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domingo, 9 de octubre de 2016

XIV.-”Tratarlos como adultos” o hacia una cultura sin niños.






*Fragmentos de mis memorias de vida en Boston (1997-1998)

            Pensé de inmediato en Mariana y Paulina, pensé en Gaby enfrentando algo así al ver la fotografía de la maestra asesinada por salvar la vida de una de sus alumnas, al ver las fotografías de las niñas víctimas de esa violencia irracional que está llegando hasta las escuelas elementales, hasta los niños. Cuatro niñas de entre once y trece años muertas, cinco más, heridas de bala y una maestra de treinta y dos años, con una hija de dos y uno más en camino también asesinada, fue el saldo de este increíble, doloroso, indignante suceso. ¿El lugar? Jonesboro, Arkansas, la middle school del pueblo, ¿El día? martes 24 de Marzo, ¿el motivo? nadie quizá lo sabrá nunca...
            Los hechos fueron así: a mediados de esa mañana de martes, un niño de once años, alumno de esa escuela, entró a los baños y accionó la alarma contra incendio corriendo de inmediato hacia afuera de la escuela donde, escondido entre los árboles lo esperaba su compañero de trece años. Ambos vestían traje militar como de camuflaje que parece que usaban para ir de cacería con sus papás, seguramente allí aprendieron a usar las armas de alto poder que usaron para disparar indiscriminadamente y a mansalva a todos los alumnos y profesores que salían de los salones para evacuar la escuela por efectos de la alarma de incendios.
            Un tristísimo episodio para ese  pequeño poblado. Nadie se explica cómo pudo ocurrir algo semejante. Los niños agresores parecían normales, así lo atestigua entre llanto el abuelo de uno de ellos.  Un hecho que ya se había dado de manera similar en otro pueblo de Kentuky y en uno más en otro estado.
            A partir de allí el morboso seguimiento de los medios: todo lo que se cubre es la tragedia, los protagonistas, los papás de los agredidos y de los agresores, los servicios funerarios, etc. El pueblo se queja de la súbita invasión de reporteros, cámaras y equipos que se inmiscuyen en su vida privada todo el tiempo. Algunos lo justifican: hay necesidad de esto.
            Sin embargo lo más sorprendente para ojos extranjeros como los míos es el hecho de que se hable solamente de dos cosas: de los programas que se están instrumentando en algunas escuelas para hacer que los niños puedan enfrentar estas situaciones de violencia en las escuelas que según dicen, no pueden evitarse; y por otra parte, la mayor cantidad de tiempo dedicada a hablar y discutir sobre el aspecto legal: ¿Cómo pueden las leyes evitar esto? ¿limitar la venta y uso de armas? ¿Cómo reglamentar estas cosas en los colegios donde algunos alumnos ya han sido suspendidos en otros lugares por llevar armas de fuego? y sobre todo ¿Cómo se va a enfrentar legalmente la situación de estos dos pequeños asesinos?
            Como me decía un amigo, Bob, la mayoría de la gente quiere que a estos niños los encierren en la cárcel para toda su vida. Sin embargo él mismo me decía: ¿cómo condenar a estos dos niños tan pequeños a la cárcel de por vida?
            Los medios discuten un aspecto para ellos muy importante que es el hecho de que para estos casos se les de trato de adultos a los agresores y no se aplique la ley de menores que les permitiría salir libres al cumplir dieciocho años. ¿Tratarlos como adultos? ¿No será que el problema es que precisamente nadie los ha tratado como niños desde que nacieron: ni su familia, ni los medios mismos, ni la escuela, ni esta sociedad precoz y sobreestimulada? ¿no será que el problema es esta sociedad donde los niños ya no son niños, donde como dice Yadira, ya no tienen mirada inocente de niños, ya no juegan como niños, ya se burlan de aquéllos que se comportan como niños?
            Otra cosa es sorprendente : todos hablan de estos aspectos legales pero nadie trata de investigar el por qué de estas tragedias y la razón de estos comportamientos. Nadie habla de que esta sociedad está enferma, nadie cuestiona el culto a la violencia en el cine, en la televisión, en los mismos deportes de este país y hasta en los jueguetes de los niños, nadie habla de la trivialización del valor de la vida que se ve por todos los rincones de esta sociedad en la que como un laboratorio neodarwinista solamente sobreviven los más fuertes. Nadie dice que por ejemplo, las mascotas cibernéticas hacen que el niño vea como algo tan natural la muerte y como algo tan sencillo el “revivir” o sustituir a una mascota por otra que en la vida real se reflejan estos significados en comportamientos concretos como el que dió origen a esta tragedia. Nadie es capaz de pensar siquiera que esta sociedad está mal, que tiene algún error, ¿cómo, si esto es el paraíso de la libertad y la democracia?
            Pensé de inmediato en Mariana y Paulina, pensé en Gaby, pensé en que ellas asisten a una escuela como esta de los crímenes aquí en Boston, una escuela donde para terror de los latinoamericanos que llegamos no existen rejas ni bardas ni nada que impida la entrada de cualquier desconocido aunque sea con armas ni la salida de cualquier niño que inocentemente puede desaparecer. Pensé sobre todo en la educación, la educación acá pero también la de México. No tardaremos en llegar a estos extremos si nos seguimos empeñando en imitar ciegamente a estas sociedades “desarrolladas”. No tardaremos en llegar a esto si seguimos empeñados en que la escuela forma solamente las mentes y no tiene nada que ver con los afectos, las emociones, los valores y las decisiones de los alumnos.

lunes, 15 de agosto de 2016

Treinta años de cambio y permanencia



*Texto leído en la Eucaristía de acción de gracias por mis 30 años de matrimonio, el día 13 de agosto de 2016.


