Un breve recuento de
recuerdos y reflexiones sobre la búsqueda educativa de la Ibero Puebla (1)
“Vivir para contárselas…”:
donde se expone la mezcla entre el narrador y lo narrado. (a partir de la
propia experiencia).
“La vida no es la que uno vivió sino la que uno recuerda
para ser contada”, con estas palabras define Gabriel García Márquez el espíritu
y el contenido del primer volumen de su libro de memorias que se titula
precisamente así: “Vivir para contarla”. Lo primero que se me viene a la mente
al empezar a escribir este recuento del “polvo de nuestros gises” gastado y
trabajado en estos veinte años de la Ibero Puebla por tantos profesores y
tantos grupos de estudiantes, muchos de ellos ahora también docentes en nuestra
universidad, es esta frase del premio Nobel colombiano. Porque es indudable que los recuerdos y las
reflexiones que aparecerán en este artículo, no necesariamente corresponden a
lo realmente vivido en esta historia de la ibero en nuestra ciudad sino a los
recuerdos que el que escribe esta historia, guarda en su memoria después de
quince años de trabajo docente en esta universidad, la vida que se recuerda y
la que puede ser contada desde la perspectiva personal de un actor de este
tramo de historia. Se aclara entonces en esta breve introducción, que en este
texto –como en casi todos- será difícil separar al narrador de lo narrado.
Track 1.-“Ay, cómo hemos
cambiado”: donde se describe una verdad de Perogrullo. (Contexto).
Es necesario iniciar diciendo algo que puede sonar obvio
o incluso innecesario: ¡Cómo hemos cambiado en estos veinticinco años de
búsqueda educativa! Cómo hemos cambiado en tantas cosas que rodean al mágico y
misterioso proceso que ocurre en cada aula entre un profesor y un grupo de
alumnos, cotidianamente, en una sucesión de encuentros y desencuentros en los
que aparentemente no pasa nada importante y que sin embargo pueden cambiar, y
de hecho cambian, para bien o para mal, la vida de sus protagonistas.
De aquél período de otoño de 1987 en que inicié mi
trabajo como docente en la Ibero un lunes a las 4 de la tarde con mi primera
clase de “Introducción a la Filosofía del Arte” con un grupo de alumnos de nuevo
ingreso de Diseño Gráfico, al día de hoy en que acudo todos los martes y jueves
de las once a la una a mi clase de Filosofía de la Educación, han cambiado
muchas cosas externas a las prácticas docentes de la universidad pero también
elementos internos que aunque a veces no nos demos tanta cuenta, han ido
transformando en buena medida lo que sucede en la búsqueda de eso que llamamos
“formación integral” de nuestros estudiantes y que aunque a lo mejor no
alcanzamos a definir con las mismas palabras, vamos tratando de comprender con
la misma intensidad del corazón al menos un porcentaje de los docentes que
transcurren por nuestras aulas a diario.
Han cambiado sin duda los espacios físicos, han cambiado
las condiciones materiales, los equipos para trabajar, los recursos y las
posibilidades de apoyo interno y externo para facilitar el aprendizaje. Han
cambiado dos veces los planes de estudio
–del “plan nuevo” al “Santa fe” y luego al Santa fe II”, ha cambiado ahora la
estructura curricular y a partir de ella hemos tenido un nuevo y esperamos más
profundo cambio de planes de estudio. Han cambiado muchos rostros, han cambiado
el clima de las aulas y el clima universitario, han cambiado los cursos y los
discursos, en menor medida pero han cambiado los énfasis y las preocupaciones
de los docentes y de los coordinadores, han cambiado (¿habrán cambiado?) los
métodos y las interacciones en el aula.
