*Publicado en E-Consulta el 25 de septiembre de 2009.
Uno
de los grandes valores emergentes en la sociedad del siglo XXI es sin duda el de la tolerancia. La búsqueda
de una ética global, de la “Etica planetaria” que plantea Edgar Morin, parece
dejar claro que uno de los pilares sobre los que se debe sustentar la
convivencia humana en un mundo cada vez más plural es precisamente el valor de
la tolerancia.
Los
tiempos que corren en México y en el mundo, tiempos de polarización y de una fuerte tendencia a reducir los fenómenos
y guiar los comportamientos por criterios de simplicidad y maniqueísmo – “buenos
contra malos”, “libertarios contra terroristas”, “izquierda contra derecha” -
parecen subrayar contundentemente la centralidad de la tolerancia para promover
una convivencia humana ya no digamos constructiva y fraterna sino simplemente
sostenible y no autodestructiva.
Si
aceptamos lo anterior, podemos estar de acuerdo también en que su progresiva
instauración en el imaginario colectivo y en la vivencia social requiere de un
esfuerzo serio y decidido por educar a las nuevas generaciones en la tolerancia
y para la tolerancia.
En
efecto, se escucha y se lee cada vez más en el medio educativo internacional,
nacional y local que las instituciones educativas y los profesores deben
enfocar sus esfuerzos hacia la educación para la tolerancia con miras a un
mejor comportamiento moral individual y una convivencia cívica constructiva.
Sin
embargo, si queremos realmente educar en la tolerancia y educar para la
tolerancia, tendríamos antes que nada que construir un significado más o menos
claro y más o menos compartido sobre ¿Qué significa la tolerancia? ?
Porque
como todo valor emergente, la tolerancia es un término que se acepta y se
promueve pero que no tiene aún un significado claro entre nuestros profesores o
padres de familia.
Por
ejemplo, se puede entender fácilmente de manera equívoca, que tolerar a alguien
es soportarlo pasivamente, es decir, dejarlo ser y dejarlo expresarse con
cierta molestia resignada de nuestra parte y sin interesarse realmente en
escucharlo o en poner atención a sus ideas y acciones. Otra manera posible pero
también falsa de entender la tolerancia consiste en pensar que tolerar es ser
indiferente frente al otro, frente al que es o piensa distinto. En esta
concepción cae muchas veces nuestro comportamiento ciudadano en el que el
individualismo parece estar a la orden del día: yo tolero al otro, quiere decir
muchas veces, dejo que actúe y piense cómo le dé la gana siempre y cuando no me
afecte y me deje también a mí, pensar y actuar como yo quiera. Tolerar se
vuelve entonces una actitud cerrada y evasiva que podría sintetizarse en la
frase: “Ni ellos se meten connmigo ni yo me meto con ellos”.
Pero
si pensamos en la tolerancia como un valor: ¿Podríamos decir que la tolerancia
puede ser entendida como simple resignación o como indiferencia hacia el otro?
¿Cómo podría la tolerancia entendida de esta manera, ayudarnos a construir una
mejor sociedad?
Retomemos
a Morin[1]
y veamos cómo una ética planetaria tendría que construirse sobre una base de
tolerancia entendida de una manera radicalmente distinta. Este influyente
pensador francés contemporáneo nos plantea una definición de tres niveles:
-La
primera tolerancia consiste en estar plenamente convencidos del derecho del
otro a ser, pensar y actuar de manera distinta a la mía, a la manera en que Voltaire
afirmaba: “puedo no estar de acuerdo con tus ideas, pero defenderé hasta la
muerte el derecho que tienes de expresarlas”.
-La
segunda tolerancia es la que debe
estructurar la vida democrática y trasciende la definición anterior, porque no
solamente acepta el derecho a la diferencia sino que tiene la convicción de que
para que exista una sociedad verdaderamente democrática “es deseable que existan” grupos y sectores
que piensen y vivan de distinta manera y que sean capaces de poner en diálogo
estas diferencias.
-La
tercera tolerancia, que es todavía más retadora, es aquella en que no solamente
se acepta el derecho a la diferencia y se busca este disenso dialogado para
construir una sociedad democrática sino que se está plena y profundamente
convencido de que “hay una verdad en la idea antagónica a la nuestra y esa
verdad debe respetarse”, al modo en que Niels Böhr afirmaba que: “lo contrario
de una idea profunda es otra idea profunda”.
Una
educación en y para la tolerancia que nos lleve a construir un mejor país en
medio de la polarización actual, tiene que partir de la reflexión seria y el
convencimiento profundo de estas tres tolerancias. Pero esto implica un
esfuerzo serio de apertura generosa al otro: ¿Estaremos dispuestos a hacerlo?
2 comentarios:
Extraordinario documento de la tolerancia, felicitaciones
Excelente, Gracias
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