*López Calva, Martín, Formación humana y sociedad del conocimiento: de la ambigüedad a la complejidad. Revista Internacional de Ciencias Sociales y Humanidades, SOCIOTAM, vol. XVIII, núm. 1, 2008, pp. 53-71, Universidad Autónoma de Tamaulipas, Ciudad Victoria, México.
RESUMEN.
La
sociedad contemporánea está marcada por la ambigüedad. Es por ello que resulta
pertinente analizar qué se entiende por ambigüedad y cómo se puede plantear
alguna alternativa para la formación humana en la sociedad del conocimiento.
Se
propone aquí que la salida a la ambigüedad entendida como confusión o
contraposición de visiones es el paso de una perspectiva simplificadora a una de complejidad. Entender la ambigüedad
contemporánea desde la complejidad puede conducirnos a la construcción de futuro a partir del trabajo educativo que
promueva la preparación para vivir en la incertidumbre. Para ello se requiere
de una reforma educativa profunda, sustentada en que la educación es en sí
misma un sistema complejo.
1.-AMBIGÜEDAD
DEL TÉRMINO AMBIGÜEDAD.
El “diccionario del español usual en
México”, editado por El Colegio de México (2002), plantea que ambigüedad es la
“condición de lo que es incierto o confuso, vaguedad o indecisión de una
persona o de sus actos e ideas” y que ambiguo es “lo que admite más de una
interpretación o se refiere indistintamente y al mismo tiempo, a dos o más
cosas, aún contradictorias, por lo que se considera incierto, vago o confuso…”
Si ambiguo es lo que admite más de
una interpretación, podemos arriesgarnos a pensar que la ambigüedad que
caracteriza a la sociedad contemporánea puede significar también varias cosas.
Dos posibles interpretaciones, contrarias al menos en los términos en que se
expresan y analizan en los medios intelectuales y en la sociedad en general en
nuestros días son:
1).-Ambigüedad como crisis, decadencia,
pérdida de certezas, pérdida de valores, falta de rumbo, situación caótica, etc.
2).-Ambigüedad como transición
histórica, cambio de época, progreso respecto al pasado dogmático o rígidamente
racionalista, flexibilidad, apertura, tolerancia, emergencia de nuevos valores
y sentidos de vida.
Pero si tomamos por ambiguo, como
también dice el diccionario, lo que se refiere al mismo tiempo a dos o más
cosas, aún contradictorias, por lo que se considera incierto, vago o confuso,
entonces podemos pensar también que la ambigüedad contemporánea puede
entenderse más que como una disyuntiva entre decadencia o progreso, como complejidad, que incluso puede
contener ambas interpretaciones y verlas no como excluyentes sino como
coexistentes, en una dialéctica o dialógica ineludible.
Como afirma Lonergan (1999), el
desarrollo de la humanidad, contra lo que prometió la modernidad, es siempre
una mezcla compleja de progreso y decadencia. El pensamiento del intelectual
francés Edgar Morín (2003) constituye también un sólido y contundente
cuestionamiento a esta utopía moderna del
progreso lineal; la perspectiva del pensamiento complejo tiene como sustento la
afirmación de que la realidad del cosmos, de la vida y del ser humano visto
individual y socialmente, es una mezcla de
Orden—desorden—organización
articulados
en un “bucle” inseparable, de manera que es necesario superar la lógica de la
disyunción y empezar a pensar en términos de conjunción. Para fundamentar esta
necesidad, Morín (1995: p. 91) se apoya en la frase de Niels Bohr que afirma
que “lo
contrario de una idea profunda es otra idea profunda”.
Esto quiere decir que el término
ambigüedad contemporánea puede entenderse también como complejidad
contemporánea. En este tercer enfoque vamos a ubicar la propuesta de este
artículo, asumiendo que cada época ha tenido su propia complejidad aunque
estemos en un contexto mundial que tiene este rasgo como una característica
definitoria. Se tratará de evitar los extremos triunfalista o catastrofista,
propios de una visión simplificadora de la realidad, para señalar como punto de partida algunos
rasgos particulares de la ambigüedad de nuestro tiempo vistos específicamente
desde el ángulo de los desafíos para la educación actual para proponer la
visión de complejidad y el ejercicio del pensamiento complejo como un camino
viable y pertinente para aproximarnos a la comprensión y progresiva solución de
los problemas que estos desafíos están planteando mediante una profunda
“reforma del espíritu” (Morín, 2000) que tiene que ser guiada por un sistema
educativo reformado.