Sin embargo, es necesario también decir otra verdad de
Perogrullo: aunque hayan cambiado tantas cosas internas y externas, no ha
cambiado ni va a cambiar la propuesta educativa básica de la Ibero, no ha
cambiado ni va a cambiar la búsqueda de una educación que forme a los alumnos
en todas sus dimensiones: tanto en la dimensión profesional con alta calidad,
como en la dimensión humana y en la dimensión social y ambiental con la misma
calidad y compromiso, tanto en lo racional como en lo emocional, tanto en lo
físico como en lo lúdico, lo estético, lo moral y lo espiritual. No ha cambiado
ni va a cambiar la finalidad de formar “hombres y mujeres capaces para los
demás”, finalidad por demás contracultural en esta sociedad de mercado –que no
es sólo Economía de mercado- que pide a las universidades seguir formando, como
afirma Xavier Gorostiaga S.J.: “profesionales exitosos en sociedades
fracasadas”.
De manera que podría afirmar desde mi propia experiencia
en esta historia, que “ay, cómo hemos cambiado” porque sin duda la propuesta
educativa de la UIA no es una propuesta estática ni rígida sino una apuesta a
la transformación permanente de las ideas, los juicios, los valores y las
creencias que vayan enriqueciendo las realidades humanas para volverlas cada
vez más justas, y sin embargo, cómo seguimos persistente y afanosamente
entregados a la tarea de educar para humanizar a las personas y para humanizar
a la sociedad, una tarea que parece cada vez más urgente.
Track 2.-“Esas tardes ví
llover”: donde se rinde homenaje a los “héroes fundadores”.( Experiencia).
Era el mes de Enero de 1987 e iniciaba la primera
generación del primer diplomado de la UIA (en ese entonces y hasta hace poco,
“golfo centro”): la primera generación del diplomado en Docencia Universitaria
que ofrecía el área de Extensión Universitaria. Este es un hecho significativo
para poder entender la prioridad que el asunto educativo ha tenido en nuestra
universidad desde su nacimiento, a partir sin duda de la herencia de la UIA Cd.
De México y de la tradición educativa de más de cuatro siglos.
Participábamos en él, un grupo de docentes de diferentes
edades, experiencias, instituciones e intereses pero en un alto porcentaje,
participaban coordinadores y directores de las licenciaturas y de la naciente
dirección general de servicios educativos universitarios (que tenía en ese
entonces, básicamente la biblioteca, los deportes, el área de integración y el
servicio social).
Hablamos de la época de los “famosos gallineros” de los
que buena parte del personal actual y de los profesores y alumnos de hoy, no
tienen por qué acordarse. Vale entonces un pequeño homenaje a esos docentes y
coordinadores que fundaron la universidad y que iniciaron los esfuerzos de lo
que hoy vemos como una universidad con prestigio y reconocimiento en diversos
campos, uno de ellos, precisamente, el de lo educativo.
Eran las instalaciones del ex – Hospital ABC, en la
calzada Zaragoza, en cuyos cuartos (con baño cada uno y su rampa para las
camillas) se adaptaron las primeras aulas de la universidad (en las que yo ya
no llegué a dar clases) y que fueron poco a poco ocupándose con oficinas y
cubículos del personal de tiempo lo que hizo necesaria la construcción de
salones de lámina (como el que está junto a la capilla y que aún se usa para
talleres artísticos) que recibieron el nombre de “gallineros”. En esos salones
inició mi experiencia docente en la ibero: una experiencia muy cálida en
primavera y verano y muy fría en invierno (por las temperaturas que alcanzaba
la lámina en las distintas épocas del año), una experiencia ruidosa en las
tardes de aguacero de agosto o
septiembre (donde no se podía escuchar prácticamente nada en el salón por el
ruido del agua al rebotar en la lámina).
Junto con muchos profesores y alumnos, durante varios
años (el campus actual pudo ser ocupado hasta el otoño del 91), viví la riqueza
humana de una universidad pequeña en la que prácticamente todo el mundo se
conocía y en la que uno podría identificar por nombre no solamente a cada
profesor o empleado sino incluso a cada estudiante.
