lunes, 9 de julio de 2012

¿Volverán a convertir el triunfo en derrota?: fijando mi postura 1



            En estos días se ha intensificado el debate con algunos amigos y conocidos respecto a la limpieza o fraude en el proceso electoral que tuvo el domingo 1 de julio un momento culminante en la votación emitida por un 64% del padrón de ciudadanos y que, para la minoría que participamos en las redes sociales y tenemos acceso a información más analítica de la realidad nacional suscitó una reacción mezclada entre desánimo, indignación, temor y renacimiento del compromiso con este país que el domingo mostró todas sus carencias, pero también, según mi punto de vista y análisis limitado, toda su riqueza y sus avances históricos innegables.
            La fuerza y el tono del debate han escalado a tal grado que he tomado la decisión de escribir estas líneas fijando mi postura personal sobre el antes, el durante y el después de las votaciones y sobre la disyuntiva que veo a futuro para la izquierda mexicana, con el fin de dejar claro lo que pienso y me mueve para voluntariamente asumir mi decisión de salirme ya de este intercambio al menos por un tiempo.
            ¿Por qué escribir y compartir esto y salirme del debate? Por un lado porque me siento realmente agotado principalmente porque veo las redes sociales llenas de –perdonen la excesiva franqueza- basura postelectoral: fotos, videos, cartones y caricaturas supuestamente graciosos pero totalmente superficiales y hasta insultantes y opiniones ligeras que parecen sustentarse en que “una golondrina sí hace verano” porque a partir de un hecho o anécdota se atreven a descalificar lo que ha costado años de lucha construir y millones de horas-hombre y pesos edificar. Agotado también porque a los argumentos recibo muchas veces respuestas emotivas, actos de fe, simples “nolocreo” y no razones o evidencias sólidas para tratar de construir juntos algunos juicios cercanos a lo que realmente pasó. Agotado porque parece que no se quiere comprender y conocer la realidad sino imponer el propio punto de vista, o tal vez con más claridad, el punto de vista del candidato al que se sigue ciegamente y se ve como la “salvación del país”.
            Por otra parte porque el tono del diálogo ha llegado a extremos en los que leo entre líneas el riesgo de dañar relaciones de afecto con personas que estimo y para mí ningún proceso electoral, ningún tema político puede ni debe interferir en los vínculos humanos profundos que considero muchísimo más valiosos incluso que mi apuesta por la criticidad verdadera (sí, ese es el “verdadero cambio verdadero” que sigo viendo como urgente para que este país avance y no pierdo la esperanza de que se logre dentro de varias generaciones porque eso no se construye en seis años).
            De manera que cuando alguna persona a la que estimo empieza a insinuarme que quiero avalar “el fraude” (esa palabra que por haber mezclado tantas cosas ya significa todo y nada) y me imagino que el siguiente comentario dirá que soy parte de “la mafia en el poder”, “amigo de Salinas de Gortari” o “miembro del grupo Atlacomulco” –es broma, creo que también el humor puede salvarnos de la depresión postelectoral- pues ya veo claro que no debo continuar por ese camino porque no se me ha comprendido nada.

1.-Antes: crónica de un regreso anunciado.

