sábado, 8 de agosto de 2009

Dios es el mismo, nosotros…también.

-“Hola, buenas noches. ¿Podemos hacer oración con ustedes?”
El saludo suena amable y la petición suena extraña, pero en el contexto de una sala de espera en el área de terapia intensiva de un hospital, con varias familias preocupadas por la situación de salud de un esposo o esposa, hija, padre o madre, la oferta no puede rechazarse.
Quienes están parados frente a nosotros –yo, que tengo a mi hija recién operada de un tumor cerebral y con un cuadro postoperatorio muy complicado, mi hermano Pablo, mi primo Salvador que nos visita- son dos personas de alrededor de cincuenta años. Ella, una mujer muy arreglada que sigue siendo atractiva para su edad, él, un hombre de traje y corbata, bien afeitado y peinado, dos personas muy amables y empáticas a pesar de ser la primera vez que nos ven.
-Sí, ¿Por qué no? Contestamos los tres casi a coro. Siéntense.
El hombre del traje obscuro abre una biblia encuadernada con forro de piel, de esas que tienen un cierre para que sus hojas no se maltraten. Inicia leyendo un salmo en el que se exalta la bondad infinita de Dios y cómo los humanos debemos sentirnos siempre confiados cuando oramos en que seremos escuchados. Al finalizar la lectura, cerramos los ojos y él hace una oración de petición por Mariana, para que se vaya restableciendo de su operación (previamente había preguntado por el nombre de nuestra hija y la razón de su estancia en el hospital). No hay más. Termina la oración y se despide. Me dice que su esposa se llama Mariana también y que tendrá muy presente a mi hija en sus oraciones de los próximos días.
El y la mujer que se llama Gail, se despiden muy amables. Ella con un tono muy maternal y cariñoso, rayando incluso en lo cursi, nos dice que confiemos en Dios plenamente y que su versículo favorito de la Biblia es Romanos, 8, 18: “Si Dios es conmigo, quién contra mí”.
Este mismo versículo nos lo repetirá varias veces en otros encuentros. Ella dijo ser hermana de Rubén, el esposo de Jeanette, quien está en el cuarto de junto a Mariana en terapia intensiva. Cuando le preguntamos que cómo está su hermano, nos dice: “No es mi hermano en realidad, es mi hermano en Cristo, porque somos cristianos”, lo dije para que me dejaran pasar a verlo. La segunda tarde en que la vimos nos presentó a su esposo y estuvimos comentando cosas sobre la salud de Rubén y de Mariana y sobre cómo la fe en Dios nos puede dar fortaleza en momentos tan duros como los que vivimos. Ella nos reiteró que Mariana iba a ponerse bien y que seguirían orando por ella. Al saber que éramos católicos, nos comentó al igual que su esposo: “finalmente, es el mismo Dios”. Tanto ella como Jeanette, la esposa de Rubén, siguieron preguntando constantemente por Mariana, Jeanette y Rubén incluso nos fueron a visitar cuando él ya había sido dado de alta y Mariana seguía en terapia intensiva.

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Es domingo y son cuarto para las once. La pequeña capilla del hospital empieza a llenarse. Gaby llega temprano al salir de la visita de las diez. Apunta a Mariana entre los enfermos por los que hay que pedir en la misa dominical. En la lista se van escribiendo los nombres de otras personas, entre ellas el de la señora Yolanda, una mujer de unos sesenta y dos años que ingresó hace un par de días por un problema pulmonar, complicado con un trastorno cardíaco. Al llegar la persona que ayuda al sacerdote, tacha de la lista a esta señora. --Gaby, extrañada le pregunta: “ ¿Por qué quita de la lista a esta persona?”
- “Es que ella es judía”.
- “¿Y por ser judía no podemos pedir a Dios por ella?”.
Sin responder, tacha a la señora Yolanda y en la misa no se le menciona.

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Luces y sombras de lo humano que salen a flote en estas situaciones de crisis: por un lado, la solidaridad y el deseo auténtico del bien del prójimo, no importando si es de la misma religión o no. Por otra parte, la exclusión y la intolerancia religiosa que cierran las puertas de la verdadera com-pasión que humaniza por sinrazones ideológicas que pretenden que Dios se puede atrapar entre los muros de un credo o un culto específico, meras expresiones culturales e históricas de la más honda experiencia humana: eso que se llama la fe y que no es otra cosa que la apertura al misterio que nos trasciende por completo o en palabras de la madre Aurora, una profesora-amiga de la ibero León: “La convicción profunda de que Dios nos ama”. Como decían Gail y su marido: “es el mismo Dios” o Dios es el mismo” para todos, pero como podemos comprobar en nuestras cegueras dogmáticas: “los seres humanos somos también los mismos”, los que no han aprendido nada, a pesar de los siglos, de las guerras santas, de los suicidios colectivos de algunas sectas, de la inquisición y las cruzadas, de la Yihad y “la congregación para la doctrina de la fe”.