Una época de fundación, que como todo inicio, fue una
época en la que había mucho más corazón que recursos, mucho más imaginación que
apoyos reales. Los salones no eran los más adecuados, la biblioteca iniciaba y
tenía muy poco material en su acervo, no había más que un pequeño y muy
limitado laboratorio de cómputo para toda la universidad (obviamente los
académicos de tiempo no tenían computadora), las relaciones
interinstitucionales eran también incipientes como para tener espacios
extra-aula para el aprendizaje de los alumnos y no había laboratorios y
talleres suficientemente equipados para ingeniería (en ese entonces sólo
industrial) o diseño (en ese entonces sólo gráfico).
Armados de la carátula de la materia y de mucho ánimo,
los profesores preparábamos las clases buscando materiales fuera de la
universidad o poniendo la bibliografía propia o encargando a la biblioteca lo
básico para los cursos. Sin embargo, ya desde entonces se podía vivir una
preocupación muy evidente en los coordinadores y directivos por el trabajo
docente y la congruencia de lo que sucedía en las aulas con lo que la ibero,
como universidad jesuita planteaba en sus documentos básicos.
Por esos años iniciaron los cursos de inducción para
profesores para tratar de apoyarles en este esfuerzo de búsqueda e
involucrarlos con las finalidades institucionales. El diplomado en docencia
formó a varias generaciones más de profesores, varios de ellos de la misma
universidad e inició la maestría en Investigación y Desarrollo de la Educación,
como un esfuerzo por ir formando docentes para esta búsqueda educativa. El
rector de entonces, el muy querido padre Xavier Cacho S.J. creó junto con el
Director General Académico, el Mtro. Alejandro Morales Palacios (q.e.p.d.) el
posgrado en Humanismo Universitario, apostando con mucha visión, a la formación
del personal académico en los rasgos que un humanista debería desarrollar. Un
grupo de extraordinarios profesores y una “pedagogía del encuentro” lograron
cambios profundos en un buen grupo de académicos de la universidad. Por ese
entonces, hablamos ya de 1990, el mismo padre Cacho con Alejandro Morales,
gestaron la revista Magistralis que desde sus orígenes tuvo un énfasis en lo
educativo y específicamente en la visión humanista de lo educativo.
Estos últimos
espacios empezaron a tratar de configurar una línea de formación más clara y
más sólida para los profesores, tratando de trascender los pasos iniciales que
sin duda fueron esfuerzos honestos, intensos y comprometidos pero todavía un
tanto espontáneos y sin una idea fuerte que les diera sentido y coherencia.
Track 3.- “Llovió”: donde se
recuerda y reconoce una revolución desarmada y no (tan) violenta.(
Conceptualización).
El cambio de
instalaciones y el cambio de rector, marcaron el inicio de una nueva etapa en
la universidad. Una nueva etapa marcada quizá por dos cuestiones fundamentales:
el crecimiento acelerado en el número de estudiantes y de programas académicos
y la preocupación central en la formación de los docentes. Estas dos cuestiones
tenían sin duda relación entre sí; el crecimiento acelerado de alumnos y
programas generaba la necesidad de un crecimiento acelerado también en la
planta de profesores y esto traía consigo la necesidad de inducirlos y
formarlos en el modelo educativo de la Ibero. Aunado a esto, el nuevo rector,
el Dr. Armando Rugarcía, era (sigue siendo) doctor en Educación y ya desde
entonces, prestigiado formador de profesores.
Con toda la energía y el entusiasmo de un nuevo ciclo, se
definió que una de las líneas prioritarias sería la ahora muy famosa y desde
entonces polémica “Revolución docente”. Con la “espada desenvainada” en el
estilo que “mueve el tapete” a los maestros y cuestiona a fondo las
suposiciones tradicionales y las rutinas de clase, se inició un movimiento que
marcó sin duda a nuestra universidad y la hizo orientarse en lo interno y
reconocerse en lo externo, un movimiento revolucionario sin armas (más que esa
espada desenvainada de la pasión de Rugarcía), una “revolución amorosa” como la
llamó el mismo Armando en uno de sus escritos (imposible entre tantos,
acordarme cuál).