            El proceso de polarización que hoy vivimos empezó desde hace seis años, por un lado con el mito del fraude que jamás pudo probar AMLO y que se basó en mentiras que por supuesto, sus seguidores jamás van a aceptar: la mentira de que “sus encuestas” lo ponían 10 puntos arriba de Calderón unos días antes de las elecciones cuando ya estaban en empate técnico, la mentira de la noche de la elección en que afirmó “que sus datos” le decían que había ganado por 500,000 votos de diferencia y que “con todo respeto” exigía al IFE que avalara ese triunfo, la mentira del “fraude cibernético” y el “algoritmo” maldito que también fue desmientida técnicamente, la mentira del “fraude a la antigüita” basado en el video de una casilla donde supuestamente se rellenaban votos ilegalmente y que también fue desmentida por su propio representante de partido en la casilla, etc. etc.
            Por este lado, la terquedad en sostener el supuesto fraude lo llevó a todo el asunto de la “presidencia legítima” y el desconocimiento del “espurio”, la tensión en la que apenas pudo tomar posesión Calderón, la negativa sistemática a reconocerlo y negociar desde la legitimidad de tantos millones de votos obtenidos y de ser la segunda fuerza en la cámara de diputados, una agenda de izquierda e incluso posiciones de gente de izquierda en el gabinete, en fin, lo llevó a forzar a la izquierda a desperdiciar su triunfo y convertirlo en derrota. Lo llevó a orillar a Calderón a pactar con el PRI con el consecuente fortalecimiento del partido de los dinosaurios que hoy regresará a gobernar el país, entre otras cosas, gracias a que la izquierda lo fortaleció y le dio el poder para “vender caro su amor” al gobierno hoy saliente.
            Pero por el otro lado, en el polo opuesto la historia también comenzó hace seis años cuando a Peña Nieto o a alguien del PRI se le ocurrió que él podría ser la figura –en el sentido más estricto de la palabra- que los llevara de regreso a Los Pinos y empezaron a construir la imagen del “rock star” que el domingo pasado ganó las elecciones y será el presidente de México los próximos seis años. En todo este período, el PRI se dedicó a presionar al gobierno federal panista para sumarse a algunos acuerdos e iniciativas que garantizaran la gobernabilidad y algunos avances –aunque insignificantes, mejores que la parálisis total- y a producir y vender, gracias a contratos millonarios con los medios, sobre todo con las televisoras y en especial con Televisa, un producto llamado “Enrique Peña Nieto”. Este producto-personaje tuvo la habilidad de ir reconstruyendo la unidad entre los “señores feudales” gobernadores de su partido que aún son mayoría en México, un gran porcentaje de los llamados “poderes fácticos” y los diferentes sectores de su partido que vieron en él la posibilidad de recuperar el poder a nivel federal.
            Al mismo tiempo, en el PAN se hizo realidad la maldición atribuida creo a Castillo Peraza, de “ganar el poder y perder al partido” debido a dos errores que considero fundamentales: por una parte, hacia su interior, se privilegió el pragmatismo de buscar la conservación del poder por encima de los principios democráticos que siempre habían caracterizado a acción nacional y por otro, en el ejercicio del gobierno, desde Fox hasta Calderón con estilos distintos, se evadió la responsabilidad de desmantelar el viejo sistema corporativo priista contra el que se había combatido y se trató de hacer una copia, una mala copia de este mismo sistema “empanizado”. Es así que el partido se dividió y no formó a los cuadros y liderazgos fuertes que pudieran garantizar los relevos y además se desgastó frente a una ciudadanía que esperaba que la alternancia trajera una verdadera alternativa de gobiernos distintos y que vio con desilusión repetirse la misma historia de siempre.
            En particular el gobierno de Calderón se cerró en privilegiar la lealtad y la incondicionalidad sobre la eficacia y  se empeñó en una estrategia equivocada contra el crimen organizado que generó una escalada de violencia  a la que aún no se le ve salida y que se posicionó como la principal prioridad y elemento de evaluación del sexenio, dejando de lado muchos otros frentes, incluyendo aquellos donde hubo avances y logros.
            Esta combinación explosiva no podía tener una llegada tersa al proceso electoral que se inició con un candidato empeñado en el mito del fraude, un candidato artificialmente construido y con el pecado original del despilfarro de recursos para su posicionamiento mediático y una candidata con la doble debilidad de ser, simultáneamente la oposición al candidato del presidente y al mismo tiempo, la representante de la continuidad de su muy cuestionado gobierno.

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Tres imágenes para el día del maestro.

*De mi columna Educación personalizante. Lado B. Mayo de 2012. 1.-Preparar el futuro, “Qué lindo era el futuro...