“DE LA CRISIS DEL PETRÓLEO A LA CRISIS DEL PETRÓLEO: CINCO
IMÁGENES NADA VIRTUALES PARA ENTENDER NUESTROS MALES.
Introducción: la persona humana y el neoliberalismo como
concretos.
Empecemos
por aclarar de lo que hablamos o al menos de lo que yo hablaré cuando trate de
hacer mis comentarios sobre el neoliberalismo y la persona humana desde una
perspectiva humanista. Porque estos dos términos están tan manoseados en
nuestra cultura como el escándalo Clinton-Lewinsky por los medios de
comunicación y la opinión pública. Cuando escuchamos o decimos neoliberalismo
podemos entender o dar a entender cualquier cosa, el neoliberalismo es casi
casi la imagen del demonio para algunos o la de la redención para otros en
nuestra época. Todo lo malo ocurre por culpa del neoliberalismo decimos los que
lo padecemos, todo el progreso y la moderrnización ocurren gracias a él según
los que lo instrumentan. De manera que
cuando escuchamos esta palabrita nos suena ya tan obscena o tan desgastada como
la palabra FOBAPROA (impronunciable), como un concepto lejano, el regodeo
intelectual de académicos desocupados o el molino de viento de los “luchadores
sociales” y de las “estrellas” de la sociedad civil.
Lo mismo
sucede con la persona humana. Este término puede interpretarse desde muy
diversas perspectivas y tener significados totalmente diversos. La doctrina
social de la iglesia, la iglesia misma, las instituciones educativas
cristianas, muchos pensadores la mencionan tanto que puede sonar también a un concepto
lejano y abstracto, como parte de una teoría que no nos dice gran cosa por acá
en la experiencia.
Sin
embargo de lo que se está hablando aquí es de algo muy concreto, mucho más de
lo que a lo mejor pensamos. ¿Qué son neoliberalismo y persona humana como
concretos?
Cuando
hablamos de persona humana, al menos cuando yo lo mencione aquí, estaré
hablando no de un constructo teórico sino de ti y de mí , de nosotros como
búsquedas encarnadas, reales, específicas: con nuestros sueños, nuestras
angustias, nuestras preguntas, nuestras esperanzas y desesperanzas, nuestras
ilusiones y desilusiones, nuestros amores y desamores, nuestras necesidades y
nuestras superficialidades. Cuando yo hable aquí de neoliberalismo me estaré
refiriendo a un sistema concreto, a una “práctica” o mejor dicho a todo un
conjunto de prácticas interrelacionadas y organizadas que están siendo hoy la
norma de operación de nuestro mundo y determinando mucho más allá de la
economía, los modos concretos de vida de la mayor parte de los habitantes del
planeta y el significado de la vida humana y de las relaciones entre humanos en
el mundo.
A partir
de esta aclaración que nos da una noción de persona humana y de neoliberalismo
como concretos podemos ver claramente su indisoluble relación: porque persona
humana y neoliberalismo como conceptos
pueden o no ser abordados analíticamente juntos – de hecho los ideólogos
neoliberales y los grandes ensayos de Economía no mencionan a la persona humana
- sin embargo, persona humana y
neoliberalismo no pueden ser separables si los entendemos concretamente como el
sistema organizado de operación del mundo actual (neoliberalismo) y los operadores concretos del mismo
(personas humanas), como el conjunto de operaciones complejísimas que van
determinando las relaciones entre los hombres y las cosas y de los hombres
entre sí en nuestros días (neoliberalismo) y el conjunto de sujetos concretos
que estamos operando dentro de esa red compleja de operaciones (personas
humanas). De tal manera que cuando hablamos de estos asuntos estamos partiendo
de que nosotros somos personas humanas y que estamos dentro de, que estamos
involucrados querámoslo o no en este orden de cosas llamado “Neoliberalismo”,
que somos los “presuntos implicados” en el problema de este mundo complejo e
incierto, y que sus habitantes a pesar de que puedan cantarnos desde arriba:
“ay, cómo hemos cambiado” tendríamos que darnos cuenta de que todo cambia para
seguir igual o que por más que cambian las formas seguimos en el fondo, siendo los mismos.