Cambiar el mundo

II

La revolución quiere cambiar al mundo
Pero no ha podido…
La Educación puede cambiar el mundo
Pero no ha querido…

Mariana y las montañas


Un grano de mostaza es tan pequeño que puede fácilmente pasar desapercibido. Sin embargo, Jesús dijo que si tuviéramos la fe del tamaño de un grano de esos, podríamos hacer que un árbol saliera de la tierra y fuera a plantarse en el mar…moveríamos montañas si nuestra fe fuera del tamaño ínfimo de un granito de esos…
Tan sencilla y tan complicada es la cuestión de la fe. La misma palabra es tan pequeña que solamente tiene dos letras y sin embargo, es tan difícil tenerla…tan tremendamente escasa que hoy vemos cómo el mundo se nos cae a pedazos por falta de fe, por no creer en el potencial que lo humano y los humanos tienen para humanizar la tierra, por pensar que lo que sucede es la norma, que en efecto el hombre es el lobo del hombre, como si lo descriptivo fuese lo prescriptivo…
En los momentos críticos de la vida, es cuando más notamos qué tan pequeña es nuestra fe, qué tan lejos estamos de tener ese granito de mostaza que podría transformar la vida y cambiarnos nuestra vida.
En este tiempo en que Mariana, mi hija mayor, ha estado en el proceso postoperatorio del tumor que le extirparon del cerebro, he descubierto cómo eso que ella en alguna ocasión escribía acerca de mí diciendo que admiraba la gran fe que tengo, era simplemente una ilusión de hija que ama a su papá.
En efecto, en estos días de espanto, incertidumbre, espera, miedo, solidaridad, necesidad, impotencia, indigencia, he experimentado varias veces esta sensación de ser un indigente en cuestiones de fe. Me he derrumbado, he llorado, cuestionado –no el por qué a nosotros o por qué a Mariana sino el ¿Qué quiere decir Dios con esto? ¿Cómo entender su voluntad? Y sí, sin duda, el ¿por qué no a mí en vez de a ella si yo soy el egoísta, el sobreprotegido, el temeroso?- y sentido rabia pero sobre todo temor, mucho temor a perder a mi hija.
No, mi fe no es grande, no es mediana, no es pequeña, es microscópica, es infinitamente más pequeña que un simple grano de mostaza. Se derrumba fácilmente, se deja invadir por pasiones desordenadas, por la duda y el pensamiento negativo que vienen del “mal espíritu”, del “diabolus” –el que separa-, el que nos desalinea de la sintonía con la voluntad de Dios.
Sin embargo desde el diagnóstico que cayó como golpe seco en nuestra conciencia personal y familiar, Mariana ha mostrado una fe digna de admiración. Fue ella quien informó personal y tranquilamente a sus abuelos del tumor que tenía y les infundió calma para poder aceptar esta terrible realidad. Fue ella quien nos dijo que no nos preocupáramos, que ella no quería mirarnos “como nosotros la mirábamos a ella”, fue Mariana misma la que avisó a sus amigas que lloraban, mientras ella las consolaba, fue ella la que puso el ejemplo de cómo afrontar esta situación.
Después de la operación fue también ella, ha sido ella la que nos ha dado el ejemplo de lo que significan estas dos letras: efe, e, FE, con mayúsculas, con letras doradas, con “muchos huevotes” como le dijo Chío, con la efe de fuerza que ha sido paciencia, obediencia a los médicos, resistencia, tenacidad, ganas de vivir, tolerancia al dolor y a la incomodidad, recuperación de cada golpe pequeño o grande en el camino. Con la E de esperanza que ha sido constancia, decisión, valentía, salto al vacío con plena confianza…
De manera que fe, lo que se dice fe, la de Mariana. No hay otra explicación para esa mirada luminosa, para esa sonrisa que nace del alma, para esa paz interior que se refleja como luz en toda ella desde que regresó de esta crisis en la que tocó fondo.
Mariana es la que ha movido montañas, desde el momento en que se dio cuenta de que “Dios vino a verla”, es decir, desde que cayó en la cuenta de que siempre ha estado allí, tomándola de la mano y llevándola hacia la recuperación plena, por el camino del retorno a la vida que aunque tenga tropiezos, no tiene regreso.
Muchos granos de mostaza se necesitan para medir el tamaño de la fe de Mariana. Muchos árboles podrían ser arrancados de su sitio y plantados en el mar si ella se los pidiera. Pero su petición es tan sencilla como poder regresar a casa, hacer muchos brownies de agradecimiento a todos los ángeles que la acompañaron en este tránsito, traerle la receta del pay de plátano a la doctora de terapia intensiva, retornar a su carrera de diseño gráfico y poder aportar muchas cosas bellas y buenas para el mundo, ser una “mejor” mujer, poder hacer “maratones” viendo Friends, Gilmore girls o la final de “So you think you can dance”, ver a sus amigas, querer y cuidar a sushi, soñar con tener muchos perros y un tigre en su casa cuando tenga su propia familia…
Con una fe de este tamaño, seguramente Dios escuchará a Mariana y le dirá que no tema, que el camino sigue, que como dijo José Pablo, “la vida la está invitando a tomar un café”.

Presencia de Dios.


