“La
ética se manifiesta para nosotros, de manera imperativa, como exigencia moral. Ese
imperativo se origina en una fuente interior al individuo, que lo siente en su
espíritu como la inyección de un deber. Pero proviene también de una fuente
externa: la cultura, las creencias, las normas de una comunidad. Hay
ciertamente, también una fuente anterior, originaria de la organizacón
viviente, transmitida genéticamente. Esas tres fuentes están ligadas entre sí
como si tuviesen un manantial subterráneo en común”.
(Morin.
2005: p. 19)[1]
1.-El problema: Profesionales humanos.
Durante esta semana he
impartido una conferencia para estudiantes de licenciatura de una institución
privada de educación superior cuyo título, a petición de los organizadores fue:
“El profesional humano”. Al estar pensando en la orientación que tendría esta
participación, me vino a la mente la paradoja que encierra el hecho de hablar
de “profesionales o profesionistas humanos”. Por
un lado, no tiene sentido el enunciado porque todo profesional es humano, es
más, solamente puede ser profesional un ser humano. En este sentido, no podría
decirse nada acerca del título de esta conferencia, puesto que de hecho todos
los que ejercen una profesión son humanos.
Sin embargo, y aquí
está la paradoja, vemos muchos profesionales que en su ejercicio podemos
calificar de inhumanos o deshumanizados y hablamos también de sociedades
deshumanizadas o deshumanizantes y aún de sociedades y grupos inhumanos.
¿Por qué enfrentamos
esta paradoja todos los que pertenecemos a esta especie “homo sapiens-demens”
(Morin, 2003)[2]?
Porque el ser humano,
en tanto ser consciente, -es decir, simultáneamente presente en el mundo y
presente a sí mismo-, es un ser que al mismo tiempo que es humano, tiene que ir
haciéndose humano, en tanto que, como decía Graham Greene: “Ser humano es
también un deber”.
En efecto, la paradoja
del ser humano y en ese sentido, del humano que se prepara para ejercer una
profesión es que la humanidad es al mismo tiempo una “naturaleza”
auto-eco-bio-psico-socio-organizada –algo que nos define con relación a otras
organizaciones vivas- y un desafío –algo que nos reta cada día, cada hora, cada
momento de la vida-, un rasgo y una lucha.
En este sentido, se
puede hablar de un profesional humano en tanto que está ejerciendo una
profesión desde una búsqueda de cumplimiento y respuesta al desafío de
humanización que enfrentamos todos los miembros de esta especie.
Cabe aquí entonces la
distinción de términos entre humano y humanizante, en donde humano es todo ser
que pertenece a la especie “homo sapiens-demens” y toda actuación individual y
colectiva de esta especie en el mundo, mientras que humanizante es todo ser y
toda actuación individual y colectiva que está buscando responder
concientemente –es decir, de manera responsable y no solamente responsiva- al
desafío de “continuar la hominización a través de la humanización” (Morin,
2003).
¿Por qué iniciar mi
comentario al libro que se presenta con esta distinción? Porque creo que el
“proyecto interuniversitario sobre ética profesional” al que convocó y ha ido
conduciendo de manera excelente la Dra. Ana Hirsch Adler del IISUE[3]
de la UNAM busca contribuir con datos obtenidos de la realidad actual de los
estudiantes y profesores de posgrado, a la construcción de profesionales más
humanos en el sentido del desafío de humanizar el mundo en que vivimos, porque
tiene como supuesto implícito que es posible esta construcción y este aporte a
la sociedad actual en proceso creciente de deshumanización que predomina sobre
los rasgos marginales de humanización.
2.-Profesión y humanización
En el proyecto de
investigación que da origen a este libro, se entiende que la profesión es:
“Una actividad social
cooperativa, cuya meta interna consiste en proporcionar a la sociedad un bien
específico e indispensable para su supervivencia como sociedad humana, para lo
cual se precisa el concurso de la comunidad de profesionales que como tales se
identifican ante la sociedad” (Cortina, 2000,15).[4]
Esta definición tiene
ya muy claramente expresada la dimensión ética que tiene todo quehacer
profesional y el sentido social cooperativo que define toda actividad
profesional. La profesión es, por definición, una actividad ética que busca
construir un bien específico en la sociedad, un bien que es indispensable para
poder llamar a la sociedad, sociedad humana. Este ejercicio precisa el concurso
de una comunidad de profesionales que se identifiquen, que construyan una
identidad social.
Pero la realidad actual
de la formación profesional tanto en el nivel de licenciatura como en el
posgrado parece ser otra. En efecto, la formación profesional parece más bien
ser parte del problema y no parte de la solución al “largo ciclo de decadencia”
(Lonergan, 1999)[5]
de nuestra civilización contemporánea.