Pasemos a
tratar de analizar algunos de los rasgos de estas personas humanas operando y
tratando de construir vidas humanas dentro de este sistema, contexto, ambiente
o corriente neoliberal.
1.-La construcción de la persona
humana y de la “persona humanidad”.
El hombre
–la humanidad- es un sujeto inacabado, un ser que se tiene que ir haciendo a sí
mismo en interacción permanente con lo otro, con los otros, con EL OTRO que es
el misterio que lo trasciende. El ser humano no nace acabado y tiene el reto
fundamental de “construir su propio drama, el drama fundamental de su propia
existencia en la presencia y la interacción de los otros, el drama primordial
que el teatro solamente imita”[1]
En este
proceso de construcción el sujeto humano necesita relacionarse con los bienes
que le rodean: desde los más elementales que resolverán sus necesidades
biológicas y de supervivencia hasta los más sofisticados que le ayudarán a
crecer intelectual, existencial y espiritualmente. Pero esta relación no es
solamente la de un individuo aislado frente a una serie de bienes inagotables
sino la de muchos seres humanos frente a una cantidad limitada de bienes y a la
necesidad de organizar la distribución sistemática y más o menos equitativa de
estos. Esta relación implica necesariamente organización adecuada de la
operación social para la producción de nuevos bienes que garanticen la calidad
de vida de todos: estamos aquí frente a la necesidad de construir el “bien de
orden”. En esta organización para la construcción del bien de orden existe
también de manera implícita o explícita una priorización y una visión concreta
de la relación con los bienes en función de los que se considera valioso o
conveniente o bueno para cada persona, para cada grupo, para cada sociedad,
para cada momento histórico: este es el campo de los valores.[2]
Un bien
particular puede ser una cosa, un acontecimiento,, una satisfacción o una
operación que satisface una necesidad particular (en el sentido amplio del término) de una persona o
grupo de personas en concreto. El bien de orden en cambio es la estructura o
instalación, es ese sistema organizado de operaciones que pretenden garantizar
la recurrencia de los bienes particulares para todos los seres humanos de
manera constante. El bien de orden no es un bien particular sino un flujo
constante de bienes particulares. Yo necesito desayunar hoy y ese es un bien
particular pero lo que puede garantizar que yo pueda desayunar diariamente es
un determinado bien de orden. Es así que un sistema económico es un bien de
orden, así como lo son un sistema político, un sistema educativo, o una
estructura familiar.[3]
Pero mi relación con los bienes
particulares y con el bien de orden debe estar orientada hacia mi proceso de
humanización personal y al proceso colectivo de humanización: eso es lo que
constituye un valor o valores: el conjunto de relaciones genuinas con genuinos
bienes particulares y el compromiso sostenido con la construcción de un genuino
bien de orden que garantice la humanización de todos.
En la
construcción de la persona humana y de la persona “humanidad” se va
experimentando con diversas maneras de estructurar el bien de orden: diversos
sistemas económicos, políticos y sociales, diversas instituciones y modos de
funcionamiento institucionales, etc. Lo que determina su mayor o menor
pertinencia es precisamente el criterio de los valores en que se sustenta y si
estos valores favorecen la humanización individual y colectiva. Pero
desgraciadamente lo que determina su vigencia o su olvido va siendo muchas veces
el poder que tengan el grupo o los grupos que dirigen o sostienen este sistema
y que se benefician de él.
Así como
el estado benefactor del modelo hoy llamado populista pretendía organizar toda
la estructura a partir de la intervención del estado para regular la operación
económica e incluso contribuir en la producción y distribución de los bienes
particulares, el llamado neoliberalismo se erige a partir de la crítica a toda
intervención del estado y sustentado en que el “mercado libre” y globalizado será
el que regule con su “mano invisible” la operación que produzca y distribuya
los bienes de manera recurrente y sistemática. Ambos son modelos o
aproximaciones en la construcción del bien de orden.