Si intentamos pensar gráficamente la
relación entre las dos acepciones del término ambigüedad descritos líneas
arriba, podríamos decir que la complejidad contemporánea incluye como un
elemento central y definitorio, a la incertidumbre. “El futuro se llama
incertidumbre”, señala Morín (2006) y si como es evidente, la educación debe
preparar para el futuro, tenemos entonces que asumir en el mundo de la
educación, que la reforma del sistema educativo tiene en primer lugar que dar
el paso enorme que se requiere para formar a los educandos para ser capaces de
vivir en la incertidumbre, de construirse y construir futuro en un contexto
donde no existen las certezas. Este es quizá el desafío fundamental para la
formación humana en la sociedad de la información o “sociedad del
conocimiento”, un reto que exige la transformación del sistema educativo desde
sus fundamentos hasta sus prácticas y estructuras cotidianas, pues la
concepción misma del educar y todas sus concreciones teóricas, metodológicas,
prácticas, normativas e institucionales están fundadas en certezas y verdades
sólidas e incuestionables.
La reforma de la educación desde sus
fundamentos para lograr un nuevo sistema educativo que prepare para la
incertidumbre que caracteriza a nuestra sociedad contemporánea marcada por el
signo de la ambigüedad, tiene que partir de la transición de un pensamiento
simplificador, sustentado en la lógica disyuntiva –que usa la “o” para plantear
alternativas entre verdades distintas- a una lógica de conjunción –que usa la
“y” para enfatizar la coexistencia y validez simultánea de verdades
concurrentes, complementarias o aún contradictorias-.
Este es el primer reto para una
nueva aproximación universitaria al fenómeno de la complejidad contemporánea:
cambiar el pensamiento simplificador dominante en la civilización occidental
por un pensamiento complejo. El cambio no es nada fácil porque implica una
ruptura epistemológica, un cambio radical de los marcos de análisis en los que muchas
generaciones hemos sido formadas y una
reestructuración de la mirada con la que nos aproximamos a la realidad. Esto
supone un cambio cultural profundo que reta en la práctica aún a los académicos
que se pronuncian a favor de la complejidad y el pensamiento complejo en el
discurso teórico.
1.-EDUCACIÓN
Y COMPLEJIDAD.
En
su libro: “Educación y sociedad. Los retos del año 2000”, Lesourne (1998)
plantea la complejidad intrínseca de todo sistema educativo y la necesidad
derivada de esta naturaleza compleja de la educación, de transformar los marcos
de análisis del hecho educativo de la visión sustentada en la simplificación a
la visión holística que intenta aproximarse al estudio de los fenómenos
educativos teniendo una perspectiva que contempla la multiplicidad de factores
intervinientes y las relaciones e influencias retroactivas y recursivas que se
dan entre todos estos factores.
En este análisis de la reforma
educativa francesa, se señalan algunas de las principales fuentes de
complejidad de la educación:
a.-De
los contenidos pedagógicos:
La primera fuente de complejidad que
enfrentamos al tratar de analizar los procesos educativos es la relativa a los
contenidos pedagógicos. Ya Lonergan en sus conferencias de Cincinatti en 1956
compiladas en un libro titulado “Filosofía de la educación” (1998) señalaba
como uno de los problemas centrales para pensar la educación contemporánea el
de “los nuevos aprendizajes” y al hablar de ellos subrayaba la enorme cantidad
de información que se genera por el acelerado desarrollo de las ciencias, la
vertiginosa dinámica de cambio en los conocimientos de todas las disciplinas y
la enorme desarticulación y dispersión de los saberes.
La educación contemporánea enfrenta
como nunca esta complejidad derivada de los contenidos a enseñar. La tensión
entre cantidad de contenidos y aprendizaje de calidad, entre amplitud en las
perspectivas y profundidad en la comprensión, entre la inclusión de nuevas
disciplinas necesarias para vivir en el mundo contemporáneo y continuidad de
disciplinas y contenidos de la herencia histórica y cultural, la tensión entre
conocimiento teórico y conocimiento práctico y aplicado, etc. están presentes
en todos los procesos de definición, diseño, instrumentación y evaluación
curricular. El caso más reciente donde se ha manifestado claramente esta
complejidad de los contenidos ha sido la Reforma curricular de la escuela
secundaria que se realizó en el sexenio pasado y en la que la “RIES” (Reforma
integral de la escuela secundaria) fue el blanco de muchas polémicas y
discusiones desde los gremios profesionales –sobre todo el de los
historiadores- y magisteriales, y después de un proceso de consulta y revisión
terminó en la instrumentación de la “RES” (reforma de la escuela secundaria)
que inició en el ciclo escolar 2006-2007.