La triste realidad de
las universidades es que, como afirmaba Xabier Gorostiaga S.J. están formando
“profesionales exitosos para sociedades fracasadas”. En este sentido parece ser
que no hay una visión ética de la profesión puesto que no se está buscando el
ejercicio de una actividad social cooperativa sino altamente competitiva y no
se está orientando hacia la construcción de un bien específico que la sociedad
requiere para ser una sociedad humana sino hacia el beneficio económico
personal de los grupos privilegiados que tienen acceso a una formación
universitaria.
En este sentido hace
falta seguir trabajando desde la trinchera académica por construir una nueva
ética profesional entendida como:
“La indagación sistemática
acerca del modo de mejorar cualitativamente y elevar el grado de humanización
de la vida social e individual, mediante el ejercicio de la profesión.
Entendida como el correcto desempeño de la propia actividad en el contexto
social en que se desarrolla, debería ofrecer pautas concretas de actuación y
valores que habrían de ser potenciados. En el ejercicio de su profesión, es
donde el hombre encuentra los medios con que contribuir a elevar el grado de
humanización de la vida personal y social (Fernández y Hortal, 1994: 91).[6]
La ética profesional
entendida como esta permanente indagación que busca mejorar cualitativamente el
grado de humanización de la vida social e individual o de la vida del
individuo-sociedad-especie que todos somos, es una actividad en la que la
praxis profesional, el discurso sobre esa praxis y la reflexión filosófica y
sociológica sobre ella están inseparablemente unidos en un “bucle”:
Actividad
profesional ------- discurso ------ reflexión
El proyecto de
investigación se ubica en el centro de este bucle al perseguir la indagación
acerca del discurso de los estudiantes y profesores de posgrado – todos ellos profesionales en ejercicio- acerca de lo que consideran que
debe ser un “buen profesional”.
¿Cuáles son, según su
opinión, los cinco rasgos principales que definen a un buen profesional? Esta
es la pregunta abierta que se responde de distinta manera desde las
perspectivas de los sujetos de la educación en el nivel posgrado de las doce
universidades que participan con un capítulo en este libro coordinado por La
Dra. Hirsch y el Dr. Rodrigo López Zavala.
Las respuestas diversas
- me atrevo a hacer una interpretación personal de los resultados publicados en
el libro- son altamente coincidentes con el sustento y el discurso
filosófico-pedagógico-ético-social que sustentan los idearios de cada una de
las universidades y al contexto en el que se realiza la formación de posgrado
en dichas instituciones.
Podemos descubrir
entonces que a partir de las definiciones y modelos de cada institución, se han
ido construyendo “representaciones sociales” que identifican las respuestas de
los profesores y estudiantes de cada universidad ante esta pregunta abierta.
Es así que por ejemplo,
en la UIA Puebla los rasgos de un buen profesional se orientan mucho hacia lo
que en la definición del proyecto de investigación se llaman: “competencias
éticas”, aunque se ubican en el último lugar las “competencias sociales”. Esto
podría ratificar los resultados de la investigación con egresados de la UIA
ciudad de México que realizó el Dr. Carlos Muñoz Izquierdo hace unos años (2001)[7],
en la que se muestra que los estudiantes reciben un fuerte impacto en su
formación profesional en la UIA respecto a los valores humanos personales pero
no tienen suficiente desarrollo en cuanto a la valoración de aspectos
relacionados con el compromiso social y la justicia social que es un eje
fundamental en el ideario de la universidad. Sin embargo, la definición de
competencias sociales en este trabajo se refiere más que al compromiso social o
la intervención crítica en lo social de los profesionales, al trabajo en
equipo, el diálogo, la solidaridad entre profesionales, etc. Aún así, estos
rasgos también tienen que ver con la capacidad de apertura al otro, que sería
un aspecto deseable en el slogan que sintetiza la misión universitaria: “formar
hombres y mujeres con y para los demás”.
Mientras esto ocurre en
la UIA Puebla, en la Universidad Autónoma de Chiapas, por ejemplo, las
competencias con mayor valoración son las cognitivas, seguidas de las afectivo-emocionales,
en la Universidad Autónoma de Tamaulipas ocupan el primer lugar las
afectivo-emocionales y en la UNAM parece haber un equilibrio axiológico entre
los cuatro tipos de competencias aunque también se valora mucho la competencia
cognitiva.
Resulta importante
continuar trabajando en el establecimiento de comparaciones entre el discurso
sobre ética profesional de las distintas universidades, tomando en cuenta no
solamente la pregunta abierta sobre los rasgos de un buen profesional sino
también los resultados de la parte escala de actitudes de la que se obtendrán
datos cuantitativos que complementen lo que se reporta en este libro.