“En estos veintitantos años hemos luchado por cambiar al mundo y lo único que hemos logrado es que el mundo no nos cambie a nosotros”.
Ana Belén y Víctor Manuel

Esa frase la hubiera suscrito hace unas décadas, cuando aún estaba marcado por el idealismo de la juventud en el que se piensa que la congruencia personal significa inamovilidad respecto de ciertas ideas, posturas, pasiones e incluso ideologías. No he logrado cambiar al mundo pero estoy orgulloso de que el mundo no me haya cambiado…soy el mismo que hace veinte o treinta años, diría si siguiera pensando así. Y tengo conocidos y amigos queridos que me dan esa impresión, que se quedaron anclados en sus ideas juveniles y siguen pensando que eso es lo correcto aunque tengan poco que ver ya con la realidad actual: Peor para la realidad, dirán.
            Pero yo creo que en estos treinta años hay un fenómeno paradójico e interesante por el que debo dar gracias. Se trata de un proceso, una aventura, un camino en el que ciertamente he ido luchando con todo lo que tengo y desde mi trinchera por cambiar este mundo injusto, excluyente, opresor, materialista y violento en el que vivimos, pero aunque no he logrado cambiar ese mundo y a veces veo que las cosas se ponen peor, tampoco puedo decir que el mundo no me haya cambiado, porque creo que afortunadamente he ido tratando de estar lo más abierto posible a leer los procesos de transformación de la realidad y a tratar de cambiar y seguir vigente y a tono con las nuevas realidades que van surgiendo.
            Esto no quiere decir que aplique la frase de Groucho Marx: “Estos son mis principios y si no les gustan, tengo otros”. Explorando en mi interior no veo –ojalá sea así- que en estos años hayan cambiado mis convicciones profundas, mis principios fundamentales o mi fe y mi esperanza. Lo que se ha ido transformando por una parte es el mundo en el que estas convicciones tienen que ser vividas y por eso mismo, se ha ido renovando o tratando de renovar la persona que soy, que voy siendo y por tanto, la forma en que esos principios son interpretados por mí, vividos y aplicados, comunicados a los demás.
            Cuando nos casamos el mundo era otro: no había todavía computadoras personales, al menos accesibles a casi todo el mundo y por ello nuestras invitaciones y las hojitas de la misa fueron hechas a máquina como nuestra tesis de licenciatura, no había por supuesto internet, ¡Ni Facebook para compartir las fotos y los sentires de estos momentos tan significativos! Vivíamos en un mundo menos interconectado, más firme en muchas cosas –para bien y para mal, porque la solidez del mundo hace que seamos más duros, rígidos, inflexibles e incluso intolerantes con los diferentes- y más cierto que el de hoy que está marcado por la constante incertidumbre respecto del futuro.
            En estos treinta años el mundo ha cambiado mucho y yo, nosotros, hemos cambiado también mucho. Somos otros en muchas cosas, pero también somos los mismos chavos idealistas y rebeldes –aunque con otras formas de expresión de la rebeldía- que quisieron romper paradigmas sobre lo que era una “pedida de mano” o una boda, para sorpresa, desconcierto y no sé si un poco de decepción de nuestros papás.
            En estos treinta años de ser una pareja corriente que ha compartido como dice Benedetti, “una vida en común y en extraordinario”, hemos luchado por cambiar el mundo tratando de dejarnos cambiar por el mundo y también, por la gracia de Dios, dejándonos cambiar uno al otro y dejándonos cambiar por Mariana, Pau y Daniels, los tres mayores regalos con los que Dios ha bendecido nuestra vida en común y se muestra a nosotros diariamente hasta hoy que celebramos nuestras bodas de perlas.
            En la homilía de la misa de nuestra boda, Juan Ignacio –cuántas cosas han cambiado, él mismo ya no es sacerdote desde hace un buen tiempo y hoy es esposo y papá- nos dijo que el matrimonio nos entregaba el compromiso y el regalo de ser espejo de Cristo el uno para el otro. Y Cristo es mensaje que permanece, pero es mensaje siempre nuevo, es la síntesis de esto que he querido decir respecto a la continuidad y el cambio en toda vida humana.
            Hoy quiero dar gracias a Dios por los treinta años de felicidad –entendida como una forma de enfrentar la vida con sus altas y bajas-, por todos nuestros amigos bautizados como “escudo de amor” por Gaby en los momentos de dolor que la vida nos puso en el camino y en los que Dios se mostró cercano y compasivo a pesar de nuestras crisis y nuestra poca fe, por Mariana, Pau y Daniela que son maestras de vida y espejos también de ese Cristo que ama y confronta, que acoge pero desafía y sobre todo por Gaby, que ha sido y sigue siendo para mí un espejo fiel de ese Jesús liberador, camino a seguir, verdad por descubrir y vida por construir, de ese Jesús eterno que me invita a la eternidad pero desde un aquí y ahora siempre nuevo, de ese Jesús que me invita a seguir tratando de cambiar el mundo, pero también a estar abierto siempre a que el mundo me cambie a mí.


lunes, 13 de junio de 2016

XXXIV.-El arte que convierte, la pregunta que interpela, la pascua que celebra.





*Fragmento de mis memorias de la experiencia en Boston en el año académico 1997-1998.
           