Por otra parte encontramos el
problema de la dispersión de los contenidos. Los currículos escolares y
universitarios siguen siendo en su mayoría currículos diseñados en torno a
disciplinas separadas que convierten el aprendizaje en un proceso dividido y
desintegrado. El reto de la interdisciplina y la transdisciplina que plantean Morín
(1999) para apuntar hacia una comprensión más completa y compleja de la
realidad sigue estando presente y no está siendo abordado con suficiente
decisión por parte de los responsables de la orientación del sistema educativo.
b.-Relación
pedagógica:
La segunda fuente de complejidad
tiene que ver con la relación pedagógica. Si complejo es, como afirma Morín
(2006): “lo que está tejido junto”, es decir, lo que contiene una multiplicidad
de elementos en relación, el fenómeno educativo es complejo por su naturaleza
instrínsecamente intersubjetiva. En el ya clásico estudio de Jackson: “La vida
en las aulas” (1968), se documenta que en un día normal de clases existen más
de 2000 eventos de intercambio entre el profesor y los alumnos. Este es un
ejemplo muy ilustrativo de la complejidad del proceso de enseñanza-aprendizaje
que es el centro del proceso educativo.
Esta complejidad relativa a la
relación pedagógica resulta más evidente si consideramos que, como afirma toda
la literatura al respecto, se trata de un intercambio no solamente de tipo
intelectual en el que se transmiten ideas de un profesor a un grupo de alumnos,
sino de una relación humana que tiene múltiples dimensiones. Un profesor
comunica conocimientos pero también comunica un método de construcción de
conocimientos y además comunica su propia persona (afirma Meneses; 1991).
Fierro et al (1999), definen y estudian en procesos de investigación-acción con
grupos de profesores, diversas dimensiones de la práctica docente adicionales a
la dimensión didáctica, como son la dimensión social, la dimensión personal, la
dimensión valoral y la dimensión institucional. Todas estas dimensiones se
reflejan e inciden en la relación pedagógica.
En la educación de nuestros días,
parecen coexistir según lo reportado por grupos de docentes en procesos de
recuperación de su práctica cotidiana a partir de un método reflexivo
sustentado en el enfoque de Lonergan (López Calva, 2001) básicamente relaciones
pedagógicas marcadas por un autoritarismo paternalista y relaciones pedagógicas
caracterizadas por un amiguismo pseudodemocrático, frente a tímidas o
marginales búsquedas de diálogo realmente constructivo y humanizante.
El signo de la relación pedagógica
en nuestra educación parece caber en tres categorías, desde esta experiencia
declarada por los profesores: la relación de temor, la relación de dependencia
y la relación de codependencia.
La primera relación la constituye
una visión tradicional de la autoridad del docente en la que el profesor impone
el control del proceso con base en el saber y el poder más que el estudiante.
Fierro y Carbajal (2003) documentan que la mayoría de los profesores transmiten
valores heterónomos y formales de manera impuesta en la educación básica. La
segunda relación se construye a partir de la visión también heredada históricamente,
del profesor como guía, tutor o modelo y se manifiesta en un paternalismo en
que el profesor, al mismo tiempo que impone su autoridad, trata el estudiante
como inferior, como alguien que no sabe y no puede y por tanto necesita ser
ayudado, guiado, iluminado, etc. (cfr. Stevens: en Lafarga, 1997). La tercera
relación nace a partir de las exigencias de democratización, diálogo, trato
igualitario y centralidad del estudiante, que se ve fuertemente reforzada con
una cultura que exagera hasta el extremo la idea de lo “políticamente correcto”
en la ambigüedad contemporánea, según la cual no se puede violentar al educando
ni imponerle nada porque supuestamente “se violarían sus derechos humanos”. Esto
genera una relación de codependencia y amiguismo en la que el centro es la
preocupación por el ambiente de relación y el afecto, más que por el
cumplimiento de metas y responsabilidades o el trabajo con disciplina.
c.-Sentido del acto
pedagógico:
La tercera fuente de complejidad
está en el sentido del acto pedagógico y se aprecia en que los procesos
educativos inmersos en la ambigüedad contemporánea están cruzados por la
vivencia de un mundo en el que no hay suficiente distinción en el mundo de los
valores como para saber qué es mejor o qué es realmente bueno o constructivo en
los procesos pedagógicos por el relativismo moral en el que nos encontramos
(Rojas, 2001), dentro de un mundo marcado por el “miedo líquido” que analiza
Bauman (2007) como rasgo característico de la sociedad contemporánea, fruto de
la incertidumbre del futuro que ya se ha señalado.
