1.-La eternidad constante: A manera de introducción.
Lo supieron los arduos alumnos de Pitágoras:
los astros y los hombres vuelven cíclicamente;
los átomos fatales repetirán la urgente
Afrodita de oro, los tebanos, las ágoras.
los astros y los hombres vuelven cíclicamente;
los átomos fatales repetirán la urgente
Afrodita de oro, los tebanos, las ágoras.
Vuelve la noche cóncava que descifró Anaxágoras;
vuelve a mi carne humana la eternidad constante
y el recuerdo ¿el proyecto? de un poema incesante:
«Lo supieron los arduos alumnos de Pitágoras...»
vuelve a mi carne humana la eternidad constante
y el recuerdo ¿el proyecto? de un poema incesante:
«Lo supieron los arduos alumnos de Pitágoras...»
J.L.
Borges. La noche cíclica (Fragmento)
Como bien afirma
Borges los seres humanos desde la antigüedad
hemos sabido que “los astros y los hombres vuelven cíclicamente”, que
hay ciertas cosas que se repiten y vuelven como si nuestra vida y la vida misma
fuera esa “serpiente que se muerde la cola” a la que aluden algunos mitos de
nuestras culturas ancestrales.
Sin embargo, al mismo tiempo que
hemos sabido de esta especie de continuo girar sobre lo mismo que nos presentan
la naturaleza y la vida, también hemos
sabido desde siempre que este caminar en rotación implica al mismo tiempo un
cambio, un avance, un apuntar hacia metas nuevas y situarse quizá en el mismo
sitio pero siempre parados en otra perspectiva, de manera que esta imagen
cíclica parece más una espiral que avanza y retrocede que un círculo cerrado
dando vueltas sobre sí mismo.
En efecto, el devenir del universo y
de los astros, el proceso de reproducción de la vida vegetal y animal y aún el
continuo caminar de la humanidad en la historia tienen algo de “eternidad
constante”, de movimiento estable o estabilidad en movimiento.
2.-Los ciclos de la vida, la vida como ciclos.
“”El
pensamiento ecológico ha puesto en su centro la idea de cadena y la idea de
ciclo…Sin embargo, no hay UN gran bucle eco-organizacional sino un gran
Pluribucle o Bucle uniplural constituido por grandes ciclos, cadenas…Por este
hecho, cada momento de un ciclo constituye al mismo tiempo el momento de uno o varios otros…”
Morin, 1997; P. 46[1]
Esta idea de ciclos nos
viene antes que de la experiencia psicológica o del análisis de la historia, de
la simple observación de la naturaleza. La naturaleza requiere de ciclos que se
repiten una y otra vez para garantizar la continuidad de la vida, como la
rotación de los planetas alrededor del sol, el continuo repetirse de las
estaciones del año, el ciclo del agua que explica la relación recurrente entre
los mantos acuíferos, ríos, mares y nubes que provocan la lluvia cuando ocurren
ciertas condiciones atmosféricas[2].
El ciclo de la vida se
sostiene gracias a estos fenómenos del universo que se mantiene en virtud de la
existencia de ciclos recurrentes y permanece también debido a otro ciclo al que
podemos llamar la cadena alimenticia en la que unas especies viven gracias a
que se alimentan de otras que a su vez se alimentan de otras especies más,
garantizando un equilibrio en este movimiento constante.
Pero estos ciclos no
pueden ser cerrados e inmutables. De esta manera los ciclos van abriéndose y
cerrándose continuamente pero también van mezclándose con otros ciclos y
produciendo bajo ciertas condiciones muchas veces azarosas, nuevas emergencias,
fenómenos o acciones distintas y superiores en complejidad que funcionarán
estableciendo a su vez nuevos ciclos.
Esta es la dinámica de
la evolución en la naturaleza y de las especies que fueron naciendo desde los
ciclos compuestos por la vida elemental de organismos unicelulares hasta ciclos
de organismos más complejos que culminan en la emergencia de la consciencia,
propia de la especie humana.