Por otra parte, es
también fundamental explicitar que la investigación está situada en el análisis
de los valores que declaran los estudiantes y profesores de posgrado y no
aporta resultados en cuanto a la ética “realmente vivida” por ellos. El trabajo
de investigación es de cualquier modo relevante, porque como se ha mencionado
líneas arriba, existe una relación dialógica indisoluble entre la praxis, el
discurso y el análisis reflexivo en el terreno de la ética profesional.
Conjunto de aquellas actitudes, normas éticas
específicas y maneras de juzgar las conductas morales, que la caracteriza como
grupo sociológico. Fomenta, tanto la adhesión de sus miembros a determinados
valores éticos, como la conformación progresiva a una tradición valorativa de
las conductas profesionalmente correctas. Es simultáneamente, el conjunto de
las actitudes vividas por los profesionales y la tradición propia de
interpretación de cual es la forma correcta de comportarse en la relación
profesional con las personas (Franca – Tarragó, en: Pérez, 1999, 51)[8].
Desde esta otra
definición de ética profesional que cita Pérez (1999), podemos ver cómo, la
tradición práxica y discursiva de un gremio profesional genera una “tradición
valorativa” a partir tanto del ejercicio concreto de la profesión como de la
manera en que se va construyendo la interpretación aceptada en cada gremio
profesional sobre las conductas que son válidas o correctas desde una
perspectiva moral.
La ética profesional
genera valores y formas de comportamiento que se vuelven tradición y en ese
sentido también reproduce valores y formas de comportamiento asumidas como
válidas y correctas a lo largo de la historia del ejercicio profesional de cada
campo.
El análisis de las
diferencias entre las distintas tradiciones valorativas que generan diferentes
criterios de ética profesional en cada disciplina o campo de trabajo es otro
elemento que se reporta en este libro que presenta los resultados parciales de
la investigación. En el caso de la UIA Puebla por ejemplo, se detecta no
existen, en los datos cualitativos, diferencias sustanciales entre los distinos
departamentos académicos, lo cual parece indicar que es mucho más fuerte la
“representación social” o “colectiva” generada a partir de la definición
humanista y jesuita de la universidad que las distinciones de interpretación de
la ética profesional que se hacen en cada profesión.
3.-Ética
profesional y religación
“Toda mirada sobre la ética
debe percibir que un acto moral es un acto individual de religación; religación
con otro, religación con una comunidad, religación con una sociedad y, en el
límite, religación con la especie humana”.
Morin, 2005: p. 21)
La ética profesional
que se desarrolla y evoluciona o involuciona a partir de las influencias del
contexto social amplio está fundada como toda ética, según Morin (2005), en una
exigencia o deber de “religación”. Esta religación se da con el mismo sujeto,
con los demás, con la sociedad y también con la especie humana. El análisis de
cómo interpreta y declara cada grupo de sujetos esta exigencia de religación y
qué tipo de religación privilegia (la individual, la de su herencia y
tradición, la de la sociedad o la de la especie humana), puede fundarse en los
resultados que presenta el libro en la sección de “rasgos de un buen
profesional” y también, en los casos en que ya se avanzó en el análisis
cuantitativo, en los datos que arroja la escala de actitudes aplicada en el
cuestionario base del proyecto.
“El problema ético surge cuando dos deberes antagónicos se imponen”.
(Morin, 2005: p. 47)
Sin embargo cabe la
autocrítica a este proyecto y desde el punto de vista de quien esto escribe,
esta autocrítica está fincada en que la investigación no considera que existen
problemas éticos que surgen cuando dos deberes antagónicos se imponen. El
profesional de nuestro cambio de época está siempre cruzado por contradicciones
que se vuelven auténticos dilemas morales si toma en serio su compromiso social
desde la profesión. Existen deberes antagónicos que coinciden y chocan entre sí
cuando un profesional persigue comportarse éticamente hoy. ¿Cuántas veces lo
que es mejor para uno producirá un daño a la sociedad? ¿En cuántas ocasiones se
pueden enfrentar lo que es más ético hacer visto desde la religación social y
lo que es más ético hacer respecto a la religación con la especie humana?
¿Hasta dónde lo que hace honor a nuestra herencia puede ser inconveniente para
el propio bienestar o para la humanización de la sociedad?
Este tipo de
contradicciones no están previstas en la investigación y constituyen un campo
fértil de trabajo para futuros proyectos en esta línea. Porque la ética
profesional hoy tiene que indagar más que acerca de las conductas válidas,
acerca de las contradicciones y tensiones morales que enfrentan los
profesionales en un mundo cada vez más complejo y global.
“Así, como el pensamiento complejo, la ética no escapa del problema de
la contradicción. No hay imperativo categórico único en todas las
circunstancias”:
(Morin, 2005: p. 47)
No hay imperativo ético
único en todas las circunstancias y este es un segundo asunto que no está incluido
explícitamente en la investigación. El elemento de los modos de actuar en
distintas circunstancias por parte del profesional puede ser una línea de
trabajo interesante como continuación a este proyecto de investigación. ¿Cuáles
son las contradicciones que enfrentan los profesionales en un sistema que
considera la estética, la comodidad, el confort y la ganancia económica por
encima de valores considerados como fundamentales en el discurso ético de las
distintas tradiciones profesionales?
