miércoles, 16 de noviembre de 2011

Violencia escolar y violencia en la escuela

Comparto con los lectores del blog mi columna de esta semana en Lado B. Tiene relación directa con el texto puesto en la entrada anterior, pero desarrollado ahora desde una visión más pedagógica que personal, como educador y pensador de la educación más que como papá y ciudadano. Espero sea de su interés.


http://ladobe.com.mx/2011/11/violencia-escolar-y-violencia-en-la-escuela/

domingo, 13 de noviembre de 2011

Cuando la violencia toca a nuestra puerta.


Para Max, héroe por la fuerza de las circunstancias

Para Daniela y 4º A, por lo injusto que es crecer a destiempo

El miércoles pasado recibí este mensaje de Gaby, mi esposa, dirigido a la familia. Desde que lo leí quedé muy consternado y el sentimiento de tristeza creció a medida que fuimos sabiendo más detalles del caso:

“Ayer y hoy llegó Daniela muy impresionada de la escuela. Ayer la maestra se dirigió al grupo para decirle que su compañero Max (al que Daniela califica de muy tranquilo y buena persona) había tenido una experiencia muy fea en su familia y que estaba hospitalizado. Quería pedirles que pensaran mucho en él y lo hicieran con cariño. Les dijo que no sabía cuando iba a regresar a la escuela.
Parece que algunos compañeros ya estaban enterados de lo que había pasado, unos de ellos mas cercanos a la familia estaban mas o menos enterados de algo, otros habían visto las noticias en la televisión. Daniela me contó lo que logró entender entre los rumores que se corren a nivel de niños de 10 años. Por lo que me contó Daniela, concluyo que la mamá, abuelita y una tía de Max fueron víctimas de un "ajuste de cuentas" al interior de su propia casa, al parecer Max pudo salir a pedir ayuda con los vecinos. Realmente ignoro que pasó con exactitud.
Hoy supieron que tal vez mañana salga Max del hospital, pero no saben si regresará a la escuela, la maestra les confirmó lo que muchos de ellos sabían ya acerca de la pérdida de su mamá, abuela y tía. Dice Daniela que Dylan, el mejor amigo de Max, estaba llorando y que ella sintió muy feo cuando lo vio llorando de esa manera. Admira a Max por haber salido a pedir ayuda a los vecinos y dice que ella no sabría que hacer si algo así le pasara. Está preocupada porque los papás de Max estaban separados y ahora ¿con quién tendrá que vivir?
¿Qué sucede?, ¿qué mundo están teniendo que vivir nuestros hijos?, ¿cuándo una de nuestras preocupaciones a los 10 años fue si seríamos capaces de pedir ayuda a nuestros vecinos en caso de que entraran a matar a nuestra familia en nuestra propia casa? ¿estamos haciendo algo por la paz o cada vez oímos con mayor indiferencia este tipo de noticias sin ocuparnos mucho del asunto? El mundo cada vez es mas pequeño, nada queda lejos ya y cada día el círculo en el que sabemos de crímenes es mas cercano a nosotros…
Gaby”

La descripción del hecho y de su impacto en Daniela y seguramente en todos sus compañeros habla por sí misma. Preguntas como las que plantea Gaby surgen de inmediato si uno tiene todavía alguna sensibilidad ante la violencia generalizada que está viviendo el país, si no se ha acostumbrado a los cientos o miles de casos que diariamente vemos en televisión o leemos en los diarios.

¿Por qué un niño de nueve años tiene que ver morir violentamente a su mamá, a su abuela, a su tía o tío en su propia casa y sufrir él mismo agresión física? ¿Por qué un niño tiene que salir a pedir ayuda en medio de un escenario sangriento digno de una película de terror? ¿Por qué todo un grupo de niños, amigos y compañeros de Max, tienen que crecer prematuramente y sentir que la violencia toca a su puerta? ¿Por qué nuestros niños tienen que crecer a destiempo y sentir miedo en la calle, en su casa, en la escuela?

A la par de las preguntas afloran los sentimientos de impotencia, dolor, frustración, enojo, compasión, empatía, solidaridad, temor, desesperanza, en fin, desmoralización frente a una realidad que se vuelve cada día más parecida a una pesadilla y que parece no tener remedio porque estamos en un círculo vicioso producto de una severa crisis institucional y de una profundísima crisis moral.

¿Cómo vivir pensando solamente en la supervivencia? ¿Cómo seguir tratando de construir un proyecto de felicidad, de realización, de respeto, de amor en una sociedad caracterizada por el miedo, el nulo valor de la vida, la preeminencia de los intereses y ambiciones egoístas de personas y grupos –no solamente políticos sino incluso familiares- y la incertidumbre de salir a la calle cada mañana sin tener la mínima garantía de que volverá sano y salvo a casa?

El problema es quizá que siempre vemos estos hechos como más allá de nosotros, como algo que le sucede a otros. Sin embargo cada vez nos toca saber de casos más cercanos y prácticamente ya no hay familiares, amigos, compañeros de trabajo que no hayan vivido personalmente o en alguien muy cercano, episodios de violencia de diversa índole. La violencia está tocando a nuestra puerta literalmente.

¿Qué hacer para empezar a revertir este círculo vicioso? Me lo pregunto con cada vez más fuerza y cada vez me queda más claro que ya no basta con hacer bien lo que hacemos en nuestros pequeños espacios cotidianos, que ya no es suficiente con vivir una vida pacífica y tratar de respetar y promover el respeto entre los que nos rodean. La falta de respeto a todo, la imposición de los deseos y caprichos personales por encima de cualquier cosa y a través de cualquier medio y la trivialización de la vida humana son realidades que constatamos día a día a nuestro alrededor, incluso entre personas que consideramos educadas.

Desgraciadamente parece no haber respuesta. Yo al menos no veo una posible salida a corto plazo, más allá de la educación de las generaciones futuras en otra perspectiva moral más allá de la preocupación excesiva en los conocimientos, los idiomas y las computadoras.

Por lo pronto el impulso que me nació de inmediato al saber este hecho pero que no pudo ser realizado hasta tres días después fue simplemente abrazar muy fuerte a Daniela y no decirle “no pasa nada”, porque sí pasa…sino tratar de explicarle, con mis muy pobres argumentos, que en el mundo hay mal, que hay personas a nuestro alrededor que hacen daño a otras y que esta realidad nos da miedo a todos, pero que aún sabiendo esto tenemos que seguir viviendo, viviendo bien y haciendo bien y tratando de que en este rejuego de bien y mal, pueda ir emergiendo la probabilidad de un mundo más humano. Abrazarla y decirle que a pesar del miedo tenemos que conservar la alegría y la esperanza de vivir como seres humanos.

Así, en un abrazo prolongado, en un abrazo silencioso que decía muchas más cosas que las torpes palabras que expresé en nuestra conversación, le dije simplemente que la vida es injusta y difícil y que estamos juntos y eso, aunque es insuficiente es mucho…y basta para sacar fuerzas y seguir caminando.

Tres imágenes para el día del maestro.

*De mi columna Educación personalizante. Lado B. Mayo de 2012. 1.-Preparar el futuro, “Qué lindo era el futuro...