El problema de la interpretación
como el de casi toda la educación es principalmente un problema de apertura
intelectual: de apertura a la comprensión por encima y antes que toda
conceptualización.
En el capítulo 3 de Método en Teología de Lonergan, se señalan tres operaciones exegéticas
básicas: comprender el texto, juzgar la exactitud de la propia comprensión del
texto y establecer lo que uno juzga que es la comprensión correcta del texto.
Por desgracia, estas tres operaciones se dan por hecho en nuestra práctica
docente cotidiana, es decir, cada profesor parte del hecho que comprende el
texto (tema, materia, alumno) y que su comprensión es correcta y que esa es la
única comprensión correcta.
Cuántas cosas cambiarían en la
educación si simplemente los profesores pudiésemos tener la actitud de apertura
intelectual suficiente como para ejercitarnos en estas tres operaciones
respecto a los diversos “textos” que nos toca revisar en clase: el texto de la
materia que nos toca comunicar, el texto de la profesión en la que se está
formando el estudiante, el texto personificado que es la persona del estudiante
y el grupo de estudiantes.
Entender esos textos: no memorizar o
“saber” la materia sino entenderla, no dar por hecho el contexto profesional
sino comprenderlo dinámicamente en toda su complejidad, no asumir al alumno
como rol abstracto sin rostro sino comprenderlo cabalmente de acuerdo a su
historia y momento.
Juzgar si nuestra propia comprensión
es correcta en estas tres líneas o si está fundada en prejuicios, si ya fue
rebasada por nuevos avances, si no tenemos los datros suficientes, si nuestra
fuente de datos es confiable, etc. Atrevernos a cuestionar nuestras
comprensiones que se vuelven certezas y hábitos sin previa crítica.
A partir de esas dos operaciones,
establecer lo que uno considera que es la comprensión correcta de la materia,
de la profesión, del alumno y su mundo, para poder entonces intentar una
comunicación significativa sustentada en la realidad y no en fantasmas,
apariencias o aún prejuicios personales, grupales, sociales o históricos.
Ejercitando estas comprensiones
básicas podremos llegar a una cabal comprensión del contenido y de cómo
transmitirlo o comunicarlo a los estudiantes.
Entender el objeto significa
entonces establecer la comprensión correcta de la materia que impartimos y
llegar a entender que el estudiante va a aprender algo acerca de algo que aún
no conoce y que tenemos entonces que saber la manera en que podemos partir de
los objetos que ya conoce para conectarlos con este nuevo aprendizaje. Tanto el
estudiante como el profesor son intérpretes del conocimiento de una materia :
el estudiante hace una interpretación desde su marco de referencia personal de
lo que va aprendiendo y el profesor, si quiere ser buen profesor y comunicar
insights debe concentrarse en hacer su propia interpretación de la materia y no
contentarse simplemente con “saberla” o “dominarla” en el sentido tradicional.
Toda materia nos enfrenta a un mundo
de objetos y de signos que debemos interpretar desde una perspectiva educativa:
el conocimiento que se enseña no es el conocimiento científico como tal sino un
conocimiento “didáctico” o educativo, transformado para ser aprendido.
Esto pasa por entender las palabras
–las de los libros de la materia, las del alumno concreto- pero tiene que
llegar también a entender al autor –al autor del libro, al autor de las
palabras-estudiante – porque el “proceso autocorrectivo del aprendizaje no es
solamente el modo como adquirimos nuestro propio sentido común sino también el modo como adquirimos una
intelección del sentido común de los demás”. (op.cit. p. 155)
El proceso de una interpretación
correcta en el aprendizaje es un camino que nos lleva a entendernos a nosotros
mismos a través de lo que aprendemos y a través del proceso por el cual lo
aprendemos si estos procesos se desarrollan de manera genuinamente conciente.
En estos procesos de interpretación
en el aula es muy importante el papel que juegan las preguntas. Habría que
comenzar por hacernos las preguntas necesarias y relevantes para poder ir
accediendo a la comprensión del texto y continuar preguntando hasta que ya no
haya más preguntas relevantes que hacerle al tema, al texto, al estudiante, es
decir, hasta el momento en que podamos afirmar con certeza la interpretación
correcta del texto o los textos en cuestión.
Habría que luchar por recuperar el
papel reflexivo y de intérprete del docente en el sistema educativo que a
partir del nacimiento de los especialistas, de los diseñadores curriculares, de
los planificadores de la enseñanza, se ha ido convirtiendo en un simple técnico
operador de un plan de estudios previamente fijado y dosificado al que no hay
nada que aportarle sino simplemente "transmitirlo"”
El profesor es un intérprete, el
camino de una planeación de curso debe partir de esta convicción y hacer que
cada profesor de “su materia”, haga suyo el contenido a partir de comprenderlo,
juzgarlo, afirmar la correcta interpretación y crear o recrear la manera
significativa que ese contenido debe comunicarse a los estudiantes para que
ellos también lo interpreten y lo apropien a partir de la propia comprensión,
de la reflexión sobre la propia comprensión y del establecimiento de la
comprensión correcta de esa materia en concreto en el contexto de su propia
circunstancia y especialidad profesional.
Al buen entendedor, muchas materias,
porque podrá realmente recrear los contenidos y hacer una obra comunicativa
auténtica de su clase. Al buen entendedor muchas materias porque será capaz de
vivir la docencia como “comunicación de actos de entender” y no como
transmisión de conceptos.
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