*Reseña de 2005. Inédita.
Lorentzen, Lois Ann.
Ética ambiental.
Colección: “hacia la sustentabilidad”.
UIA Golfo Centro.
Puebla. 2001.
Un
neófito se acerca a esta historia.
Acercarse a una historia nueva
implica siempre un espíritu de aventura, una apertura a lo nuevo, un deseo de
encontrar otros mundos aún no conocidos. Acercarse a otra historia requiere
muchas veces despojarse de creencias, ideas preestablecidas, juicios aprendidos
o elaborados con anterioridad, certezas que son fruto de la propia historia. El
acercamiento a otra historia trae consigo por ello, una sensación de
inseguridad, de respeto, de cierto temor por lo que se pueda ir descubriendo y
sobre todo por lo que se tenga que ir dejando.
Esta es la sensación del autor al
acercarse a esta historia o mejor dicho a este mar de historias que se
entretejen en “Ética ambiental” de Lois Ann Lorentzen. Esta fue la sensación
inicial, reforzada por el hecho de ser una historia ajena – al menos esa fue la
idea inicial – una historia de la que no se ha estudiado prácticamente nada,
una historia que se piensa uniforme e integrada y de la que se tienen apenas
algunos datos o frases sueltas de oídas o cierta lectura y discusión de
“Filosofía para niños” que ciertamente no era de lo mejor del programa o alguna
reflexión ética de lo educativo que ha pasado apenas tangencialmente por lo
ambiental.
Sin embargo, lo primero que hay que
comentar de este excelente texto es que no es el libro del experto que quiere
demostrar cuánto sabe a sus lectores aunque estos puedan no entender nada – que
a veces este es el criterio para determinar si un libro es bueno- sino la invitación y el
testimonio de una búsqueda que ha llegado a cristalizar en una verdadera síntesis
clara, comprensible, apasionada y apasionante que se refleja en un mar de
historias que configuran una historia concreta y compleja: la historia de las
“relaciones morales del ser humano con su
ambiente natural” y de la sistematización teórica o científica de esta
historia concreta y compleja.
De manera que el primer
descubrimiento al que lleva la lectura es claramente a la sensación afectiva y
la comprensión intelectual de que esta historia no es una historia ajena sino
que se trata de la historia de todos nosotros en nuestro mundo, una historia en
la que uno es actor y puede, debe, involucrarse y tratar de seguirla
escribiendo pero con otro sentido, con un sentido de verdadera preocupación
creativa más allá de la cómoda inconciencia consumista o de la atractiva
postura ecologista superficial.
Esta historia es nuestra historia y
el libro consigue involucrarnos con ella. El problema es que el mensaje
conclusivo es muy claro: el problema de la ética ambiental es el de una
búsqueda sin fin, un proceso permanente que requiere para iniciarse o
reiniciarse de una profunda transformación personal y estructural, de un cambio
radical en nuestros modos de vida individuales o familiares pero también en
nuestra cultura global y en las estructuras económicas, tecnológicas e
ideológicas que se derivan de ella.
Una
historia personal: La búsqueda detrás del texto.
¿Cómo logra este libro involucrarnos
en esta historia y dejar de verla como ajena? ¿Qué técnica literaria o
estrategia metodológica utiliza la autora para hacernos partícipes de esta
invitación al cambio?
Lo que aparece detrás del texto no
es - aunque el libro está muy didácticamente planteado para que el lector vaya
entrando desde las definiciones básicas, las posturas filosóficas y teológicas
que sirven de sustento hasta las diferentes éticas ambientales y los
movimientos actuales que intentan operativizar estas posturas- , lo que aparece
tras el texto según se logra captar es una persona que busca, una persona
humana preocupada por la reflexión filosófica sobre el problema ambiental, una
académica que a partir de una búsqueda personal entra en un proceso de
investigación y acción que a lo largo de los años va fructificando en un cuerpo
conceptual potente, sólido pero sobre todo, significativo, impregnado del
sentido que le va imprimiendo el proceso humano que lo origina, lo crea y lo
recrea a través del texto.
