lunes, 16 de noviembre de 2015

“Características y funciones de una filosofía compleja de la educación para la reforma educativa, desde el pensamiento de Edgar Morin”.


*Ponencia presentada en el IX Congreso Nacional de Investigación Educativa, organizado por COMIE en 2007.

            “El problema profundo e incontrolable ahora
 es el de una reforma de la humanidad
que regeneraría cada uno de los siguientes
 términos de la totalidad individuo/sociedad/especie…
la reforma de la sociedad (que comporta la reforma de la civilización),
 la reforma del espíritu (que comporta la reforma de la educación),
 la reforma de la vida, la reforma ética”.
(Morin, 2005; p. 168)

            El problema profundo de la educación actual, más allá de los problemas prácticos (calidad, eficiencia, competitividad, evaluación) que plantea el paradigma de modernización tecnocrática, es el de la reforma del espíritu que contribuya, junto con la de la sociedad y la de la vida,  a la reforma de la humanidad necesaria para la construcción de una sociedad-mundo que nos lleve más allá de la “era de hierro planetaria” en la que nos encontramos en nuestros tiempos de la globalización del mercado.
            La búsqueda de esta reforma del espíritu requiere, como dice Morin, de una profunda reforma del sistema educativo,  tarea llena de desafíos, pues la educación es “parte del problema y no parte de la solución” de la crisis mundial (Gorostiaga, 2000) , dado que el sistema educativo “está basado en la separación: de los saberes, de las disciplinas, de las ciencias; produce mentes incapaces de conectar los conocimientos, de reconocer los problemas globales fundamentales y de apropiarse de los desafíos de la complejidad” (Morin, 2005; p. 170).
            Resulta evidente que esta reforma profunda del sistema educativo para cumplir con su tarea humanizante, no puede ser conducida por las meras exigencias pragmáticas de la visión tecnocrática dominante, pues esta visión está también sustentada en la separación y la simplificación.
 Lo anterior muestra la necesidad imperante de la filosofía de la educación como elemento  orientador de este proceso de reforma educativa. Puesto que solamente la visión filosófica tiene, por su propia naturaleza, la capacidad de profundización, la visión de largo aliento, el desapego de lo útil y lo inmediato y las herramientas metodológicas para promover la articulación entre los elementos que la visión simplificadora del sistema educativo actual mantiene dispersos.
            Sin embargo, esta filosofía de la educación capaz de cooperar en la orientación  del proceso de reforma de la educación que conduzca a la reforma del espíritu, necesita ser una filosofía renovada y renovadora, una filosofía compleja de la educación, como aquí proponemos, a partir del aporte de Morin (1981, 1997, 1999, 2003).
            Porque la Filosofía ha sido progresivamente marginada del campo educativo y esto tiene desde nuestro punto de vista, dos causas fundamentales: por una parte, el proceso de consolidación de las ciencias de la educación como disciplinas explicativas del campo, debido a su posibilidad de demostración y “medición” empírica de los fenómenos educativos y por otro lado, el proceso progresivo de imposición del paradigma pragmático e inmediatista propio de la racionalidad tecnocrática economicista que detenta el poder en el mundo actual.
            Pero existe una tercera causa  también relevante en este proceso de marginación de lo filosófico. Esta tercera causa es atribuible a la Filosofía misma porque tiene que ver con la visión simplificadora e hiperespecializada que ha predominado en la reflexión filosófica y que ha ido produciendo una especie de auto-asilamiento. Esta visión ha hecho que la Filosofía, encerrada en sus propios temas, preguntas y debates cada vez más centrados en el detalle, no haya podido establecer un diálogo sistemático, una articulación recursiva con las ciencias de la educación y sus problemas, convirtiéndose en una filosofía “acerca de la educación” –porque trata de aplicar los conceptos y teorías filosóficas a lo educativo-, más que en una filosofía “de la educación”- una reflexión filosófica surgida de y orientada hacia los problemas que plantean los fenómenos educativos y  su comprensión teórica por las ciencias de la educación-.
            Una muestra de esta visión simplificadora y disyuntiva de la filosofía acerca de la educación es la existencia de dos grandes corrientes de reflexión filosófica sobre lo educativo que han coexistido sin encontrarse durante mucho tiempo.
a) La corriente que sustenta la visión filosófica de lo educativo en lo antropológico, es decir,  en el hecho de que todo sistema y proceso educativo tiene en el fondo una visión de ser humano, tratando de desentrañarla con las herramientas filosóficas disponibles. Esta primera corriente tiene por lo regular una buena dosis de orientación ética –se pregunta sobre los valores humanos que deben estar en el fondo de toda visión humana que sustente lo educativo- y desde nuestro punto de vista es la corriente que ha guiado el paradigma de la didáctica como visión explicativa de la educación.
            b) La corriente que sustenta la visión filosófica de lo educativo en lo epistemológico, es decir, en el hecho de que todo sistema y proceso educativo tiene en el fondo una visión acerca del conocimiento, tratando de reflexionar sobre las distintas nociones de conocimiento que orientan a los distintos modelos educativos. Esta segunda corriente tiene por lo general una orientación más encaminada a lo social –se pregunta sobre las distintas concepciones del conocimiento con relación al tipo de sociedad en la que se desarrolla cierto modelo educativo- y desde nuestra interpretación, es la corriente que ha guiado al paradigma de la teoría curricular como visión explicativa de la educación.