El modelo
neoliberal, que surge de la crisis petrolera de principios de los ochenta como ya se dijo y que parece
enfrentar hoy su primera crisis seria , paradójicamente en el marco de una
nueva caída de los precios del petróleo (de la crisis del petróleo a la crisis
del petróleo), es un sistema nacido de la crisis del bien de orden “populista” que le precedió y está sustentado
en principios o valores distintos y contrarios a este.
¿Cuáles son los principios que sustentan este
aparentemente nuevo modo de entender la construcción del “bien de orden”? ¿Qué
tan genuino es este intento? ¿Qué valores lo sustentan? ¿dónde queda la persona
humana en este modelo?
2.-CINCO IMÁGENES NADA VIRTUALES PARA ENTENDER NUESTROS
MALES.
Primera
imagen: La sed y el sentido o la sed de sentido.
“La falta
de sentido produce una sed que no se sacia con nada” dice esta imagen tomada
del “Nuncanismo”, un nuevo movimiento
que está hoy empezando a hacer ruido en Puebla como “propuesta ética, política,
económica, social y cultural” y que ...bueno, aunque sea algo de provincia pues
algo puede aportar...[4]
¿Qué fue
primero: el huevo o la gallina? ¿qué fue primero: el neoliberalismo que creó la
falta de sentido para poder imponer el consumismo y sustentar la desmedida
ambición de venta del mercado “libre”? o ¿fue primero la falta de sentido que
vino de la desilusión de la modernidad y sus promesas incumplidas de progreso y
felicidad, la crisis de las grandes utopías
y el gran “mercado globalizado se produjo como una respuesta del mercado
a la sed insaciable que produce esta falta de sentido?
Seguramente
no hay una respuesta única. Seguramente esto fue un proceso simultáneo y ligado
en el que la falta de sentido con su sed demandaba más cosas para tratar de
llenar el vacío que no se llena con cosas y el “mercado libre” iba al mismo tiempo
creando necesidades nuevas, nuevos problemas, carencias antes impensadas e
impensables y con ello contribuyendo a acrecentar la sed, a hacerla más
insaciable cada vez, y con ello a ahondar en la falta de sentido, como círculo
vicioso...
Pero el
hecho es que la persona humana en el neoliberalismo es una persona carente de
sentido para la existencia propia y carente de futuro para la existencia
colectiva (tanto que ya decretaron “el fin de la historia”) y por ello, una
persona sedienta, con una sed insaciable que devora –en la realidad del consumo
en el mall o en la imaginación del consumo virtual por televisión- cosas y más
cosas que no necesitaba, que en realidad no necesita pero que ahora ya necesita
cada vez más.
El asunto
o el reto educativo fundamental en los tiempos del neoliberalismo sería quitar
las capas de barniz publicitario de nuestras conciencias de persona humana y
llegar a descubrir que la sed insaciable que produce la falta de sentido es en
realidad una sed de sentido que puede ser saciada al menos parcialmente si
nuestra relación con los bienes particulares se transforma, si nuestro
compromiso con el bien de orden se renueva, si nuestra vida se reorienta a
partir de valores que podamos descubrir como genuinos. El túnel del futuro
seguirá allí, oscuro, profundo e incierto, pero seremos capaces de vislumbrar
la posibilidad de una luz pequeña y poco espectacular pero útil y cercana: no
la luz del final del túnel que nos aclara el final del camino sino la pequeña
vela encendida que puede ir alumbrando el paso siguiente dentro de la
oscuridad.
Segunda
imagen: El cambio de mirada o la mirada del cambio.
