lunes, 18 de julio de 2016

EL CAMINO A LA FELICIDAD O LA FELICIDAD COMO CAMINO.



*Mi primera colaboración en la columna Educación personalizante de Lado B en septiembre de 2011.
            A propósito del material en video de Ronald Hubbard distribuido por la SEP en Puebla y al parecer en otros estados de la república y que ha causado tanta polémica en los medios durante las semanas pasadas,  resulta necesario insistir en la reflexión sobre el tema de la educación en valores y las características que debería tener una educación moral que esté a la altura de nuestros tiempos.
            “El camino a la felicidad”, se titula esta propuesta que plantea dieciocho normas o valores a seguir en la vida para poder llegar a la felicidad que se define en la introducción como la “maximización del placer y la minimización del dolor” que es “lo que buscan todos los seres humanos”.
            Estas normas se presentan como una especie de receta que debe seguirse al pie de la letra para lograr una vida plena. Las dieciocho prescripciones van desde “cuidar la salud” –comer sanamente, cepillarse los dientes y “masticar chicle” después de cada comida (¿?), bañarse y lavarse las manos- hasta “no asesinar” –distinguiendo entre matar y asesinar- pasando por “respetar la legalidad”.
            Independientemente del análisis que se debiera hacer de las normas que conforman este código moral  –que tiene muchos elementos de una filosofía individualista liberal de acuerdo a su origen geocultural y de relativismo epistemológico que puede explicarse por la “nueva era” inserta en la posmodernidad en que vive el mundo en el siglo XXI- las preguntas clave que todo educador tendría que hacerse antes de trabajar o no con sus estudiantes este video es: ¿Existe un camino para la felicidad? ¿Este camino consiste en un código moral a seguir? ¿Quién determina cuáles son los preceptos o normas que llevarán a un ser humano a la felicidad? ¿Educar en valores en el mundo de hoy consiste en enseñar a los alumnos este u otro listado de normas o valores morales?
            La investigación educativa y el desarrollo de la ética como disciplina filosófica parecen mostrar que no. En primer lugar, que no existe un camino a la felicidad –universal y único- sino múltiples proyectos imperfectos de felicidad que dependen de cada persona, grupo o cultura. Además, que para hacer posibles estos múltiples proyectos de felicidad es necesario plantear exigencias mínimas de justicia que son la condición indispensable para aspirar a ser felices. Porque la felicidad no puede existir para unos cuantos mientras la mayoría vive sufriendo.
            En segundo lugar, que la búsqueda de la felicidad y sobre todo la búsqueda de la felicidad para los seres humanos del cambio de época en que nos encontramos no consiste en el seguimiento de un código moral o de una serie de normas o preceptos infalibles y descontextualizados sino en el saber caminar tratando de construir una vida lo más auténticamente humana posible, es decir, lo más inteligente, razonable y responsable en un mundo cuyas características distintivas son la incertidumbre y la pluralidad. Porque en el terreno moral, dice el filósofo canadiense Keneth Melchin: “podemos vivir con las respuestas correctas pero las preguntas equivocadas”, es decir, podemos tener el mejor código o listado de normas morales pero la construcción de una vida éticamente válida es algo mucho más dinámico y complejo que consiste en enfrentar los dilemas que el entorno y nuestra propia existencia nos van presentando.
            Por esto mismo finalmente, resulta claro que educar en valores en estos tiempos de crisis civilizatoria no puede ya consistir en enseñar o inculcar determinados valores o normas morales sino en facilitar procesos de introspección y diálogo a través de los cuales los educandos se autodescubran como seres estructuralmente morales, como seres que valoran y deciden en contextos de incertidumbre y pluralidad y que necesitan ir descubriendo cómo buscar la felicidad individual y colectiva tratando de cumplir las exigencias comunes de justicia que el vivir en sociedad reclama a toda persona consciente.
            Educar en valores hoy, no consiste en enseñar valores sino en promover que los alumnos vayan aprendiendo a valorar y decidir cada vez mejor en medio de situaciones dilemáticas y conflictivas.
            De este modo, más que enseñar “el camino a la felicidad” habrá que comprometerse con las futuras generaciones de mexicanos para que aprendan a vivir la felicidad como camino hacia su propia realización y hacia la humanización progresiva de la sociedad en la que viven y de la humanidad a la que pertenecen.
           

No hay comentarios:

Tres imágenes para el día del maestro.

*De mi columna Educación personalizante. Lado B. Mayo de 2012. 1.-Preparar el futuro, “Qué lindo era el futuro...