El sentido del acto pedagógico tiene
que ver con el sentido de la existencia humana y de la historia de la
humanidad. Ante un horizonte en el que no existe claridad sobre este sentido de
la existencia individual y del devenir colectivo, es natural encontrar una
crisis de sentido en el acto pedagógico. ¿Para qué educar en el mundo actual
que no tiene certezas ni utopías humanas y sociales? La respuesta parece estar
nuevamente en la complejidad: el sentido del acto pedagógico en la ambigüedad
contemporánea solamente podrá ser encontrado si se realiza un viraje para
educar en y para la incertidumbre que es el signo de los tiempos y si se asume
la convicción de que se tiene que educar para la construcción progresiva de un
mundo mejor, porque como dice Morín (2000; p. 89): “La renuncia al mejor de los
mundos no significa la renuncia a un mundo mejor”.
d.-Los
medios pedagógicos:
La cuarta fuente de complejidad, que
es la de los medios pedagógicos. Esta
consiste en la coexistencia en los procesos educativos de nuestros días, de
tecnologías de información y comunicación cada vez más necesarias y obligadas
por el entorno, sobre todo por demanda de nuestros estudiantes con la cultura
pretecnológica y aún en muchos casos antitecnológica de nuestros educadores.
Esta complejidad nos hace enfrentar
diariamente, a una cultura docente centrada fuertemente en el discurso del
profesor, en la cultura de la palabra hablada o impresa, que implica procesos
lineales de pensamiento y comprensión, necesidad de responder a un estímulo a
la vez, orden riguroso y noción de realidad como tangible y concreta con una
cultura estudiantil que no es lineal sino que responde a proceso de
hipertextualidad, se centra sobre todo en la imagen, está poco habituada y
motivada frente a la palabra impresa, que responde a múltiples estímulos
simultáneos y que concibe la realidad como virtual, no necesariamente tangible.
Marqués (2000) señala algunas de las
funciones actuales de las tecnologías de información y comunicación (TIC) en la
educación:
|
|
El
mismo autor señala sin embargo la necesidad de familiarizar a los alumnos y a
los docentes con estas herramientas, dado que no existe una cultura adecuada de
su uso educativo, sobre todo entre el profesorado y se tiene además en general
una carencia de apoyo por parte de los centros educativos (el estudio está
hecho en España pero sin duda esta situación es aún más grave en México) para
una adecuada instrumentación de las TIC en los centros educativos a través de
una buena coordinación de esta área de relevancia cada vez más alta para la
formación de los educandos en la sociedad del conocimiento.
La visión simplificadora se
concentra simplemente en alabar ciegamente el uso de las nuevas tecnologías en
las aulas y proclamarlas la solución definitiva para la formación humana en la sociedad
del conocimiento ignorando las limitaciones y problemas que conlleva su uso
educativo y que son señaladas por el autor ya citado, o bien por una postura de
oposición ciega y resistencia a su incorporación en la educación por el
profesorado educado en otra cultura que ve estas herramientas como una amenaza
y un medio de deshumanización en la escuela.
La visión de complejidad tendría que
ver las TIC en el contexto global del sistema educativo y ponderar sus ventajas
y sus limitaciones, para poder construir alternativas auténticamente educativas
y humanamente formativas, para responder al desafío de formar seres humanos en
un mundo marcado por la información.
e.-El
sujeto de la Pedagogía:
La quinta fuente de complejidad es la del sujeto de la Pedagogía. El ser
humano tiene que ser leído en clave de misterio y no de problema, puesto que su
comprensión conlleva siempre nuevas preguntas y no tiene una solución universal
y definitiva, dice Marcel (2002). El ser humano es una conjunción de
“trinidades”: individuo-sociedad-especie, cerebro-mente-cultura,
razón-pasión-pulsión, dice Morín (2003). El sujeto humano está constituido por
un conjunto complejo de operaciones recurrentes y relacionadas entre sí que
producen resultados acumulativos y progresivos y que están sujetos siempre a
nuevas diferenciaciones e integraciones dice Lonergan (1988). El ser humano no
es educable como los animales sino educando, pues nunca termina de formarse a
lo largo de su vida, dice Fullat (1992). De este modo, se puede ver que una
fuente central de complejidad de la educación es que se trata de un proceso
para formar al ser humano y el ser humano es un ser intrínsecamente complejo.
Una dimensión de la complejidad humana es la relativa a la historicidad
y el “imprinting cultural” (Morín, 2001). Existe un dicho entre los educadores
que plantea que los problemas educativos actuales se deben a que se tienen “profesores del siglo XX, Alumnos del siglo
XXI y contenidos del siglo XIX”, es decir, que coexisten en el sistema
educativo sujetos que provienen de culturas, mentalidades y momentos históricos
distintos.
