*De mi columna Educación personalizante. Lado B. Mayo de 2012.
1.-Preparar
el futuro,
“Qué
lindo era el futuro,
el futuro
del pizarrón de cuarto grado,
todo hecho con tizas de colores
y una confianza buena,
de las viejas,
de esas que ya no se consiguen
ni pagando al contado…
el futuro
del pizarrón de cuarto grado,
todo hecho con tizas de colores
y una confianza buena,
de las viejas,
de esas que ya no se consiguen
ni pagando al contado…
…Sin
barreras, sin piedras,
sin pozos, sin semáforos
nadie nos pediría documentos
ni nos requisarían baleros subversivos
ni nos sospecharían ladrones
o extremistas o infiltrados…
sin pozos, sin semáforos
nadie nos pediría documentos
ni nos requisarían baleros subversivos
ni nos sospecharían ladrones
o extremistas o infiltrados…
…No,
no,
sencillamente no,
porque eso no figuraba para nada en el futuro,
porque eso la señorita no lo había dibujado
con borrador, y tiza y esperanza
en el prolijo y diáfano futuro
del pizarrón de cuanto grado…”
sencillamente no,
porque eso no figuraba para nada en el futuro,
porque eso la señorita no lo había dibujado
con borrador, y tiza y esperanza
en el prolijo y diáfano futuro
del pizarrón de cuanto grado…”
Humberto
Constantini. El futuro
Quizá
la idea más repetida, más trillada respecto a la niñez y juventud es que esa de
“el futuro de la patria” que tanto repiten en todos los medios y en casi todos
los discursos políticos. En ese sentido, se dice también repetidamente hasta
vaciar la expresión de sentido que los maestros “están formando a los
ciudadanos del futuro”.
En
un México complejo, difícil, convulsionado por la injusticia y la violencia,
confundido y desmoralizado por un presente que parece instalado para siempre
negándonos toda posibilidad de futuro, habría que aprovechar el día del maestro
para, más allá de descansar, celebrar o escribir mensajes sentimentales de
elogio o autoelogio preguntarnos seriamente en qué consiste formar al futuro de
este país y qué tan responsablemente estamos asumiendo ese compromiso.
Porque
como bien afirmaba Valéry: “El futuro ya no es como era antes” y menos ahora en
un cambio de época que nos marca con la incertidumbre y nos envuelve en una
dinámica vertiginosa en la que las urgencias de cada día nos impiden muchas
veces pensar en lo realmente importante.
Cabe
pues preguntarse: ¿Qué tipo de futuro estamos construyendo día a día en las
aulas? ¿Qué futuro estamos dibujando en el pizarrón a nuestros alumnos en
nuestras prácticas cotidianas en la escuela o la universidad? ¿Preparamos a los
alumnos para futuros abstractos, futuros de tizas de colores, con un redondo
sol de mayo, futuros ideales y idealizados que se desvanecen en cuanto se cruza
la puerta de la escuela?
La
enorme responsabilidad de ser docentes en una etapa de transición histórica
marcada por crisis en todos los aspectos, en un país que no acaba de abandonar
el pasado autoritario, caótico e injusto, implica el planteamiento del desafío
de los cómos concretos para poder educar ciudadanos conscientes y plenamente
capacitados para enfrentar futuros que distan mucho de ser de colores y sin
problemas.
2.-Combatir
la rutina.
“ …Soy profesor en un liceo obscuro,
He perdido la voz haciendo clases…
He perdido la voz haciendo clases…
¿Qué les dice mi cara abofeteada?
¡Verdad que inspira lástima mirarme!
…En materia de ojos, a tres metros
no reconozco ni a mi propia madre.
¿Qué me sucede? ¡Nada!
Me los he arruinado haciendo clases:
La mala luz, el sol,
La venenosa luna miserable…
…Sin embargo yo fui tal como ustedes,
Joven, lleno de bellos ideales
Soñé fundiendo el cobre
Y limando las caras del diamante:
Aquí me tienen hoy
Detrás de este mesón inconfortable
Embrutecido por el sonsonete
De las quinientas horas semanales”.
¡Verdad que inspira lástima mirarme!
…En materia de ojos, a tres metros
no reconozco ni a mi propia madre.
