sábado, 8 de agosto de 2009

Mariana y las montañas


Un grano de mostaza es tan pequeño que puede fácilmente pasar desapercibido. Sin embargo, Jesús dijo que si tuviéramos la fe del tamaño de un grano de esos, podríamos hacer que un árbol saliera de la tierra y fuera a plantarse en el mar…moveríamos montañas si nuestra fe fuera del tamaño ínfimo de un granito de esos…
Tan sencilla y tan complicada es la cuestión de la fe. La misma palabra es tan pequeña que solamente tiene dos letras y sin embargo, es tan difícil tenerla…tan tremendamente escasa que hoy vemos cómo el mundo se nos cae a pedazos por falta de fe, por no creer en el potencial que lo humano y los humanos tienen para humanizar la tierra, por pensar que lo que sucede es la norma, que en efecto el hombre es el lobo del hombre, como si lo descriptivo fuese lo prescriptivo…
En los momentos críticos de la vida, es cuando más notamos qué tan pequeña es nuestra fe, qué tan lejos estamos de tener ese granito de mostaza que podría transformar la vida y cambiarnos nuestra vida.
En este tiempo en que Mariana, mi hija mayor, ha estado en el proceso postoperatorio del tumor que le extirparon del cerebro, he descubierto cómo eso que ella en alguna ocasión escribía acerca de mí diciendo que admiraba la gran fe que tengo, era simplemente una ilusión de hija que ama a su papá.
En efecto, en estos días de espanto, incertidumbre, espera, miedo, solidaridad, necesidad, impotencia, indigencia, he experimentado varias veces esta sensación de ser un indigente en cuestiones de fe. Me he derrumbado, he llorado, cuestionado –no el por qué a nosotros o por qué a Mariana sino el ¿Qué quiere decir Dios con esto? ¿Cómo entender su voluntad? Y sí, sin duda, el ¿por qué no a mí en vez de a ella si yo soy el egoísta, el sobreprotegido, el temeroso?- y sentido rabia pero sobre todo temor, mucho temor a perder a mi hija.
No, mi fe no es grande, no es mediana, no es pequeña, es microscópica, es infinitamente más pequeña que un simple grano de mostaza. Se derrumba fácilmente, se deja invadir por pasiones desordenadas, por la duda y el pensamiento negativo que vienen del “mal espíritu”, del “diabolus” –el que separa-, el que nos desalinea de la sintonía con la voluntad de Dios.
Sin embargo desde el diagnóstico que cayó como golpe seco en nuestra conciencia personal y familiar, Mariana ha mostrado una fe digna de admiración. Fue ella quien informó personal y tranquilamente a sus abuelos del tumor que tenía y les infundió calma para poder aceptar esta terrible realidad. Fue ella quien nos dijo que no nos preocupáramos, que ella no quería mirarnos “como nosotros la mirábamos a ella”, fue Mariana misma la que avisó a sus amigas que lloraban, mientras ella las consolaba, fue ella la que puso el ejemplo de cómo afrontar esta situación.
Después de la operación fue también ella, ha sido ella la que nos ha dado el ejemplo de lo que significan estas dos letras: efe, e, FE, con mayúsculas, con letras doradas, con “muchos huevotes” como le dijo Chío, con la efe de fuerza que ha sido paciencia, obediencia a los médicos, resistencia, tenacidad, ganas de vivir, tolerancia al dolor y a la incomodidad, recuperación de cada golpe pequeño o grande en el camino. Con la E de esperanza que ha sido constancia, decisión, valentía, salto al vacío con plena confianza…
De manera que fe, lo que se dice fe, la de Mariana. No hay otra explicación para esa mirada luminosa, para esa sonrisa que nace del alma, para esa paz interior que se refleja como luz en toda ella desde que regresó de esta crisis en la que tocó fondo.
Mariana es la que ha movido montañas, desde el momento en que se dio cuenta de que “Dios vino a verla”, es decir, desde que cayó en la cuenta de que siempre ha estado allí, tomándola de la mano y llevándola hacia la recuperación plena, por el camino del retorno a la vida que aunque tenga tropiezos, no tiene regreso.
Muchos granos de mostaza se necesitan para medir el tamaño de la fe de Mariana. Muchos árboles podrían ser arrancados de su sitio y plantados en el mar si ella se los pidiera. Pero su petición es tan sencilla como poder regresar a casa, hacer muchos brownies de agradecimiento a todos los ángeles que la acompañaron en este tránsito, traerle la receta del pay de plátano a la doctora de terapia intensiva, retornar a su carrera de diseño gráfico y poder aportar muchas cosas bellas y buenas para el mundo, ser una “mejor” mujer, poder hacer “maratones” viendo Friends, Gilmore girls o la final de “So you think you can dance”, ver a sus amigas, querer y cuidar a sushi, soñar con tener muchos perros y un tigre en su casa cuando tenga su propia familia…
Con una fe de este tamaño, seguramente Dios escuchará a Mariana y le dirá que no tema, que el camino sigue, que como dijo José Pablo, “la vida la está invitando a tomar un café”.

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Tres imágenes para el día del maestro.

*De mi columna Educación personalizante. Lado B. Mayo de 2012. 1.-Preparar el futuro, “Qué lindo era el futuro...