Es también la dinámica de los individuos humanos que a
su vez van viviendo con base en ciclos físicos, químicos, biológicos,
psicológicos, reproductivos y que van dando lugar a la emergencia de las
sociedades humanas, del Estado, de formas de organización diversas que construyen sus propios ciclos de
funcionamiento.
3.-La experiencia humana y sus
ciclos: una exploración que no cesa.
“Con el impulso de este amor y la voz de este
llamado no cesaremos de explorar y el final de nuestra búsqueda será arribar al
lugar donde iniciamos y conocer el sitio por vez primera”
T.S. Elliot
La experiencia humana de la vida, la
existencia de las personas es también una sucesión de ciclos. Ya no digamos los
ciclos básicos que soportan la vida (los ciclos bioquímicos, celulares, de
nuestro metabolismo) sino los ciclos propiamente existenciales que son los
ciclos conscientes que van constituyendo el proceso de nuestra vida,
construyendo paso a paso el “drama” de nuestra propia existencia en convivencia.
El drama personal de la vida de cada
quien con sus propios ciclos –infancia, adolescencia, juventud, madurez, vejez-
se entrelaza al mismo tiempo en un ciclo con el drama social –y sus ciclos de
organización, instituciones, gobierno- y con el drama de la humanidad con sus
propios ciclos de evolución como especie que necesita “salvarse, realizándose”,
es decir, convertirse en cada día más humana para poder sobrevivir y cumplir su
vocación en el cosmos.
En esta experiencia existencial que
podríamos llamar fundante porque está en el eje de lo que nos constituye, de lo
que define quiénes somos en lo individual, social y colectivo, se sustenta la
necesidad vital de identificar los ciclos , de comprender la dinámica de estos
ciclos y de cerrar ciclos para abrir continuamente nuevos ciclos.
4.-Los ciclos del aprendizaje, el aprendizaje como
ciclos
“Cada generación hereda una cultura de la anterior; se
apropia de ella, la renueva, la recrea y la transmite a la siguiente; de tal
modo que las culturas son en esencia, dinámicas y cambiantes y la educación
intencional da por sentado que le corresponde determinar qué es válido y
transmitirlo a la generación siguiente…”
Latapí, (2009, p. 29)[3]
Si la Educación tiene
que ver fundamentalmente con formarnos como seres humanos, con enseñarnos
humanidad unos a otros y si la humanidad es cíclica en este sentido paradójico
de repetición-avance, entonces el proceso de identificación, comprensión y cierre
de ciclos es algo fundamental en el proceso educativo.
No existe realmente
educación si no se da esta capacitación a las nuevas generaciones para ubicarse
en el gran ciclo del universo –para ser capaces de “obedecer a la vida y guiar
la vida” - y en el gran ciclo de la historia y la cultura –para “ser
conservadores de lo que haya que conservar y revolucionantes de lo que haya que
revolucionar”- (Morin,1995 y 2003)[4].
Porque la educación es
en si misma un gran ciclo, una rueda que gira sobre el eje de la cultura y avanza
con la fuerza de dos grandes motores: la herencia y el descubrimiento.
El sistema educativo se
plantea de hecho a partir de ciclos. La educación en cualquier país se organiza
curricularmente a partir de los ciclos de vida y aprendizaje de los niños,
adolescentes, jóvenes y adultos. Es así que se estructuran niveles educativos
como el jardín de niños, la primaria, la secundaria, el bachillerato, la
licenciatura y el posgrado pensando en las características que tiene un
estudiante en las distintas etapas de su vida. Por otro lado, la educación se
vive a través de ciclos escolares.
Seguramente recordamos
la expectativa y la emoción que nos daba el inicio de un nuevo ciclo escolar y
el misterio de cómo sería la maestra o los profesores que nos darían clase, en
qué grupo de compañeros íbamos a estar, cómo sería lo que viviríamos ese año en
el aula.