La emoción
más sublime, el sentimiento más profundo, el dinamismo más humano puede
derrumbarse ante la pregunta:”papi, una puesta de sol, como esta, por ejemplo,
hacerla, ¿cuánto puede costar?, en dólares, digo.”
Porque el
neoliberalismo nos cambia la mirada. El problema no es el mercado sino la
absolutización del mercado, el problema no es el consumo sino el consumismo
como sentido de la existencia, del problema no es que existan precios para las
cosas sino que todas las cosas tengan que tener
un un precio. El problema no es pues, solamente el neoliberalismo como
corriente de pensamiento económico sino la “dictadura de la economía de mercado”
que se impone como criterio para interpretar la vida y el sentido de la vida.
Porque el neoliberalismo ha ido mucho más allá de ser un sistema económico, un
bien de orden, para convertirse en toda una manera de entender y de vivir la
vida personal y colectivamente ostentándose hoy como EL BIEN DE ORDEN.
El
neoliberalismo nos cambia los ojos y nos hace ver como susceptible de
producción tecnológica y de comercialización indiscriminada, todo lo que nos
rodea, trátese de un televisor o de un atardecer, de una mascota o de una
amistad, de un refrigerador o de un amor. Todo tiene o puede tener un precio,
todo puede o podría llegar a ser comprable y vendible (por allí anda un gringo
vendiendo terrenos en marte por la red). Hasta lo más sagrado se puede volver objeto
de consumo (en Estados Unidos existe una panadería llamada “Inmaculate
confection” que entre sus productos –la mayoría panes o galletas con imágenes
religiosas- el más exitoso es el mother theresa muffin. (¡La madre teresa al
nivel del gansito de marinela!).
El reto
educativo para una universidad como la nuestra sería, en primer lugar RESISTIR,
resistir evitando que nos cambien también a nosotros la mirada porque el
neoliberalismo nos hace ver de manera distinta no solamente los atardeceres
sino también las universidades...y en aras de la eficiencia se puede perder la
consistencia. En segundo lugar y a partir de la resitencia habría que trabajar
para que no hubiera un cambio de mirada sino una mirada del cambio: formarnos y
formar para ser capaces de distinguir más allá y por debajo de este mundo
avasallante del mercado globalizado el cambio de época que se está perfilando
en nuestro mundo. Miradas de cambio, miradas que perciban los elementos del
cambio y brazos que trabajen comunitariamente en esa dirección. Una mirada de
cambio en grupos comprometidos que transformen la mirada colectiva, una mirada
de cambio que modifique no solamente la orientación existencial de las personas
sino que lleve a la transformación de los esquemas de recurrencia y de los
símbolos de nuestra cultura para avanzar hacia la construcción de un bien de
orden orientado cada vez más por valores humanos genuinos.Eso es lo que
realmente necesitamos para que el Humanismo (con todo y su crisis que ahora
parece estar presagiando un renacimiento) no sea devorado por el
neoliberalismo.[5]
Tercera
imagen: El ser y el parecer, el parecer lo que se es.
Un nuevo
dualismo en la concepción y en la práctica sobre la persona humana nos ha
traído el neoliberalismo: del dualismo clásico que nos entendía como cuerpo y
alma, materia y espíritu o por la psicología de facultades en inteligencia y
voluntad, ahora hemos llegado al dualismo posmoderno entre el ser y el parecer;
una persona es hoy un ser compuesto de una existencia y una apariencia podrían
decir los diccionarios neoliberales. “Es más fácil conquistar a un hombre que a
un espejo” dicen las que son “totalmente palacio” mientras otros nos hablan del
“lenguaje de la imagen” . La cultura de la apariencia prolifera en forma de
gimnasios (gyms) atestados de jóvenes y viejos, en dietas y naturismos, en ropa
de moda y de marca, coche de lujo y escuela exclusiva – excluyente-. Lo
importante no es ser sino parecer: “sé valiente y si no, aparenta serlo, nadie
notará la diferencia” le aconseja un papá gringo a su hijo en un libro de esos
de recetas para el éxito.[6]
Vivimos en
la cultura del neoliberalismo en la que se tiene que ser exitoso y ganador y si
no, cuando menos parecerlo. Nuevos
“atributos” en el sentido iconográfico han nacido para identificar al hombre
del mercado: teléfono celular, víper, agenda electrónica, computadora notebook,
todo aquello que muestre lo que se es o mejor dicho lo que se quiere aparentar
que se es...El auto habla de ti como persona, la casa donde vives, la ropa que
usas, el cuerpo que luzcas, todo es comprable y fabricable (no sólo un coche
sino una nariz, un cuerpo) para que la apariencia sea impecable –aunque el
interior sea insufrible-.