Una revolución no (tan) violenta, que tenía un enemigo
claro al que el autor de esta propuesta llama el “culto al conocimiento” y que
no es otra cosa que esa orientación docente que se queda en la repetición de
información vacía de sentido y que piensa que entre más información se maneje,
hay mejor educación. El enemigo era entonces (y sigue siendo hoy) esa docencia
repetitiva, memorística, centrada en el profesor o en el contenido y no en el
alumno y la propuesta era el ya legendario CHA. Quién sabe cuánto de esta
revolución ha ido aterrizando al aula concreta de cada día, sin embargo es
difícil, o en ese tiempo era difícil, encontrar un docente de la Ibero que no
hubiera escuchado y trabajado alguna vez el CHA y que no pudiera decir que esto
quería decir: conocimientos, habilidades y actitudes ligadas a valores.
Pues esta revolución realmente se convirtió en uno de los
ejes orientadores de ese período de la Ibero Puebla y marcó sin duda mucho de
la cultura docente de nuestra universidad para un rato largo. No se trataba
solamente, (aunque algo también hubo de eso), de que fuera la “línea” del
rector y por eso se asumiera, sino que también había (y con las mismas o con
otras palabras, pero sigue habiendo) una coincidencia en la necesidad de este
cambio educativo y una fuerte motivación para trabajar en esta línea. Hubo
también las condiciones estructurales: se creó la Dirección de Desarrollo
Educativo que tuvo una presencia muy fuerte y significativa en todas las áreas
de la universidad y a través de su trabajo en la formación docente (sobre todo
vía la inducción a profesores y el diplomado en Docencia) y en el diseño y trabajo de las guías de estudio
orientadas hacia el CHA, fue configurando mucho del trabajo en las aulas de un
buen porcentaje de los docentes de la universidad. Las maestrías en Docencia
Universitaria y en Desarrollo de la Educación Básica nacieron y se
desarrollaron con un impacto regional muy fuerte, logrando que además de la
formación de docentes de la universidad, se incidiera en la formación docente
de muchos profesores de la región y se posicionara a la Ibero Puebla como una
universidad preocupada y conocedora del proceso educativo. Se creó además la
maestría en Investigación Educativa y la Maestría en Educación Humanista, que
nació con la idea de consolidar la línea de formación iniciada en el posgrado
en Humanismo Universitario.
De manera que “llovió” y mucho sobre el terreno de los
docentes de la Ibero. En esta etapa que fue de consolidación de muchos de los
esfuerzos iniciales y de generación de
un concepto o línea de fuerza en torno a la cual se organizó toda la actividad
formadora de docentes de la universidad y se caracterizó la búsqueda concreta
de los profesores en las aulas. Mucho de esta lluvia sigue “mojando” o sellando
el lenguaje y la práctica docente en la Ibero, a pesar de que como toda
revolución, hubo heridos y “expropiados” que cuestionaron y siguen cuestionando
muchos conceptos y acciones y de que como en toda revolución institucionalizada
hubo también muchos “beneficiados” que se adaptaron al discurso sin cambiar su
práctica.
Mucho hay que mejorar y cambiar, pero sin duda, mucho
también hay que agradecer a esta revolución docente, por lo que ha impregnado
la búsqueda educativa de los docentes de la UIA Puebla.
Track 4.- “Cada historia”:
donde se da cuenta de un proceso sistémico participativo, más rico y
esperanzador de lo que hoy imaginamos y comprendemos. (Reflexión)
La revolución docente apostaba por el cambio en la “mente
y el corazón de los maestros” (Stenhouse) y este cambio es sin duda,
fundamental para que realmente haya educación en las aulas. Muchas personas
creyeron y seguimos creyendo en esta transformación como el cambio fundamental.
Muchos incluso hemos tratado de trabajar teóricamente esta misma idea desde
otras perspectivas distintas pero convergentes.
