miércoles, 6 de abril de 2011

Educación contra la violencia: tarea inaplazable

“El mundo ya no es digno de la palabra

Nos la ahogaron adentro

Como te asfixiaron,

Como te desgarraron a ti los pulmones.

Y el dolor no se me aparta

Solo queda un mundo

Por el silencio de los justos

Solo por tu silencio

y por mi silencio, Juanelo”

Javier Sicilia



No han pasado aún dos semanas del terrible asesinato del hijo del poeta, periodista y activista social Javier Sicilia y de otros jóvenes amigos de él a manos del crimen organizado. El dolor sigue fresco y parece haber calado muy hondo en amplios sectores de la sociedad mexicana y la indignación frente a la situación de violencia aparentemente incontenible en nuestro país, está creciendo.



Se trata nuevamente de personas ajenas al mundo de la delincuencia, jóvenes estudiosos y moralmente intachables que fueron víctimas de la irracionalidad que se ha ido apoderando de nuestra sociedad de manera constante, silenciosa primero, estruendosa en los últimos tiempos, hasta llegar a este momento que debería hacernos pensar seriamente en formas concretas de manifestar colectivamente que no podemos aceptar seguir viviendo en esta espiral de muerte y desmoralización.



Manifestar clara y contundentemente –no darlo por hecho, ni asumir que está implícito- nuestro rechazo colectivo a los criminales que como afirma el poeta Sicilia en su carta publicada en un semanario de circulación nacional, han roto sus propios códigos de honor y han traspasado todos los límites, sometiendo a la sociedad mexicana a una situación de terror y barbarie que nuestra patria no merece.



Expresar de manera igualmente clara y enérgica nuestra condena a la ineficiencia y la falta de respuesta inteligente y estratégica de la clase política que como también afirma Sicilia, está enfrascada en una lógica de disputas de poder, visiones electoreras y cuidado de sus propios intereses individuales y de grupo, incumpliendo con su deber elemental de brindar protección a los ciudadanos desde sus tareas ejecutivas, de legislación o de impartición de justicia.



La violencia que vivimos se ha convertido en una violencia estructural, en una forma de organización bajo la que funcionan las instituciones y la sociedad toda y, lo más grave, se ha ido transformando en una cultura en la que están creciendo las nuevas generaciones. Una cultura distorsionada y aberrante en la que se va perdiendo la capacidad de asombro e indignación ante la muerte y la impunidad, una cultura que ve como natural la exposición mediática de ataques, asesinatos, ejecuciones y torturas; una cultura que asume que no se puede hacer nada para revertir esta situación y que la autoridad es incapaz por naturaleza de impartir justicia y frenar la delincuencia; una cultura en la que la corrupción se mira como la forma natural de estructurarse de la maquinaria social y de gobierno.



La muerte de estos jóvenes es una más en medio de otras miles de muertes generadas por esta decadencia social, pero por la autoridad moral y el prestigio de Javier Sicilia ha cobrado una gran relevancia. Ojalá esta relevancia sirva para convertir este hecho dolorosísimo –un dolor imposible de ser nombrado, dice Sicilia, “por eso un padre que pierde un hijo no es huérfano ni viudo, es simplemente nada”- en un punto de inflexión, en un momento simbólico para que la sociedad mexicana despierte e inicie con inteligencia y creatividad un proceso de reversión de este mal estructural y de esta aberración de la cultura.



Por lo pronto desde el campo educativo habría que preguntarnos seriamente qué papel le toca jugar a la escuela y a la universidad en este momento crítico de nuestra historia nacional. No es fácil sin duda pensar en cuál sería la mejor forma de contribuir a un verdadero cambio de fondo como el que se requiere, pero la escuela y la universidad son los espacios de la inteligencia, la creatividad, el pensamiento crítico y la posible regeneración de la cultura.



Quizá habría que empezar por cambiar las prioridades de los planes de estudio, de las prácticas educativas, de los actos cívicos y la organización escolar toda. Seguramente habría que plantearnos seriamente que el reto fundamental de la Educación en nuestros tiempos no es el de formar personas eficientes para insertarse en la sociedad que tenemos, sino el de formar personas que aprendan a vivir y a convivir sin violencia, con respeto y tolerancia; sin tener como fin último la obtención de dinero, poder y “éxito”; volviendo a pensar en el verdadero bien de la sociedad y en el futuro de la especie humana como la meta fundamental de la existencia; sabiendo que esta forma de ver y afrontar la vida es la única que puede realmente aportar felicidad individual. Quizá…


-Publicado en Puebla On line. Miércoles 6 de abriul de 2011
*El artículo expresa la opinión personal del autor, que es académico de la Universidad Iberoamericana Puebla
**Este texto se encuentra en: http://circulodeescritores.blogspot.com

domingo, 3 de abril de 2011

“Sin querer queriendo…”

“No hagas hoy lo que puedas dejar para mañana” y “no hagas tú lo que puedan hacer otros”. Estos dos principios se mencionan de modo humorístico refiriéndose a la “cultura del menor esfuerzo” que parece caracterizarnos a los mexicanos.