Sin embargo de manera
contradictoria existe también en nuestra experiencia como educandos el recuerdo
de cómo poco a poco esta expectativa y emoción se iban convirtiendo en tedio y
aburrimiento por la rutina en la que iba sucediéndose el transcurrir de los
días en el aula y porque se llegaba al final sin una clara visión de “cierre de
ciclo”.
¿Por qué siendo la
educación algo tan explícitamente organizado en ciclos no puede preparar en los
hechos para cerrar ciclos y para abrir nuevos ciclos?
Tal parece que el
problema está en que falta en el sistema educativo en general un elemento
central en los ciclos de la existencia
humana. Este elemento es el del sentido.
Los ciclos naturales y
humanos son de “eternidad constante”, es decir, de girar en torno a un eje
estabilizador pero al mismo tiempo avanzar en un horizonte que genera nuevas
emergencias en el caso de la naturaleza y abre nuevas posibilidades en el caso
de lo humano. Se trata pues de procesos de repetición que avanza hacia un
horizonte de sentido y este horizonte es el que está muchas veces ausente en el
proceso educativo que se vuelve rutinario y se vive entonces como una rueda de
noria que gira incesante sobre su propio eje sin ir a ningún lado, simplemente,
como decía Paz: “exprimiendo la sustancia de la vida…”[5]
Sin embargo yo fui tal como ustedes,
Joven, lleno de bellos ideales,
Soñé fundiendo el cobre
Y limando las caras del diamante:
Aquí me tienen hoy
Detrás de este mesón inconfortable
Embrutecido por el sonsonete
De las quinientas horas semanales.
Joven, lleno de bellos ideales,
Soñé fundiendo el cobre
Y limando las caras del diamante:
Aquí me tienen hoy
Detrás de este mesón inconfortable
Embrutecido por el sonsonete
De las quinientas horas semanales.
Nicanor Parra. Autorretrato
Si la escuela no enseña
a cerrar ciclos es porque muchas veces los mismos profesores no aprendieron
nunca a ver el proceso educativo como un ciclo que se abre, se desarrolla y se
tiene que cerrar. Muchos docentes se formaron sin esta capacidad de
autorreflexión y aunque en el inicio de sus carreras, fueron jóvenes, “llenos de bellos ideales…” terminaron
enajenados por la rutina escolar hasta llegar a quedar “embrutecidos por el
sonsonete de las quinientas horas semanales”.
Lo mismo sucede en el proceso de
conocimiento que predomina desafortunadamente todavía en las aulas de nuestros
días. El proceso de aprendizaje se vuelve una acumulación enciclopedista de
datos, de información desarticulada y descontextualizada carente de sentido y
no un proceso en el que los conocimientos de ponen en ciclo, se ponen a circular
con una finalidad.
Algo similar encontramos en el campo
de la ética en la educación donde tampoco se hace este cierre de ciclos porque
se vive por una parte, un total aislamiento entre conocimiento y ética, entre
juicios de hecho (lo que es verdadero o correcto) y juicios de valor (lo que es
bueno o humanizante) y por otra en una visión de la educación ética que
consiste en “enseñar” valores aislados, desarticulados y desencarnados a los
estudiantes.
Por
una parte se estudian materias en las que se aprenden contenidos y se piensa la
realidad desde las distintas facetas que toca cada asignatura y por otro lado,
totalmente diferente, se incluyen materias que buscan que se aprendan valores
cívicos o éticos, formas socialmente aceptadas de “vivir bien”.
Además
de esto, en las materias que forman en lo moral, se trabaja para que los
alumnos aprendan “valores universales”, es decir, un listado de normas y
comportamientos que la sociedad considera propios de un “buen ser humano” en
abstracto pero no a que ponga en ciclo información, preguntas, ideas, imágenes,
sentimientos y valoraciones para construir en concreto su propia existencia de
la manera más humana posible.
