*Texto leído en la presentación del libro Ética profesional e identidad institucional en el año 2006.
“El discurso ético es una
construcción polisémica” inicia diciendo la introducción a cargo de los
coordinadores de este trabajo que reúne catorce ensayos de diecisiete
investigadores de distintas instituciones, sectores y niveles educativos. Así
como el discurso ético es polisémico, lo primero que salta a la vista al lector
al entrar en contacto con los textos, es el carácter también polisémico del
título de este texto. Porque “Etica profesional e identidad institucional”, al
revisar los distintos apartados y capítulos, puede entenderse como: una
selección de sólidos artículos de investigación que reúnen algunos trabajos
sobre ética profesional (sobre todo los del apartado I que tiene el título de
Etica e identidad profesional: “Elementos significativos de la ética
profesional” de Hirsch (coordinadora de esta edición), “Etica profesional. Los
genetistas humanos en Alemania” de Wüestner por ejemplo…) y otros sobre identidad institucional (por
ejemplo el de Medardo Tapia – “La responsabilidad y ética del cambio en las
normales”, el de Jennie Brand – “La identidad institucional del docente en la
Universidad Simón Bolívar” - o el de Amneris Delgadillo – “La evaluación de las
instituciones educativas como generadora de identidad institucional. Las
instituciones educativas lasallistas” -; o bien, como una compilación de
excelentes artículos de investigación sobre la relación entre ética o dimensión
valoral e identidad (“Identidad y ética
profesional en los estudiantes universitarios. El caso de la Universidad de
Guanajuato” o “Tensiones identitarias y ethos profesional. El caso del profesor
de formación cívica y ética” de la Dra. Yurén); el título también puede
interpretarse como una serie de artículos que tratan sobre la formación ética
de los profesionales (“Los valores científicos y profesionales del Ecólogo” de
Guadalupe Ibarra o “Valores y tendencias valorales de los estudiantes dela
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Nuevo León”, de
Guadalupe Chávez) y también como artículos que abordan el tema de la ética de
los académicos o docentes que forman a los profesionales (el mismo de Brand o
“Microcontextos escolares: génesis de laidentidad profesional y ética de las y
los docentes” y también: “Etica de la profesión académica en la época global”
–de Rodrigo López Zavala, el segundo de los coordinadores).
Pero es precisamente esta
polisemia la que le da una unidad flexible y abierta al libro y permite al
lector aproximarse desde diferentes perspectivas, todas ellas llenas de retos
para el docente, el investigador, las instituciones y el sistema educativo.
1.-Una
preocupación constante.
“La
universidad se ha convertido en la
refaccionaria
del mundo empresarial y
laboral”
Gabrel
Anaya S. J.
Desde el punto de vista de
este lector, el libro tiene otra línea de articulación muy importante, que es
la preocupación fundamental que parece estar sintetizada en la frase de Anaya:
la universidad como repositorio de “piezas” para el engranaje del mercado
laboral en detrimento de una formación profesional que brinde a la dimensión
ética, indispensable para la formación de una identidad profesional e
institucional, la importancia que esta requiere.
Varios artículos mencionan
explícitamente esta preeminencia en la formación profesional de la lógica de la
instrucción o transmisión de saberes sobre la formación ética o vaoral en los
profesionales (Delgadillo o Kiepowikz) o este desequilibrio entre el progreso
técnico que no ha ido aparejado con el necesario desarrollo moral (Hirsch). La
investigación de Yurén muestra como la amenaza para el ethos del docente ante
la introducción de la materia de Educación cívica y ética en la secundaria,
provocó en muchos profesores la tendencia a una “instrucción bancaria”
expresada sobre todo en una “socialización desapegada” que lleva al docente a
preocuparse solamente por cubrir el programa de temas o a la “socialización
inculcadora” que plantea una enseñanza o imposición de creencias o valores en
los estudiantes. Los dos trabajos que se refieren a la identidad de estudiantes
muestran también contradicciones valorales que surgen del énfasis en la
capacitación o formación científico-técnica y el descuido de la formación
ética, que se muestra también de algún modo en el nivel de posgrado en el
trabajo sobre los valores científicos y profesionales del ecólogo.
