3.-“Voy a salvar a México, aunque no quiera
el infeliz”[1]:
después.
Así como Calderón se empeña tercamente en decir que quienes
cuestionamos su estrategia de combate al crimen organizado por ser ineficaz y
estar condenada al fracaso además de generar costos altísimos de violencia,
somos gente que quisiéramos que no se combatiera a los criminales y que se
negociara con ellos; así también AMLO y sus seguidores tienen por cierto que
quienes nos oponemos a su invención del fraude y a su descalificación
sistemática al IFE y a las instituciones somos gente que le niega su legítimo
derecho a acudir a las instancias legales para denunciar las irregularidades
detectadas en el proceso electoral.
En mi caso al menos, y creo que en
el de mucha gente, esto no es cierto. No le niego a AMLO y a los partidos que
lo postularon el legítimo y legal derecho a denunciar las irregularidades del
proceso presentando las pruebas correspondientes. A lo que me opongo de manera
tajante es a la manipulación que está haciendo de la gente que lo sigue con su
discurso de descalificación a las instituciones, con su soberbia declaración de
que quienes votaron por el PRI son quienes apoyan el régimen de corrupción, con
su muy astuto manejo de la ambigüedad que no cierra el paso de manera clara a
los sectores duros de sus seguidores y permite y alienta la “toma del IFE” ,
las marchas que denuncian un fraude que él mismo sabe que no existió, las
declaraciones y acciones intolerantes, la participación con insultos en las
redes sociales.
Lo que resulta claramente condenable
de este AMLO es su doble discurso que por un lado dice que se mantiene dentro
de los cauces legales y por otro estimula la participación de su gente en
movilizaciones y manifestaciones que no se enfocan a condenar lo condenable y a
exigir lo exigible sino que se pronuncian por “impedir la imposición de EPN” o
“no reconocerlo como presidente” cuando todo apunta a que las instancias
legales van a declarar válida la elección, no porque haya un complot sino
porque los votos se emitieron y contaron bien y porque no existe ya en la
legislación electoral la “nulidad abstracta” y por ello la inequidad no es
causa de nulidad, además de que resulta prácticamente imposible documentar que
se compraron tres millones doscientos mil votos, que son más o menos la
diferencia entre él y EPN.
Lo que resulta condenable es su
insistencia en dividir el país en buenos y malos, generar la percepción de que
hubo votos legítimos e ilegítimos, alentar las expresiones que condenan como
tontos, manipulados o corruptos a los ciudadanos que votaron por el PRI, en
fomentar el reclamo y la acusación de cómplices o miembros del complot a
quienes votaron por el PAN.
Esta actitud muchas veces declarada
y evidentemente contagiada a sus seguidores de que son moralmente superiores
porque “él y los suyos sí quieren a México y él y los suyos sí quieren salvar
al país” y todos los que ven otras opciones como mejores son masoquistas,
corruptos o inconscientes es altamente dañina para un país que quiere ser
democrático y generar una sociedad tolerante y respetuosa de todas las
posturas. Es emblemático de esta postura el famoso tuit de Epigmenio Ibarra a
las 17:44 del 1 de julio: “Quedan 16 minutos para salvar al país”.
Seguir jugando a la polarización,
continuar generando la “tolerancia selectiva”, seguir alentando a los
partidarios de la violencia resulta muy peligroso porque puede en cualquier
momento, salirse de sus manos.
4.-Todo o nada: el futuro, entre el arte de
lo posible y la obsesión de lo inalcanzable.
Una visión simplificadora y maniquea
ha perdido a la izquierda históricamente. Puede resumirse en la disyuntiva:
todo o nada. En efecto, la izquierda tradicional ve como traición la
negociación con “el enemigo”, como claudicación el acuerdo con los que piensan
distinto –porque son “la mafia en el poder”-, como renuncia a los ideales el
planteamiento de algunas concesiones para obtener avances en el proyecto de
transformación de la sociedad que se plantea.
En la izquierda marxista, la del
Partido Comunista, se acusaba de revisionistas a quienes hacían alguna crítica
o presentaban alguna propuesta de flexibilización o negociación con la
realidad. La utopía del mundo perfecto, de la sociedad ideal, del bien
abstracto estaba por encima de cualquier bien concreto, por encima incluso de
los derechos humanos de los que no estaban de acuerdo con esta visión utópica.