¿Cómo
asumir el desafío de la autenticidad en un mundo de apariencias donde la arquitectura
es escenografía que engaña, el cuerpo es apariencia que miente, el coche es
anhelo que “da el gatazo”?
El paso
del parecer de acuerdo a una imagen prefabricada y homogéneamente globalizada
al ser no escindido que por ser auténtico parece exactamente lo que es, parece
un reto imprescindible para un humanismo que afronte en serio el mundo
neoliberal que vivimos. La superación del nuevo dualismo entre existencia y
apariencia es un reto para el que quiera ser una persona integral y para el que
quiera comprender el ser persona de manera no fragmentada. Porque así como el
dualismo cuerpo-alma o materia-espíritu o inteligencia-voluntad subordinaba
generalmente un elemento al dominio del otro (el cuerpo tenía que sacrificarse
por la salvación del alma, la voluntad subordinarse a los dictados de la
inteligencia) en el nuevo dualismo tal parece que la existencia se tiene que
subordinar a la apariencia...y eso puede parecer muy “lucidor” o “moderno”,
pero acaba a la larga dejándonos vacíos.
El reto
personal y social estaría entonces en una transformación personal hacia la
autenticidad en la que la apariencia transparente nuestra existencia pero
también, en el nivel colectivo, en el compromiso con la construcción de una
sociedad en la que todos los esquemas de recurrencia que garanticen los flujos
de bienes se orienten hacia la finalidad de satisfacer las necesidades de la
existencia por encima de las de la apariencia. Esto implica un cambio de
estructuras erconómicas y sociales pero al mismo tiempo y no sé si de manera
muy importante, un cambio en la estructura simbólica nuestra sociedad actual.
Cuarta
imagen: Mantener el orden bien o construir un genuino bien de orden.
Lo malo es
que el sistema lleno de prejuicios y bloqueos va reproduciendo y ahondando la
decadencia y tratando de mantenerse a sí mismo a costa de lo que sea. El
neoliberalismo ha transformado los ejércitos en acciones bursátiles pero sigue
siendo un sistema que no busca el bien de orden centrado en el hombre y al
servicio de todos los hombres sino una estructura que busca mantener el orden
establecido lo mejor que se pueda para seguir beneficiando a unos pocos a costa
de los muchos.
Esa
“brecha entre ricos y pobres que se hace cada día más grande” que afirmaba el
documento de Puebla sigue siendo una realidad que interpela a todo ser humano
sensible a las necesidades de los demás.[7] Realidad de un sistema que
por definición no podrá resolver las necesidades de las mayorías porque se
sustenta en la competencia, la supervivencia del más fuerte –“El neodarwinismo
social que se extiende-, la eficiencia, la utilidad y las utilidades y no en la
convivencia, la solidaridad, la cooperación o la dignidad de la persona. Los
pobres por definición no son competitivos, son ineficientes y rebasando cierto
número disminuyen las utilidades porque generan gastos (¡tienen que comer!).
El
sistema, el mercado, se convierten entonces en la horca para millones y
millones que tienen que ser sacrificados para que se mantenga el sistema en
orden y en pie (que no el bien de orden humano) por lo que la lucha está entre
subirse al carro de los que mantienen este sistema y manejan la horca o ser
derrotados en esta carrera y acabar ahorcados para que el modelo sobreviva.