Una manifestación moderna de esta cultura distorsionada en la que tratamos de evadir nuestros compromisos es la del copiar y pegar en la realización de tareas escolares y ensayos académicos encargados por los profesores.

En mi experiencia como docente y en el trato cotidiano con los maestros con quienes trabajo en cursos y talleres de formación es cada vez más frecuente encontrar y comentar los múltiples casos de estudiantes que entregan trabajos plagiados de artículos que bajan de internet.

En efecto, el copiar-pegar se ha convertido en toda una cultura que afecta los procesos de aprendizaje en todos los niveles y modalidades educativas como una plaga que pareciera imposible de detener. Cuando digo “en todos los niveles y modalidades educativas” no estoy haciendo una falsa generalización sino reflejando una realidad que por desgracia es cada vez más común en la vida cotidiana de las escuelas y universidades.

Como docente en activo he vivido en carne propia este mal, al recibir trabajos copiados y pegados de internet no solamente por alumnos de licenciatura sino incluso por profesores en talleres y diplomados de formación docente, lo cual resulta terrible si pensamos que son precisamente estos profesores los que están educando a las nuevas generaciones. ¿Qué aprenderán los alumnos de educación básica, media superior o superior de un profesor que no es capaz de realizar un trabajo por sí mismo o que siendo capaz no quiere hacer el esfuerzo de pensar y escribir sino que copia las ideas de otros? ¿Cómo evitar que los alumnos cometan plagio si están diariamente en el aula con “profesores pirata”?

Los dos casos que creía más graves los viví recientemente con alumnos de doctorado que plagiaron, en un caso, un gran porcentaje de un ensayo final de una asignatura y en el otro, gran parte del borrador del marco teórico de su proyecto de investigación.

Sin embargo y para que no pensemos que este mal es exclusivo de nuestro país, está el caso de un escándalo que está causando gran polémica en Alemania. Se trata nada menos que del Ministro de defensa Karl-Theodor Zu Guttenberg quien ha sido descubierto y acusado a principios de este año 2011 de haber plagiado un gran porcentaje de su tesis doctoral.

El ministro ha reconocido este plagio y ha renunciado “temporalmente” a su grado de doctor por la Universidad de Bayreuth, pero no a su cargo.

“Sí. Cometí errores, graves errores que lamento. Pero no incurrí en plagio, ya que no hubo por mi parte, intención de engañar”, declaró el ministro al reconocer el “corta y pega” realizado en su tesis doctoral que fue denunciado por un periódico.

Esta declaración llama poderosamente la atención porque parece ser el común denominador de los que cometen este tipo de fraude intelectual. La constante tiene siempre estos dos elementos: El primero, suavizar el hecho llamando “error” a un acto inmoral y el segundo, exculparse apelando a que “no hubo mala intención” en la acción cometida.

De manera que por una parte, las acciones dolosas y el comportamiento no ético ya no es considerado con toda la fuerza negativa que tienen sino como simples “errores” de quienes los cometen y por otra parte, siempre hay una excusa –exceso de trabajo, combinación de muchas actividades, falta de tiempo, etc. – que justifican el plagio y buscan negar o reducir la responsabilidad y las consecuencias de estos hechos.

Algo estamos haciendo mal en la formación ética de los niños y jóvenes de hoy, no solamente los profesores y las escuelas sino los padres de familia, los medios de comunicación, los políticos y la sociedad en general donde estamos llegando a construir esta cultura distorsionada en la que no solamente es cada vez más frecuente robar las ideas de otros sino que se empieza a mirar este patrón de comportamiento como menos grave y hasta “natural”.

Este es un gran desafío para la educación en valores de nuestro tiempo. Formar la conciencia sobre la gravedad de las acciones no éticas y la responsabilidad para asumir las consecuencias de estas acciones, consecuencias que no pueden atenuarse o borrarse diciendo como aquel personaje cómico de nuestra infancia: “fue sin querer queriendo”.


Publicado en el diario electrónico: Puebla on Line.

Tres imágenes para el día del maestro.

*De mi columna Educación personalizante. Lado B. Mayo de 2012. 1.-Preparar el futuro, “Qué lindo era el futuro...