Del alpinismo al ecologismo y de
allí a la reflexión sistemática de esta materia tan antigua que se llama ética,
aplicada a un campo más antiguo que la misma especie humana pero tan nuevo, tan
recientemente descubierto y trabajado como campo de estudio, de reflexión, de
preocupación, de acción y reacción frente a la destrucción de la que el mismo
ser humano la ha hecho objeto por una multiplicidad de variables económicas,
políticas, culturales, filosóficas, teológicas.
Sin conocer personalmente a la
autora, el lector puede encontrarse con un compromiso auténtico que se va
reflejando a lo largo de todo el libro, un compromiso reflexionado al que se
puede sumar o no, pero no deja de inquietar, de hacer pensar, de suscitar
preguntas.
Una
historia trágica: La crisis ecológica como despertar al problema.
El inicio
del libro, como planteamiento didáctico, parece ser el mismo inicio de lo ambiental como objeto de estudio : la crisis
ambiental que padece la humanidad sobre todo, de manera acelerada, a partir de
la época moderna. Esta crisis ambiental
que empezó a estudiarse primero, como el texto menciona, desde una disciplina
holística llamada Ecología porque persigue el estudio de la propia casa y que
paradójicamente tiene la misma raíz que Economía, aunque la normatividad, el
manejo de la casa no corresponda y actualmente incluso sea contrario en sus
criterios y acciones al estudio y cuidado de la casa que la Ecología ha venido
proponiendo. Primero desde una disciplina y después desde un enfoque multidisciplinar complejo, pero este inicio,
esta crisis ambiental en la que el mundo se encuentra sumido y que parece
ahondarse día a día en lugar de empezarse a solucionar es el origen, el
disparador de una nueva cultura emergente que es todavía marginal pero que
parece cada día más urgente.
No es objeto de este comentario
repetir los escalofriantes datos que aparecen en este apartado inicial del libro.
Baste con decir, a partir de la cita de Kaplan que refiere la autora en la que
se dice que vamos a enfrentar guerras debidas a la sobrepoblación y a la
escasez de recursos naturales, que es terrible pero probable que después de las
guerras que ya se han enfrentado por territorios o por petróleo (recursos
naturales), que podamos llegar a guerras por el agua o por otros recursos
naturales. ¿Hay un peor escenario posible para la humanidad y para el planeta
entero?
Una
historia bíblica: el cristianismo como culpable.
El génesis y sus dos relatos de la
creación, la interpretación dominante de estos relatos, son el pretexto para
continuar con una provocación que cuestiona al lector aunque después se matice
con interpretaciones y contraejemplos alternativos: según White, el
cristianismo es el culpable de la crisis medioambiental que vivimos.
La visión antropocéntrica
distorsionada que se ha derivado de la interpretación dominante de estos
relatos en los que aparece la humanidad como la encargada de controlar, de
someter, de decidir sobre el destino de la tierra, las plantas y los animales.
De allí al desarrollo científico y tecnológico, a la sobreexplotación de
recursos naturales, a la autodestrucción solamente hay un paso, un paso
histórico en el que intervienen desde luego muchas variables más, pero que
tienen en esta interpretación una legitimación espiritual incuestionable que es
cierto que ha permeado en mucho a la cultura occidental entera.
Un antropocentrismo distorsionado
que considera una separación radical del hombre y la naturaleza, una
superioridad de los humanos sobre los recursos naturales y que ha sido
cuestionado solamente a partir de esta severa crisis ecológica que ha
ocasionado.
De esta hipótesis cuestionadora y
cuestionada, la autora parte para presentar otros enfoques también cristianos
como el ejemplo de San Francisco de Asís y la utopía de una comunidad
planetaria no jerárquica, la posición oficial de la iglesia representada en el
papa actual y sus más recientes encíclicas donde se tiene aún una visión
antropocéntrica pero que marca claramente límites a la explotación de la
naturaleza y las visiones gerenciales o administrativas que hablan de que los
humanos somos administradores de los recursos naturales o la visión ciudadana
ecocéntrica que habla de que la humana es solamente otra especie entre toda la
diversidad y que somos ciudadanos del mundo, hasta llegar a la posición de la
teología de la liberación en la que se habla de “pecado medioambiental” como
pecado estructural y de la necesidad de una ecoteología a partir de las
necesidades de los pobres.