“…Yavé es quien da muerte y vida
quien hace bajar al lugar de los muertos
y volver a la vida…”
(I Sam. 2, 6)

Al momento de escribir estas líneas Mariana, mi hija mayor –desde hace diez días nuevamente mi bebé de siempre y por siempre- continúa dando la batalla de su vida en el área de terapia intensiva del hospital. No sé pues, en qué terminará esta terrible pesadilla, la peor de toda mi vida –incluyendo la muerte de Ray, mi hermano pequeño siendo yo un niño- que ha sido la detección de un tumor cerebral a partir de una “simple” visita al oftalmólogo el lunes de la semana pasada.
El diagnóstico fue demoledor para ella y para toda la familia. Sin embargo, Mariana tardó algo así como una hora y media en asimilar la noticia y con toda valentía comentarme en el coche, camino a casa de sus abuelos Ray y Coca para darles la noticia: “¿Sabes? En el consultorio del doctor me acaba de caer el veinte. Dios me pone esta prueba porque yo siempre que vamos a misa le pido que me permita demostrar que soy fuerte, tan fuerte como Pau que se atreve a muchas cosas, incluyendo a irse estudiar la universidad a la ciudad de México. Todo saldrá bien. Sé que voy a poder mostrar esta fuerza”.
De ahí en adelante, ella fue la que notificó y trató de tranquilizar a toda la familia y a sus amigas. Todavía el día que veníamos al DF a ver a un neurocirujano que nos recomendaron y que es el que finalmente la operó, pasó a la universidad a darle la noticia a su coordinadora y a pedirle asesoría sobre qué materias podría inscribir –aunque sea dos, para no quedarse totalmente inactiva- en el período de otoño.
Llegamos al hospital y esta fuerza siguió presente, quizá con una pausa en que con ojos llorosos me miró antes de que la camilla saliera hacia el quirófano. La operación fue muy complicada, el tumor estaba muy “vascularizado” y sangró mucho, tanto que tuvieron prácticamente que ponerle más sangre de la que tiene en total su espigada figura de cuarenta y tantos kilos.
Quizá por eso o por cosas que nunca sabremos, el proceso en terapia intensiva ha sido desgastante y tremendamente difícil. Al día siguiente de la operación nos llamaron al consultorio del doctor que nos dijo que “le preocupaba mucho” que Mariana no estuviera reaccionando como se esperaba, que sin sedantes no despertaba y que iban a tratar de hacerla reaccionar poniendo un catéter en el lóbulo cerebral para drenar exceso de líquido y sangre que había en los lóbulos y en el lugar que ocupó el tumor extirpado, por fortuna benigno.
De ese susto pasamos a una reacción maravillosa a los veinte minutos de que le hicieron ese procedimiento. De allí a la angustia que precede a cada visita –tres solamente por día y muy breves- en terapia intensiva y a días mejores y peores, días de tranquilidad y otros de desesperación evidente en ella; y luego a un intento de retirar el respirador que duró unas cuántas horas porque ella se cansó de respirar sola y más visitas con temor a cómo encontrarla y luego un segundo intento de extubarla que duró un par de días, pero que culminó en una salida del doctor del área de terapia intensiva para avisarnos que había tenido un espasmo y tuvieron que volver a intubarla.
“Montaña rusa emocional” dicen varios de los que nos visitan, esos ángeles que Gaby ha descrito en un texto hermoso que nació en una noche como esta de encierro en el cuarto contiguo a terapia intensiva, esperando que las horas pasen para volver a otro día de incertidumbre y batalla dentro –de Mariana- y fuera –de la familia y amigos-. Eso ha sido nuestro “viacrucis” en esta semana y piquito que parece un siglo…
El jueves de la semana que siguió a la operación, es decir ocho días exactos después de la intervención quirúrgica, el médico que coordina el proceso –el que la operó está en un congreso largo como la angustia de los que nos quedamos- nos informó que iban a hacer el intento de cerrar la válvula del catéter para ver si reaccionaba bien en veinticuatro horas. Si ocurría así, se tomaría una tomografía de control y si no había acumulación de líquido, se retiraría este drenaje del cerebro al exterior. Todos los signos eran favorables: no había ya hidrocefalia, la sangre que quedaba en el cerebro era muy poca y se reabsorbería sola por el organismo, ella estaba neurológicamente avanzando, etc. El día pasó bien. El médico nos alcanzó en el comedor del hospital para decirnos, a eso de las seis de la tarde, que acababa de verla y que todo iba bien, que no tenía dolor de cabeza ni síntomas de que hubiese algún problema con el cerebro. Si todo seguía así, se le retiraría el catéter después de la tomografía de la mañana siguiente.
