domingo, 6 de octubre de 2013

No puede decirse el amor.


 

*Texto escrito para la Boda de mi hermano Bernardo.            

             Como el poeta “digo que no puede decirse el amor”, no puede decirse al menos con palabras, con discursos lógicos o con promesas. No puede decirse más que con gestos, con miradas profundas y con un corazón transparente que se refleja en la cotidiana transparencia de una decisión sostenida.

            No puede decirse el amor si no se dice con la vida y se repite en el asombro del constante gozo de descubrir al otro, en la sorpresa del persistente esfuerzo de descubrirse en el otro. El amor se dice amando y es entonces cuando resuena mucho más allá de nosotros y es por eso que sigue diciendo tanto a tantos.

            El amor se dice buscando y por ello nunca descansa. Viendo hacia delante, siempre un paso más allá, una mirada distinta, un rostro nuevo, un regalo de la vida, una aventura por recorrerse, un reto entre dos que descubren el universo en sus ojos que se encuentran, que pueden integrarse en el cosmos cada vez que se toman de la mano.

            El amor se dice confiando, porque nace de la confianza y se teje de confianza que no es una cómoda ceguera sino una lúcida mirada compasiva, que no se va fraguando porque el otro sea perfecto sino que se va extendiendo para acoger su vulnerabilidad y envolver nuestra propia indigencia.

            “Digo que no puede decirse el amor”, pero puede palparse en el signo que encarnan con su vida dos personas que se aman. Puede escucharse en sus rostros, saborearse en la huella que dejan sus pasos, mirarse en el aroma de su testimonio.

            No puede, no debe decirse el amor con simples palabras, pero sin duda puede y debe celebrarse, hacerse sacramento que humaniza a los que se aman y contagia de humanidad a los que se unen con ellos, convirtiéndose en pretexto de comunión.

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