domingo, 12 de enero de 2014

La educación y el placer de aprender




"Aprender sin programa,
Con errante pasión…
Aprender lo dispar; lo paranada…"
Sebastiano Masó. (Autodidacta)

Comparto contigo, amable lector, una anécdota que acaba de ocurrirme a propósito del término del período académico en la universidad. Sucedió en el marco de un curso de "Filosofía de la Educación" que tuve la oportunidad de impartir a un grupo de estudiantes de la licenciatura en Procesos educativos.
Como actividad de síntesis y conclusión del curso, encargué a mis estudiantes un ensayo en el que eligieran a un filósofo que les resultara particularmente significativo entre los que habíamos estudiado  y que desarrollaran un concepto relevante de este autor, planteando qué podría aportar para mejorar la educación en nuestro país, en cualquier nivel y modalidad que escogieran libremente.
Pocos días antes de la entrega del ensayo, cuando ya habíamos revisado el planteamiento general y la estructura del trabajo y estaban dedicándose a la redacción, tuve un intercambio con una alumna a través de "facebook". Ella puso un comentario en su "Muro" acerca del ensayo y de que estaba agobiada porque de momento se había agotado "su inspiración". Yo le contesté animándola, aconsejando que tomara un descanso y que una vez despejada regresara al texto con lo que podría ser más productivo su esfuerzo.  Me respondió agradeciendo el consejo y me dijo: "Sí. Eso haré. Quiero hacer muy bien mi ensayo final para que me pongas diez".
Esta respuesta me llamó mucho la atención. Le contesté más o menos con estas palabras: "Te aconsejo que trates de hacer muy bien tu ensayo, por el gusto de hacerlo bien…la calificación solamente será una consecuencia".
Resulta significativo para mí reflexionar a partir de este hecho real, que seguramente le ha ocurrido a muchos profesores con muchos estudiantes -la constatación de que el proceso de enseñanza-aprendizaje se vuelve una especie de transacción comercial en la que el alumno se esfuerza con la motivación esencial de obtener una calificación alta a cambio- sobre un elemento importantísimo que desde mi punto de vista ha ido perdiendo importancia y prácticamente desapareciendo del escenario de las aulas: el placer de aprender.
Contrasto la anécdota de esta alumna universitaria con un diálogo que tuve con mi hija de ocho años en un viaje que realizamos y que transcribí en una entrada de mi blog :  "…A propósito de los paisajes, venimos platicando cosas y ella me ha comentado ya dos veces que esos pájaros enormes y negros que surcan el cielo "parecen de papel" porque sus alas se ven súper delgadas, casi transparentes en vuelo. De pronto me dice: "¿Sabías que hay un tipo de pájaros que pueden volar por el espacio, más arriba de toda la tierra durante tres años seguidos, sin descansar? Así, volando todo el tiempo a pesar de que pesan muchísimo y son muy grandes…durante TRRRREEEESSSS años seguidos". ¡Qué interesante está esto! Realmente no lo sabía, le respondo realmente interesado por su manera de contarme la historia que me dice, vio en "Discovery channel" …De pronto, emocionada realmente, con una voz que refleja la pasión por conocer de la que yo hablo tanto pero solamente desde la teoría me dice: "Es que hay cosas en la naturaleza, que hasta te dan ganas de llorar porque dices: ¿Cómo puede ser posible esto?".
¿En qué momento se obstruye o bloquea esta pasión por aprender, esta capacidad de asombro que tenemos desde pequeños y se cambia por un interés meramente pragmático en una calificación? ¿Por qué la escuela, en lugar de sustentar su quehacer cotidiano en este motor de aprendizaje que es el "deseo desinteresado de conocer" de los educandos, se funda en la dinámica conductista de premio-castigo? ¿Cómo vamos los docentes matando este interés por aprender y convirtiendo el espacio potencialmente apasionante del aula en un espacio de intercambio de trabajos por calificaciones?
En estos tiempos de reformas educativas que tanto enfatizan la necesidad de desarrollar competencias en los estudiantes, de hacer el aprendizaje significativo, de cambiar el paradigma para centrar la educación en el alumno y en el aprendizaje, creo que es fundamental que los docentes y aún los padres de familia -educadores no formales fundamentales- nos preguntemos cómo recuperar la gratuidad del proceso de aprendizaje, cómo revivir o no dejar que se bloquee este placer por aprender que es parte fundamental de nuestro ser sujetos humanos. 

Artículo Publicado en: La primera de Puebla el 01 de junio de 2010.








 

1 comentario:

Itziar Zubillaga dijo...

Martín, hola.
Te deseo un 2014 con alegría y comprensión.

Con frecuencia platico a la familia, a los amigos y a los estudiantes, que aprender no conlleva condicionamiento. Quien estudia por obligación numérica, está desperdiciando momentos de vida irrecuperables ....

Saludos,
Itziar

Tres imágenes para el día del maestro.

*De mi columna Educación personalizante. Lado B. Mayo de 2012. 1.-Preparar el futuro, “Qué lindo era el futuro...