2.-El falso dilema entre el masoquismo y el
fraude: durante.
Así llegamos a las campañas del 2012
que en realidad, en el caso de EPN y de AMLO habían empezado seis años antes.
Del lado de EPN a través de la estrategia ya descrita de creación de un
personaje de telenovela o de una estrella de rock, del lado de AMLO a través de
la construcción de MORENA (movimiento de regeneración nacional) y de un
recorrido sistemático por todo el país para generar la estructura
territorial que el PRI ha tenido siempre y que el PAN y la izquierda no han
podido construir. Opacidad y posible ilegalidad del lado de EPN que gastó
muchos millones de pesos en contratos con los medios que disfrazaron de
información lo que era abierta propaganda. Opacidad por parte de AMLO que nunca
ha revelado la cantidad, el origen y el uso de los recursos de los que vivió y
con los que hizo campaña –por muy austera que haya sido, fueron seis años- por
todo el territorio nacional y pagó también spots en medios a través del PT.
Del lado del PAN llegamos a la
campaña con una candidata surgida de un proceso electoral interno entre siete
precandidatos muy pequeños –“caballada flaca” decían los priistas clásicos- en
el que a pesar de tener en contra al presidente y su equipo pudo triunfar y
obtener con ello un capital democrático y una valoración mediática que se
dedicó a dilapidar con sus errores.
Contra lo prometido por los
defensores de la reforma electoral de 2007 respecto a que se iba a acabar con la
spotización, vivimos una saturación impresionante y agotadora de spots de todos
los candidatos. En este proceso hubo un estricto seguimiento de la proporción
de spots por partido y un monitoreo muy detallado de la cobertura de cada medio
y el tiempo dedicado a cada candidato.
En esta etapa del proceso, a pesar de lo que se diga, hubo equidad en la
cobertura de los medios, salvo el “detalle” del error de las encuestas que se
equivocaron por diez puntos o más en la ventaja que obtendría Peña Nieto y en
su predicción de que el PRI obtendría la mayoría en el congreso, que siempre
quedará como una sombra de duda sobre este proceso porque este error
generalizado se asume en muchos ciudadanos como un factor de sesgo de la
votación e incluso se menciona por otros como una especie de complot deliberado
para generar el triunfo de EPN.
A
pesar de la equidad en cuanto a spots y cobertura durante los 90 días de
campaña, es claro sin embargo que “el daño ya estaba hecho” con toda la
propaganda y posicionamiento de EPN durante seis años en los principales medios
electrónicos e impresos del país.
La campaña fue corta y hubiera sido
totalmente tediosa e incluso quizá hubiera tenido resultados muy cercanos a lo
que decían las encuestas si no hubiera sido por la generación, a partir de un
hecho aleatorio e imprevisto –la desafortunada presencia y actuación de EPN en
la Ibero México-, del movimiento #yosoy132 que inyectó dinamismo, frescura,
criticidad y beligerancia a la etapa final. Entre los logros principales del
movimiento y que creo que quedan ya para la historia futura de México
estuvieron sin duda, en primer lugar, la convocatoria y organización del primer
debate no organizado por el IFE en toda la historia electoral del país y la
movilización de miles de ciudadanos que exigieron y siguen exigiendo la
democratización en los medios. Es de celebrarse esta participación de los
jóvenes que ojalá sigan, a pesar de las lógicas divisiones y pluralidad de
movimientos dentro del movimiento y de las previsibles intenciones de manipulación
por parte de grupos políticos radicales, dentro de la ruta pacífica y
apartidista que plantearon desde su origen.
Todo iba moviéndose relativamente
bien hasta pocos días antes de la campaña donde AMLO volvió a plantear el
discurso del fraude. Durante varios días cuestionó nuevamente la credibilidad
del IFE y de las instituciones electorales del país y como previendo ya su
derrota –a pesar de volver a inventar que iba tres puntos arriba, según unas
encuestas propias que nunca dio a conocer-, anunció que si perdía, se iba a
deber a que había ya un fraude en marcha.