            Quizá fue uno de los oficios religiosos más impactantes de cualquier jueves santo que yo haya vivido...pero no fue en ninguna iglesia sino en una sala de conciertos. Quizá fue una de las preguntas que más me han hecho reflexionar sobre mi fe...pero no fue hecha por un teólogo sino por un niño. Quizá fue una de las pascuas que más he disfrutado...pero no fue solamente el hecho religioso sino el símbolo cultural que contagia.
            Jueves santo, siete treinta de la noche, simphony hall. El día anterior había yo asistido al ensayo abierto, salí impactado y me sirvió para prepararme espiritualmente para el concierto formal. Pensé que sería como un verdadero oficio religioso...si yo estaba abierto a recibir el mensaje estético pero también su contenido trascendente. “La pasión según San Mateo” de J.S. Bach, interpretada por la sinfónica de Boston conducida por el impactante Seiji Ozawa, asistí con Gaby y con Mario, temía que ellos no estuvieran en sintonía y que se aburrieran, la obra es larguísima, casi tres horas y es cantada toda en alemán. Nos dan programas de mano con traducción al inglés para seguirla...inicia el concierto...la estructura va narrando textualmente los capítulos en los que Mateo cuenta la pasión de Cristo pero con partes intermedias en las que la persona creyente en voz de los solistas va reflexionando cada paso y la fe colectiva representada por un coro va haciendo lo propio. Casi tres horas de desarrollo, una contralto brillante, un coro extraordinario, los demás solistas también excelentes...Es toda una experiencia para mí, Gaby y Mario la disfrutan también muchísimo, no hay cansancio sino un extraordinario sabor de boca al final, un haber sido tocados por el talento de Bach, contagiados de solemnidad, de dolor, de esperanza...El silencio al momento en que narran que Jesús expira es impresionante, todos estamos dentro...
            La pregunta es muy simple: misa de domingo de resurrección, en la homilía el padre dice que un niño -lo llama por su nombre y le pide que se levante para que lo veamos- de doce años, le preguntó el viernes durante el via crucis: ¿Por qué los judíos tienen un Dios poderoso y grande y nosotros creemos en un Dios débil y sufriente que fue mandado a crucificar entre los ladrones? La homilía giró en torno a la respuesta, al final el padre le agradeció al niño por habernos ayudado a pensar en eso. Me quedé pensando en cuantos sacerdotes en Puebla habrían no solamente permitido que un niño interrumpiera el via crucis con una pregunta “tan simple” sino tomado en cuenta la pregunta, organizado la homilía en torno a ella y dado las gracias públicamente a ese niño por haberla hecho. Pero me quedé pensando sobre todo en la pregunta y en lo paradójica que es nuestra fe, siempre a contracorriente de lo que al mundo le parece lo importante, lo destacable, lo obvio. Un Dios dócil y sufriente pero a la vez fuerte y digno porque acepta ese final con toda responsabilidad, porque la acepta por amor a nosotros -aún a ese conocido de Luis que dice que “Jesus gave his life for somedy else, not for me”- por amor a ese padre que ha creado todo, por amor a esa búsqueda humana que termina en el reencuentro con él. Un Dios paradójico sin duda para los criterios humanos: ¿por qué nació pobre y en un pueblo esclavo del imperio romano? ¿por qué no nació romano o aún mejor gringo del siglo veinte? ¿por qué no fue gran empresario, líder político de nuestro tiempo, basketbolista ídolo de multitudes, profesor de Economía en Harvard? ¿Qué implica eso para mí?
            Todo eso me dejó pensando la pregunta “simple” de ese niño. La enorme paradoja que significa aceptar a ese Dios en nuestra propia vida, la implicación de ello que nos hace quizá tener que brillar menos pero dar más calor, ser menos eficientes pero más efectivos, ser más humildes pero a la vez más importantes para la obra de humanización del mundo por el amor.
            Eso es en el fondo la pascua: la celebración del triunfo de una vida a contracorriente, el gozo de la derrota de la muerte no por la ciencia, por la tecnología o por el poder sino por el amor, la búsqueda de criterios más humanos, la crítica a lo establecido, el testimonio sencillo que hace temblar a todo un sistema. El triunfo de ese reino que no es de este mundo pero empieza aquí, en la lucha cotidiana.
            Es por ello que nos llamó la atención la celebración de la Pascua. El poder del símbolo que trasciende el templo y llega a la vida cotidiana hace sin duda que esta celebración se mucho mayor y más notable que en México, quizá también esa cultura que hace que ellos celebren más el triunfo de la resurrección que la aparente derrota de la cruz, en eso somos más trágicos y sufrientes como cultura. Pero aquí la pascua es en grande, es quizá junto con Thaksgiving, el día más importante del año en cuanto a reunión de toda la familia. Lo notamos al entrar al templo, gran número de visitantes, cambio en el vestuario (todos vestidos como de “domingo”, elegantes, muchos de corbata y saco, de fiesta pues), familias completas donde normalmente hay más gente sola o parejas mayores sin los hijos, etc. La celebración continuó al terminar la misa afuera con la búsqueda de los huevos de pascua (el “egg roll”) por los niños, globos con la leyenda: “Jesus ha resucitado, aleluia!!” y café y galletas para todos...Una fiesta importante que hace que incluso el comercio cierre...y para que aquí el comercio cierre...
            Comentaba con Gaby la importancia de que haya símbolos especiales de esa fecha para que se resalte y no se asista a una misa más: el easter bunny, los huevos de pascua, los globos, etc. cosas simples pero que van haciendo que los niños tengan un sentimiento especial ante esa celebración y los grandes evoquen esos sentimientos y participen en la fiesta de manera especial.
            Una semana santa diferente, otros signos movieron sin duda mi interioridad, revitalizaron eso que a veces se vuelve rutina o incluso tedio o rebeldía...

domingo, 1 de mayo de 2016

X.-MI POBRE ANGELITO...



*Otro fragmento de mis memorias de la vida en Boston (1997-1998).

            Joseph Francis es un bebé de dos semanas de edad, nacido aquí en Boston donde su papá estudia la maestría en filosofía. El y su mamá, Lisa, dos jóvenes americanos-americanos, sanos de intenciones , inteligentes, críticos de su sociedad y de su tiempo, dos personas “normales”, un matrimonio feliz, una familia con esperanzas.
            “El pequeño Joe” está aquí, en la casa de la vidriera abierta al mar en Cape Cod, un paisaje fabuloso en un día frío y con niebla, está aquí en una reunión, quizá la primera de su vida, siendo el centro de atención de muchos, festejado y mimado por todos, sobre todo por las mujeres jóvenes que pensarán algún día estar en el lugar de Lisa y tener un bebé como este y por las no tan jóvenes, que algún día estuvieron ya en este lugar y lo recuerdan con ilusión.
            En medio de las fiestas y los quelindos, Lisa dice de pronto algo que hace reír a los que están alrededor pero debería hacer pensar a todos: “Sí, todo el mundo me dice hoy: Qué dulce angelito, pero dentro de dieciocho años voy a tener que ir a sacarlo de la estación de policía...”
            ¿Chiste? puede ser...pero un chiste que revela las muy reales expectativas de futuro de niños como Joe jr. ¿Cuál es el futuro que les espera en este país “desarrollado y “primermundista”? ¿Qué tanto pueden evitar dos jóvenes sanos y estudiosos y éticos como Joe y Lisa que el ambiente de descomposición que se percibe del high school para arriba llegue de verdad a envolver a su hijo y haga realidad este chiste?
            País en que lo hay todo y por eso no hay muchos desafíos para dar sentido a la vida de un joven. País de la competencia que aliena o frustra a muchos que no ven un lugar para ocupar entre las imágenes de oropel de la televisión y la triste realidad del homeless de Kenmore square. ¿Pobre angelito?

domingo, 17 de abril de 2016

II.-Memorias de otros subdesarrollos.


