*Fragmento de mis textos de memorias de nuestra experiencia en Boston en el año académico 1997-1998.
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No sé por qué o tal vez sí, tal vez
porque empiezo a deslizarme menos torpemente en el inglés y en la cultura de esta ciudad como me lo
demostré a mí mismo hoy que fui a BC a reportarme con Kerry y a ver lo de los
cursos que tomaré y los cheques de la beca, etc. pero hoy llegué muy tranquilo y muy cansado a
la casa. Estoy escribiendo esto después de haber dormido como tres horas
después de comer. Ahora todas duermen y yo no puedo conciliar el sueño en parte
por esta macrosiesta y en parte porque estoy “very excited” con todo lo que se
viene en el semestre. Creo, ahora sí lo empiezo a sentir desde dentro, que lo
voy a disfrutar mucho y que le voy a sacar jugo en cuanto a aprendizaje teórico
y vivencial, en cuanto a producción escrita y en cuanto a crecimiento como
esposo, papá y persona en general.
Pues uno se cree que viene aquí
desde el subdesarrollo y se apantalla con todo lo que ve por acá: el servicio
de transporte casi perfecto como ayer que se “rompió “ un tren y hubo todo un
despliegue y nos transportaron gratis en autobús hasta una estación donde
pudiésemos tomar otro tren también gratuito por la falla en su servicio. En
México, comentábamos, nos hubieran dicho simplemente: el tren no sirve y arréglenselas
como puedan, quizá “hasta con una disculpa”. O los grandes recursos de las
universidades como todo el asunto de organización en cuestiones tecnológicas
-un par de minutos para sacar un ID: basta con aparecer en el sistema de
cómputo y la máquina hace la foto, la credencial, etc.-y la real vida académica
que pueden y deben hacer los académicos sin necesidad de tener que administrar
cosas prácticas porque para eso están los que quieren dedicarse a eso. Allí sí
que discrepo con Rugarcía y la tendencia general en México: un buen número de
profesores de a deveras, dedicados a pensar, a leer , a estudiar, a dar clases,
a escribir y a dar seguimiento a los alumnos es indispensable si queremos
llamar universidad a las universidades. El problema allá como en todo, han sido
los vicios, los excesos, las corruptelas que hacen que de pronto académico
equivalga a aviador porque no hay vocación, no hay dedicación y entrega
suficientes, no hay formación sólida y tampoco hay un ingreso austero pero
digno -en la mayoría de las universidades- que haga que el profesor pueda vivir
de serlo sin necesidad de tener dos o tres tiempos completos que siempre son
incompletos en cantidad y en actitudes de calidad.
Pero bueno, uno se cree que viene
del subdesarrollo vil y de pronto resulta que se encuentra con situaciones que
parecerían increíbles. Hoy que llegué al Lonergan Center, Kerry me presentó con
otro de los Fellows: el legendario misionero irlandés que está en Africa y que
juega ajedrez desde hace años por correo con Paco Galán. Siempre creí un chiste
más de Paco cuando contaba que le sugirió jugar por e-mail y que el sacerdote
-cuyo nombre aparecerá después porque no me lo aprendí hoy- le contestó por
carta : “aquí afuera están danzando para hacer llover y tú quieres que tenga
correo electrónico...”
Pasó la presentación y más tarde,
andaba yo por la biblioteca cuando me encontré de nuevo a este personaje y al
verme en las terminales tratando de entrar a internet me preguntó si en México
teníamos computadoras, que si en mi universidad trabajábamos con ellas. Le
contesté que sí como no creyendo la cosa y él me dijo que en Africa están muy
atrasados, que él no sabía usar la computadora pero que iba a aprender en este
año. Esto a pesar de que trabaja como académico allá.
En fin, uno se cree que viene del
subdesarrollo...
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