            Estas dos grandes corrientes han aportado elementos importantes para la comprensión del fenómeno educativo, pero aisladas resultan insuficientes para convertirse en la guía de la reforma educativa necesaria para generar la reforma del espíritu a la que se refiere Morin. Para subsanar esta insuficiencia se requiere, más que la simple suma o el diálogo entre ambas corrientes, la articulación en bucle de las principales aproximaciones filosóficas al fenómeno educativo para generar una nueva filosofía compleja.
            Resulta indispensable la articulación dialógica y recursiva de las aproximaciones
antropológica-ética-epistemológica-social  para generar una filosofía compleja de la
educación que trascienda las filosofías simplificadoras acerca de la educación. La articulación en bucle de estas cuatro aproximaciones implica la clara conciencia de que estos cuatro elementos se relacionan de manera complementaria, concurrente y  antagónica y que se influyen mutuamente, no de una manera lineal causa-efecto sino de manera dialógica –circular de influencias mutuas- y recursiva –en la que todos los factores son efecto al mismo tiempo que son causantes de los demás-.
            De esta manera, una filosofía compleja de la educación debe sustentarse en la convicción de que la visión antropológica influye en y es influida por, la visión epistemológica, la visión ética y la social; del mismo modo que la visión epistemológica incide en y es modificada por, la visión antropológica, la visión ética y la social. Asimismo toda perspectiva ética incide en y es influida por, la visión antropológica, la visión episemológica y la visión social; como toda visión social está determinada y a la vez influye en, la determinación de una visión antropológica, de una visión epistemológica y de una visión ética.
            Por otra parte, esta Filosofía compleja tendrá que aproximarse al fenómeno educativo comprendiéndolo también como un proceso complejo. Porque hasta ahora la aproximación predominante parece también haber sido simplificadora o al menos parcial. La corriente antropológico-ética se ha enfocado a la comprensión de lo educativo entendiéndolo casi exclusivamente como lo que ocurre dentro de las aulas, es decir, como el fruto de las prácticas educativas. Mientras tanto, la corriente epistemológico-social se ha enfocado más hacia el análisis de lo educativo desde la perspectiva de las estructuras organizativas, ubicando lo que ocurre en el aula, dentro de esta perspectiva estructural.
            Pero el fenómeno educativo tiene al menos tres niveles principales de análisis que son inseparables y que también se influyen mutuamente, de manera que es necesario articularlos también en bucle para aproximarse a su comprensión desde una visión de complejidad. Este nuevo bucle sería el siguiente:
 prácticas educativas-estructuras de organización-cultura educativa
Tenemos entonces un nuevo elemento a considerar hacia la construcción de la filosofía compleja de la educación. Está constituido por las prácticas educativas particulares, las estructuras organizativas que ordenan y orientan los “ciclos de esquemas de recurrencia” (Lonergan, 1999) de operación de los actores de la educación y la cultura educativa, es decir, “el conjunto de significados y valores que determinan los modos de vivir” (ibid) el proceso educativo. Llamaremos a este elemento: “estructura de actualización cooperativa de la transformación educativa”
 A partir de la articulación en bucle de las cuatro aproximaciones filosóficas a las que podemos considerar como “las cuatro dimensiones fundantes de lo educativo” a esta estructura, se tendrá que generar un proceso y una metodología propias de esta nueva filosofía, que analice también de manera compleja –sabiendo que sus tres niveles están presentes y se influyen mutuamente de manera complementaria, concurrente y antagónica- la “estructura de actualización cooperativa de la trans-formación educativa”.
Tenemos entonces una doble estructura compleja que constituiría el núcleo de la filosofía compleja de la educación, necesaria para la reforma educativa orientada a la construcción de la sociedad-mundo que “salve a la humanidad, realizándola”. (Morin, 2003).
            Una doble estructura compleja porque todos los niveles están retroactuando sobre los demás y porque todas las dimensiones retroactúan sobre las otras, al mismo tiempo que todas las dimensiones cruzan los tres niveles de transformación y los tres niveles de transformación cruzan también las cuatro dimensiones fundantes de lo  educativo.
            De manera que:
            -La visión sobre los sujetos de la educación origina y es originada por la forma concreta en que operan las prácticas educativas, por la manera en que se organiza el sistema educativo y por la cultura educativa imperante.
            -La visión social de la educación origina y es originada por la forma concreta de las prácticas educativas, por la manera en que está organizado el sistema educativo y por la cultura educativa prevaleciente.
            -La perspectiva ética de la educación origina y es originada, por la manera en que se realizan las prácticas educativas, por el modo en que se organiza el sistema educativo y por la cultura educativa vigente.
            -La perspectiva sobre el conocimiento  en el proceso de enseñanza-aprendizaje, también origina y es originada, por las formas de práctica educativa, por la organización del sistema educativo y por la cultura educativa imperante.