Esto nos puede ayudar a caracterizar
la complejidad de los sujetos de la educación en el contexto mexicano actual.
Porque mientras los educadores,
directivos, Investigadores y demás actores que trabajan en el mundo educativo
del lado de los profesionales son personas educadas en un mundo con valores
sólidos, identidades fuertes, en el mundo de las utopías y metarrelatos,
capaces y exigidos a establecer compromisos de futuro y preocupados por la
ética, los educandos son personas del siglo XXI, nacidas en un mundo sin
utopías ni metarrelatos, sin una educación en valores o creencias sólidas
porque no existen ya en el mundo, sin capacidad para establecer compromisos de
futuro, acostumbrados y viviendo identidades débiles, preocupados por la
estética (Mardones, 1988), centrados en lo afectivo, capaces de disfrutar, cosa
negada en la época de los adultos de hoy por “pecaminoso” (mucho más centrada
en el deber que en el querer o el vivir).
La
alternativa para comprender y enfrentar la complejidad en esta dimensión de los
sujetos de la educación actual es sin duda la de una visión holística que
intente poner en diálogo y explicar las relaciones entre estos sujetos formados
en contextos socio-culturales tan distintos, lo que hace que la barrera
generacional sea hoy mucho más amplia que en otros tiempos.
f.-La
sociedad en la que se educa:
La
sociedad es un ser de “tercer tipo”, dice Morín (1997) y por estar constituida
por sujetos humanos complejos constituye un sistema extremadamente complejo en
sí mismo, que como todo sistema, es a la vez mucho más y mucho menos que la
suma de sus componentes individuales y tiene a cada individuo impreso en el todo
pero está también impresa como todo en cada individuo que la compone.
Gorostiaga
(2000) caracteriza la complejidad de la sociedad contemporánea en la que se educa, como una compleja
coexistencia, confusa e indiferenciada, de la visión geopolítica superviviente,
la visión geoeconómica dominante y la visión geocultural emergente.
En
efecto, según este autor, nos encontramos en una sociedad en la que la visión
geopolítica, que tuvo su clímax en las décadas de los 70 y 80 del siglo pasado,
no acaba de dejar su papel protagónico y aún muestra signos de resurgimiento en
algunos países del mundo sobre todo del sur. Una visión centrada en la
comprensión y guía del mundo a partir del ejercicio y permanencia en el poder
basado en el convencimiento de las grandes mayorías que sigue aún teniendo un
peso específico importante.
Pero
al mismo tiempo y de manera terriblemente influyente, nos encontramos hoy con
el dominio mundial de la visión geoeconómica, que explica y orienta al mundo
sustentada en el tener, que en una sociedad del conocimiento como la actual,
este tener tiene una base de sustentación en el saber –por ejemplo, lo que
legitima hoy a un gobernante es su conocimiento (egresados de Harvard o Yale),
sobre todo del funcionamiento de la economía y la base para la toma de
decisiones es fundamentalmente basada en datos macroeconómicos- y su finalidad
en la acumulación de información y la especulación del capital.
Por
otra parte, de manera aún marginal y poco poderosa, enfrentada a la geoeconomía
dominante y a la geopolítica superviviente que intenta regresar, encontramos
una visión emergente geocultural que surge del acercamiento a la vivencia de la
pluralidad y la multiculturalidad que nos ha brindado la globalización y que
aporta un marco de análisis y orientación del mundo a partir del significar y
valorar humanos, que se sustenta en el diálogo y la tolerancia entre todas las
culturas del planeta.
Tres
explicaciones distintas, tres maneras de aproximarse a la realidad social, tres
modos de estar en el mundo que coexisten hoy y que sin duda cruzan el escenario
de nuestros procesos educativos y marcan los debates y conflictos que se viven
en esta dimensión de lo educativo.
2.-INTERPRETACIONES: EL CAMBIO DE
PERSPECTIVA.
“El futuro ya no es lo que era antes”
dice el ex-embajador de Bolivia ante la Organización de las Naciones Unidas
(ONU) (Fernández, 1998). Este es un hecho indudable que puede ser leído de
distintas maneras por los estudiosos de la sociedad y del ser humano y por los
mismos protagonistas cotidianos de este nuevo escenario distinto a los
precedentes.
Por
una parte, nos encontramos ante quienes ven este contexto como una crisis
civilizatoria o crisis de futuro –o más aún “choque de civilizaciones”, como lo
plantea Huntington (1996)- y por otra, con quienes desde una visión más
optimista, explican la realidad actual como un cambio de época (Gorostiaga,
1995).