Previamente al discurso del fraude,
AMLO había planteado que su derrota sería el producto de un “masoquismo
colectivo” –con esa humildad que lo caracteriza, asumía que todos deberíamos votar
por él, a menos que nos gustara sufrir- y que en caso de que así fuera, él
aceptaría la derrota porque la decidiría el pueblo, aunque estuviera
equivocado.
De este modo, la alternativa quedó
clara: AMLO tenía que ganar y si perdía, se iba a deber al masoquismo colectivo
o a un fraude orquestado que ya estaba en marcha. Pero como la premisa mayor es
siempre que el pueblo es sabio, quedaba implícita la hipótesis del fraude. Esto
desató toda una ola de rumores y falsedades en las redes sociales: Se cuestionó
por ejemplo que el IFE de manera “malévola” quería anular los votos por AMLO
porque había puesto los logos de los partidos por separado y si se tachaban dos
o más logotipos el voto se anularía. Esta acusación basada en la ignorancia
absoluta sobre el nuevo COFIPE, se aclaró cuando el IFE promovió públicamente
la manera en que se iba a votar según las nuevas reglas. Se cuestionaron
supuestas boletas falsas aunque el IFE aclaró que había algunas boletas con
folios equivocados como sucede en toda elección y que se habían detectado y
anulado. Se cuestionó unas horas antes de la elección el uso de lápices
especiales que se produjeron especialmente para la votación porque según esto,
el IFE iba a borrar los votos por AMLO. Esto también fue aclarado en su oportunidad,
aunque mucha gente contagiada por la desconfianza ante este discurso del
fraude, llevó sus plumas y plumones para votar.
Sin embargo, días antes de la
elección, presionado por organismos civiles, AMLO acudió junto con los demás
candidatos a firmar el “pacto de civilidad” que lo comprometía a aceptar los
resultados.
El día de la jornada electoral, como
hace seis años, AMLO y su equipo participaron sin ningún cuestionamiento. Las
casillas se abrieron razonablemente bien. Hubo un récord histórico en el número
de casillas instaladas, solamente DOS CASILLAS! No pudieron instalarse en todo
el país. Las votaciones se desarrollaron con tranquilidad, sin mayores
incidentes salvo en algunos casos muy contados de violencia e irregularidades
graves. Se reportaron menos de dos mil irregularidades en casillas, menos de la
mitad que en 2006.
Por la noche todo parecía en orden.
No había mayores quejas. Pero cuando empezaron a fluir los resultados de
conteos rápidos y se inició el PREP, ante la inminencia del triunfo de EPN se
empezaron a desatar todo tipo de rumores, muchos de ellos basados también en la
ignorancia o incluso en deliberados intentos de distorsionar las cosas para
alegar ese fraude previamente inventado por el candidato de las izquierdas.
Algunas de ellas:
1.-¿Por qué el IFE dio a conocer
resultados y dijo que EPN iba a obtener entre un 6 y un 7% más de votos que
AMLO si el PREP reportaba un porcentaje muy bajo de captura de casillas? Esto
se asumía como fraude cuando en realidad partía de la ignorancia de la
diferencia entre el conteo rápido y el PREP. Mucha gente pensaba y sigue
pensando que son lo mismo. El IFE había explicado que el conteo rápido era un
proceso muestral, estadísticamente válido, muy cuidadosamente diseñado y que
aportaría resultados muy precisos y cercanos al conteo final porque iba a
tomar, directamente de las actas de 7500 casillas elegidas científicamente en
todo el país, los resultados para hacer una proyección estadística. El
resultado que dio a conocer el consejero presidente no tenía nada que ver con
el PREP, era el resultado del conteo rápido y tenía por tanto una alta
confiabilidad.
2.-¿Por qué durante la noche
empezaron a disminuir los porcentajes de votos a favor de AMLO y a aumentar los
de EPN? Esto también se manejó como parte del fraude –y AMLO mismo lo avaló en
una conferencia de prensa el lunes 2- y es otro producto de la ignorancia.
Resulta obvio que las primeras casillas en reportar resultados sean las de la
ciudad de México y el centro del país donde AMLO tiene más seguidores y que las
regiones apartadas y las poblaciones pequeñas que es históricamente donde el
PRI tiene más simpatizantes, vayan llegando más tarde. Esto explica claramente
el comportamiento del IFE.