5.-Ciclos abiertos, aprendizajes sin sentido
“…Se
va un día más
En
el que no cumpliste con tu deber.
Dejaste
todo
Para
un mañana lleno de nunca…”
J.E.
Pacheco. Las cinco
Y así se van los días,
los meses, los años escolares y el estudiante no aprende a explicitar los
ciclos vividos, a vivirlos conscientemente y a cerrarlos en el momento y de la
forma en que deben ser cerrados.
De manera paradójica la
educación se vive a través de ciclos pero no capacita para cerrar ciclos y
abrirse a nuevos desafíos.
Por eso los estudiantes
van acumulando ciclos escolares (año tras año), ciclos educativos (primaria,
secundaria, bachillerato, universidad) y ciclos vitales sin caer en la cuenta
de su riqueza y dejando siempre esos ciclos abiertos, sin posibilidades de
recuperación y aprendizaje real más allá del de los contenidos –intelectuales y
valorales- que se olvidan al salir de un ciclo y llegar al siguiente
precisamente porque no hubo un cierre que los ubicara en el marco amplio de la
vida y les diera un significado en ese marco.
Un ejemplo clarísimo es
lo que sucede en nuestras escuelas en las últimas semanas de un ciclo escolar.
.
Hace ya casi veinte
años se amplió el calendario escolar a doscientos días “efectivos” de clases. En
realidad no son tan efectivos, puesto que la documentación oficial que implica
calificaciones finales se sigue pidiendo en las mismas fechas, por lo que los
niños y los maestros tienen que seguir asistiendo a la escuela por varias
semanas cuando ya todo el ritual oficial ha terminado.
Pero en lugar de
aprovechar esas semanas de “gratuidad escolar” en las que alumnos y maestros se
siguen encontrando en el aula sin la obligación del cumplimiento de un programa
de estudios y de una calificación, en lugar de planear ese tiempo valioso
precisamente para “cerrar el ciclo”, para que los alumnos recuperen su
experiencia, la interpreten, valoren lo aprendido, relacionen ese año vivido en
la escuela con su propio proceso existencial y su plan de vida, esas semanas se
vuelven semanas carentes del mínimo sentido, semanas de perder el tiempo y de
hacer simplemente que pase el tiempo.
6.-Cerrando ciclos: algo que se aprende
A cerrar ciclos se aprende y este
aprendizaje es básico para afrontar la vida, para entender el misterio de cada
instante de la vida y plantearse continuamente esas preguntas que por ser tan
esenciales no tienen nunca respuesta definitiva: ¿Quién soy? ¿Qué hago aquí?
¿Cuál es el sentido de mi vida? ¿Qué va a ser de mí? ¿Qué voy a hacer de mí?
Pero ¿Cómo se aprende a
cerrar ciclos en la vida, cómo podría la escuela capacitarnos para hacerlo?
Como afirma Latapí
(2009, p. 51): “Humana y solo humana es la capacidad de concebir la existencia
como destino, con principio y fin, con sentido de realización….” , es decir, la
capacidad humana de ver la vida como un ciclo compuesto de ciclos que tienen
también principio y fin, origen y destino.
Pero como toda capacidad
humana, la capacidad de concebir los ciclos que conforman la existencia tiene que
desarrollarse, cultivarse, ejercitarse de manera continua y cooperativa y la
clave principal para hacerlo es promover la explicitación consciente de estos
ciclos y la búsqueda constante de sentido de realización.
En una escuela del
noreste de Estados Unidos, se acostumbraba una práctica sencilla que puede ser
un ejemplo de cómo desarrollar la capacidad de cerrar ciclos. Resulta que en la
semana se iban dejando distintos trabajos y tareas dentro del horario de clase
y el viernes se daba un tiempo para que los niños revisaran todas las tareas de
la semana y completaran el “old work”, es decir, el trabajo atrasado, todos los
ejercicios que habían dejado a medias a lo largo de la semana.