La autora menciona también la visión
protestante moderna manifestada en la “teología del proceso”, una teología que
parte de una perspectiva dinámica en la que Dios es parte de este proceso
evolutivo humano-natural y lo que se hace a la naturaleza puede afectar también
a Dios.
Toda esta serie de enfoques hablan
de la complejidad del problema y de la dificultad para encontrar normas morales
definidas que regulen universalmente la relación entre los humanos y el medio
ambiente natural. Todas estas visiones teológicas son de algún modo trasfondo o
sustento de las éticas ambientales que se presentan en la parte central del
texto.
Una
larga historia: La cultura occidental en la raíz.
Más allá del cristianismo y de la
concreción científico-tecnológica-económica de la interpretación bíblica del
génesis, otros autores hablan de esta larga historia de conceptualizaciones
sobre las relaciones humanidad-naturaleza y algunos de los presentados en este
libro atribuyen al atomismo de Demócrito y al dualismo de Platón los
significados culturales antropocéntricos y la separación radical
hombre-naturaleza que han traído consigo los problemas ambientales que hacen
crisis en el presente.
Una larga historia en la que es
difícil distinguir un solo culpable de esa cosmovisión que nos ha llevado al
desastre ambiental actual, pero que permiten hacer conciencia de que el
continuo histórico ha ido dejando, sobre todo en occidente, modos de
significación y de vida que son contrarios al desarrollo armónico de esta
relación entre naturaleza y cultura.
Destaca en esta relación
distorsionada el concepto de civilización dominante y el modelo de desarrollo
imperante en el mundo.
Diversos
modos de entender la historia: Ética
ambiental o Éticas ambientales
EL núcleo del libro nos presenta la
diversidad de éticas ambientales que se han ido construyendo en esta historia
de reflexión y pensamiento sobre la naturaleza y lo humano dentro de ella.
Inicia con Aldo Leopold, al que se
nombra como “el abuelo” de esta disciplina, autor de “La ética de la tierra” en
la que persigue ampliar las consideraciones éticas a la tierra, la flora y la
fauna, asumiendo que la tierra vive y que merece consideración moral. En esta
perspectiva el bien y el mal están en función de la comunidad biótica y no de
los individuos. Esta consideración tuvo mucha influencia en otros enfoques
éticos posteriores.
Un segundo enfoque es el de la ética
biosférica que se sustenta en la hipótesis GAIA que considera a la tierra como
organismo vivo que tiene conciencia, siente dolor y tiene la tendencia a estar
contenta, por lo que merece ser objeto de todas las consideraciones éticas.
La tercera posición es la de las
éticas basadas en derechos que la autora presenta a partir de Cristopher Stone
y su propuesta de extender los derechos legales a los árboles y otros objetos
naturales en la que plantea el derecho de un río a recibir una compensación si
una industria le causa daños, y de las corrientes éticas de los derechos de los
animales en sus dos vertientes: utilitarista y deontológica.
En ambas vertientes se considera a
los seres vivos en general como poseedores de derechos con la diferencia de que
los utilitaristas aceptan la posibilidad de que se use a los animales como
recursos cuando los intereses humanos sean mayores que los de los animales y la
posibilidad de experimentar con animales para cuestiones de salud, mientras que
los deontológicos optan radicalmente por negar toda posibilidad de
experimentación con animales y suprimir la pesca, la cacería y toda actividad
en la que se “abuse” de los animales violando sus derechos.
El individualismo biótico de
Schweitzer y su concepto de “reverencia por la vida” se presentan dentro de
estos enfoques radicales.
Una de las éticas ambientales que ha
adquirido mucha fuerza es la que se fundamenta en la preocupación por las
generaciones futuras. “¿Qué ha hecho la posteridad por mí?” pregunta Heilbroner
reflejando el cuestionamiento básico a este enfoque en el que se plantea que no
se puede sustentar una ética en las generaciones futuras porque no sabemos
cuáles serán sus necesidades o aún es necesario definir si tenemos alguna
responsabilidad con seres que aún no existen. La determinación por analogía de
las necesidades de los futuros seres humanos es parte de la defensa de este
enfoque del que se ha popularizado mucho la frase que habla de que los recursos
naturales no son herencia de nuestros padres para nosotros sino un patrimonio
de nuestros hijos que nosotros solamente estamos administrando.