3.-¿Por qué “la prisa” del consejero
presidente del IFE y del presidente Calderón para salir a anunciar al ganador
cuando no se había terminado el conteo? En todo país democrático civilizado,
cuando se tienen los resultados de proyecciones estadísticas serias y oficiales
y estos resultados plantean una diferencia entre el primer lugar y los que
siguen que es superior al margen de error estadístico, las autoridades
electorales y las autoridades constituidas hacen anuncios sobre el resultado
para evitar vacíos de información y generar certeza a nivel nacional e
internacional. Esto ocurrió exactamente igual en el 2000 cuando los resultados
de conteos rápidos daban una victoria para Fox más o menos igual en porcentaje
que la de ahora para Peña. El presidente del IFE, José Woldenberg y el
presidente de la república Ernesto Zedillo, salieron a dar mensajes con el
resultado. Nadie en ese entonces reclamó fraude ni habló de “prisa” por dar a
conocer el resultado. En 2006 en cambio, como la distancia entre primero y
segundo lugar era tan corta, menor al margen de error, Luis Carlos Ugalde,
cumpliendo un acuerdo del consejo general, no salió a dar la información. Esto
generó el vacío que hizo que AMLO sacara públicamente la mentira de que iba
500,000 votos arriba con la consecuente crisis postelectoral. Hasta hoy se
sigue criticando a Ugalde por no haber informado los resultados.
4.-¿Por
qué JVM reconoció tan pronto su derrota electoral si todavía no había
resultados oficiales? En todo país democrático civilizado, los perdedores
reconocen su derrota el mismo día de la elección, si los resultados de conteos
rápidos no les favorecen por una distancia mayor al margen de error. Esto hizo
también Francisco Labastida en el 2000 y nadie habló de fraude. Obviamente AMLO
no lo iba a hacer. Legalmente no tendría por qué hacerlo, pero esto no implica
que haya que criticar a la candidata del PAN por haberlo hecho. Hay que
reconocer su actitud democrática.
5.-Hubo
muchas inconsistencias, detectamos que los resultados de las sábanas pegadas en
las casillas no correspondían a los del PREP en muchos casos. Esta y otras
inconsistencias son naturales en un proceso en el que son ciudadanos los que
llenan las actas y personas imperfectas las que alimentan el sistema del PREP.
Sin embargo para eso está contemplado legalmente el conteo distrital.
Normalmente, como pasó esta vez y como sucedió en el 2006, el resultado del
conteo distrital no arroja diferencias significativas respecto a lo que arroja
el PREP y a lo que dice el conteo rápido. Es una muestra de transparencia que
el PREP pueda consultarse por cualquier ciudadano vía internet y que se hayan
escaneado y puesto también a disposición de todos las actas de todas las
casillas. ¿Qué mejor candado para evitar el fraude que este? En esta ocasión,
con una total flexibilidad se decidió abrir cerca de la mitad de los paquetes
electorales y recontar los votos. Los resultados, como era previsible, no
variaron casi en nada respecto a lo anunciado en el conteo rápido y el PREP.
A partir de estos elementos mi
postura ha sido y sigue siendo muy clara: como afirmó el ex consejero
presidente José Woldenberg, académico de izquierda y miembro del IFE histórico
de la transición democrática, el sistema electoral mexicano está tan bien
organizado y normado y tiene tantos candados y auditorías que es prácticamente
imposible un fraude electoral, en el sentido de lo que estrictamente es un
fraude electoral: un acuerdo centralmente planificado y llevado a la práctica
para alterar el proceso de emisión, conteo e información de los votos obtenidos
para cada candidato. Lo digo con toda claridad: No hubo fraude.
