a ser simples espectadores de este espectáculo en el que no sucede nada porque no hay drama que contar. El neoliberalismo se sustenta en índices macroeconómicos, ganancias bursátiles, mercados, modelos matemáticos, esquemas de recurrencia de cifras y cosas en los que el drama humano – en lo ecológico, lo social, lo psicológico, lo filosófico, etc.- parece importar muy poco o de plano no existir.
El fin de la historia llegó y nos encontramos atónitos y sin esperanza ante todo este despliegue tecnológico y financiero en el que el mayor drama es que no hay drama, no hay historia porque la historia ya se acabó, no hay posibilidades de búsqueda de otros sistemas o ideas porque estamos en el reinado del “pensamiento único” , no hay posibilidades de futuro porque ya llegamos y este es el futuro.
            “ay, cómo hemos cambiado” porque hoy seguimos con el mismo procedimiento que crucifica al hombre en aras del progreso y de los intereses del poder pero todo esto se hace con “métodos ultramodernos” y es ejecutado por compañías privadas. La privatización cambió las formas y la presentación, cambio las manos de los que determinan el modo de operación pero dejó intacto el problema de la construcción de un bien de orden genuinamente humano.
            Ante la crisis del “estado benefactor” y de los llamados modelos “populistas” la panacea ha venido siendo la privatización de todo lo privatizable. La persona humana es vista en este modelo como ser estrictamente individual y en competencia con otros. La visión social, la preocupación colectiva no existe porque las libres fuerzas del mercado y la competencia regulan la operación de los actores particulares que buscan la satisfacción se sus propias necesidades en rejuego con los demás particulares. La riqueza entonces se repartirá o se derramará en ese rejuego de intereses particulares. El problema es que la operación “libre” de las fuerzas del mercado no garantiza la cooperación y más bien parece excluirla si no existe una visión de bien colectivo o común que actúe como un valor regulador primordial.
            Lo paradójico es que en este esquema privatizador, lo más privado que tiene la persona humana como es la “vida privada”, “la privacidad”, se ha convertido en bien de consumo y se viola por completo porquecomo la “iniciativa privada”, la creatividad de los particulares para satisfacer o crear necesidades a la sociedad es ilimitada y no tiene ningún tipo de regulación ética, entonces la vida privada –la de los que cuentan, o sea la de las famosos y exitosos, los que salen en la tele- es también una mercancía que se compra y se vende. (Y si no veamos el escándalo Clinton-Lewinsky y sus productos comerciales, o las máquinas para grabar conversaciones telefónicas y las micrograbadoras para espiar a otros que ofreció un anuncio en el diario Reforma del día de ayer).
            “ay, cómo hemos cambiado” para seguir igual pero muy modernos. Cómo hemos cambiado para que nada cambie. Ojalá cambiáramos  también para que ahora no nos demos cuenta que debajo del glamour neoliberal hay personas humanas concretas.
            “Ay, cómo hemos cambiado” porque parece que hoy nos importa menos o quizá ya nos importa nada el ser humano, al menos como colectividad. La crisis del humanismo en pleno. Y sin embargo, queda la esperanza, queda el optimismo y por eso estamos aquí. Porque como dice Savater: “Sin verdadero optimismo no puede haber educación. Un pesimista puede ser buen domador pero no buen maestro”[10]. Queda la esperanza y la esperanza está puesta en que cambiemos de verdad. En que cambiemos la mirada para que no nos la cambien otros, en que nos miremos al espejo y nos reconozcamos, en que apaguemos con búsqueda fraterna y creativa esa sed insaciable derivada de la falta de sentido. La esperanza está sustentada en que el hombre es mucho más que cualquier bien de orden porque todo bien de orden está construido y operado por personas humanas. La esperanza se podría sintetizar en que ojalá despertáramos a la realidad y dejando de creernos eso que nos cantan los ejecutores del neoliberalismo: “ay, cómo hemos cambiado” dejáramos de darles toda la decisión y la influencia en la construcción del bien de orden a unos cuantos sujetos y grupos “presuntos implicados” en la creación de nuestros males y nos comprometiéramos en la participación, la crítica, la propuesta y la organización hacia una sociedad que garantizara el flujo sistemático y equitativo de nuestros bienes.

REFERENCIAS.

CELAM. (1979). Documento sobre la III conferencia del episcopado latinoamericano. Ed. Paulinas.
Gorostiaga, X. (1985).” La universidad preparando el siglo XXI”. En Magistralis no. 8. UIA golfo centro . Puebla.
Jackson Brown, H. (1997). Life´s little instruction book. Rutledge Hill press. Nashville Tenessee.
Lonergan, B. (1988). Método en Teología. Ed. Sígueme. Salamanca.
Lonergan, B. (1992). Insight. University of Toronto press. Toronto.
Lonergan, B. (1998). Filosofía de la educación. UIA Santa Fe. México.

*Cartones de Quino tomados de “El país semanal” y de “Proceso”. (1998)

           







[1] Cfr. Lonergan, B (1992). Insight. Cap. 6.
[2] Cfr. Lonergan, B. (1998). Filosofía de la educación. Cap. 2
[3] Cfr. Lonergan, B. (1998). Filosofía de la educación. pp. 68-70.
[4] Frese, B. (1998) .Manifiesto nuncanista.
[5] Cfr. Gorostiaga, X. (1995) . En Magistralis no. 8.
[6] Jackson Brown, H. (1997). Life´s little instruction book.
[7] CELAM. Documento de Puebla.
[8] Lonergan dice: “el progreso , anturalmente, no consiste simplemente en hacer alguna mejora, sino en un fluir continuo de mejoras”. Insight. Cap. 7.
[9] Meneses, E. (1992).” Filosofía educativa de la UIA”. En Magistralis No. 2.
[10] Savater, F. (1997). El valor de educar.

Tres imágenes para el día del maestro.

*De mi columna Educación personalizante. Lado B. Mayo de 2012. 1.-Preparar el futuro, “Qué lindo era el futuro...