*Artículo publicado en Síntesis, 10-03-2008
"La renuncia al mejor de
los mundos no es de
ninguna manera la renuncia a un mundo mejor”.
(Morin, 2000; p. 89)[1]
La educación genera a la sociedad que la genera, por lo
tanto si se persigue la construcción de una sociedad-mundo que trascienda la
crisis en que hoy vive la especie humana, es necesario trabajar por la
trans-formación de la educación. Pero para lograr esta trans-formación de la
educación es necesario impulsar una trans-formación de la sociedad.
El
punto de partida central para enfrentar este reto de transformación, se
sustenta en la idea moriniana de que “la renuncia al mejor de los mundos no es
de ninguna manera la renuncia a un mundo mejor”, con la que se refrenda que la
educación, como profesión de la “organización de la esperanza” social, tiene
bases para formar personas que busquen un mejoramiento progresivo de las
condiciones de vida humana en el planeta, a pesar de encontrarnos en un mundo
en el que se han desvanecido las utopías sociales.
Pero
simultáneamente, el planteamiento de la reforma educativa en su dimensión
social tiene que sustentarse en una inversión de la frase de Morin, para
afirmar que: “La búsqueda de un mundo mejor no es de ninguna manera la búsqueda
del mejor de los mundos”, pues la educación, como profesión de la “formación de
la consciencia de reflexión crítica y libertad responsable”, tiene que superar
el falso dilema entre responsividad y adaptación ciega a las exigencias del
statu quo o trabajo revolucionario para la construcción de una utopía social,
concentrando sus acciones estratégicas en el trabajo revolucionante para la
trans-formación profunda pero progresiva de la sociedad, con la clara
consciencia de que la organización social es siempre imperfecta y está en
continua tensión entre elementos de progreso y de decadencia.
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