Esta
crisis de futuro se manifiesta en el ámbito económico en el que por primera vez
en la historia, existen millones de pobres que ya no hacen falta en el mundo,
ni siquiera para ser explotados (cfr. Forrester, 1997; Cortina, 2003). Se expresa además de esta crisis
de empobrecimiento creciente en una crisis política enmarcada en la debilidad
de los estados nacionales y los problemas crecientes que enfrentan las
democracias en el mundo. Simultáneamente también, se vive una profunda crisis
cultural reflejada en un cambio radical y confuso de valores que sustentaban a
la sociedad, un debilitamiento de las identidades y una pérdida en muchos seres
y grupos humanos del enfoque hacia el sentido de la vida (Rojas, 2000) producto
del miedo que causa esta situación de incertidumbre individual y colectiva que define
el mundo actual (Bauman, 2007).
La
idea de cambio de época puede explicar estas crisis globales por explicar esta
crisis como una etapa de transición histórica entre dos momentos de la
humanidad y por tanto, una etapa en la que la vieja época no acaba de morir y
la nueva no termina de nacer. Este cambio de época puede verse en el surgimiento
de nuevas dimensiones de conciencia en la humanidad: la conciencia ecológica
emergente, la conciencia de los derechos humanos, la creciente solidaridad
internacional frente a tragedias ocasionadas por fenómenos naturales o ante conflictos políticos y
militares causados por la nueva realidad del mundo unipolar (la invasión a
Irak, por ejemplo), la emergencia del enfoque de género y la conciencia de la
equidad de género en cada vez más esferas de la vida social o el surgimiento
constatable bajo el indiferenciado nombre de “new age”, de nuevas búsquedas
espirituales de sentido y relación con
la trascendencia.
¿Decadencia
o renacimiento? Podríamos preguntarnos como lo hace Anaya (1995), porque esta nueva realidad se puede leer como
una época de declinación de la humanidad manifiesta en los rasgos ya citados o
explicarse como una transición con los rasgos también ya descritos. Baste un
ejemplo: el debilitamiento de las identidades puede verse, tanto como una
manifestación decadente de la crisis humana, como de manera positiva, como la
posibilidad de transitar al establecimiento del diálogo intercultural,
interreligioso, interdisciplinar, interideológico, intergenérico, etc. La
ambigüedad contemporánea genera estas dos posibles lecturas opuestas. La visión
de complejidad tendría que tratar de descubrir “la verdad profunda” que se
encuentra en cada una de ellas y el modo en que ambas son verdaderas
simultáneamente y se influyen mutuamente configurando una realidad que impacta
al sistema educativo y a la formación humana de las nuevas generaciones en esta
sociedad del conocimiento.
En
el ámbito de la geoeconomía dominante, nos encontramos hoy ante dos posturas
extremas: la de los globalifóbicos que se manifiestan en abierta y radical
oposición a la globalización tal como está siendo vivida hoy día, con énfasis
quasiexclusivos en la economía y los mercados –la preeminencia del “ala de
dominación y explotación de la globalización” como la llama Morín (2003), y por otra parte, con la visión que podríamos
llamar “globalifílica”, encarnada en los defensores del llamado “pensamiento
único” y en los entusiastas promotores de las bondades de la economía de
mercado y de la apertura comercial indiscriminada.
Los
defensores del sistema, se sustentan en la visión filosófica del liberalismo
individualista que dio origen al capitalismo y en la visión ética del
individualismo posesivo (Cortina, 2003) que defiende por encima de todo, el
derecho individual a la propiedad y al usufructo de los talentos y el trabajo
personal. Esta visión pugna por un sistema basado en la competitividad, en la
competencia de los seres humanos y las instituciones y países entre sí, para
generar progreso.
Los
globalifóbicos por el contrario, se sustentan en posturas filosóficas críticas,
manifiestas en nuestro continente en la llamada “Filosofía de la liberación”
acuñada por Dussel (2004) y otros, con una visión más bien comunitarista o aún
colectivista del trabajo y de las propiedades, sustentada en la cooperación más
que en la competencia.
Complejidad
contemporánea: Como afirmábamos al inicio, tal parece que el asunto no es de
disyunción sino de conjunción y que no se puede comprender la realidad actual,
la ambigüedad contemporánea, si no es desde una perspectiva de complejidad. (Morín,
2001)
Un
acercamiento que esté a la altura de nuestros tiempos, tiene que analizar la
relación ser humano-sociedad-educación, desde una visión de complejidad.