Vivimos en sociedades donde los seres humanos se dividen en ganadores y
perdedores, competitivos o desempleados, necesarios o excluídos.
El reto en
este sentido es enorme porque no basta con formar personas en el humanismo sino
que se tiene que ir incidiendo en el cambio de la cultura que va transformando poco
a poco las estructuras y reconstruyendo ese orden establecido para convertirlo
en un flujo continuo de mejoras, en un auténtico bien de orden que facilite el
crecimiento humano aún de aquéllos que hoy parecen resultar innecesarios o hasta estorbar.[8]
La
universidad entonces tiene que cumplir su papel simbólico[9] como institución más allá
de lo que pasa en las aulas. Un papel que genere poco a poco otra conciencia en
la sociedad y otra cultura en la que el ser humano sea el centro con toda su
dignidad inalienable como valor originante por encima del criterio de
funcionamiento eficiente de ese bien de orden que es necesario para la
humanización del mundo pero que debe estar subordinado a los valores y al valor
fundamental de la vida humana.
Quinta
imagen: Cruxi. S.A. “Ay, cómo hemos cambiado”...
“Presuntos
implicados” en la construcción de un bien de orden donde el ser humano pueda
vivir humanamente y pueda tener espacios para su progresiva tarea de
humanización, parece ser que el sistema nos avasalla, nos domina y en el fondo
nos deja inmóviles presenciando como simples espectadores el paso de la persona
humana a un plano secundario. En el escenario donde se desenvuelve el drama de
la humanidad llega de pronto el gran momento en el que hay reflectores, luces,
rayo láser, grandiosa escenografía y modernos efectos especiales pero no hay
actores porque todos los actores han sido condenados por el director y sus
asistentes a ser simples extras que rellenan el fondo de la escena o a ser
simples espectadores de este espectáculo en el que no sucede nada porque no hay
drama que contar. El neoliberalismo se sustenta en índices macroeconómicos,
ganancias bursátiles, mercados, modelos matemáticos, esquemas de recurrencia de
cifras y cosas en los que el drama humano – en lo ecológico, lo social, lo
psicológico, lo filosófico, etc.- parece importar muy poco o de plano no
existir.
El fin de la historia llegó y nos
encontramos atónitos y sin esperanza ante todo este despliegue tecnológico y
financiero en el que el mayor drama es que no hay drama, no hay historia porque
la historia ya se acabó, no hay posibilidades de búsqueda de otros sistemas o
ideas porque estamos en el reinado del “pensamiento único” , no hay
posibilidades de futuro porque ya llegamos y este es el futuro.
“ay, cómo
hemos cambiado” porque hoy seguimos con el mismo procedimiento que crucifica al
hombre en aras del progreso y de los intereses del poder pero todo esto se hace
con “métodos ultramodernos” y es ejecutado por compañías privadas. La privatización
cambió las formas y la presentación, cambio las manos de los que determinan el
modo de operación pero dejó intacto el problema de la construcción de un bien
de orden genuinamente humano.
Ante la
crisis del “estado benefactor” y de los llamados modelos “populistas” la
panacea ha venido siendo la privatización de todo lo privatizable. La persona
humana es vista en este modelo como ser estrictamente individual y en
competencia con otros. La visión social, la preocupación colectiva no existe
porque las libres fuerzas del mercado y la competencia regulan la operación de
los actores particulares que buscan la satisfacción se sus propias necesidades
en rejuego con los demás particulares. La riqueza entonces se repartirá o se
derramará en ese rejuego de intereses particulares. El problema es que la
operación “libre” de las fuerzas del mercado no garantiza la cooperación y más
bien parece excluirla si no existe una visión de bien colectivo o común que
actúe como un valor regulador primordial.