*Fragmento de mis textos de memorias de nuestra experiencia en Boston en el año académico 1997-1998.
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            No sé por qué o tal vez sí, tal vez porque empiezo a deslizarme menos torpemente en el inglés y en la cultura de esta ciudad como me lo demostré a mí mismo hoy que fui a BC a reportarme con Kerry y a ver lo de los cursos que tomaré y los cheques de la beca, etc.  pero hoy llegué muy tranquilo y muy cansado a la casa. Estoy escribiendo esto después de haber dormido como tres horas después de comer. Ahora todas duermen y yo no puedo conciliar el sueño en parte por esta macrosiesta y en parte porque estoy “very excited” con todo lo que se viene en el semestre. Creo, ahora sí lo empiezo a sentir desde dentro, que lo voy a disfrutar mucho y que le voy a sacar jugo en cuanto a aprendizaje teórico y vivencial, en cuanto a producción escrita y en cuanto a crecimiento como esposo, papá y persona en general.
            Pues uno se cree que viene aquí desde el subdesarrollo y se apantalla con todo lo que ve por acá: el servicio de transporte casi perfecto como ayer que se “rompió “ un tren y hubo todo un despliegue y nos transportaron gratis en autobús hasta una estación donde pudiésemos tomar otro tren también gratuito por la falla en su servicio. En México, comentábamos, nos hubieran dicho simplemente: el tren no sirve y arréglenselas como puedan, quizá “hasta con una disculpa”. O los grandes recursos de las universidades como todo el asunto de organización en cuestiones tecnológicas -un par de minutos para sacar un ID: basta con aparecer en el sistema de cómputo y la máquina hace la foto, la credencial, etc.-y la real vida académica que pueden y deben hacer los académicos sin necesidad de tener que administrar cosas prácticas porque para eso están los que quieren dedicarse a eso. Allí sí que discrepo con Rugarcía y la tendencia general en México: un buen número de profesores de a deveras, dedicados a pensar, a leer , a estudiar, a dar clases, a escribir y a dar seguimiento a los alumnos es indispensable si queremos llamar universidad a las universidades. El problema allá como en todo, han sido los vicios, los excesos, las corruptelas que hacen que de pronto académico equivalga a aviador porque no hay vocación, no hay dedicación y entrega suficientes, no hay formación sólida y tampoco hay un ingreso austero pero digno -en la mayoría de las universidades- que haga que el profesor pueda vivir de serlo sin necesidad de tener dos o tres tiempos completos que siempre son incompletos en cantidad y en actitudes de calidad.
            Pero bueno, uno se cree que viene del subdesarrollo vil y de pronto resulta que se encuentra con situaciones que parecerían increíbles. Hoy que llegué al Lonergan Center, Kerry me presentó con otro de los Fellows: el legendario misionero irlandés que está en Africa y que juega ajedrez desde hace años por correo con Paco Galán. Siempre creí un chiste más de Paco cuando contaba que le sugirió jugar por e-mail y que el sacerdote -cuyo nombre aparecerá después porque no me lo aprendí hoy- le contestó por carta : “aquí afuera están danzando para hacer llover y tú quieres que tenga correo electrónico...”
            Pasó la presentación y más tarde, andaba yo por la biblioteca cuando me encontré de nuevo a este personaje y al verme en las terminales tratando de entrar a internet me preguntó si en México teníamos computadoras, que si en mi universidad trabajábamos con ellas. Le contesté que sí como no creyendo la cosa y él me dijo que en Africa están muy atrasados, que él no sabía usar la computadora pero que iba a aprender en este año. Esto a pesar de que trabaja como académico allá.
            En fin, uno se cree que viene del subdesarrollo...

domingo, 13 de marzo de 2016

La fiebre de los “Beanie babies” y el límite moral del mercado “libre”.


           

*Otro fragmento de mis anécdotas de la vida en Boston (1997-1998).

            “¿Tendría usted hambre extra?”, me pregunta un señor de unos cuarentaytantos años en inglés, la pregunta me desconcierta, yo voy llegando con Gaby al Mac Donald´s del centro de Boston para comer un lunch ligero mientras llega la hora de la comida. Tenemos un ratito antes de tomar el metro para ir por las niñas a la escuela y esto es lo más rápido y barato. El lugar se encuentra hoy especialmente lleno hasta el tope, seguramente porque hoy sí coincidió nuestra hambre con el horario de lunch habitual para este país. “¿Perdón?” le contesto y él me dice extendiéndome una bolsa de papel de las que usan para meter aquí los pedidos para llevar: “es que yo compré estas comidas pero solamente quiero los beanie babies, ¿aceptaría usted comerse está comida?, yo sólo quiero los beanie babies”, repite como para que yo vea que no hay engaño y que la comida está limpia y recién envuelta, yo de inmediato le contesto que sí, tomo la bolsa y le digo a Gaby que solamente compre los refrescos porque ya nos salió la comida gratis...veo al interior de la bolsa y efectivamente, hay tres hamburguesas pequeñas, de esas que vienen en las “happy meals” de los niños con sus respectivos paquetitos de “french fries”. Llega Gaby con los refrescos y comentamos el curioso incidente, comemos las hamburguesas y las papitas y comentamos que, salvo que este hombre pidió las hamburguesas sin queso, pues qué buena onda que nos ahorramos el lunch.
            Hasta allí todo sería simplemente para decir: “qué suerte”, si no fuera por lo que esto significa no como un hecho aislado sino como un comportamiento que está llegando a enfermedad colectiva. En efecto, tan sólo tres días antes en Poughkiepsie, Rita Lewis y su hijo nos comentaban de esta fiebre por los famosos “Beanie babies” y de lo absurdo que esto les parecía dado que son simplemente unos animales de tela, de esos rellenos que ha habido desde hace muchos años con distintos nombres. La obsesión por estos “obsequios “ que hace Mac Donald´s tan “generosamente” junto con la comida para niños ha llegado al grado que nos comentaba Timothy, el hijo de Rita, que una señora presentó una protesta legal contra la empresa porque le puso un límite de “happy meals” que podía comprar de un jalón. Increíble pero cierto, esta persona llegaba a la tienda a comprar prácticamente toda la dotación de “beanie babies” que tuvieran en ese local en “happy meals” que seguramente -salvo que posea además el record Guiness de “comedora de hamburguesas y papas fritas”- tiraría a la basura conservando solamente los dichosos juguetitos.
            Nosotros ya habíamos llegado un par de veces a comer hamburguesas y al pedir el paquete para las niñas nos habían dicho que no había “beanie babies”, una vez nos los cambiaron por otro juguete y una galletita, otra vez de plano no hubo juguete, pero nunca pensamos que fuera debido a esta fiebre colectiva de coleccionistas.
            Pero aquí estaba yo, “beneficiario” azaroso de esta enfermedad del consumo irracional y ciego, constatando como, un esclavo de la publicidad indiscriminada de esta empresa multinacional, había llegado a comprar hamburguesas queriendo en realidad tener un juguete -lo cual sucede a veces con los niños que van a Mac Donald´s más por eso que porque les guste la comida rápida, pero dije bien EN LOS NIÑOS-. ¿Cuántas hamburguesas y papas venderán en esta promoción de esta forma, es decir, vendiendo solamente el juguete? ¿qué hubiera hecho el señor si no encuentra rápidamente quien aceptara la comida que ofrecía? ¿Cuánta comida -de Mac Donald´s, pero comida al fin- se tirará a la basura diariamente por los fanáticos de los beanie babies? ¿A cuántos hombres, mujeres y niños del planeta se podría aliviar un poco del hambre con esta comida tirada por el estúpido deseo de un juguete de trapo? ¿Qué tan grande puede ser la mercadotecnia que los que quieren beanie babies van a Mac Donald´s a comprar beanie babies en vez de comprarlos en una juguetería donde cuestan prácticamente lo mismo que una happy meal o menos? ¿Qué tan grandes serán los márgenes de ganancia -y cómo se obtendrán- de esta empresa que puede dar una hamburguesa, unas papas, un refresco y un juguete por este precio? Esta y otras muchas preguntas se me vinieron a la mente a raíz de esta experiencia. Pero sobre todo, la pregunta que me hice y que me hago es: ¿No habrá límites morales que puedan regular este mercado salvaje y absurdo supuestamente “libre”? ¿Hasta dónde llega mi libertad para comprar la comida que pueda con mi dinero y tirarla porque es mía, porque yo la compré, sin pensar en la gente que muere de hambre? ¿Hasta dónde puede llegar un sistema que propicia estos absurdos y genera estas desigualdades crecientes?

