¿Qué decirle a un gremio como el de los docentes –los “profesionales de la esperanza”, según decía Xabier Gorostiaga- en estos tiempos marcados por la violencia, la muerte, la extorsión, la impunidad, el hartazgo socia y por todo ello caracterizados por una desmoralización generalizada que sin duda impacta el trabajo que día a día se tiene que hacer en las aulas por formar a las nuevas generaciones de este país que necesita de reformas urgentes para volverse la patria-matria que todos soñamos, anhelamos, buscaos y merecemos?
Indispensable porque precisamente por la desmoralización en
que nos encontramos, se necesitan agentes remoralizadores –no moralizantes en
el sentido fútil de la moralina sino reconstructores de la moral colectiva,
constructores de una “alta moral”, de un alto deseo de vivir humanamente- que
trabajen con nuestros niños, adolescentes y jóvenes, con nuestros padres de
familia, con la sociedad toda para tratar de revertir este proceso de
declinación social cada vez más generalizada y cada vez más generador de
impotencia y parálisis de las acciones auténticamente humanizantes que se
requieren con tanta urgencia.
México necesita más que nunca de “organizadores de la
esperanza”, es decir, de profesores con vocación: consistentes en el empeño de
formar para la transformación del mundo y tolerantes a la frustración que
genera la falta de resultados palpables e inmediatos.
México necesita hoy más que nunca de profesores que sean
capaces de sobreponerse al desánimo colectivo para crear, a partir de su labor
cotidiana y de la acción grupal en cada escuela y universidad del país, las
condiciones para que emerjan probabilidades de re-humanización de nuestra
realidad tan llena de signos y actos inhumanos.
1.-Sin
embargo, yo soy tal como ustedes: la desmoralización individual.
“Y sin
embargo, yo fui tal como ustedes,
joven,lleno
de bellos ideales,
soñé
fundiendo el cobre
y
limando las caras del diamante:
Aquí me
tienen hoy
Detrás
de este mesón inconfortable,
Embrutecido
por el sonsonete
De las
quinientas horas semanales.”
Nicanor Parra.
Y
sin embargo, yo fui tal como ustedes, podrán decir muchos maestros cansados por
los años, atrapados por la rutina, encerrados en la chamba, agobiados por su
propia situación personal o laboral, contagiados por la desmoralización social.
Yo fui tal como ustedes y tuve ideales, pero estoy ahora aquí, embrutecido por
el sonsonete que yo mismo he creado y que no he tratado de modificar o que el
sistema no me ha permitido modificar al menos en el grado que yo quisiera.
Un
caso triste sería este en el que el profesor o la maestra ya no están en
posibilidades de facilitar el desarrollo humano de sus estudiantes, de
educarlos en el sentido pleno y necesario para el país de hoy, porque asumen
que ellos “alguna vez fueron humanos”, pero instalados en el “ya” de lo logrado
y lo no conseguido, han perdido totalmente cualquier intento de descubrir ese
“todavía no” que su vida tiene por horizonte inacabable.
Caso
triste porque, como dice Hansen (1995), la docencia es una de las profesiones
donde es clave la persona que la ejerce. En muchas profesiones basta con tener
a cualquier persona que sepa los procesos, los pasos, el manejo de las
máquinas. En la docencia hay siempre una relación interpersonal, una relación
entre visiones del mundo y proyectos de vida, y cuando el proyecto de vida del
profesor se ha dado por terminado, lo único que podrá comunicarse es desánimo y
desesperanza.
Sin
embargo, si el profesor asume una actitud distinta, si el profesor se convence
de que no fue, sino que ES uno de ellos, es decir, un ser humano en proceso de
desarrollo que no cesa nunca, entonces podrá facilitar el desarrollo humano de
sus estudiantes. Para ello se necesita vocación, que en términos del mismo
Hansen quiere decir: encontrar en la profesión un camino de realización
personal (razones para vivir) y una oportunidad de servicio real a la
transformación social (motivos para luchar). Con esto no se nace , la vocación,
como todo lo humano es un permanente descubrimiento y conquista.
Por
ello el primer buen deseo, el primer regalo para los profesores en su día, es
que puedan escapar a la desmoralización individual combatiendo la rutina y
cultivando día a día la vocación como forjadores de la esperanza.
2.-“El
dinosaurio todavía está allí”: Reformar el sistema.
Pero
en la desmoralización de los profesores también tiene mucho que ver la
descomposición de las estructuras de nuestro sistema educativo nacional. La
estructura de la SEP y la estructura del SNTE , con sus elementos de
burocracia, poder, intereses y conflicto de grupos, así como la relación entre
estas dos enormes y pesadas estructuras y el efecto que esta relación produce en
las escuelas y en las aulas, efecto que, desde mi experiencia de contacto con
docentes, se percibe a veces como inmovilizador e inhibidor del cambio en lugar
de ser promotor del mismo, tiene sin duda que ser revisado a profundidad si se
desea genuinamente que la organización escolar sea promotora de formación
auténtica con calidad integral.
El
sistema educativo nacional está sustentado en cimientos de otro tiempo y de
otro mundo totalmente distintos a lo que hoy vivimos y necesitamos. Si
aspiramos a construir un país realmente democrático, justo, pacífico y digno,
tenemos que contribuir desde todas las trincheras a reestructurar de fondo este
sistema burocrático y vertical de muy baja complejidad en el que como de
milagro sigue soportándose el funcionamiento cotidiano de las escuelas y el
intento de educar a nuestros ciudadanos del futuro.
Por
ello mi segundo deseo, mi segundo regalo para los profesores en este quince de
mayo es que sobreponiéndose a la desmoralización imperante, a la
desmovilización producto de la decepción y de las múltiples movilizaciones
sobreideologizadas, partidistas, que buscan intereses de grupo y no el
auténtico bien de la educación, puedan comprometerse con la “reforma del
espíritu” necesaria para esta nación, a partir de una reforma profunda del
sistema educativo que ya no está a la altura de los tiempos.
3.-Vivir antes que todo: la
docencia en los tiempos de la violencia
“Toda
educación entraña una imagen del mundo
y
reclama un programa de vida”.
Octavio Paz.
Vivir antes que todo. Vivir es la
realidad de la que se parte y la meta a la que se debería aspirar en las aulas.
Educar en el vivir y para vivir, educar en el vivir humano y para vivir
humanamente, esta sería la premisa fundamental de una educación que quiera
cambiar la realidad de estos tiempos de violencia.
Es
por ello que la práctica docente debería, a partir de una resignificación
profunda, poner a la vida humana en el centro y por encima de planes y
programas, reglamentaciones, temarios, conceptos, técnicas o métodos de
enseñanza, teorías educativas o caprichos del profesor o del director.
Para
ello se necesita cambiar nuestra imagen del mundo como un gran centro comercial
en el que todos compramos y vendemos o como una gran guerra en la que todos
tenemos que vivir para sobrevivir y para ello necesitamos agredir al otro o
defendernos del otro.
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