4.-El libro como producto
En las líneas
precedentes se ha intentado decir algo acerca de lo que el lector encontrará en
el libro como producto. Información muy valiosa sobre el discurso ético
profesional de doce universidades distintas, en su mayoría públicas pero de
regiones, tamaños y tradiciones muy diferentes. Por esta información recopilada
y sistematizada de manera muy profesional por equipos de trabajo interesados y
formados en el campo de la ética profesional, vale la pena revisar este libro.
5.-El libro como proyecto
Sin embargo hay un
valor subyacente que es el del libro como proyecto. Este valor es importante y
debe destacarse en la presentación porque se trata de un proyecto de
investigación sustentado en mucho trabajo de reflexión y de aplicación en
campo. El diseño de la escala de actitudes que implicó un tiempo prolongado de
trabajo de la Dra. Hirsch, apoyada por eminentes académicos del campo de la
educación en valores como el Dr. Juan Escámez y la Dra. Rafaela García es
un valor que sustenta toda la
información obtenida por los distintos equipos de investigación.
Preguntar a los
estudiantes y profesores de posgrado sobre su interpretación y percepción de la
ética profesional, orientada hacia la declaración y priorización de rasgos y
valores agrupados en las competencias cognitiva, técnica, social, ética y
afectivo-emocional es una tarea que aporta información relevante que puede
ayudar a generar propuestas de formación ética de los futuros profesionales, a
nivel curricular y de prácticas docentes más explícitamente orientadas hacia
valores profesionales deseables. En este rumbo se va a ir caminando a partir de
los resultados que arroja este libro y los resultados del ejercicio comparativo
tanto de lo cuanti como de lo cualitativo que se hará en este año 2009.
6.-El libro como experiencia de religación
Un tercer valor
agregado que consideramos muy significativo y que ha merecido felicitaciones de
expertos internacionales en el campo de la educación y los valores es el hecho
de que el proyecto se ha planteado como un ejercicio interinstitucional.
Este planteamiento ha
hecho el camino quizá algo más lento pero sin duda mucho más rico y
significativo que si se hubiera realizado una investigación cerrada a una
institución.
En ese sentido, el
libro es un producto simbólico de una experiencia de religación entre quince
universidades del país, entre quince equipos de investigación, entre quince
grupos de académicos en búsqueda dentro del campo de la educación y los
valores, en este caso, en el sub-campo de la ética profesional o los valores
profesionales. La experiencia misma de religación profunda que se ha venido
construyendo y que trasciende el ámbito académico y llega a tocar la dimensión
personal e interpersonal y las posibilidades de diálogo interuniversitario es
un gran valor que subyace pero puede leerse entre líneas en el libro.
No podemos seguir
formando “profesionales exitosos para sociedades fracasadas”. Tenemos que
formar “profesionales humanos”. Esta es la tarea y el desafío del que da cuenta
el libro, que más que un punto de llegada, es un alto en un camino que no puede
ni debe dejarse de recorrer si queremos tener una mejor educación universitaria
para construir seguramente no el mejor de los mundos, pero sí, en lo posible,
un mundo mejor.
[1] Morin, E. (2005). O Método VI. Ética. Brazil. Editora
Sulina.
[2] Morin, E. (2003). El Método
V. La humanidad de la humanidad. La identidad humana. Madrid. Ediciones
Cátedra.
[3] Instituto de investigaciones sobre la
universidad y la educación de la Universidad Nacional Autónoma de México, antes
CESU (centro de estudios sobre la universidad).
[4] CORTINA, A. (2000)
“Presentación. El sentido de las profesiones”, en: 10 Palabras Clave en Ética de las Profesiones, Navarra, Editorial
Verbo Divino, 13 a 28.
[5] Lonergan, B. (1999). Insight. Estudio sobre la comprensión humana.
Ed. Sígueme-Universidad Iberoamericana. Salamanca.
[6] FERNÁNDEZ, J y HORTAL, A.
(1994) (compiladores) Ética de las
Profesiones. Publicaciones de la Universidad Pontificia Comillas. Madrid,
España.
[7] MUÑOZ IZQUIERDO, C. et. al. (2001). Formación universitaria y compromiso social: algunas evidencias
derivadas de la investigación. Ed. Universidad Iberoamericana cd. de
México. México.
[8] PÉREZ, I. (1999) Los valores éticos que promueven los
psicólogos mexicanos en el ejercicio de su profesión, Tesis de Doctorado en
Investigación Psicológica, México, Universidad Iberoamericana.
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