domingo, 6 de marzo de 2016

VI.-EL VALOR DEL INDIVIDUALISMO Y LA COMPETENCIA.




 *Fragmento de las memorias de mi vida en Boston en 2007-2008.

            Lo encontré en el manual de bienvenida para estudiantes extranjeros. Como aquí hay recetas y estudios estadísticos para todo tipo de casos, el ya citado manual traía una sección dedicada al shock cultural. Allí entre otras cosas -como las estadísticas y estudios de cuáles son los síntomas del shock cultural y qué hacer en caso de que lo esté uno empezando a padecer-, traía un listado de los VALORES de la sociedad norteamericana. Muchos valores reales como la tolerancia, el respeto, otros no tan valores sino más bien manifestaciones de estos valores como el vestir informalmente, el trato no protocolario entre profesores y alumnos, etc. y entre los valores mencionados me sorprendió-quizá es parte del shock cultural- encontrar el del INDIVIDUALISMO. En este rubro, se menciona que así como otras sociedades tienen como valores fundamentales la dimensión comunitaria y la cooperación, esta sociedad tiene como uno de sus pilares el individualismo y que como extranjeros habría que respetar y asumir este “valor”.
            Del individualismo a la competencia sólo hay un paso y esta dimensión se percibe en todos los niveles y en todas las áreas de la vida social. Algunos estudiantes mexicanos que llevan acá algunos años ven con naturalidad esta dimensión y otros incluso la alaban : “En México alguien que no trabaja tiene su lugar en la sociedad y es tolerado, aquí acaba de homeless o se da un tiro...” me dijo una estudiante mexicana de posgrado como alabando este supremo valor. Una pareja de salvadoreños nos contaba en el parque esta necesidad de tener dos trabajos cada uno y matarse todos los días para poder sobrevivir y mandar algo de dinero a la familia, una guatemalteca que atiende la cafetería de Boston College nos decía de la importancia de mantener ese trabajo para poder tener acceso a la beca de su hija que ya va a entrar a la universidad. En este sentido el valor, ese sí, de la democracia que tanto pregonan los norteamericanos realmente se empieza a sentir y a vivir en la sociedad, al menos entre los jóvenes y en los ámbitos universitarios y escolares de esta ciudad. El profundo respeto por los diferentes en raza, sexo, condición socioeconómica o capacidades y salud mental y física es evidente, y la convivencia natural entre alumnos muy ricos con alumnos que trabajan en BC como empleados de servicio o choferes del Shuttle es muy notable.
                       Pero volviendo a la competencia...Es muy impresionante percibir desde dentro esta cultura del “cada quien su vida...” o “ráscate con tus propias uñas...” que se nota a simple vista como un positivo respeto y libertad de vestir, calzar, usar o no arete donde sea, etc. sin que nadie te vea mal o te diga nada. Sin embargo este desinterés individualista y este nivel de competencia por acceder a una profesión, a un grado, a un empleo semeja realmente una carrera sin límites y , lo peor de todo, sin un sentido definido más allá del fantasma o el espejismo del EXITO INDIVIDUAL.



domingo, 28 de febrero de 2016

XLIII.-Needs y wants: ¿podrá la escuela contra el consumismo?



      *Fragmento de unos textos que dan cuenta de mi experiencia la primera vez que tuvimos la oportunidad de vivir en Boston, en el año académico 1997-1998.    

            Caminábamos por el campus de Cornell, Paulina y Mariana iban recogiendo piedras, hojas, todo lo que ellas consideraban podría ser valioso para su colección de “tesoros”. De pronto Pau empezó a decirme que una compañerita de ella si la viera le diría que esos no son tesoros porque no es dinero, porque ella dice que solamente el dinero es un tesoro. Por allí empezó a derivar la plática, Paulina me decía que para ella “una simple piedra” puede ser un tesoro, Mariana añadió que para ella sus papás y su hermana eran un tesoro.
            Platicamos sobre eso y yo trataba de explicarles que tenían razón, que nuestros tesoros dependen del valor que nuestro corazón les asigne y no tanto de lo que valgan en dinero, en eso Mariana nos dijo: “el otro día en la escuela hablamos de la diferencia entre needs y wants y sobre lo que son realmente needs y lo que solamente son wants pero que no son indispensables para vivir. Muchos dijeron acerca de needs como la comida, la ropa, uno dijo que el dinero pero Mrs. Harmmon le dijo que esa no era una need porque podrías sobrevivir sin dinero si tuvieras comida, casa y ropa,...yo les dije que una need es: `somebody who loves you´”.
            La conversación me dejó pensando...me encantó hasta conmoverme ver el enorme corazón de las dos y su gran capacidad de asombro y de disfrute de lo más sencillo, me pregunté cómo habíamos podido hacer para que ellas lo desarrollaran o si sería algo que no ha dependido de nosotros sino de otras circunstancias, me pregunté también como fomentar y reforzar más eso...
            Me quedó resonando ese: “para mí, una simple piedra puede ser un tesoro”. Me quedó muy hondamente grabado ese: “somebody who loves you” como una auténtica necesidad para Mariana mientras su compañero contestaba: “money” a la misma pregunta y defendía su posición porque para él el dinero sirve para comprar todo lo que se necesita.
            Pero además me dio mucho gusto que en una escuela de este país fundado en el consumo y el consumismo se esté trabajando esta dimensión de reflexión en los niños para hacerlos distinguir entre lo que se necesita y lo que es simplemente gusto o capricho. Me dio mucho gusto pensar que quizá las nuevas generaciones puedan ser más reflexivas y mesuradas ante este desenfrenado hábito de consumir que consume a esta sociedad, me alegró porque he visto cómo están además trabajando la dimensión afectiva de los niños y esta dimensión es importantísima para no caer inconsciente y mecánicamente en las redes de la publicidad y la cultura de la imagen.
            Sin embargo me quedé pensando también qué tanto puede hacer la escuela ante esto si la casa no trabaja estas dimensiones, si los niños viven en un mundo de anuncios, de ofertas grandiosas cada sábado, de compra, venta, cambio, desecho. ¿Cuánto podrá hacer la educación formal ante esto? Quizá sea un misterio, quizá sea muy poco, pero es muy esperanzador ver de qué maneras tan creativas y conscientes lo están intentando. Al menos a Mariana, le dejó una huella.

