domingo, 6 de abril de 2014

¿CIEGOS GUIANDO A OTROS CIEGOS? EL PAPEL DE LOS UNIVERSITARIOS EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA DEMOCRACIA.




“Y tú me llevas ciego de la mano…
como un fulgor que se congela en hacha…
como el cadalso para el condenado…”
Octavio Paz. Piedra de sol.

            Tiempos de confusión, desilusión, tensión y desencuentro parecen marcar este proceso de “eterna” transición a la democracia que vive nuestro país.
 Tiempos en los que es cada vez más difícil encontrar la lógica o la coherencia al proceso político y a la vida social, tiempos de oscuridad y cuestionamiento creciente o descrédito creciente de los líderes que toman las decisiones trascendentes en México.
            Vivimos tiempos oscuros, tiempos donde parece que un grupo de ciegos –la llamada clase política y los medios de comunicación- está guiando a otros ciegos- los ciudadanos- hacia ningún lado o al menos, no hacia donde parece estar el auténtico desarrollo de una sociedad realmente democrática y justa, plural y abierta, respetuosa de las instituciones y de la ley pero ocupada y preocupada por la equidad y el respeto a todos los mexicanos.
 Los tiempos que corren parecen apuntar a ciertos escenarios de retroceso hacia al autoritarismo que parecía ya superado más que a la consolidación de una vida democrática por la que tantos y tantas han apostado su vida.
            Ante este panorama oscuro e incierto es importante hacernos las preguntas: ¿Qué puede aportar la universidad a la construcción de la democracia? ¿Cuál es el papel de los universitarios en este proceso de construcción colectiva y estructural?
            La respuesta sobre el aporte de la universidad tiene mucho que ver con tres elementos centrales: la inteligencia, la crítica y la responsabilidad social.
            La inteligencia es un elemento fundamental para la construcción de una sociedad auténticamente democrática. La buena inteligencia, la inteligencia de calidad que trasciende el sentido común es un componente básico de la vida universitaria.
            En un momento donde el debate político está guiado por los intereses particulares y de grupo, en un país en el que la opinión pública está definida e incluso manipulada por lo que los medios de comunicación masiva de cualquier tendencia deciden que es importante, el papel de la inteligencia se vuelve un elemento fundamental que puede y debe aportar la universidad y cada uno de los universitarios.
            ¿Qué papel estamos jugando los universitarios en la promoción de análisis inteligente más allá del sentido común, para comprender la situación política actual de nuestro estado y de nuestro país? ¿Qué papel real y simbólico están jugando las universidades en el contexto de la sociedad local y regional como promotoras de comprensión y análisis desapasionado de la realidad de nuestra democracia con sus avances y sus retos?
            La ausencia de inteligencia objetiva y desapasionada sobre la realidad de nuestro proceso político está obviamente impidiendo también el ejercicio de una criticidad auténtica que trascienda la simple queja, el cuestionamiento sesgado, la destrucción visceral de todo lo que sea distinto al propio pensar.
            En un momento de confusión en el que “ciegos guían a otros ciegos”, la universidad no puede entrar al juego de la crítica fácil y sin fundamento ni matiz o de las posturas absolutas a favor o en contra de determinados personajes, grupos, partidos, procesos o tendencias mundiales.
El papel de la universidad es el de la promoción de la crítica inteligente y sustentada en análisis riguroso y evidencia sólida, es el de abrir espacios para el diálogo y el cuestionamiento que lleve a construir mejores juicios sobre la realidad de nuestra incipiente democracia y los desafíos que se le presentan.
            ¿Qué tanto estamos los universitarios ejercitando nuestra criticidad de manera real y sustentada? ¿Hasta dónde las universidades están cumpliendo su tarea como conciencia crítica de la cultura dominante desde posiciones argumentadas y sustentadas sólidamente?
Además de lo anterior, la universidad debe ser, a partir del ejercicio permanente de la inteligencia y la crítica, una promotora permanente de responsabilidad y compromiso social. En estos tiempos de confusión y descomposición social y política, la universidad debe promover una “solidaridad bien informada” y una actitud de responsabilidad hacia la reconstrucción del tejido social y de las estructuras políticas que sean adecuadas a los tiempos democráticos que nuestro país está empezando a vivir.
Ante las evidencias de descomposición política a nivel estatal y nacional, cabe preguntarnos: ¿Qué tanto estamos actuando los universitarios con verdadera responsabilidad social? ¿Qué papel están jugando nuestras universidades como promotoras de responsabilidad social a nivel de su presencia y su voz en la sociedad local y regional?  

*Publicado en el diario Síntesis, Noviembre 2004.

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Tres imágenes para el día del maestro.

*De mi columna Educación personalizante. Lado B. Mayo de 2012. 1.-Preparar el futuro, “Qué lindo era el futuro...