2.-Profesionales
responsivos.
“La
universidad está formando profesionales
exitosos
para sociedades fracasadas”
Xabier
Gorostiaga S.J.
¿Qué significa en los hechos
visto socio-históricamente este descuido de la formación ética de los
profesionales? La cruda realidad parece mostrar que la frase de Gorostiaga es
una incómoda y preocupante verdad: profesionales exitosos, competitivos,
eficientes, bien capacitados, equipados para hacer una vida laboral adaptada a
las exigencias cada vez más difíciles de este nuevo siglo y sin embargo,
sociedades fracasadas, fragmentadas, divididas, conflictivas y deshumanizante.
La realidad que documentan
estos trabajos que compila el libro, parece mostrar claramente que una
formación profesional orientada solamente desde la visión económica, técnica o
científica, produce profesionales responsivos y no profesionistas responsables,
es decir, egresados que responden pasiva y acríticamente a las demandas de la
sociedad del mercado global pero que son incapaces de responsabilizarse de
manera reflexiva y creativa de las enormes contradicciones, crisis,
desigualdades y desafíos humanos y sociales que este mundo está planteando.
Profesionales responsivos que se adaptan al mundo en que viven sin cuestionarlo
de fondo, pero que no tienen la visión ni las herramientas
afectivo-intelectuales para adaptar el mundo, haciéndose cargo de la realidad
que les ha tocado vivir. Profesionales que, como en el caso de los estudiantes
de la Universidad de Guanajuato estudiados en el trabajo de Kepowicz, conciben
e identifican valores como la honestidad en la universidad y en sus docentes
pero ven claramente que en la vivencia de sus compañeros y de ellos mismos,
predominan más bien comportamientos totalmente contrarios.
3.-Un
horizonte incierto y poco propicio para la ética.
“El
futuro ya no es como era antes”
Paul
Valéry
Una constante más que se
alcanza a leer en todo este libro, es la constatación de que estamos en una
época marcada por la incertidumbre y las presiones de una globalización
económica que está guiada por una visión exclusivamente práctica y
utilitarista.
Este es el punto de partida
del trabajo de Rodrigo López Zavala, que se plantea la pregunta sobre la
influencia de este contexto, sin duda poco propicio para la reflexión y la
vivencia de las cuestiones éticas, en la identidad académica. La presión sobre
lo que el autor llama “la moda instrumental“ sobre la ética de la profesión, traducida en
el peso excesivo de los saberes fácticos y del dominio técnico y académico de
los contenidos de una profesión para poder sobrevivir compitiendo en el
mercado, es una realidad de la que se debe partir si se quiere fortalecer la
identidad profesional del académico en este mundo práctico.
“Se buscaría que el profesor
no se convierta en un simple enseñante de saberes legítimos y actuales , sino
que sea portador del ethos académico; que le permita generar escenarios éticos,
en medio de modas y políticas que estimulan la formación basada en la
racionalidad técnica” dice el autor (p. 259) en una afirmación que expresa esta
preocupación válida en este tiempo marcado, en términos de Lonergan, por la
“aberración general del sentido común práctico” que parece olvidar o incluso
rechazar la comprensión inteligente y razonable y la deliberación ética en aras
de intereses de poder y visiones inmediatistas. Sin embargo, cabe aquí hacer la
pregunta por ese “ethos académico” que pareciera, por el modo en que está dicha
la frase anterior, un ethos ya establecido y predeterminado. ¿No estamos más
bien en un momento en el que precisamente el desafío principal se encuentra en
la construcción de un nuevo ethos académico que sin hacernos meramente
responsivos, incorpore elementos de este cambio de época que tienen que ver
también con la construcción de una nueva ética, como parece decirlo el autor en
otras partes del texto? ¿Cuál o cómo será este nuevo ethos académico que
responda a los tiempos de incertidumbre? ¿Cómo mantener presente y vigente la
reflexión ética en un mundo que privilegia esta racionalidad instrumental?
¿Cómo construir una cultura académica que nos vuelva “facilitadores de una alta
moral” en tiempos de sociedades desmoralizadas, en términos de Cortina a la que
cita López Zavala?
