domingo, 11 de octubre de 2015

Tú, realmente me importas. La clave para ser un gran profesor.



Artículo publicado en El Columnista, con motivo del día del maestro (16 de mayo de 2010).


Para Joe Flanagan S.J. (Maestro auténtico)
In Memoriam

           
En la experiencia de toda persona que haya pasado por la escuela  existe la generalidad de los que han fungido –a veces incluso fingido- como nuestros docentes y existen dos, tres, quizá cuatro profesores a los que consideramos auténticos maestros por el impacto de su paso por nuestras vidas.
            ¿A qué profesores recordamos con sincero cariño, admiración, respeto y agradecimiento? ¿A qué maestros hacemos referencia cuando realizamos un recuento de lo que marcó nuestro modo de ser, de pensar, de actuar y de relacionarnos con el mundo y con los demás? Seguramente son pocos, un pequeño porcentaje del gran número de rostros, nombres y anécdotas que llenan nuestra memoria de los tiempos escolares y/o universitarios.
            Sobre este tema conversaba el Dr. Francisco Galán en una interesante conferencia sobre el papel del conocimiento en la educación humanista, en una reciente visita a la Ibero Puebla. ¿Qué es lo que hace que un profesor se vuelva realmente significativo y podamos decir con estricto rigor que realizó una labor auténticamente “educativa” en nosotros? Se preguntaba el Dr. Galán frente al público.
            La respuesta que daba me parece fundamental: La clave para que un profesor sea realmente un educador, es decir, contribuya al desarrollo humano de sus estudiantes, es que ese profesor viva y demuestre un genuino interés y compromiso con cada uno de sus educandos.
            El mejor profesor no es entonces el que “más cosas sabe”, no es tampoco el que más altos grados académicos tiene en su curriculum vitae o el que más cursos de actualización ha tomado; el mejor profesor tampoco es el que “sabe enseñar mejor” como dicen muchas veces nuestros alumnos; el mejor profesor no es el que domina las técnicas y métodos didácticos más modernos o usa el material y la tecnología más impactante y actualizada. El mejor profesor es ni más ni menos el que es capaz de transmitir al estudiante el siguiente mensaje: “Tú realmente me importas”.
            Este interés genuino, este compromiso auténtico con la historia, la búsqueda y el crecimiento de cada estudiante, aunque parece algo sencillo es lo más complejo de lograr en el proceso educativo.
            Por una parte porque cada estudiante es distinto. Cada estudiante tiene una historia única e irrepetible, cada educando está viviendo su propia historia, tratando de construir-se y de aportar algo a la construcción de la historia y por ello el mensaje: “Tú realmente me importas” tiene que ver con una capacidad del docente para comprender esta diversidad y para asumir con amor y respeto este ser único de cada educando.
            Por otro lado, porque el “tú realmente me importas” no es un simple discurso ni puede quedarse en una actitud de paternalismo, permisividad o complacencia del docente hacia los estudiantes. El compromiso que nace del interés genuino por el crecimiento de cada educando tiene que encarnarse en un nivel existencial profundo en el docente y traducirse en un proceso continuo de reflexión-acción que, a partir de la empatía que es mucho más que paternalismo, busque continuamente, en cada situación del proceso, la respuesta a la pregunta: ¿Qué es realmente lo mejor, lo que más conviene a este alumno o alumna para su verdadero crecimiento humano?
            Una tercera dimensión que constituye esta característica fundamental que hace al buen profesor, es la que mencionaba también el Dr. Galán citando al gran filósofo humanista Philip Mc Shane: “El buen maestro es el que cuando enseña aritmética a Pablito, en realidad le está enseñando Pablito a Pablito”. ¿Qué significa esto? Que el gran profesor, el que realmente educa, es el que no importanto qué asignatura imparte, lo que hace al facilitar el aprendizaje de esta asignatura es promover el autodescubrimiento, el autoconocimiento y la autoapropiación de cada uno de los educandos, es decir: hace que cada educando se vaya descubriendo, conociendo y construyendo a sí mismo a través de las asignaturas que aprende.
            Cuando Pablito aprende aritmética, Pablito aprende Pablito porque aprende que él tiene en su propia conciencia un deseo de conocer la Aritmética y un deseo de conocer el mundo, y que tiene además ciertas habilidades que puede desarrollar para aprehender ese conocimiento y que por encima de todo ello, tiene la capacidad para aprender lo que el programa de Aritmética le está presentando. Sabe que puede aprender y por tanto desarrolla una confianza básica en sí mismo que le ayudará a todos sus aprendizajes formales e informales en el futuro.
            Un gran maestro de vocación, el prestigiado historiador Edmundo O´Gorman decía que “la docencia es un acto de amor y si no lo es, es pura pedantería”. Esta es la base de la que parte el mensaje educador fundamental que comunican todos los buenos profesores. El mensaje que le dice a cada estudiante: “Tú realmente me importas” es un mensaje que nace del amor genuino que el docente tiene por cada uno de sus educandos, independientemente de que “le caiga bien o mal”, de que simpatice o no con él o ella.
            ¿Cómo promover este amor del docente por sus alumnos? ¿Cómo formar docentes que sean capaces de vivir y comunicar el mensaje básico: “Tú realmente me importas” a cada uno de sus educandos? Esta es sin duda una tarea muy compleja porque en lo fundamental no es enseñable.
            Es por ello que a pesar de tantos recursos económicos, materiales, de tiempo y espacio que se invierten en programas y estrategias de capacitación o formación docente, la calidad educativa no muestra signos de una mejoría real.
            Sin embargo, el proceso no es totalmente misterioso, intangible o imposible de promover. Es posible hacer esfuerzos institucionales y de política pública en esta línea. ¿Cómo puede hacerse algo en esta línea?
            La propuesta fundamental tiene que ver con introducir en el nivel de formación docente el mismo principio que estamos proponiendo como fundamental en la formación de los estudiantes. Es decir, que desde el diseño de los programas de formación docente y sobre todo en la instrumentación y evaluación de estos programas, los formadores de docentes sean capaces de vivir y comunicar a cada docente en formación el mensaje básico: “Tú realmente me importas”.
            En el momento en que el docente en formación –sea un profesor en servicio o sea un futuro profesor- sienta que es realmente importante para el que diseñó el curso o programa de formación y para el formador que está frente a él, en ese momento empezará un proceso de apertura que puede sin duda cambiar su manera de entender –apertura intelectual-, comprometerse y vivir –apertura moral- y de comunicar –apertura pedagógica- su quehacer a los estudiantes.
            Este sería el paso fundamental: De una formación docente entendida como capacitación muchas veces tampoco significativa para los docentes hacia una formación docente entendida como transformación del docente –plenamente asumida por cada profesor porque está dirigida a él en lo personal- que se sustente en la convicción de que cada maestro es único e irrepetible y que tenemos que comprometernos con él y creer en su capacidad de cambio.
           
           

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Tres imágenes para el día del maestro.

*De mi columna Educación personalizante. Lado B. Mayo de 2012. 1.-Preparar el futuro, “Qué lindo era el futuro...