La ecología profunda o deep ecology se
presenta como una preocupación filosófica que parte de la crítica a las
posturas ecologistas superficiales en las que se atacan solamente los síntomas
del problema pero no las causas profundas y se explicita la necesidad de una
transformación profunda de la cultura y los modos de vida humanos y el cambio
de las estructuras económicas, técnicas, ideológicas, científicas que imperan
en el mundo moderno.
Se parte en esta postura del
igualitarismo biocéntrico en el que se afirma que todos los seres humanos
tienen derecho a existir, por lo que el humano no debe alterar esta diversidad
biológica si no es para satisfacer sus necesidades básicas. El planteamiento de
una vida austera y armónica con esta biodiversidad y la exigencia a los países
ricos de disminuir sus niveles de consumo son planteamientos de esta
perspectiva en la que se habla también de la necesidad de reducir el
crecimiento demográfico como una forma de garantizar la calidad de vida en el
planeta.
La ecología social en cambio,
plantea la relación directa entre la dominación social y la dominación de la
naturaleza y habla de que el cambio debe darse al nivel de las estructuras
socioeconómicas de la sociedad ya que en las sociedades altamente jerárquicas
se da también un nivel alto de explotación de los recursos naturales.
La diversidad de las éticas que nos
dejan ver esa reacción inicial de radicalismo en la que se pasa de un
antropocentrismo cerrado y destructivo y una separación radical del ser humano
y la naturaleza a una posición de un ecocentrismo exacerbado y un proceso de
identificación o disolución de lo humano en lo natural con todas las visiones
intermedias que se han ido construyendo, es una muestra de la complejidad del problema
de la ética ambiental. Antropocentrismo, biocentrismo, ecocentrismo, ¿por dónde
buscar el fundamento para una ética ambiental universal? ¿Cómo descubrir las
normas morales de relación entre el ser humano y la naturaleza?
Estas preguntas llevan a la autora a
una serie de reflexiones críticas sobre las diversas posturas éticas en
relación a lo ambiental.
El norte
y el sur: Dos historias distintas.
Parte de esta búsqueda personal de
la autora la lleva al descubrimiento de que las visiones ambientales y las
construcciones éticas relacionadas con el ambiente son muy distintas en el
norte y en el sur. Los conceptos de naturaleza y de relaciones
hombre-naturaleza son constructos que varían de acuerdo a la diversidad de
situaciones y culturas.
A partir de un artículo clásico de
un autor indio donde se cuestiona la deep ecology y las éticas ambientales del
norte, centradas básicamente en la conservación y en una visión romántica de
las regiones sin cultivar que plantea que las zonas naturales son mejores sin
la intervención humana y así deben preservarse, la autora va planteando
visiones del sur que contrastan seriamente con estas perspectivas y que son ,
necesariamente antropocéntricas dadas las condiciones precarias e injustas en
las que viven grandes cantidades de población en estos países subdesarrollados.
Ya
para esta parte del libro se ha hablado de autores latinoamericanos como
Gudynaz, Boff, Contreras y Herz, que hablan de la necesidad de que una ética
ambiental sea una ética social, ya que la injusticia económica produce daños
directos y la injusticia ecológica produce daños indirectos pero ambas llevan
al hambre y a la muerte a millones de personas.
De este tipo de pensamiento que nace
de las necesidades de los pobres y tiene mucho que ver con los enfoques de la
teología de la liberación, se deriva la perspectiva de superar las éticas que
son solamente de la naturaleza al mismo tiempo que se evitan los enfoques
meramente antropocéntricos.
Estos encuentros llevan a la autora
al planteamiento de la necesidad de evitar las éticas del todo o nada y a
evitar esa separación radical entre naturaleza y cultura evitando también la
disolución de lo humano en lo natural. El equilibrio y la pluralidad es la
salida para una sociedad heterogénea pero para lograrlo, sirve de mucho la
información que aportan los planteamientos éticos holísticos o totalizadores.