Para la visita de las ocho algo empezó a inquietarme al igual que a la esposa del “vecino” de Mariana en terapia intensiva. Por alguna razón desconocida, no llamaban a nadie para entrar a ver a sus familiares enfermos. “Es habitual que nos pasen tarde, no pasa nada” dijo Gaby. “Pero siempre van llamando a los familiares de algún paciente y luego a los demás y en esta ocasión no ha pasado nadie”, contestó Jeanette, la esposa de ese vecino.
Hacia las nueve de la noche salió apresuradamente el neurocirujano a cargo de Mariana y desde la puerta del pasillo que comunica a quirófanos y terapia intensiva nos hizo señas a Gaby y a mí de que pasáramos. Algo estaba mal. Mi corazón saltó como salta ahora que lo describo. Lo peor que pensé es: “No funcionó lo del catéter y nos va a decir que ya tuvieron que abrir la válvula”. Sin embargo, algo mucho peor salió de sus labios: “El corazón de Mariana entró en paro, tuvimos un susto tremendo, ya logramos revivirla y se está estabilizando, pero abrimos la válvula de inmediato porque la hipótesis más viable es que el organismo no aguantó el cierre y al subir la presión cerebral el corazón reaccionó deteniéndose”. Hubo otras dos hipótesis que no recordamos y que no importan ante la gravedad del caso. Nos dijo que ya venía en camino un médico muy bueno que trabaja siempre con el equipo del Dr. Klériga –el que la operó- y que él la valoraría. En cuanto supiera más, nos llamaba para hablar con ese otro médico.
Regresamos pálidos y temblorosos a la sala donde estábamos sentados con Pau, Jorge –su novio- y mi hermano Pablo. Gaby les dijo lo que escuchamos y rompió en llanto, Pau y yo lo hicimos un minuto después. Jorge y Pablo también muy preocupados nos veían en silencio compasivo y solidario. Nos derrumbamos. ¿Qué estaba pasando? ¿Por dónde iba la voluntad de Dios? ¿Por qué esta reacción del corazón de Mariana? Mil preguntas vinieron a nuestra mente y mil sentimientos encontrados explotaron en nuestro corazón.
Algo así como media hora después o quizá más, salió el cirujano con el Dr. Zambito –el que está a cargo de Mariana hasta hoy que escribo- y nos explicó que ya estaba controlado todo, que le había tenido que poner a Mariana un “tubito” en el pulmón izquierdo que se había colapsado por las violentas “maniobras de resucitación” que se tuvieron que hacer para regresar a trabajar el corazón de Mariana. Todo estaba ya en orden, los signos vitales bien, durante los veintitrés minutos que duró la resucitación Mariana estuvo bien oxigenada –la ventaja de que tuviera el respirador- y parecía no haber daño neurológico, lo del pulmón era secundario y se iría recuperando sin dejar secuelas, el corazón es “el corazón sano de una niña joven de diecinueve años”, no hay daño en el corazón, el corazón solamente reaccionó ante un desequilibrio fuerte del organismo…
No recuerdo si fue antes o después…Pau, Gaby y yo sentados en la parte de arriba de la capilla del hospital, llorando desconsolados, abrazándonos fuerte, muy fuerte, diciendo que no podía ser, que cuál era la voluntad de Dios, que por qué si el doctor decía que el personal de terapia intensiva había estado platicando con Mariana una hora antes, su corazón reaccionó así, que si no sería ya demasiado esfuerzo para Mariana que es muy delgadita y frágil, que no la subestimen –decía Pau- porque ella tiene la fuerza para salir, etc. Etc.
En medio del llanto incontrolable, Gaby nos dijo: “¿No será lo que decía ayer papi? ¿Qué tenemos que dejar de decir “hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” solamente de dientes para afuera? ¿Qué debemos aceptar que Mariana y nuestras otras dos hijas son prestadas y él es el que decide cuándo y cómo quiere llevarlas de aquí? Traté de completar entre sollozos esta reflexión. “Sí, dejemos de luchar contra la corriente…abandonémonos en los brazos de Dios, aceptemos que es él quien tiene la última palabra sobre si Mariana se va o se queda con nosotros por más tiempo…que solamente él, ni los médicos, ni nosotros podemos determinar esta situación límite…” algo así fue saliendo de la boca de los tres…lloramos más, lloramos con más amargura, con rabia, con resignación, con aceptación finalmente, a pesar del miedo…es como saltar al vacío...empezamos a aceptar esta realidad, dijimos en voz alta, oramos, que aceptábamos que se hiciera la voluntad de Dios en el cielo y también en la tierra…y también en nuestras vidas…que le dábamos gracias a Dios por habernos regalado a Mariana, por su vida plena, feliz, por su testimonio de hija, de hermana, de estudiante, de amiga, de universitaria enamorada de su carrera, por todo lo que ella había sido hasta el momento en nuestras vidas…pero que eso no significaba que dejaríamos de pedirle, pedirle con todas nuestras fuerzas que nos la dejara, que nos la prestara por muchos años más porque ella tenía aún mucho que dar…oramos…lloramos…llegó la liberación que da este abandono radical, la liberación no exenta de miedos, de egoísmos, de cierta rebeldía, pero liberación al fin.