domingo, 14 de febrero de 2016

XLI.-Ivy league I: ¿Cuántos puntos en el ranking vale cada suicidio?




*Fragmento de un texto que recoge algunas memorias de mi estancia en Boston en el año académico de 1997-1998.

            Lo vimos Mario y yo sorprendidos al caminar por el MIT, el prestigiado instituto tecnológico donde han estudiado y dado clases eminencias mundiales y muchos premios Nobel: en un poste de alumbrado de la plaza central, justo al lado de una hermosa escultura monumental de Alexander Calder, una especie de altar u ofrenda de muertos como las que ponemos en México en Noviembre. Sobre el poste y en el piso se encontraban pegados un muñequito de peluche, unos cigarros Camel, hojas con reflexiones y una semblanza con la fotografía de este joven, excelente en computación y en música, integrado a la “cienciología” -unas de esas religiones nuevas y extrañas- y buen amigo, joven, veinte años o algo así. La descripción era escalofriante: contaba como, la noche era espléndida en Boston y este alumno entró al piso quince de la torre, vió por la ventana las estrellas y el río y decidió que su vida había de terminar, acto seguido se lanzó por la ventana y cayó justo en esta plaza donde ahora vemos este tributo en el que se refiere que este es el tercer suicidio en este año en el MIT -y estamos empezando abril-.
            Visitando Cornell otro día, preguntábamos a Mari insistentemente cuál era el puente que da a ese río con cascada dentro del campus que es famoso por ser el lugar del que se avientan los que se quieren suicidar. Cada año hay varios y existe en los servicios de salud de la universidad folletería an donde se previene este asunto y se dan terapias cada vez que esto sucede a los amigos cercanos del que se quitó la vida.
            ¿Es este el precio de la “excelencia académica”? ¿es esto realmente “excelencia”? ¿la supervivencia de los más fuertes? ¿cuánto vale en puntos para el ranking de las mejores universidades cada suicidio, cada vida que se pierde?
            Pruebas palpables de que algo anda mal en el sistema de educación superior norteamericano, de que hay supuestos y nociones torcidas en su manera de entender la calidad académica. Sin embargo este asunto no está a debate: la conclusión parece ser que la universidad está bien y que los que están mal son estos alumnos que no resisten la presión para llegar a ser triunfadores...la suposición implícita en estas terapias y programas de atención a los amigos de los suicidados es que el sistema no cambiará porque está correcto y lo que hay que atender es los efectos -seguramente los considerarán marginales y “secundarios” porque estadísticamente no son un alto porcentaje- de esta búsqueda por la excelencia.
            Muchos no llegan al suicidio. Simplemente se van antes de concluir y sintiéndose unos perdedores, simplemente se vuelven insensibles competidores y destrozan a los que están junto con tal de triunfar y destacar ellos porque en esto está cifrado el sentido de su vida, simplemente acatan las reglas del sistema y juegan este juego aún a costa de su vida personal y su salud emocional, simplemente alaban este sistema de ganadores y perdedores y saben, que aunque sientan dolor por las vidas perdidas, esa es parte del sistema, es el precio que algunos pagan para que los demás lleguen a ser exitosos: “maldito sistema educativo que produce profesionistas exitosos para sociedades desintegradas”. Qué sabio suena Gorostiaga en este contexto.

lunes, 8 de febrero de 2016

XIII.-TU PRESENCIA QUE TRAE LA NIEVE, COMO ETERNIDAD QUE CAE DEL CIELO.



*Como por casualidad, explorando mis archivos antiguos para actualizar este blog, me encuentro los textos de unas memorias que escribí con algunas experiencias significativas la primera vez que estuvimos en Boston por un año en estancia de investigación. Aquí comparto la entrada XIII, que recuerda a un gran amigo que acababa de morir cuando nos fuimos.