¿Qué me sucede? ¡Nada!
Me los he arruinado haciendo clases:
La mala luz, el sol,
La venenosa luna miserable…
…Sin embargo yo fui tal como ustedes,
Joven, lleno de bellos ideales
Soñé fundiendo el cobre
Y limando las caras del diamante:
Aquí me tienen hoy
Detrás de este mesón inconfortable
Embrutecido por el sonsonete
De las quinientas horas semanales”.
Nicanor Parra Autorretrato.
Ser
maestro no es fácil. Como describe poéticamente Nicanor Parra en este poema, la
docencia implica vivir ciclos en los que día a día, hora tras hora, en un salón
y otro, se repiten continuamente prácticas que pueden fácilmente convertirse en
rutinas sin sentido, en encuentros sin significado, ya no entre una persona que
realiza el trabajo de educar y otras personas que están educándose sino entre
un empleado que cumple con su “chamba” para poder ganar un sueldo y grupos de
seres sin rostro, sin historia, cumpliendo el rol de receptores de información.
Es
así que muchos profesores se van envolviendo en esta rutina, año tras año y
generación tras generación hasta que un día despiertan y se dan cuenta que han
perdido la voz haciendo clases, que sus ojos también se han desgastado de tanto
revisar tareas y exámenes, que se han ido poco a poco “embruteciendo por el
sonsonete de las quinientas horas semanales”.
En
este día del maestro y cada inicio de ciclo escolar, cada mañana rumbo a la
escuela, resulta importantísimo que todos los educadores nos preguntemos qué
tanto estamos cayendo en la rutina, qué tanto nos empieza a atrapar la
repetición del ritual de la enseñanza de lo mismo, con los mismos métodos, con
las mismas anécdotas, los mismos materiales, las mismas estrategias. Qué tanto
estamos perdiendo la creatividad, la capacidad de renovarnos y reinventarnos
cada día en las aulas para no dejar de reconocernos como personas en
crecimiento a través de nuestro trabajo.
3.-Reconstruir
la vocación.
“Educar es lo mismo
que poner motor a una barca,
hay que medir, pesar, equilibrar...
y poner todo en marcha.
Pero para eso uno
tiene que llevar en el alma
un poco de marino,
un poco de pirata,
un poco de poeta
y un kilo y medio
de paciencia concentrada…”
Gabriel Zelaya. Educar (
que poner motor a una barca,
hay que medir, pesar, equilibrar...
y poner todo en marcha.
Pero para eso uno
tiene que llevar en el alma
un poco de marino,
un poco de pirata,
un poco de poeta
y un kilo y medio
de paciencia concentrada…”
Gabriel Zelaya. Educar (
La
vigilancia autocrítica de nuestra propia práctica docente es el antídoto para
mantenernos en proceso de renovación constante, para conservar y reconstruir
continuamente la vocación de educar que es la única manera en que podremos
formar a los futuros ciudadanos, contribuir a la construcción del futuro real
al que aspiramos.
David
Hansen en su libro The Call to teach (el llamado a enseñar) (http://www.goodreads.com/book/show/1811821.The_Call_to_Teach)
, habla de que la vocación no es algo estático con lo que se nace, sino una
característica dinámica que puede descubrirse, construirse o destruirse porque
se descubre en el mundo tanto como en la mente y el corazón.
La
vocación implica que una actividad proporcione a quien la ejerce, elementos de
realización y crecimiento personal y elementos de aportación social. De manera
que los docentes tenemos que estar permanentemente preguntándonos si nuestra
práctica profesional sigue retándonos como personas y brindándonos elementos de
aprendizaje y si seguimos creyendo que en este mundo conflictivo, en este país
en crisis, aportamos elementos de transformación social a través de lo que hacemos
en el aula.
Reconstruir
la vocación implica un trabajo en ambas dimensiones para poder combatir la
rutina y volver a asumirnos como quienes ponen el motor a una barca que irá a
navegar tan lejos como sea posible y descubrirá mundos que nosotros ni siquiera
imaginamos. Para ello requerimos regenerar nuestra alma de marinos, de piratas,
de poetas y reabastecernos de paciencia y convicción.
Feliz
día del maestro.