No recuerdo el tiempo, antes, después, ¿Qué importa? Me vino a la mente algo que también compartí con Gaby y Pau, creo que también con Jorge…que quizá fuera el producto de ver muchas películas cursis sobre esta vida y la otra y sus conexiones…que quizá era el producto de una fe ingenua, pero que podría ser, ¿Por qué no? Que Dios hubiera hecho ese llamado radical a Mariana para decirle: “Animo, no desfallezcas, yo te quiero allá todavía…tienes mucho que hacer en la tierra…regresa con ánimo renovado, recupérate ya…”
Quizá era un sueño guajiro pero me ayudó…me ayudó a convencerme de que si Mariana había logrado salir de algo tan terrible como un paro cardíaco de veintitantos minutos era porque Dios le tenía todavía tareas por hacer con nosotros, que era porque nos iba a ayudar para que se curara.
Hoy es sábado, han pasado dos días de este enorme susto, de la pesadilla dentro de la pesadilla. En estos dos días, tres por dos seis, así se miden los días de encierro en el hospital entre los familiares de los de terapia intensiva (tres visitas por día), Mariana se nos ha mostrado con otro rostro, con mucha paz interior que se refleja en su cara, en su actitud, en sus respuestas.
Hoy es sábado, en mi primera visita le estuve platicando y ella me respondía moviendo los labios que cuesta trabajo adivinar con el tubo atravesando su boca. Ha estado sonriente, se rio de que yo le dije que era domingo y luego corregí diciendo que ya se me iba la onda de en qué día estaba por el encierro en el hospital, sonrió mucho cuando le hablé de Daniela, me respondió afirmativamente cuando le dije que si se sentía ya en recuperación, volvió a afirmar cuando le dije que Dios le había dicho: “Vamos Mariana, regresa que tienes muchas cosas por hacer”, volvió a afirmar sonriendo, con una sonrisa luminosa de esas que solamente ella puede regalar.
Hoy es sábado y antes de la visita de las cuatro, platicando con Carmelita, la recepcionista-ángel de terapia intensiva, ella me decía: “Yo he visto muchísimos casos aquí…muchos pacientes tienen crisis fuertes como la de Marianita y a veces pensamos que es cosa de telenovelas, pero yo, por mi experiencia de años aquí, puedo decir que viéndolo con otros ojos, estos momentos como el de Mariana en paro cardíaco, tienen que ver con un llamado de más allá, con un ir y escuchar o ver que le dicen a uno: qué haces aquí, regresa, cree en tu recuperación…y a partir de esto yo he visto cosas que parecen milagros auténticos”.
Sábado, cuatro treintaytantos, estoy con Mariana en su cuarto de terapia intensiva. Está conversando –en su estilo limitado de conversar en estas condiciones- y platicamos de muchas cosas: de las visitas que están afuera y le mandan saludos, de toda la gente que ha llamado y la quiere mucho, de que le gustaron los tenis que le escogió Pau para ponérselos y evitar que los pies se “vayan cayendo” por tanto tiempo en cama…platicamos y le vuelvo a preguntar si ella siente que ahora sí ya va a mejorarse, si lo cree profundamente. Asiente otra vez. Insisto en decirle: “Dios ya te dijo que tienes que mejorarte porque te tiene muchas cosas para hacer aquí con nosotros”…su respuesta me deja helado, sonríe y me dice en su cuarto de lengua: “Vino a verme”, le pregunto: ¿Vino a verte? ¿Dios?, Sí, me dice con la boca y con la cabeza y con la sonrisa. ¿Y te dijo que regresaras porque tienes mucho que hacer? Le reviro asombrado, “No me habló” me dice. ¿No te habló? ¿Pero te lo dijo con la mirada? ¿Te dijo que regresaras? Sí, vuelve a decir con la cabeza y con los labios…sigue la charla, le doy, como acostumbro, la bendición y varios besos (“aventados”, no se puede besar en terapia intensiva aunque no aguante uno las ganas) y le digo que siga echándole ganas y pidiéndole a Dios y a la virgen que se vaya recuperando todo su cuerpo y su mente. Me quitó la bata, el cubrebocas lo tiro en el bote, me lavo las manos, salgo de terapia intensiva…salgo con una mezcla de júbilo, paz, llanto de alegría, confianza, temor, incertidumbre…salgo y me digo que si antes de palabra creía que mi vida y mis discursos tenían que dar testimonio de la presencia de Dios, ahora tengo que hacerlo con la convicción profunda, desde lo más hondo de mis entrañas, hasta lo más insignificante de mi actuar cotidiano…
Mi vida tiene que dar testimonio de la presencia de Dios, porque la he palpado, se me ha mostrado en lo ambivalente del vivir de muerte y morir de vida en que nos hemos movido como nunca en estos días, en la contradicción del ver sufrir a un a hija sin razón y creerle lo que quizá jamás recordará: que Dios la vino a ver…que Yavé, el ser sin nombre, “la llevó al lugar de los muertos y la hizo volver a la vida”…¿Por cuánto tiempo más? No lo sé y aún me da miedo. Por eso ruedan abundantes lágrimas por mis mejillas al terminar estas líneas…