El reto parece partir de un
cambio en la manera en qu los mismos académicos concebimos el ser y el quehacer
académico. Como dice la comisión Delors de la UNESCO, citada en este trabajo,
la actividad docente ya forma parte de “este escenario conflictivo” al que nos
está llevando la globalización y no habrá manera de enfrenta este escenario, si
conservamos los criterios y categorías del pasado.
Llama la atención por ejemplo
que a la par que se afirma que la “naturaleza de la relación entre enseñantes y
aprendices supera el plano de lo técnico” y que
se trata de una profesión (la docencia) que posee natural
intencionalidad de intervenir entre seres humanos”, se afirme después que,
“paradójicamente, el trabajo académico no tiene sólo finalidades académicas”,
entendiéndose aquí trabajo académico, en el sentido que hay que superar, de
trabajo exclusivo con el saber o el conocimiento, el viejo debate al que ya
Ignacio de Loyola en el siglo XVI respondía, cuestionado por la inquisición, diciendo
que al educando hay que formarlo “en letras y en espíritu”, trascendiendo la
falsa disyuntiva de dar solamente conocimientos o solamente formación ética o
humana.
4.-Conservadurismo:
un riesgo permanente
“Todo
tiempo pasado fue mejor”
“Los
jóvenes ya no tienen valores”
Dominio
público
El riesgo permanente del que
hay que estar muy vigilantes, es el del conservadurismo identificado hoy con la
mentalidad llamada genérica y a veces ambiguamente “neoliberal”, que domina
nuestra época. El conservadurismo que privilegia esta relación instrumental y
este seguimiento ciego de las normas del consumo y el dinero, pero que también
corre el riesgo de descalificar, por desconocimiento o ampliación de la “brecha
generacional”, la nueva cultura en la que querámoslo o no, estamos viviendo y
sobre todo, están viviendo los jóvenes de hoy.
Los dos trabajos sobre
perfiles de la identidad de los estudiantes (los estudios de tres licenciaturas
de la Universidad de Guanajuato y de la Facultad de Filosofía y letras de la U.
Autónoma de Nuevo León, sobre todo este último por la cantidad, amplitud y
forma de presentar la información) aportan muchos datos acerca del modo de
significar y valorar la vida y la profesión que tienen los universitarios de
este tiempo. Esta información, junto con la “encuesta nacional de juventud” del
INJUVE y otros estudios de este tipo, son materiales de estudio para cualquier
académico o investigador que pretenda facilitar el aprendizaje o tratar de
comprender y reflexionar este horizonte en el que vivimos, con la visión de
construir una nueva ética para estos nuevos tiempos.
Una constante, desde mi punto
de vista no tan claramente expresada -salvo en el caso del estudio del programa
de formación valoral para padrea de familia y docentes de Meyalli- pero presente en prácticamente todos los
trabajos, es la visión del mundo de la ética como un mundo de principios o
valores que hay que saber, compartir, comunicar, aplicar a la vida, etc. pero
que ya están establecidos.
El riesgo del conservadurismo
y de las visiones “bancarias”, en términos del estudio de Teresa Yurén, está
claramente expresado en el estudio de Meyalli donde se parte de la afirmación
de ciertos valores preestablecidos y válidos “para todos los hombres de buena
voluntad”, que se enseñan o, como los mismos entrevistados expresan, les son
“dados” a los docentes y a los padres de familia con resultados positivos según
la investigación.
Sin embargo, aunque los demás
trabajos parten de marcos teóricos críticos y de vanguardia (Habermas, Cortina,
Foucault, Deleuze, etc.), no están exentos del riesgo de pensarse o escribirse
desde la visión de ciertos criterios éticos que se construyen diálogicamente
pero que se vuelven los referentes últimos o desde los “discursos éticos”
validados por procesos de comunicación que se pueden pensar como
incuestionables por el procedimiento o el marco conceptual desde el cual se
construyen democráticamente. El riesgo está en quedarse en lo instituido, por
más vanguardista que sea, y olvidar lo instituyente, es decir, analizar los
discursos éticos en sí mismos, sin ver aquello de lo cual están hablando esos
discursos; o revisar los criterios éticos racionales y democráticamente
construidos mas que el dinamismo humano que los construye y las exigencias
intrínsecas en este dinamismo.