Lo
anterior implica, siguiendo a Morín (2003), entender al ser humano desde las
“trinidades”: individuo-sociedad-especie y cerebro-mente-cultura, como homo
sapiens, al mismo tiempo que como homo demens y comprender, como plantea el
mismo autor, que en el desarrollo histórico sapiens ha aportado a demens y
demens ha aportado a sapiens, que no puede haber desarrollo sin la dimensión
racional de los humanos, pero tampoco puede haberlo sin una buena dosis de
locura y sueño. Aplicando esta perspectiva a la educación, Freire (2000)
afirmaba que el educador debería ser “sanamente loco” y “locamente sano”, en el
entendido de que la mera locura no construye educación auténtica, pero tampoco
la sola salud o la racionalidad cerrada.
Una
implicación adicional de la visión de complejidad en la comprensión del hecho
educativo tiene que ver con entender a la sociedad desde la tensión fundamental
planteada también por Morín (2003) de “obedecer a la vida y guiar la vida”:
caer en la cuenta del funcionamiento de la vida desde lo dado en la naturaleza
y el universo, pero al mismo tiempo, cumplir con el reto de continuar la hominización
construyendo humanización. Esto implica comprender al mundo desde la visión de
patria común –la “tierra patria” (Morín, 1993)- y comprometerse en la búsqueda
permanente de una ética de la comprensión humana, de una ética planetaria que
nos acerque como seres humanos a la construcción de la justicia como fundamento
y condición de posibilidad de la felicidad (Cortina, 2003).
La
introducción de la visión de complejidad conlleva también la necesidad de comprender
la educación como un proceso humano instituido que es al mismo tiempo
reproductor del statu quo y transformador de la realidad social imperante y que
tiene que ser comprendido en su dimensión integral, vista sintéticamente desde
el esquema de Fullat (2004): como conjunción de Physis, Polis y Ruah, es decir,
de procesos de maduración bio-psicológica, procesos de socialización y procesos
de liberación del misterio de lo humano en cada realidad concreta.
Una última consideración consiste
en que el cambio de mirada pedagógica desde la perspectiva simplificadora hacia
la visión de pensamiento complejo, conduce a un viraje radical que invita a
buscar las respuestas a los retos de la ambigüedad contemporánea en el futuro y
no en modelos del pasado o en la visión inmediatista y pragmática del contexto
de la globalización actual.
La respuesta no puede estar en
anclarnos en el presente y cantar las glorias del sistema mundial vigente que
está generando pobreza, exclusión, violencia, confusión, falta de sentido, etc.
pero tampoco puede provenir del regreso al pasado de las grandes utopías
sociales, porque como dice la periodista española Rosa Montero en un artículo
publicado en El País Semanal: “Cada utopía lleva un infierno en las entrañas”.
La auténtica respuesta y sobre todo,
la auténtica respuesta universitaria para la comprensión y respuesta a la
realidad de la ambigüedad contemporánea, tiene que construirse desde la
realidad misma, desde el análisis riguroso del estado actual del mundo pero
tomado no como criterio último sino como punto de partida para emprender la
construcción de una mejor realidad a partir de un proyecto de futuro común,
sustentado en la visión geocultural y en la genuina aspiración hacia una
sociedad progresivamente más justa, fraterna, humana y libre.
REFERENCIAS.
Anaya, G. “¿Decadencia o
renacimiento?”. En Magistralis no. 9.
Puebla, México, UIA Golfo Centro, 1995.
Bauman, Z. Miedo líquido. La sociedad contemporánea y sus temores. México, Ed. Paidós, 2007
Bruner, J. The culture
of education. Cambridge, MA. Harvard
University Press, 1996.
Cortina, A. “Las
universidades de América Latina en la búsqueda de una globalización alternativa”.
Conferencia editada en video de la serie Universidad
y cambio de época. México, UIA
Puebla, 2003.
El Colegio de México. Diccionario
del español usual en México. México, Autor, 2002.
Fernández, G.
(1998). “El futuro ya no es lo que era antes. El nuevo sentido del cambio”. En: Nueva sociedad. no. 153. Recuperado el 21 de septiembre de 2007, de http://www.nuso.org/upload/articulos/2651_1.pdf
Fierro, C. et al. Transformando
la práctica docente. México, Paidós, 1999.
Fierro, C. y P. Carvajal. Mirar
la práctica docente desde los valores. León, México, GEDISA-UIA, 2003.
Forrester, V. El horror económico. México, Fondo de
Cultura Económica, 1997.
Freire, P. Paulo Freire. Constructor de sueños.