Desde la educación de la libertad hacia una ética planetaria



Hablamos de “teoría”, cuando sabemos todo, pero las cosas no funcionan.
Hablamos de “práctica” cuando las cosas funcionan pero no sabemos por qué.
Aquí hemos podido reunir teoría y práctica: nada funciona y nadie sabe por qué”
A. Einstein

1.-Contexto: Crisis-cambio-globalización.
La relación entre educación y eticidad, el ethos mismo de la educación en este cambio de época se encuentra cruzada por la relación recursiva, complementaria, antagonista entre crisis, cambio y globalización. Toda educación genera la sociedad que la genera, de manera tal que es inevitable que los sistemas educativos actuales estén marcados con el “signo de estos tiempos” en los que esta tríada de elementos que conforman una unidad, una “triunidad” de características, sellan con una impronta todos los aspectos de la vida humana.
La crisis produce y reproduce cambios y profundiza la globalización del mismo modo en que los cambios generan y regeneran la crisis y ahondan la globalización mientras que la globalización es fuente de crisis nunca vistas y de cambios no vividos antes por la especie humana.
Esta dinámica “triunitaria” produce y es producida por la educación en México y en el mundo entero, a pesar de ser históricamente la educación un subsistema del sistema social que parece ser muy lento de reacción frente a los acontecimientos del entorno macrosocial.
Crisis en lo ecológico, en lo económico, lo político, lo social, lo cultural y lo espiritual. Crisis como conjunto de elementos problemáticos por desentrañar y como oportunidad o momento de decisión para reorientar el sentido de la existencia individual y colectiva.
Cambios en los modos concretos de vida porque los significados y valoraciones que orientan estos modos de vivir están transformándose de manera vertiginosa y aún indiferenciada.
Globalización de los procesos económicos que generan también globalización de la pobreza y la desigualdad, de la violencia y el descontento, del terror y el temor, del sinsentido y del ansia de buscar sentido.
Esta combinación de elementos que se manifiestan en todos los campos de la vida humana están marcando con el sello de la incertidumbre a nuestras sociedades y a nuestras vidas. “El futuro se llama incertidumbre”, señala Edgar Morin (2003). Esta reducción del mundo por la vía de las comunicaciones, los transportes, las redes informáticas, está también marcando con el signo de la diversidad el presente y el futuro. “La pluralidad es la ley de la tierra” dice Arendt (1984) La educación no puede y no debe escapar a esta revolución que se presenta al enfrentarnos a un mundo crecientemente incierto y cada vez más evidentemente plural.
El ethos educativo no puede ser el mismo del pasado sustentado en certezas y en una sociedad más homogénea u homogenizante. La escuela no puede ni debe seguir funcionando con base en la uniformidad de los sujetos y los procesos de aprendizaje ni en la certeza que dan las verdades absolutas y universales incuestionables que se manejan en sus aulas o en sus textos.
Es por esto que en el terreno educativo estamos a veces conjuntando teoría y práctica en el sentido que lo dice Einstein: Nada funciona y nadie sabe por qué.
Es por esto que la educación actual se enfrenta a la urgente necesidad de una reforma profunda que sea capaz de dirigir la “reforma del espíritu” humano (Morin, 2006) que debe reconducirnos a “salvar a la humanidad, realizándola”. ¿Por dónde construir una nueva eticidad en la educación?
Este trabajo propondrá una meta: la ética planetaria y un camino: la educación de la libertad para lograr responder a esta pregunta.
2.-Experiencia: Distinciones fundamentales.
Para construir una ética planetaria desde la educación de la libertad es necesario partir de nuestra experiencia como sujetos humanos y plantear desde ella algunas distinciones fundamentales:
-En primer lugar, la distinción necesaria entre “la moral como contenido” y “La moral como estructura” que podemos tomar de Aranguren (1995) siguiendo a Zubiri y a la que Lonergan (1999) nos ayuda a describir con detalle. Esta distinción consiste en el reconocimiento de que lo que llamamos valores o normas morales son productos histórico-culturales (moral como contenido) de una estructura moral, de una operación valorativa que está impresa en la consciencia humana (moral como estructura) de la que no podemos escapar. Existen sujetos humanos que pueden vivir rechazando o manteniéndose al margen de los contenidos morales de la sociedad de su tiempo, pero no existen ni pueden existir sujetos humanos a-morales, en el sentido de sujetos humanos que no tengan que valorar y tomar decisiones sobre lo que consideran bueno o valioso para su existencia y la de sus semejantes. La mayoría de los enfoques éticos de la educación y la mayoría de los métodos de educación moral están sustentados en la visión de la moral como contenido y no en la de la moral como estructura. Este es el primer viraje educativo que hay que dar.
-En segundo lugar, de esta primera distinción podemos inferir lo que afirma Melchin (1993) respecto a que en el terreno moral “podemos vivir con las respuestas correctas pero las preguntas equivocadas”. Todas las normas morales o los valores morales son respuestas correctas a determinadas preguntas que se hicieron nuestros antepasados. Sin embargo, en el proceso de transmisión cultural, las respuestas son enseñadas e inculcadas pero las preguntas se quedan en el olvido. La moral como estructura debe recuperar las preguntas morales y dar relevancia no tanto a las respuestas que nos han sido heredadas sino a las preguntas para la deliberación (Lonergan, 1988) que es pertinente hacerse para poder aspirar a aprehender el valor a elegir en una situación determinada. De esta manera, como se verá más adelante, el valor adquiere la dimensión no de un concepto abstracto sino de un desconocido-conocido concreto. (Lonergan, 1998)
-En tercer lugar, es necesario distinguir que la vida moral no se presenta en la forma de elecciones entre un valor y un antivalor sino en la compleja estructura de un tejido de valores en conflicto en medio de los cuales hay que tomar decisiones. El ser humano vive en su experiencia “cuatro grandes deberes morales” (Morin, 2006) que son muchas veces la fuente de conflictos morales.
-En cuarto lugar, es preciso descubrir en la experiencia de la estructura moral humana que existen tres grandes fuentes de lo ético: la fuente anterior (la historia), la fuente interior (la conciencia) y la fuente exterior (la cultura). Tres fuentes que están siempre en relación dialógica, complementaria y antagonista y que son también fuente de conflictos o confusiones morales.
-En quinto lugar, es necesario descubrir en nuestra experiencia humana los cuatro grandes deberes éticos antes mencionados (Morin, 2006): el deber genocéntrico (el deber con nuestros antepasados, con nuestros genes), el deber egocéntrico (el deber para con nosotros mismos, para mantenernos en la vida), el deber sociocéntrico (el deber para con nuestra sociedad, con lo que mantenga en condiciones más humanas esta sociedad en que vivimos) y el deber antropocéntrico (el deber para con la especie humana a la que pertenecemos y debemos procurar mantener también en la vida). No siempre coinciden estos cuatro deberes. Esto, como ya se dijo, es fuente de conflicto moral.
-De estos cuatro deberes en su articulación en un equilibrio siempre en tensión se desprenden los rasgos de una ética planetaria que es la meta que planteamos para construir una nueva eticidad. Estos rasgos son: la ética planetaria será siempre una autoética, una ética del deber de buscar lo que nos mantiene en la vida humana y nos mantiene humanamente viviendo (no viviendo para sobrevivir sino viviendo para vivir). Una ética planetaria será siempre una socioética, es decir, una ética que busque el bien colectivo y la justicia y la libertad para todos, es decir, una ética de la democracia. Una ética planetaria también y al mismo tiempo, será siempre una antropoética, es decir, una ética de la búsqueda de realización de la especie humana en el cosmos.
-Por último, la búsqueda de esta ética planetaria tiene que vivirse para los individuos y colectivos humanos en la dinámica compleja riesgo-precaución, que es la dinámica del acto moral: ¿Hasta dónde ser precavido y mantener lo que se tiene o se es, no arriesgando? ¿Hasta dónde tomar riesgos y poder sacrificar logros o estados de vida por buscar otros mejores? EL riesgo total puede llevar a ala autodestrucción, la precaución total, a la inanición.
3.-Reflexión: La educación de la libertad como medio.
“La libertad no necesita tanto de alas como de raíces”
Octavio Paz