            Está nevando afuera, por la ventana puedo ver la imperceptible caída del blanco polvo de cielo. Está nevando la primera nevada de mi vida en Boston, la primera nevada de mi vida...y de pronto, escribiendo aquí detrás del doble cristal que me cubre del frío imaginario aún, ajeno a mi experiencia pero pronto presente, mientras escribo y miro por la ventana que empañan la nostalgia y la esperanza, recuerdo a Amaury, ¿te acuerdas?, lo recuerdo narrando una situación similar en algún lugar de la Europa del Este, la de la ahora mítica “cortina de hierro”, describiéndose a sí mismo, mirando caer la nieve por la ventana y escribiendo: “si yo pudiera llevarte a ocultas donde voy y regalarte toda la nieve de un día gris...si yo pudiera de dónde estoy, hacerte venir...”
            Nieve y recuerdos, nieve y este sentimiento que se cuela por la música en la mente, “si yo pudiera de donde estoy...hacerte venir...” y este deseo se cruza con el recuerdo marcado hasta el fondo de tu propio irresistible, pero al final vencido, deseo de vivir: “¡jálenme, no me dejen, llévenme con ustedes!”... y al escribir esto, algún resorte oculto hace que broten las lágrimas que aún no acaban de salir por este motivo. ¿Por qué volver a este dolor, por qué el retorno recurrente? No sé por qué regresas de la foto colgada enfrente de mi escritorio y vuelves y vuelves en imágenes que mi mente compone...No es el vulgar romanticismo de la idealización del amigo al que quise y quiero tanto que no me dí cuenta, que quizás tú nunca te diste cuenta o tal vez, hacia el final, cuando me mirabas con esa mirada que angustiaba por venir desde muy adentro y me decías: “no tienes que hablar, sólo estar conmigo, me encanta que estés aquí...”, no es el mito del amigo al que no me dí, no nos dimos tiempo suficiente para conocer y disfrutar de la vida...entre tanto “trabajo” y tanto “proyecto”, entre tantas “cosas importantes”.
            Quizá es sólo el recrear esta amistad, el querer a Luisa como Gaby y yo la queremos en esta distancia que ahora empieza a volverse blanca y helada. Quizá es que ayer te ví en el Shuttle de Boston College, al subir, cuando alguien leía una tragedia de Eurípides y al voltear luego la cara hacia el otro lado del autobús... estabas allí, sentado con tu mismo gesto, con la mirada absorta en un libro que nunca, a pesar de la curiosidad, pude ver qué contenía. Te veías bien con la barba de candado y el “nuevo look “ del cabello con patillas a la moda y la raya de lado. Estabas contento y tranquilo y sin mirarme nunca en todo el trayecto, como que me dijiste: “sigo aquí, aquí vengo yo también contigo, a “devolverte las visitas a Jalapa”, a consolarte de mi ausencia y de la ausencia que ahora empiezas a vivir por unos meses. Quizá es porque anoche, al hablar de esto en la cena, Maru, Gaby y yo, volvimos a convocarte y a decirte: “síguenos jalando en la vida, ayúdanos a que aquello en que creemos y tú seguramente sigues creyendo, sea poco a poco más real,  tenga más presencia en nuestro pequeño mundo, en el horizonte en el que podemos incidir aunque sea con milímetros de consciencia humana...”
            Quizá sea solamente por eso, o porque afuera cae la primera de muchas nevadas en estos meses por venir, y porque en mi propio porvenir vas a ocupar siempre un lugar, una especie de “coordinación de asesores” para decirlo al estilo “yuppie”, una especie de sabiduría y eternidad que harán falta siempre cuando lo urgente de cada día me vaya absorviendo y se nuble de nueva cuenta mi capacidad de contemplación de los amores y del Amor de Aquél que te debe tener entre sus consentidos, allá donde no sabemos, ni tenemos idea,  pero seguramente algún día nos volveremos a ver cara a cara, con tu rostro y tu voz de siempre, para decirnos lo que no alcanzamos a decirnos por acá en las reuniones del plan, o en aquélla histórica por única “comida de trabajo”, o en Guadalajara en el interuias, o cenando dos días antes en tu casa de “Los sapos”.
            Quizá porque tu presencia simbólica de ayer vino a traernos la nieve, como eternidad que cae del cielo silenciosamente...Quizá porque al caer la nieve, empecé a cantar por dentro: “si yo pudiera de donde estoy...hacerte venir...”
14-11-97

lunes, 9 de marzo de 2015

LA FUERZA INVENCIBLE DE LO PEQUEÑO




“El aleteo de una mariposa en mi jardín puede
producir una tempestad en el Pentágono. Es decir, todo
es interdependiente. A veces, el eslabón aparentemente
más insignificante es el responsable de la irrupción de
lo nuevo.”
Leonardo Boff.

            La fuerza de la terrible realidad de la guerra, de la invasión y destrucción del débil por el poderoso, presente en toda la historia de la humanidad, puede ser desmoralizante y llevarnos a la desesperanza, a la desmovilización, a la impotencia ante unos hechos de los que nacen  preguntas como: ¿Qué puede hacer una serie de movilizaciones de la sociedad civil protestando contra la guerra y otras formas de violencia? ¿Hasta dónde es inútil manifestarse ante un poder avasallante, totalmente ciego y sordo ante los reclamos de las mayorías que protestan?
            Es difícil sin duda, tratar de responder estas preguntas ante el terror de las bombas, de las muertes o mutilaciones de personas inocentes cuyos rostros conocemos todos los días a través de la prensa o la televisión. Sin embargo, a pesar de todas estas evidencias en contra, es preciso continuar en la búsqueda de una transformación de la cultura de la muerte y la imposición a la cultura de la vida y de la participación, del mundo de la injusticia y el poder al mundo de la equidad y la fraternidad.
            Para ello, resulta iluminadora la reflexión de Leonardo Boff, acerca de las dos condiciones para hacer posible la paz: por un lado, la aceptación de la polaridad amor-odio, opresión-liberación, caos-cosmos, que constituye la condición humana; por otra parte, la lucha comprometida por fortalecer el lado luminoso de esta contradicción haciendo que se limite e integre el polo tenebroso.
            Este es el camino que, dice el mismo Boff,  parece haber sido abierto por la sociedad civil mundial que se ha unido en la protesta sim-bólica (lo que une), que denuncia el proceso dia-bólico (lo que desune) de las diversas formas de violencia y exclusión que caracterizan esta era de hierro planetaria (Morin). La conciencia humana que se empieza a manifestar en este mundo de las redes sociales a favor de lo luminoso de la humanidad y se avergüenza con lo tenebroso del odio y la muerte que adquiere formas cada vez más sofisticadas que nos muestran la irracionalidad y la irresponsabilidad de un sector poderoso de la humanidad guiado fundamentalmente por la ambición y los intereses de grupo.
            Es el camino de la solidaridad activa planetaria que, aún incipiente empieza a expresarse, como un símbolo más, como un esfuerz que persigue aportar elementos para organizar la esperanza y darle cauces a la búsqueda de un mundo más humano y más justo. Un camino humilde pero confiado en este “efecto mariposa” que constata la profunda e indisoluble interconexión de todos los procesos del universo y de la historia humana y que cree en que “a veces, el eslabón aparentemente más insignificante es el responsable de la irrupción de lo nuevo”.  Sumemos pues, el sencillo pero significativo y profundo eslabón de nuestro esfuerzo y testimonio cotidiano, a la cadena de pequeños eslabones que pueden ir haciendo que surja este nuevo mundo posible en el que venga, de lo pequeño, la fuerza secreta de la paz.
           










miércoles, 31 de diciembre de 2014

Mañana será otro día…pero será otro año.


Reflexión de fin-inicio de año 2014-2015.

“Estás aquí, futuro
hay que ampararte
los emboscados en la amanecida
quieren acribillarte desde el miedo
dejarte sin enigmas…”
Mario Benedetti. Mañana.

“Te llaman porvenir
porque no vienes nunca.
Te llaman: porvenir,
y esperan que tú llegues
como un animal manso
a comer en su mano.
Pero tú permaneces
más allá de las horas,
agazapado no se sabe dónde.
... Mañana!
Y mañana será otro día tranquilo
un día como hoy, jueves o martes,
cualquier cosa y no eso
que esperamos aún, todavía, siempre.”
Angel González. Porvenir.