            De este modo, la reforma educativa necesaria, tiene que contemplar la transformación progresiva y simultánea de las cuatro dimensiones y los tres niveles de actualización, o, para decirlo de un modo más preciso, la transformación de las cuatro dimensiones en los tres niveles de actualización cooperativa, para que a partir de ese dinamismo se pueda ir logrando progresivamente que una nueva visión del sujeto, una nueva visión de la sociedad, una nueva perspectiva epistemológica y una nueva concepción ética sustenten las prácticas, la organización y la cultura educativa.
            Esta sería la labor de la filosofía compleja de la educación que se tiene que insertar de manera dinámica y renovadora en el corazón del campo educativo para tratar de articular  todos los elementos, niveles y perspectivas que constituyen el gran flujo del orden-desorden-organización de lo educativo.
            Tres serían las funciones centrales de esta nueva filosofía compleja de la educación: la función dialéctica, la función de desarrollo de fundamentos y la función de articulación dialógica.
            La función dialéctica tendría que ver con la progresiva y permanente tarea de análisis crítico de las distintas “posiciones y contraposiciones” en lo educativo, es decir, con las distintas visiones antropológicas, éticas, epistemológicas y sociales que se constituyen en orientadoras del quehacer educativo, con los debates entre ellas y sus elementos complementarios, concurrentes y antagónicos, para poder determinar cuáles  elementos contribuyen auténticamente a la reforma del espíritu  y cuáles son elementos distorsionantes, producto de las visiones utilitaristas e inmediatistas del paradigma tecnocrático.
            La función de desarrollo de fundamentos sería una función de talante creativo que implicaría el esfuerzo progresivo y permanente, siempre inacabado y por ello siempre necesario, de reflexión para la formulación de los elementos fundantes de la educación desde las dimensiones básicas: antropológica, ética, epistemológica y social, pensadas en conjunto. La reflexión sobre lo permanente y lo cambiante, sobre lo estable y lo efímero, sobre lo profundo y lo superficial, sería la tarea de la filosofía compleja de la educación en su función de desarrollo de fundamentos.
            Finalmente, la función que podría considerarse central para la nueva filosofía de la educación sería la función de articulación dialógica. Esta función tendría varias dimensiones: en primer lugar, la tarea de articulación dialógica entre las dimensiones básicas antropológica, ética, epistemológica y social que sería una tarea constitutiva de esta filosofía. En segundo lugar, la de articulación dialógica de estas dimensiones con la estructura de actualización cooperativa de la transformación, que sería la tarea vinculante entre la filosofía y su objeto de reflexión.
            Pero a partir de estas dos dimensiones, la filosofía compleja de la educación tendría la tarea de establecer una articulación  entre las distintas ciencias de la educación con sus problemas, conceptos, descubrimientos empíricos y enfoques teóricos, construyendo caminos de diálogo interdisciplinar entre ellas.
            A través de esta articulación interdisciplinar entre las ciencias de la educación guiada por la filosofía compleja de la educación, se podría construir la articulación fundamental  para la reforma de la educación, que es la articulación entre las ciencias de la educación y la propia filosofía de la educación. Esta función central podría conectar entonces la producción de conocimiento teórico que a partir de la investigación empírica realizan las distintas ciencias de lo educativo con la producción de conocimiento reflexivo que a partir de la meta-reflexión crítica y deliberativa realiza la filosofía.
            El establecimiento de esta articulación dialógica produciría un nuevo bucle entre
ciencias de la educación-filosofía de la educación             que podría generar las condiciones para pasar de una filosofía acerca de la educación –la filosofía que piensa en conceptos  filosóficos y trata de aplicarlos a lo educativo- a una auténtica filosofía de la educación –la reflexión filosófica surgida a partir de los problemas  de las ciencias de la educación e ilumina el camino de búsqueda-, con lo que podría emprenderse el camino hacia una  reforma de la educación guiada por la reflexión filosófica y no por la prescripción tecnocrática.

Referencias.
Gorostiaga, X. (2000). “En busca del eslabón perdido entre educación y desarrollo”. En Revista latinoamericana de estudios educativos Voll. XXX no. 001. Primer semestre. México. Centro de Estudios Educativos. 
Lonergan, B. (1999). Insight. Estudio sobre la comprensión humana. Ed. Sígueme-Universidad Iberoamericana. Salamanca.
Morin, E. (1981).  El Método I. La naturaleza de la Naturaleza. Madrid. Ediciones Cátedra.
Morin, E. (1997).  El Método II. La vida de la Vida. Madrid. Ediciones Cátedra.
Morin, E. (1999).  El Método III. El conocimiento del conocimiento. Madrid. Ediciones Cátedra.
Morin, E. (2001). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. Buenos Aires. Ed. Nueva visión.
Morin, E. (2003). El Método V. La humanidad de la humanidad. La identidad humana. Madrid. Ediciones Cátedra.
Morin, E. (2005). O Método VI. Ética. Brazil. Editora Sulina.
Morin, E., E. Roger y R. Motta.  (2006). Educar en la era planetaria. Barcelona. Ed. GEDISA. Primera reimpresión.

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