La estructura moral que nos constituye como seres humanos no está sustentada en valores preestablecidos, inmutables y universales sino en un dinamismo constante de búsqueda de valor, para ir avanzando-retrocediendo-retrocediendo-avanzando hacia la construcción de nuestro propio proyecto de libertad, entendida como un incremento de nuestra capacidad de autodeterminación y no como un estado de indeterminación. Los seres humanos estamos siempre sujetos a condicionamientos de todo tipo, pero somos capaces y estamos “lanzados” por nuestra estructura moral a buscar una autodeterminación cada vez mayor, aunque siempre limitada, dentro de estos condicionamientos internos y externos.
El medio para buscar una ética planetaria es la búsqueda de una educación de la libertad que debe ir permeando los procesos educativos en todos los niveles. Necesitamos más que una enseñanza de valores entendida ya sea como inculcación o como clarificación (Escámez, s/f), una auténtica educación de la libertad en nuestras escuelas.
¿Qué significa o cómo se promueve esta educación de la libertad? Desde la aportación del filósofo canadiense Bernard Lonergan (1988) podemos decir que la estructura moral humana está constituida por una serie de operaciones que son recurrentes, están interrelacionadas como un sistema complejo y producen resultados acumulativos y progresivos.
Esta estructura es en primer lugar empírica o sensitiva. Requiere experiencia sensible de las realidades externas o internas. Para ello posee operaciones tales como ver, oir, oler, tocar, saborear. En segundo lugar, esta estructura es intelectual, en el sentido de que necesita además de datos empíricos, buscar inteligibilidad en ellos. Por esto pregunta, imagina, comprende, conceptualiza, formula ideas más o menos buenas sobre las cosas. Pero las ideas no bastan, el ser humano necesita además comprobar, verificar, conocer la realidad de las cosas que experimenta y entiende. De este modo es capaz de plantearse preguntas reflexivas, de buscar pruebas, ponderar evidencias y hacer juicios de hecho para afirmar las cosas como son o como probablemente son desde cierta perspectiva y no solamente como nos imaginamos que son. En cuarto lugar, la estructura constitutiva de lo humano es existencial, moral en el sentido en que no solamente afirma la realidad de las cosas sino que se pregunta por el valor de ellas y a partir de allí delibera, valora y toma decisiones.
Todo ser humano nace operando en estas cuatro dimensiones, pero todo ser humano es solamente “precariamente humano” es decir, tiene que esforzarse continuamente por realizar estas operaciones de manera más diferenciada, más integrada y más auténticamente humana. ¿Qué significa más auténticamente humana? Significa que las operaciones se realicen conforme a las exigencias que les son intrínsecamente propias, es decir, que el experimentar sea suficientemente atento, que el comprender sea suficientemente inteligente, que el juzgar sea suficientemente razonable y que el valorar y decidir sea suficientemente responsable.
El cumplimiento de estos preceptos es siempre parcial y muchas veces sesgado por intereses egoístas, procesos psicológicos de bloqueo, intereses de grupo o clase, cegueras de la humanidad completa en un momento histórico determinado.
De manera que educar la libertad tiene que ver con educar a los sujetos para que sus valoraciones y decisiones sean cada vez más atentos, inteligentes , razonables y responsables, es decir, sea cada vez menos caprichoso, tonto, irracional e irresponsable. Este proceso tiene mucho que ver con el de la educación emocional, dado que el acto de intelección moral, según Vertin (1995), “es un acto de cognición –fundamentalmente- afectivo”. La educación de la libertad es la educación que capacita al sujeto individual y colectivo para valorar y decidir cada vez más centrado en sentimientos que responden a la aprehensión de valor y cada vez menos a sus sentimientos espontáneos o caprichosos.
Desde esta perspectiva como ya se mencionó, el valor no es un concepto abstracto sino un dinamismo, un desconocido-conocido que buscamos continuamente. “Valor es lo que tendemos a alcanzar en las preguntas para la deliberación que nos planteamos” dice Lonergan en el capítulo 2 de “Método en Teología”.
En conclusión entonces, la educación de la libertad tiene que ver con el crecimiento progresivo y siempre parcial de la capacidad de autodeterminación del sujeto humano y del sujeto humanidad. Haciendo una analogía diríamos que educar la libertad es educar para el autoconocimiento y la autoapropiación de algo que es más una brújula que un mapa y que constituye la consciencia intencional humana.
4.-Acción: hacia una nueva eticidad en la educación.
Para construir una nueva eticidad en la educación orientada desde la educación de la libertad hacia la búsqueda de una ética planetaria, es necesario cambiar la triple dimensión o la “triunidad” del proceso educativo. Esta triple dimensión consiste en las prácticas educativas –necesitamos construir prácticas educativas renovadas y renovadoras en lo ético y no rígidas como las actuales que se sustentan en valores predefinidos-, en las estructuras organizativas de lo educativo –necesitamos reconstruir el sistema educativo en su dimensión estructural organizacional construyendo una nueva SEP y un nuevo SNTE y nuevas escuelas, sectores, etc, desde una visión de alta complejidad que supere la organización piramidal y controladora actual- y por último, la cultura de lo educativo –necesitamos construir nuevas valoraciones y significados que orienten nuevos modos concretos de vivir el hecho educativo cotidianamente y en esto intervienen necesariamente los padres de familia, los empresarios, los medios de comunicación, las organizaciones civiles, la sociedad toda-. Este es el reto fundamental para construir una nueva eticidad desde la educación de la libertad y para una ética planetaria.
Para ello es necesario que como planteaba Heidegger, “el cuerpo docente se sitúe en los lugares más avanzados dentro del peligro que constituye la incertidumbre permanente del mundo” (En Morin, 2000; p. 71), es decir, se requiere toda una transformación docente más que simples programas de capacitación de los docentes.
Esta tarea supone ” la fe en la cultura y en las posibilidades del espíritu humano" (Morin, 2000: p. 133), porque la educación es la profesión de la esperanza.
Terminamos con una síntesis que hace Morin de la misión educadora para construir la ética planetaria tan urgente en estos tiempos de crisis-cambio-globalización:
} “Recapitulemos los rasgos esenciales de la misión educadora:
◦ Proporcionar una cultura que permita distinguir, contextualizar, globalizar…
◦ Preparar los espíritus para responder a los desafíos que plantea al conocimiento humano la complejidad creciente de los problemas…
◦ Preparar a los espíritus para hacer frente a las incertidumbres…
◦ Educar para la comprensión humana…
◦ Enseñar la afiliación…a su historia, a su cultura…
◦ Enseñar la ciudadanía terrestre…” (Morin, 2000; p. 133)