En México ocurrió con el ejército
zapatista de liberación nacional que logró obtener planteamientos muy
favorables para su causa en las negociaciones con el gobierno, que incluso ganó
esa guerra pero no fue capaz de darse cuenta y capitalizar ese triunfo porque
se cerró en esa disyuntiva: todo o nada. Se quedó sin nada.
El ejemplo más reciente lo tenemos
en el 2006 donde la izquierda fue la segunda fuerza en el congreso pero
atrapada en el todo o nada desperdició este avance histórico, se cerró en el
juego de la presidencia legítima, de la no negociación con “el espurio”, de la
descalificación total, lo que hizo que el PRI se fortaleciera hasta llegar hoy
de nueva cuenta a la presidencia y que no se pudiera plantear una agenda
legislativa con las propuestas de la izquierda
y que no se pudiera pactar con la fuerza obtenida por ese 0.56% menos de
votos, una negociación que hiciera al ejecutivo federal adoptar los programas
que AMLO había planteado como prioritarios para el cambio en el país.
Estamos hoy en la misma coyuntura. A
pesar de los enormes “negativos” de AMLO y de la izquierda por los errores del
2006, la ciudadanía volvió a ubicarlos como segunda fuerza electoral por encima
del PAN en un claro voto de castigo a los gobiernos de los últimos doce años.
Este reposicionamiento podría hacer
que la izquierda pudiera reconstituirse, fortalecerse, imponer la agenda en el
legislativo, al menos en la cámara de diputados y proponer y negociar, con el
PAN debilitado y necesitado de posicionarse o con el mismo PRI, débil por los
escándalos de las irregularidades cometidas en la campaña y necesitado de
legitimarse, los programas y reformas que considera indispensables para la
transformación del país.
La nueva fortaleza de la izquierda
podría hacer que el PRD, el partido mayoritario y con más fuerza y presencia,
se reunificara a partir de nuevos liderazgos como el de Marcelo Ebrard, Miguel
Angel Mancera e incluso Juan Ramón de la Fuente y preparara desde hoy una
candidatura fuerte y muy competitiva para 2018.
Esto requeriría que AMLO y sus
seguidores y los demás miembros de la izquierda mexicana vieran esta elección
como un triunfo a partir de lo avanzado y no como una derrota por no haber
obtenido el “todo” que incluía la presidencia.
¿Serán capaces de hacerlo? ¿Podrá
AMLO ahora sí, ver por el bien de la izquierda por encima de sus ambiciones
particulares? O bien ¿Convertirán otra vez el triunfo en derrota?
1 comentario:
Estimado Martín, he leído este post con mucho interés. Incluso puedo decirte que aún no he revisado a fondo las correcciones de mi tesis y sin embargo no he podido evitar leer estos 3 últimos mensajes describiendo tu postura. Me parecen reflexiones afortunadas. Y ahora que ya tenemos el fallo previsible del Trife y que diversos grupos se preguntan cómo manifestarse en contra de EPN, y que en las redes siguen pululando mensajes rayando en lo agresivo..., esta lectura me pareció refrescante, necesaria. Gracias. Me quedo con la tentación de intentar responder a la pregunta del título, y pienso que algunos efectivamente convertirán el triunfo en derrota, pero más de tipo individual. En lo colectivo, pienso que a pesar de esas derrotas individuales la sociedad saldrá ganando, siempre que superemos las polarizaciones. Pienso en el caso de las protestas de acá en Cuernavanca contra la construcción de un Costco, y en cómo los que protestaron lo consideraron un fracaso, sin embargo ahí se abrió un museo, se reforestó con muchos árboles y se sentó un precedente por el que las nuevas construcciones son más cuidadosas en criterios ambientales. Creo que algo similar sucedió con el EZLN, pues aunque ellos entraran en la dinámica del "todo o nada" sin obtener el todo, la sociedad empezó a mirar a los indígenas de manera diferente. Las causas sociales aprendieron a utilizar medios electrónicos; las guerrillas empezaron a considerar más la posibilidad seria del diálogo; los modelos de gobiernos locales autónomos se volvieron una posibilidad más lejana a la utopía.
Cambiando un poco de tema (aunque no del todo), recuerdo que leí una opinión tuya sobre el documental de Loret de Mola, y me gustaría saber si escribirías alguna opinión sobre el documental que salió a mediados de este agosto llamado "la educación prohibida", que en algunos sentidos me parece una cara opuesta al de panzazo. Un saludo y un abrazo. Es un gusto leerte.
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