Lo
paradójico es que en este esquema privatizador, lo más privado que tiene la
persona humana como es la “vida privada”, “la privacidad”, se ha convertido en
bien de consumo y se viola por completo porquecomo la “iniciativa privada”, la
creatividad de los particulares para satisfacer o crear necesidades a la
sociedad es ilimitada y no tiene ningún tipo de regulación ética, entonces la
vida privada –la de los que cuentan, o sea la de las famosos y exitosos, los
que salen en la tele- es también una mercancía que se compra y se vende. (Y si
no veamos el escándalo Clinton-Lewinsky y sus productos comerciales, o las
máquinas para grabar conversaciones telefónicas y las micrograbadoras para
espiar a otros que ofreció un anuncio en el diario Reforma del día de ayer).
“ay, cómo
hemos cambiado” para seguir igual pero muy modernos. Cómo hemos cambiado para
que nada cambie. Ojalá cambiáramos
también para que ahora no nos demos cuenta que debajo del glamour
neoliberal hay personas humanas concretas.
“Ay, cómo
hemos cambiado” porque parece que hoy nos importa menos o quizá ya nos importa
nada el ser humano, al menos como colectividad. La crisis del humanismo en
pleno. Y sin embargo, queda la esperanza, queda el optimismo y por eso estamos
aquí. Porque como dice Savater: “Sin verdadero optimismo no puede haber
educación. Un pesimista puede ser buen domador pero no buen maestro”[10]. Queda la esperanza y la
esperanza está puesta en que cambiemos de verdad. En que cambiemos la mirada
para que no nos la cambien otros, en que nos miremos al espejo y nos
reconozcamos, en que apaguemos con búsqueda fraterna y creativa esa sed
insaciable derivada de la falta de sentido. La esperanza está sustentada en que
el hombre es mucho más que cualquier bien de orden porque todo bien de orden
está construido y operado por personas humanas. La esperanza se podría
sintetizar en que ojalá despertáramos a la realidad y dejando de creernos eso
que nos cantan los ejecutores del neoliberalismo: “ay, cómo hemos cambiado”
dejáramos de darles toda la decisión y la influencia en la construcción del
bien de orden a unos cuantos sujetos y grupos “presuntos implicados” en la
creación de nuestros males y nos comprometiéramos en la participación, la
crítica, la propuesta y la organización hacia una sociedad que garantizara el flujo
sistemático y equitativo de nuestros bienes.
REFERENCIAS.
CELAM. (1979). Documento
sobre la III conferencia del episcopado latinoamericano.
Ed. Paulinas.
Gorostiaga, X. (1985).” La universidad preparando el siglo
XXI”. En Magistralis no. 8. UIA golfo
centro . Puebla.
Jackson Brown, H. (1997). Life´s little instruction book. Rutledge Hill press. Nashville Tenessee.
Lonergan, B. (1988).
Método en Teología. Ed. Sígueme. Salamanca.
Lonergan, B. (1992). Insight. University of
Toronto press. Toronto.
Lonergan, B. (1998). Filosofía
de la educación. UIA Santa Fe. México.
*Cartones de Quino tomados de “El país semanal” y de “Proceso”. (1998)
[1] Cfr. Lonergan, B (1992). Insight. Cap. 6.
[2] Cfr. Lonergan, B. (1998). Filosofía
de la educación. Cap. 2
[3] Cfr. Lonergan, B. (1998).
Filosofía de la educación. pp. 68-70.
[4] Frese, B. (1998) .Manifiesto
nuncanista.
[6] Jackson Brown, H. (1997). Life´s little instruction book.
[7] CELAM. Documento de Puebla.
[8] Lonergan dice: “el progreso , anturalmente, no consiste simplemente en
hacer alguna mejora, sino en un fluir continuo de mejoras”. Insight. Cap. 7.
[9] Meneses, E. (1992).” Filosofía educativa de la UIA”. En Magistralis No. 2.
[10] Savater, F. (1997). El valor de
educar.