La autora plantea sin embargo la
realidad que vivimos de todo o nada en ejemplos de megaciudades como Los
Angeles o México, plantea también la contradicción que existe en las sociedades
llamadas desarrolladas en las que muchos planteamientos o posiciones
supuestamente ecologistas están solamente satisfaciendo una necesidad de
consumo y mercado mientras refuerzan el modelo económico y cultural que hace que
los países pobres tengan que destruir la naturaleza para sobrevivir a este
sistema económico surtiendo de materias primas y recursos naturales a estos
países “desarrollados”.
La necesidad de ver lo concreto y no
las posturas abstractas, de descubrir lo oculto y no dejarse llevar solamente
por lo aparente de estas posiciones, lleva a descubrir la insuficiencia o aún
el elitismo y el esteticismo de las posturas que plantean la preservación
estática de regiones naturales que serán solamente atractivo turístico para los
ricos pero no modificarán las relaciones entre el ser humano y la naturaleza.
Todos estos enfoques éticos no han
logrado definir, dice la autora, el verdadero telos, la real finalidad de la
tierra. ¿Será porque lo concreto nos lleva a ver que esa finalidad no está
definida desde ahora y que es también un proceso, un desconocido que tendrá que
irse descubriendo a la vez que va sucediendo la vida y su complejidad? ¿Será
porque esa finalidad esta sujeta a la probabilidad emergente que parte de una
norma dinámica y flexible y no de leyes clásicas perfectamente definidas y
controlables?
Una
historia emergente: El género como visión alternativa.
La perspectiva de género, el
ecofeminismo que parte del hecho validado por investigación empírica, de que
así como la llamada “nueva pobreza” es una pobreza femenina, una pobreza que
afecta mucho más intensamente a las mujeres, así también la crisis ecológica es
una crisis que deteriora mucho más severamente la calidad de vida del sector
femenino, es una visión que está surgiendo y definiéndose, también en
diferentes variantes y grados diversos de radicalidad, como una alternativa
hacia la solución de esta relación humanidad-naturaleza.
El punto de partida es la
constatación de que la explotación de la naturaleza y la explotación o
subordinación de la mujer han ido históricamente de la mano. La salida es
plantear que el ecologismo y el feminismo van también de la mano. ¿En qué
sentido? En muy diversos modos de expresión y acción, sin embargo, parece ser, que
el espíritu de control, dominio y destrucción están identificados mucho más con
lo masculino y que es esta cultura de poder, esta cultura y estas estructuras
masculinas las que han llevado a la crisis, por lo que parece urgente la
necesidad de entrar a otra época en la que la visión de lo femenino, de la
sensibilidad, la armonía, la integración y la cooperación, sean los ejes sobre
los que se construya una nueva cultura en la que se borre la tajante separación
entre naturaleza y cultura sin confundir lo humano y lo natural. “Buscamos un
espacio que no es totalmente cultural ni totalmente natural” dice la autora
hacia el final del libro y nos comunica lo que ha aprendido de las mujeres
salvadoreñas. Nos comunica la vivencia de una apertura intercultural en la que
se confrontan e incluso se modifican las propias creencias o los propios
conceptos a la luz de lo que los demás o las demás nos comunican de su propia
experiencia, de sus modos de entender la vida y de vivirla.
Hacia esta comprensión y
complementación intercultural, ¿quizá otra cara menos negativa de la
globalización? , nos acerca este texto como una posibilidad de salida no a los
efectos de la crisis ambiental que vivimos sino a las causas que la producen
que son básicamente causas humanas – que parten de modos de vida individuales,
estructuras sociales y significados culturales- que a pesar de las
dificultades, podrían irse modificando para construir una visión de desarrollo
sustentable. Esta es la esperanza...y no es casual que el libro termine precisamente
con esta frase. Porque todo el libro es, a partir, o con el pretexto de, un
recuento del estado del arte de la ética ambiental, un invitación a la
esperanza que lleva al compromiso y la acción, a la acción que renueva,
fortalece y organiza la esperanza.
Quizá parafraseando este clásico
diríamos para cerrar: “Ecoser o no ser:
ahí está el dilema (o el riesgo)”
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