Desde mi punto de vista
sesgado por la visión lonerganiana, los tiempos de hablar de educación en
valores o de formación valoral han pasado y necesitamos propuestas que, como
decía Ortega y Gasset: “estén a la altura de nuestros tiempos”. La educación de
la libertad efectiva, es decir, la educación del dinamismo humano (lo
instituyente) que tiene como únicas constantes las operaciones conscientes e
intencionales y sus exigencias de atención, inteligencia, razonabilidad y
responsabilidad, debería ser la nueva forma de educación moral o ética en estos
tiempos inciertos, plurales, relativos y dinámicos, para superar esa visión de
“rescate” o “recuperación” de valores perdidos a las que hacen referencia los
profesores en la investigación de Yurén.
5.-La
respuesta está en el futuro.
“La
respuesta a los retos de este cambio de época
y a
las desigualdades sociales que nos plantea
no
está en el pasado sino en el futuro”
Luis
Ugalde S.J.
Porque la respuesta a las
interrogantes éticas que se plantean a las profesiones hoy en día y que
constituyen un elemento central, como lo dice Kepowicz en su artículo, de la
construcción de identidades, debe ser buscada en el futuro y no en el pasado.
La respuesta está en la formación de profesionales responsables que sepan
hacerse cargo de la realidad en la que viven en lugar de profesionistas
responsivos que se adaptan al contexto tal como está y ahondan “el ciclo amplio
de declinación” en que parece que estamos viviendo.
Para lograrlo, es necesario
formar académicos y docentes responsables y no simplemente responsivos. Esto
pasa necesariamente por una reconstrucción dinámica y crítica del ethos de la
profesión académica, como lo plantean de diversas formas algunos artículos del
libro. Pero esto no será posible, si no se logra, a nivel social y político, la
construcción de un sistema educativo y de unas instituciones responsables, que
también sepan de manera estructural, hacerse cargo de esta realidad del cambio
de época.
Porque el mundo de lo ético y
de la vivencia moral en estos tiempos, es un mundo complejo que no puede
funcionar a partir de “códigos deontológicos”, porque como bien lo plantea el
artículo de lo genetistas alemanes, la construcción de códigos deontológico no
garantiza la vivencia de estos valores por parte de los profesionales debido a
diversas dificultades que en el mismo artículo se señalan:
-Los principios éticos son
demasiado generales
-Los principios éticos pueden
entrar en conflicto unos con otros
-Los principios de una ética
profesional pueden entrar en conflicto con otros intereses sociales
-La realización de los
principios éticos puede fracasar debido a cuestiones externas a la profesión.
-La realización de los
principios éticos puede fracasar debido a cuestiones internas de la profesión y
su ejercicio.
Estas y otras dificultades
que en el artículo se señalan, parecen dejar claro que como afirma Lonergan:
“El bien siempre es concreto pero las definiciones son abstractas” y en ese
sentido, las normas éticas de la profesión son abstracciones que pueden
formular conceptualmente algunos principios generales pro que de ninguna manera
resuelven el problema de la ética profesional.
El reto entonces no está en
la inclusión de materias de ética profesional en los planes de estudio sino en
el replanteamiento ético de toda la estructura institucional de la educación y
del ethos de la profesión académica como elemento regulador de los modos
concretos de vivir esta actividad, desde ciertos modos de significar y valorar
que son comunes a todo el gremio.
Estos y otros elementos
surgen a partir de la lectura de “Ética profesional e identidad institucional”
que sin duda es un gran disparador de pensamiento y de preguntas acerca de este
enorme reto en el que está en juego sin duda, la posibilidad de construir paulatinamente,
una perspectiva ética que genere una identidad profesional e institucional más
propicias para la humanización y la justicia. Es por ello que sin duda, vale
mucho la pena acercarse a este libro.
Hirsch, A. y
R. López (2003). Etica profesional e
identidad institucional. Universidad Autónoma de Sinaloa. México.
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