martes, 26 de julio de 2011

Bodas de plata.

"Besándonos tú y yo se besan nuestros muertos,

se besan los primeros pobladores del mundo"

Hace un cuarto de siglo decidimos formalizar un compromiso para empezar a andar “en verso y vida tintos…matando al egoísmo y sumando a los demás” como dice Silvio Rodríguez en la canción que hizo las veces de marcha nupcial en la misa de nuestra boda. Hace un cuarto de siglo que andamos pues, siendo uno sin dejar de ser dos, haciendo de nuestro camino uno solo sin renunciar al camino personal de cada quien.

Veinticinco años más cuatro de noviazgo suman ya más de la mitad de nuestras vidas, de manera que nuestra historia compartida es ya más extensa que nuestras historias individuales. Nuestras historias están marcadas de manera indeleble por nuestra historia, una historia sustentada en el amor que no es un sentimiento pasajero sino una decisión sostenida, fundada en un sentimiento más profundo y estable que el simple agrado momentáneo o las diferencias cotidianas que van surgiendo del desgaste natural de toda convivencia.

En un cuarto de siglo el amor madura, va siendo probado por las “facturas que nos presenta la vida”, reforzado por los encuentros profundos y los momentos existenciales de comunión y cultivado día a día, hora a hora por la libre elección de cada uno.

En un cuarto de siglo también se va refrescando el amor continuamente, no solo por la creatividad individual o como pareja sino también por la experiencia creativa fundamental de ser papá y mamá y la renovación cotidiana que significa el milagro de ver crecer a cada una de nuestras hijas. Mariana, Paulina y Daniela han sido tres fuentes inagotables de renovación de nuestros votos matrimoniales, tres manantiales de fuerza creativa, tres espejos donde vernos el uno al otro en estos años.

Si pusiera en la balanza estos veinticinco años yo afirmaría sin duda que han sido un misterio gozoso, una celebración continua, un verdadero sacramento de vida. Esto no quiere decir que todo haya sido “miel sobre hojuelas” ni que no hayan existido crisis, momentos de tensión y desacuerdo, pleitos o discusiones, momentos y etapas dolorosas.

No es necesario ahondar en estas cosas porque son naturales a todo matrimonio y porque nosotros y los que nos conocen y quieren saben de nuestra historia. Sin embargo la imagen que domina, el cuadro que está de fondo en todos estos momentos fáciles y difíciles, alegres o tristes es un hermoso óleo multicolor que comunica alegría profunda, vida saboreada, días luminosos, un retablo que dice que somos mucho más que dos, mucho más que cinco, mucho más que nuestras penas y nuestros problemas cotidianos, mucho más que nuestras limitaciones humanas.

Si quemaran mis huesos con la llama del hierro,

verían que grabada llevo allí tu figura.

Cuando uno convive tanto tiempo con otra persona, cuando el amor convoca y funde dos vidas, de muchas maneras va quedando una marca que no se borra, un sello que permanece y trasciende. Así ha sido en mi caso y puedo decir con alegría que todo el mundo, sin necesidad de quemar mis huesos con la llama del hierro, puede ver tu figura grabada en mi rostro, en mi cuerpo, en mi voz, en mi actuar y en mi corazón.

Tu amor me ha educado y me ha hecho ser una mejor persona, aunque yo a veces me resista y sea poco dúctil y rechace este crecimiento y me rebele contra el espejo que eres de aquél que soy, de aquél que quiero ser.

Veinticinco años son un camino que hoy vemos hacia atrás como los cimientos de nuestra esperanza compartida hacia el mañana. Pero ese camino andado ha tenido muchos protagonistas, toda una red de amor tejida alrededor nuestro que nos ha sostenido en los momentos en que sentimos que podemos caer. Esta red la han ido tejiendo los que podemos llamar nuestros otros significativos, pero de algún modo también ha sido construida por nosotros y en gran medida por ti, que eres quien trabaja, convoca, riega, cultiva y hace florecer todo un mundo alrededor de nosotros.

En este tiempo vivido en común hemos también sido, de manera consciente y premeditada, un testimonio sencillo para otros que emprenden la aventura de con-vivir. Esto es algo que nos ha comprometido más porque lo hemos platicado y si bien fue algo que se fue dando de manera natural en un principio, lo hemos tratado de hacer explícito y claro hacia los otros. Construir una pareja que con la vida y no con las palabras diga muy fuerte que sí se puede vivir en-amor y enamorándose de manera más o menos duradera, construir una familia que diga con los hechos que sí se puede educar personas de bien, personas que hagan el bien en un contexto complicado como el que vivimos hoy en el mundo. Decir que sí es posible educar la libertad más que educar en la falta de límites que confunde paternidad con amistad o en la fallida exigencia autoritaria que ante la incertidumbre opta por el refugio en una imposible fortaleza aislada del contexto.

Eres la noche, esposa: la noche en el instante
mayor de su potencia lunar y femenina.
Eres la medianoche: la sombra culminante
donde culmina el sueño, donde el amor culmina.

Veinticinco años después puedo decir que por todo esto ha valido la pena aquél “vamos a andar con todas las banderas trenzadas de manera que no haya soledad”. Pero a veinticinco años de distancia puedo además alegrarme y celebrar que hoy, aquí, con todas nuestras circunstancias sigues siendo para mí “la medianoche, la sombra culminante donde culmina el sueño, donde el amor culmina”, porque no sé aún cómo, pero sigues llenando de magia mi existencia. Tú eres la noche, esposa. Yo soy el mediodía.

19 de julio de 2011.

*Todas las citas están tomadas de: Miguel Hernández. Hijo de la luz y de la sombra.




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente reflexión Martín, además de bella; ¡en hora buena por tus bodas de plata!

Te mando un gran abrazo,

Saúl.

Anónimo dijo...

Felicidades
Itziar

Tres imágenes para el día del maestro.

*De mi columna Educación personalizante. Lado B. Mayo de 2012. 1.-Preparar el futuro, “Qué lindo era el futuro...