Para Max, por su valor
“La violencia no es sólo un determinado tipo de acto, sino también una
determinada potencialidad. No se refiere sólo a una forma de hacer, sino
también de no hacer”
Isabel Valadez (http://cvsp.cucs.udg.mx/drupal6/documentos/violencia_escolar_libro.pdf
)
“Toda
educación produce la sociedad que la produce” afirmo en mi libro “Educación
Humanista” (http://gandhi.com.mx/index.cfm/id/Producto/dept/libros/pid/392938
) y resulta indudable en los tiempos que corren que la sociedad violenta en que
nos ha tocado vivir está produciendo una educación en la que la violencia está llegando
también a las aulas y al patio de recreo.
En
efecto, escuchamos cada vez más en las conversaciones, cursos, reuniones y
foros educativos hablar de bullying o acoso escolar y de violencia en las
escuelas. Encontramos también un creciente número de investigaciones –como la
que formula la idea que sirve de epígrafe a este texto- , estudios teóricos e
iniciativas de organización que buscan sumar esfuerzos para entender este
fenómeno. Un ejemplo de estos esfuerzos para hacer sinergia en torno al tema es
la “Red latinoamericana de convivencia escolar” (http://www.convivenciaescolar.net/wp/ )
El
Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE) incorporó recientemente un
área temática titulada “Disciplina, violencia y convivencia escolar” para dar
cuenta de las investigaciones que se realizan en este campo que se ha
convertido casi en una moda. (http://www.comie.org.mx/v3/portal/)
Si
bien el abuso entre pares en la escuela y la agresión verbal y física siempre
han existido en el entorno escolar, estos elementos tenían ciertos límites y
estaban de alguna manera bajo control en el pasado, además de que entonces no
existía una conciencia explícita ni estudios en Psicología o Sociología sobre
el impacto de la violencia escolar sobre la vida futura de los educandos y la
organización social en general.
Sin
embargo, además de la violencia escolar, resulta hoy urgente hablar también de
lo que aquí llamaré la “violencia en la escuela”, que es el impacto para el
desarrollo de los educandos de la violencia que se vive en nuestro país a nivel
macro social que está llegando cada vez más cerca de los contextos cotidianos
de niños y adolescentes en edad escolar.
¿Cuántos
niños de preescolar, primaria, secundaria o bachillerato han perdido en estos
últimos años a algún familiar o amigo cercano en esta ola de violencia que se
vive en México? ¿Cuál es el impacto que esta experiencia vivida a veces de
manera muy cercana y directa está teniendo en el desarrollo de estas futuras
generaciones de ciudadanos? ¿Será posible revertir el proceso de degradación
social imperante si no se atiende adecuada y profesionalmente a estos niños y
adolescentes que están educándose en un contexto de miedo, muerte y crueldad?
Dicen
algunos autores que uno se vuelve adulto cuando adquiere la conciencia de ser
mortal, cuando comprende la realidad de la muerte. Si esto es cierto, existen
en nuestro país miles, tal vez millones de niños que están teniendo un
crecimiento prematuro, que están adquiriendo esta conciencia de la muerte, este
carácter de adultos en edades muy tempranas sin vivir su niñez adecuadamente.
El
principal error que podemos cometer los educadores es tratar de hacer como si no pasara nada. Es
cierto que exponer a los niños a conversaciones o imágenes explícitas de
violencia puede generarles marcas emocionales que obstaculicen su adecuado
crecimiento, pero también es cierto que los niños están ya expuestos por la
televisión y por experiencias directas de compañeros, familiares o amigos a
estas realidades violentas y que no trabajar con ellos estas experiencias puede
traerles mayores problemas para su desarrollo.
¿Cómo
hacer entender a los niños que existen estas realidades deshumanizantes tratando
de facilitarles la comprensión y el manejo adecuado de estos eventos no
solamente a nivel racional sino sobre todo, afectivo? ¿Cómo generar el
desarrollo de una inteligencia emocional sana desde esta realidad de violencia
y miedo?
El
diálogo abierto y adecuado a su nivel, la generación de un clima de confianza y
seguridad en el aula, la invitación y apertura de espacios para la expresión de
sus emociones, la promoción de actividades que les ayuden a canalizar la
agresividad y el temor de forma creativa y constructiva, la instrumentación de
actividades que promuevan el respeto, la tolerancia, la comprensión humana y desarrollen una adecuada conciencia moral,
capaz de aprobar lo humanizante y condenar desde la convicción profunda lo
deshumanizante son elementos indispensables en una sociedad que está enferma de
violencia y está produciendo una educación también enferma.
Solamente
atendiendo con inteligencia pedagógica la violencia escolar y la violencia en
la escuela, podremos regenerar desde la educación, la sociedad violenta que hoy
está generando a nuestra educación.