*Fragmento de unos textos que dan cuenta de mi experiencia la primera vez que tuvimos la oportunidad de vivir en Boston, en el año académico 1997-1998.
Caminábamos por el campus de
Cornell, Paulina y Mariana iban recogiendo piedras, hojas, todo lo que ellas
consideraban podría ser valioso para su colección de “tesoros”. De pronto Pau
empezó a decirme que una compañerita de ella si la viera le diría que esos no
son tesoros porque no es dinero, porque ella dice que solamente el dinero es un
tesoro. Por allí empezó a derivar la plática, Paulina me decía que para ella
“una simple piedra” puede ser un tesoro, Mariana añadió que para ella sus papás
y su hermana eran un tesoro.
Platicamos sobre eso y yo trataba de
explicarles que tenían razón, que nuestros tesoros dependen del valor que
nuestro corazón les asigne y no tanto de lo que valgan en dinero, en eso
Mariana nos dijo: “el otro día en la escuela hablamos de la diferencia entre
needs y wants y sobre lo que son realmente needs y lo que solamente son wants
pero que no son indispensables para vivir. Muchos dijeron acerca de needs como
la comida, la ropa, uno dijo que el dinero pero Mrs. Harmmon le dijo que esa no
era una need porque podrías sobrevivir sin dinero si tuvieras comida, casa y
ropa,...yo les dije que una need es: `somebody who loves you´”.
La conversación me dejó
pensando...me encantó hasta conmoverme ver el enorme corazón de las dos y su
gran capacidad de asombro y de disfrute de lo más sencillo, me pregunté cómo
habíamos podido hacer para que ellas lo desarrollaran o si sería algo que no ha
dependido de nosotros sino de otras circunstancias, me pregunté también como
fomentar y reforzar más eso...
Me quedó resonando ese: “para mí,
una simple piedra puede ser un tesoro”. Me quedó muy hondamente grabado ese:
“somebody who loves you” como una auténtica necesidad para Mariana mientras su
compañero contestaba: “money” a la misma pregunta y defendía su posición porque
para él el dinero sirve para comprar todo lo que se necesita.
Pero además me dio mucho gusto que
en una escuela de este país fundado en el consumo y el consumismo se esté
trabajando esta dimensión de reflexión en los niños para hacerlos distinguir
entre lo que se necesita y lo que es simplemente gusto o capricho. Me dio mucho
gusto pensar que quizá las nuevas generaciones puedan ser más reflexivas y
mesuradas ante este desenfrenado hábito de consumir que consume a esta
sociedad, me alegró porque he visto cómo están además trabajando la dimensión
afectiva de los niños y esta dimensión es importantísima para no caer
inconsciente y mecánicamente en las redes de la publicidad y la cultura de la
imagen.
Sin embargo me quedé pensando
también qué tanto puede hacer la escuela ante esto si la casa no trabaja estas
dimensiones, si los niños viven en un mundo de anuncios, de ofertas grandiosas
cada sábado, de compra, venta, cambio, desecho. ¿Cuánto podrá hacer la
educación formal ante esto? Quizá sea un misterio, quizá sea muy poco, pero es
muy esperanzador ver de qué maneras tan creativas y conscientes lo están
intentando. Al menos a Mariana, le dejó una huella.
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