Sin embargo no hay duda, que el aspecto estructural juega
un papel importante también en el asunto educativo. Si la estructura
institucional y la estructura curricular no facilitan el trabajo docente en una
línea menos tradicional y más significativa, el logro de los objetivos de
formación integral que busca la Ibero se vuelve mucho más difícil.
Es a partir de esta necesidad de revisar lo estructural
que surge en el sistema educativo UIA-ITESO, en el ámbito de los Directores
Generales Académicos, la necesidad de una revisión de fondo de la estructura
curricular que está vigente y en la que se insertan nuestros planes de estudio.
En el inicio del año 2001 se crea el Consejo Académico del SEUIA-ITESO (CAS)
por delegación del Consejo de Educación Superior de la provincia mexicana de la
Compañía de Jesús. El CAS asume la tarea de iniciar este proceso de revisión
curricular, en el que se han invertido los dos últimos años de trabajo
participativo y colegiado. El resultado fue la Nueva Estructura Curricular
(NEC) común a todos los planteles del SEUIA, así como un Marco Pedagógico que
no llegó a posicionarse del todo y un Marco operativo para el diseño de los
nuevos planes de estudio que fueron diseñados de manera independiente por cada
campus, según la nueva organización que se dio con la creación del “Sistema
Universitario Jesuita” (SUJ).
Este proceso, por
más que visto desde fuera pueda ser cuestionado porque no ha incluído todo lo
que la ibero Puebla ha planteado tal como lo ha planteado, por más que se sigan
encontrando algunas lagunas en la socialización y comprensión de la NEC por
parte de los coordinadores profesores y
en su operativización por parte de coordinadores nuevos que no vivieron todo el
proceso, ha dado muchos y muy positivos frutos y marcará sin duda una nueva
etapa para el SUJ.
La operativización de la nueva estructura curricular
persiguió ser toda una “reforma universitaria” porque implicó modificaciones
muy serias en los procesos administrativos de lo académico y en la estructura
misma del organigrama de la universidad. Pero además de esta reforma
universitaria, o a causa de ella, esta nueva estructura curricular que
esperamos arroje frutos muy positivos en la evaluación que se haga de sus
primeras generaciones ya a punto de egresar, tendría que implicar una profunda
transformación de nuestras prácticas educativas.
Track
5.- “Esperaré”: Donde se habla de los retos docentes para cambiar el futuro. (Deliberación).
El trabajo por competencias en lugar de contenidos, la
inclusión de las dimensiones de formación integral universitaria y de
articulación social en todas las asignaturas y la creación de nuevas áreas y
espacios curriculares orientados a hacer el proceso educativo menos centrado en
el discurso del docente en el aula y más enfocado al aprendizaje significativo
a partir de experiencias bien diseñadas, acompañadas y evaluadas por el
docente, están presentando retos muy serios para el trabajo docente del futuro.
Se trata básicamente de la transición de una educación
centrada en la enseñanza a una educación centrada en el aprendizaje, de una
educación centrada en temas o contenidos a una educación centrada en el
desarrollo de competencias genéricas y específicas (desempeños concretos que
incluyen conocimientos, habilidades y actitudes y que pueden ser transferidos a
otros campos distintos al de la profesión), de una educación
superespecializante a una educación más interdisciplinar y formadora de
profesionales polivalentes y flexibles.
Todo esto se dice fácil pero implica cambios muy serios
en tres niveles fundamentales:
-El cambio básico en la manera de comprender y vivir la
docencia por parte de cada uno de los profesores, el cambio por el que luchaba
la revolución docente y por el que deberemos seguir luchando en el futuro, para
lograr transformar la visión de nuestros docentes y que esa transformación se
vea reflejada en sus desempeños concretos en las aulas, en el modo de planear y
evaluar su asignatura, en los espacios en los que la clase sucede, en las
dinámicas que esta genera en los estudiantes, en los materiales y tecnología
que se utilizan, pero sobre todo, en la propia conciencia de los profesores.