Alguno de mis amigos en FB me ha
dicho que si tengo miedo de cuestionar a las instituciones. No. No tengo ningún
miedo a cuestionar a las instituciones electorales o no electorales que sean
cuestionables. Pero me produce un enojo muy grande que por la palabra de un
candidato irresponsable y ambicioso (él dice que no es un ambicioso vulgar. Le
creo, es un ambicioso bastante sofisticado) se esté por segunda vez dinamitando
una institución confiable, transparente, bien construida y que ha hecho un
trabajo profesional y honesto. Ninguna institución es perfecta, no estoy
diciendo que el IFE sea una institución pura. Es una institución que está
cruzada por el conflicto de intereses y búsqueda de poder de todas las fuerzas
políticas del país. Pero es una institución con la normatividad y los candados
suficientes para que este conflicto se pueda equilibrar y que hace que ninguna
de estas fuerzas por si sola pueda controlar el proceso y mantiene fuera de las
decisiones y acciones al gobierno. Esto no sucedía en el pasado donde la
Secretaría de Gobernación era la que organizaba las elecciones y el gobierno en
turno era juez y parte. Mucho hemos avanzado con este IFE que es la institución
más adecuada que podemos tener aunque no sea la ideal ni pueda ser perfecta.
Resulta cuando menos curioso que
siendo la misma elección, se diga igual que en 2006 que la elección
presidencial fue fraudulenta pero no las de senadores y diputados que
favorecieron a la izquierda, no las de gobernadores que ganaron ellos.
Cuando se aportan estos elementos,
la gente entonces desvía la atención hacia la compra de votos, la coacción, la
inequidad por la asociación medios o Televisa-EPN y llama a eso fraude.
No hubo fraude. Hubo una profunda y
clarísima inequidad. Inequidad por la construcción de una candidatura del PRI a
partir de un claro contubernio con los medios. Inequidad por el muy posible
rebase de tope de gastos de campaña por parte del PRI. Inequidad por la compra
de votos que parece ser real en muchas ciudades del país, aunque resulta
imposible de probar y sobre todo, de medir en su dimensión real. Lo que incidió
fuertemente –no totalmente, puesto que creo firmemente que lo determinante fue
el voto de castigo al PAN que hubiera tenido un cauce natural hacia la
izquierda de no haber cometido los errores del 2006 y por ello se canalizó
hacia el PRI- en el triunfo de EPN no fue lo que pasó en las urnas o en el
conteo de los votos, no fue responsabilidad del IFE. Lo que influyó en la elección
fue lo que pasó antes de la emisión de los votos por parte de los ciudadanos.
Desperdiciar la energía social, la
indignación social que se ha generado por esta inequidad, por el manejo no
democrático de los medios, por la compra de votos, etc. en alegatos de fraude,
es perder una enorme oportunidad de enfocarnos como sociedad hacia la exigencia
de cambios profundos en la normatividad y en la práctica de los procesos
electorales en lo que sigue siendo un lastre del sistema corporativo y del
“ogro filantrópico” que creó una cultura de mezcla de miedo, conveniencia y
dádivas.
La inequidad en la contienda, el
inmoral manejo de los medios, la compra de votos, etc. que son elementos que
sin duda sesgaron la elección no son controlables por el IFE ni comprobables en
el conteo de votos. En las urnas cuenta lo mismo un voto interesado, un voto
comprado, un voto coaccionado que un voto libremente decidido. Esto es algo que
tendríamos que asumir los ciudadanos que no simpatizamos con el PRI que hoy ha
ganado la elección aunque no nos guste.
Luchar por cambios legislativos para
sancionar con mayor dureza y con más agilidad procesal los elementos de
inequidad, la compra o coacción del voto, el exceso en gastos de campaña y
otros elementos que se realizan antes de la emisión del voto e inciden en su
sentido, es una prioridad que puede perderse de vista si el objetivo de las
protestas es la invalidación de la elección por la derrota de AMLO.
Trabajar por completar la reforma
electoral pendiente y hacer que exista la segunda vuelta electoral para que el
presidente llegue con mayor legitimidad al cargo, la reelección de legisladores
y presidentes municipales, un mayor rigor para evitar en lo posible los
partidos franquicia o parásitos, una reducción sensible de los diputados y
senadores plurinominales que no son electos democráticamente y por tanto no
rinden cuentas más que a sus partidos, es otra prioridad hacia donde debiera
canalizarse la indignación social.
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