Video documental. Guadalajara, México,
ITESO-Cátedra Paulo Freire, 2000.
Fullat, O. Filosofías de la educación. Barcelona,
Paideia CEAC., 1992.
Fullat, O. Homo educandus. Antropología filosófica de
la educación. Puebla, México, UIA, 2004.
Gardner, H. Multiple intelligences: the
theory in practice. New York, Basic
Books,
Harper Collins ed., 1993b.
Gardner, H. Extraordinary minds. New
York, Basic Books, Harper Collins ed., 1997.
Gardner, H. Frames of
mind. New Yor, Basic Books, Harper Collins ed., 1993a.
Goleman, D. La inteligencia emocional. México,
Javier Vergara Editores, 1997.
Gorostiaga,
Xabier. “La universidad preparando el siglo XXI”. En Magistralis 8. Puebla,
México, Universidad Iberoamericana Golfo Centro, 1995.
Gorostiaga, X. “En busca del eslabón perdido entre educación y
desarrollo”. En Revista latinoamericana de estudios educativos Voll. XXX no. 001.
Primer semestre. México,
Centro de Estudios Educativos, 2000.
Huntington, S. El choque
de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial. México, Ed. Paidós, 1996.
Jackson, P. W. Life in
classrooms. New York, Hold, Reindhart and Winston ed., 1968.
Lafarga, J. Desarrollo
del potencial humano. México, Ed. Trillas, 4 volúmenes, 1997.
Lesourne, J. Educación y sociedad, los desafíos del año 2000. Barcelona, Gedisa,
1998.
Lonergan, B. Método en Teología. Salamanca, Ed. Sígueme, 1988.
Lonergan, B. Filosofía de la educación.
México, Universidad Iberoamericana, 1998.
Lonergan, B. Insight. Estudio sobre la
comprensión humana. Salamanca, Ed. Sígueme-Universidad
Iberoamericana, 1999.
Marcel, G. The
philosophy of existencialism. New
York, Citadel Press Books. Kensington Publishing Corp, 2002.
Meneses, E. “Un perfil del maestro universitario”. En Magistralis no. 1. Puebla, UIA Golfo Centro, 1991.
LÓPEZ, M. Desarrollo humano y práctica docente. México, Trillas, 2001.
Mardones, J. M. Postmodernidad
y cristianismo. El desafío del fragmento. Santander,
Ed. Sal Térrea, 1988.
Marqués, P. (2000). Impacto
de las TIC en Educación. Ventajas y limitaciones. Facultad de Educación. UAB. Barcelona. Recuperado el 13 de
octubre de 2007 de http://dewey.uab.es/pmarques/siyedu.htm#uso
Morín, E. Tierra-Patria.
Barcelona, Ed. Kairós, 1993.
Morín, E. Mis
demonios. Barcelona, Ed. Kairós, 1995.
Morín, E. El Método
II. La vida de la Vida. Madrid, Ediciones Cátedra, 1997.
Morín, E. El Método
III. El conocimiento del conocimiento. Madrid, Ediciones Cátedra, 1999.
Morín, E. La mente
bien ordenada. Barcelona, Ed. Seix Barral, 2000.
Morín, E. Introducción
al pensamiento complejo. España, Gedisa, 2001.
Morín, E. La mente
bien ordenada. Madrid, Ed. Seix Barral, 2001.
Morín, E. El Método:
La humanidad de la humanidad. Madrid, Ed. Cátedra, 2003.
Morín, E., E. Roger y R. Motta. Educar
en la era planetaria. Barcelona, Ed. GEDISA
Primera reimpresión, 2006.
Murillo, J. “Aportaciones de la innovación educativa
a la investigación: la mejora de la
eficacia escolar”. Conferencia en el VIII Congreso Nacional de Investigación Educativa. COMIE. Hermosillo, Son., 2005.
Peters, M. “El futuro de los conocimientos, el
fundacionalismo y la cuestión del valor”.
VIII Congreso Nacional de
Investigación Educativa. COMIE. México,
2005.
Rojas, E. El
hombre Light. México, Ed. Planeta, 2001.
Sanchez, Ma. E. Las universidades de América Latina en la
construcción de una globalización
alternativa. México, Universidad Iberoamericana
Puebla, 2004.
Savater, F. El valor de educar. México, Ed. Ariel,
1997.
SEUIA-ITESO. La universidad de la
Compañía de Jesús a la luz del carisma ignaciano.
México, Autor, 2001.
Zorrila, M. (coord.). Hacer
visibles buenas prácticas. Mientras el debate pedagógico nos alcanza. México, COMIE, 2005.
No hay comentarios:
Publicar un comentario