De esta manera los
niños que desarrollaban el hábito de iniciar un ejercicio y continuar en él
hasta concluirlo, el viernes tenían opción de jugar, leer o platicar mientras
los demás hacían el “old work”.
Este ejercicio sencillo de disciplina –no dejar
una tarea o un problema hasta que se ha concluido- es un modo fundamental de
desarrollar en los niños la capacidad de cerrar ciclos. El desarrollo de la
disciplina, que conlleva la “posposición de la satisfacción”[6] en
los niños y adolescentes puede y debe trabajarse tanto en la escuela como en la
casa.
Otra
línea de trabajo para educar la capacidad de cerrar ciclos es el desarrollo de
la “inteligencia intrapersonal”[7].
Enseñar a dialogar con uno mismo aprendiendo el hábito de tener momentos de
silencio cada determinado tiempo es otra manera de educar para cerrar ciclos
que puede y también debiera hacerse tanto en el aula como en la casa.
Una
tercera forma fundamental de educar para cerrar ciclos es el aprovechamiento de
todos los fines de etapas de la vida cotidiana (la navidad y el año nuevo, el
fin de un año escolar, el término de un nivel educativo, etc.) para establecer
un diálogo reflexivo con los alumnos o los hijos para que aprendan a hacer
balances, síntesis y evaluación de lo vivido y a sacar conclusiones con miras
al futuro.
7.-El cierre de ciclos como experiencia de trascendencia.
“…Esto
es urgente porque la eternidad se nos acaba..."
Jaime Sabines
Finalmente, aprender a cerrar ciclos
en la vida, enseñar en la familia y la escuela a cerrar ciclos es algo que puede ayudarnos para un
acercamiento progresivo a la comprensión de la vida toda como un ciclo, para
entender que esa “eternidad constante” que se repite cíclicamente a lo largo de
nuestros días es algo finito y frágil que acabará por extinguirse cerrando el
ciclo de ciclos de nuestra estancia en la tierra y abriendo quizá, si lo
entendemos desde la fe, un nuevo ciclo en otra dimensión.
Comprender esto puede hacernos
conscientes de la urgencia que tiene para cada uno aprender a cerrar ciclos,
porque “la eternidad se nos acaba” y es necesario llegar preparados a ese
instante en que el ciclo de nuestros ciclos en este mundo se cierre para
siempre.
Preguntas para la reflexión
1.-¿Cómo reconocer cuando un ciclo se acaba?
2.-¿Cuáles son los elementos más importantes para cerrar un ciclo de
manera constructiva?
3.-¿Cómo hacer que la educación familiar y escolar incorpore entre sus
metas la formación para cerrar ciclos?
Bibliografía recomendada.
Barbery, M. (2007). La elegancia del erizo. México. Seix
barral.
Latapí, P. (2009). Finale prestíssimo. Pensamientos, vivencias
y testimonios. México. Ed. Fondo de Cultura Económica.
Marina, J. A. (2004). Aprender a vivir. Barcelona. Ed. Arial.
3a. edición.
Morin, E. (1995). Mis
demonios. Barcelona. Ed. Kairós
Peck, S. (1994). La nueva Psicología del amor. Argentina.
Ed. EMECÉ.
[1] Morin, E. (1997). El Método II. La vida de la Vida.
Madrid. Ediciones Cátedra.
[2] Morin, E. op, cit..
[3] Latapí, P. (2009). Finale prestíssimo. Pensamientos, vivencias y testimonios.México. Ed.
Fondo de Cultura Económica.
[4] Morin, E. (1995). Mis demonios. Barcelona. Ed. Kairós y Morin,
E. (2003). El Método V. La humanidad de
la humanidad. La identidad humana. Madrid. Ediciones Cátedra.
.
[7] Gardner, H. (1993b). Multiple intelligences: the theory in practice. New York. Basic books, Harper Collins ed.
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