-El cambio en el nivel estructural de organización,
administración y evaluación del currículo y de las áreas que lo administran,
organizan y evalúan.
Un cambio muy serio de toda
la institución, para lograr una estructura organizacional que responda mejor a
este nuevo planteamiento, una organización entre materias y profesores que sea
más ágil, flexible y coordinada, una organización de las tareas, los
materiales, los procesos, que faciliten la vivencia de este nuevo enfoque.
-Un cambio en la cultura docente de la institución. Un
cambio en los significados y valoraciones de los docentes sobre su propio trabajo,
que se tiene que reflejar en un cambio en la interacción entre ellos, en los
símbolos que utilizan y caracterizan su docencia, en los lenguajes con que se
comunican, en sus propias maneras de vivir la experiencia del aula. Profundizar
lo avanzado en la revolución docente en este cambio cultural, sigue siendo un
reto fundamental para ir logrando los objetivos de esta reforma universitaria.
Estos cambios han requerido sin duda, de nuevos, más
sólidos y articulados esfuerzos para la formación y el acompañamiento para el
desarrollo de los docentes de la institución. Esfuerzos que tienen que
irse renovando de manera permanente y
creativa, para estar “a la altura de nuestros tiempos” como decía Ortega y
Gasset.
No olvidar nuestra historia docente, la historia de todo
ese “polvo de nuestros gises” que se ha acumulado en estos veinticinco años,
pero al mismo tiempo ser capaces de reinventar nuestra historia “cambiando el
rumbo del futuro”, es el gran reto que la NEC le sigue planteando a nuestra
Ibero Puebla en este tiempo de conmemoración, celebración y nueva
reorientación.
“Presuntos implicados”: donde
se invita a todos los docentes a dar un paso histórico. Decisión y acción.
“Presuntos implicados” en nuestra búsqueda educativa, los
docentes de la Ibero han vivido en diferente medida y con distinta intensidad
esta historia que hoy está en un parteaguas. “Presuntos implicados” porque
muchas veces no hemos sido capaces de invitarlos con la suficiente eficacia, de
involucrarlos con la suficiente fuerza, de comprometerlos con la suficiente
profundidad y permanencia, de contagiarlos con el suficiente testimonio de
vida.
Con la complejidad que implica el hecho de ser una
universidad de las dimensiones que hoy somos, con la dificultad implícita en
nuestro modelo organizativo que implica un alto porcentaje de profesores de
asignatura, con la riqueza que este mismo porcentaje y variedad de profesores
aportan; con la convicción de que el modelo educativo de la Ibero, por su
profundidad y solidez filosófica y su pertinencia en el momento actual es un
modelo que enamora y compromete a muchos docentes cuando lo conocen, con la
esperanza de que esta nueva estructura curricular puede aportar muchos
elementos valiosos para la formación de los profesionales humanistas que el
futuro está demandando, con la convicción de que la apuesta por el ser humano y
por la justicia es la apuesta válida, con la fe que nos dice que aunque
nuestras fuerzas no sean suficientes siempre hay una presencia superior que nos
fortalece y un espíritu que nos ilumina, con el amor que implica toda educación
auténtica[2]
y desde esta búsqueda continua que ya cumple veinte años y que con el esfuerzo
de muchos docentes llegará a cumplir muchos más, aceptemos la invitación de
sumarnos a este dinamismo al que el P. Cacho llama: traditio viva educandi de
la Compañía de Jesús, unamos
simbólicamente el “polvo de nuestros gises” de hoy al de todos los profesores
que han pasado por nuestras aulas, pasemos de ser “presuntos implicados” a
verdaderos y creativos implicados en esta tarea de organizar la esperanza para
construir una mejor humanidad.
[1] Este texto está basado en el artículo: “De los gallineros a la nueva
estructura curricular pasando por la revolución docente”, publicado en la
revista Atajo de la UIA Puebla en el número 16, de marzo de 2003.
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