            En cierta forma hoy pasa mucho y a la vez no pasa nada. Como dice Ángel González, el porvenir está siempre por venir y por lo mismo no llega nunca…o no acaba de llegar nunca. En ese sentido hoy no pasa gran cosa: cenamos, nos abrazamos, nos deseamos cosas buenas pero en el fondo es un miércoles como cualquier otro y mañana será un día como hoy, un jueves más en la larga sucesión de días que forman nuestra vida, en la larga sucesión de vidas que forman la historia.
            Cuando uno empieza a recordar la vida por décadas, los años se van volviendo cada vez más cortos y pasan cada vez más rápido, con velocidad de vértigo, de un vértigo que sin embargo no se siente como un salto en paracaídas sino como el lento y duro ascenso a una montaña a la que se le ve cada vez más cerca la cima, aunque con cada paso parezca alejarse también un paso o al menos uno intente alejarla para tratar de prolongar la travesía lo más posible.
            Pero al mismo tiempo los humanos vivimos en un mundo de significados y parte de nuestros significados tienen que ver con el espacio y con el tiempo, con dividir el infinito en lugares y escenarios, con medir la eternidad en segundos, minutos, días y años.
            En este otro sentido, en el mundo de nuestros significados que aportan sentido a nuestro caminar en el mundo, hoy pasa mucho, porque pasa todo un año.
            Dejamos atrás propósitos de cambio que hace apenas trescientos sesenta y cinco días eran nuevos y estaban frescos y fuertes en nuestro entusiasmo y que hoy son viejos y se han desgastado hasta volverse solamente recuerdo. Dejamos en la memoria momentos felices, logros, avances, encuentros y crecimiento del mismo modo que quedan en el pasado horas de tristeza, fracasos, frustraciones, retrocesos, desencuentros, baches existenciales y pérdidas, pérdidas que aunque suene a cliché son siempre irreparables porque aunque el porvenir no llega, el pasado tampoco puede volver ni nosotros somos capaces de desandar lo andado o traer de regreso a los que partieron.
            Con los pies puestos siempre en el hoy, nos situamos sin embargo –ojalá nos situemos- con esperanza frente al futuro que viene lento, pero viene y que como dice Benedetti es en parte producto de nosotros y en parte producto del azar.
            Estamos en un momento especialmente difícil, a veces incomprensible en el que la terca realidad que se regenera en el ciclo aparentemente indestructible de ambición-corrupción-violencia-impunidad parecen situar a los seres humanos de buena voluntad en la indefensión y la impotencia.
            Terminamos un año en el que –ojalá- esta realidad de decadencia personal, estructural, cultural parece haber tocado fondo. Terminamos un ciclo en el que la sociedad parece haber dicho ahora sí en serio: ¡Ya basta! Basta de violencia, basta de corrupción, basta de impunidad, basta de orientar la vida personal, familiar y colectiva desde la ínfima y miserable ambición de dinero, fama y poder.
            Ojalá iniciemos el siguiente año con la firme convicción de que tenemos que convertir este hartazgo en acción solidaria, inteligente y organizada hacia la construcción conjunta de un país más justo, pacífico, democrático y comprometido con la visión de un futuro en el que todos podamos vivir una vida realmente humana.
            Este es mi deseo de año nuevo para todos mis amigos y para todos los mexicanos que unidos en el hartazgo de la cultura de la muerte que nos invade tengamos la firme convicción de amparar al futuro contra los emboscados que quieren acribillarlo desde el miedo y dejarlo sin enigmas.
            El 2015 nos llama. Ojalá seamos capaces de responder con generosidad y altura de miras.
            Muchas felicidades para todos.

           


Dos breves balances.



Balance de las vacaciones en la ciudad de México (CDMX).
1.- Odio a la cdmx, me estresa demasiado, no puedo controlarlo.
2.- Estuve súper feliz en la graduación de Pau. Muy orgulloso de ella y contento a pesar del ambiente de mirreyes del que estuvimos rodeados (sobrino de Salinas incluído).
3.-Piso 14 de hotel: imposible descansar sin temores inconscientes por mis paranoias anti cdmx.
4.-Tuve momentos de felicidad profunda, de esos que no se cambian por nada: estar los cinco desayunando, comiendo, riendo por cualquier cosa en el cuarto del hotel.
5.-Tiempo de calidad con la familia, incluyendo dos mañanas de relax en la alberca con Daniela.
6.-Encuentro con amigos verdaderos...un rato muy agradable.
7.-Lectura intensa y deliciosa: la ridícula idea de no volver a verte. Lo leí completo y lo disfruté mucho,
8.-24 de diciembre lloviendo, manejar de regreso en el embotellamiento, con obras y accidente en la autopista incluido...tres horas y media de estrés al volante. Confirmado: odio a la cdmx.
9.-Los cinco de regreso en casa, juntos y contentos. Lo más valioso está aquí y ahora.


Balance de nochebuena:
1.-Por historia personal, siempre he sido bastante grinch. Desde que me casé y sobre todo desde que tengo hijas, hago acopio de espíritu navideño con bastante esfuerzo: diseño y posteo tarjetas de felicitación, soporto los villancicos, me dejo felicitar y felicito, hago como que me gusta el menú de comida que se repite hasta el hartazgo...
2.-Odio la lluvia.
3.-En toda mi vida no recuerdo una navidad con aguacero como el de hoy.
4.-Cada nochebuena, antes del festejo ampliado tenemos nuestra reunión familiar íntima, espiritual, gozosa, dando sentido en comunidad a lo que celebramos, es lo mejor de toda la temporada.
5.- Odio la lluvia y más en nochebuena, agota el débil espíritu navideño que me esfuerzo en reunir durante todo el año.
6.-Tengo una mamá que desde que llega a cualquier reunión, incluyendo la de nochebuena, ya tiene ganas de irse. Es algo que heredó de la abuela pero que no deja de incomodarme por más esfuerzos que hago.
7.- Tengo una esposa con un espíritu navideño a prueba de embates de mi grinch interior. Ella ha sabido inculcarlo en nuestras hijas y entre las cuatro me sirven de antídoto contra todas mis resistencias y traumas de la infancia.
8.-Odio la lluvia. Este año me hizo todo más difícil

Tres imágenes para el día del maestro.

*De mi columna Educación personalizante. Lado B. Mayo de 2012. 1.-Preparar el futuro, “Qué lindo era el futuro...