REFERENCIAS

Arendt, H. (1984). La Vida del Espíritu. Centro de Estudios Constitucionales, Madrid:
Aranguren, J. L. (1995). La ética. Ed. Alianza. Madrid
Escámez, J. (s/f). La enseñanza de actitudes y valores. Nau Libres. Barcelona.
Lonergan, B. (1988). Método en Teología. Salamanca. Ed. sígueme.
Lonergan, B. (1998). Filosofía de la educación. Ed. Universidad Iberoamericana. México.
Lonergan, B. (1999). Insight. Estudio sobre la comprensión humana. Ed. Sígueme-Universidad Iberoamericana. Salamanca.
López-Calva, M. (2001-3). Educar la libertad. Más allá de la educación en valores. Ed. Trillas. México.
López-Calva, M. (2006). Una filosofía humanista de la Educación. México. Ed. Trillas. Segunda edición.
Melchin, K. (1993). “Moral decision making and the role of the moral question.” In Method. Journal of Lonergan studies. Vol. 11 no. 2. Boston College. Boston.
Morin, E. (2000). La mente bien ordenada. Barcelona. Ed. Seix Barral.
Morin, E. (2003). El Método V. La humanidad de la humanidad. La identidad humana. Madrid. Ediciones Cátedra.
Morin, E. (2005). O Método VI. Ética. Brazil. Editora Sulina.
Morin, E., E. Roger y R. Motta. (2006). Educar en la era planetaria. Barcelona. Ed. GEDISA. Primera reimpresión.
Vertin, M. (1995). “Judgments of value for the later Lonergan.”. In Method. Journal of Lonergan studies. Vol. 13 no. 2. Boston College. Boston.
*Nota: Este texto fue presentado en una mesa de trabajo en el Simposio Homenaje a la Dra. Teresa Yurén Camarena, organizado por la UAEM en Cuernavaca en Junio de 2009.

Tres imágenes para el día del maestro.

*De mi columna Educación personalizante. Lado B. Mayo de 2012. 1.-Preparar el futuro, “Qué lindo era el futuro...