“La renuncia al mejor de
los mundos no es de
ninguna manera la renuncia a un mundo mejor”.
Edgar Morin
La
educación genera a la sociedad que la genera. Esta es la idea compleja con la
que hoy debemos ver la relación del sistema educativo con la realidad social si
queremos comprender de manera acertada el fenómeno educativo que es siempre al mismo tiempo un producto de la
sociedad establecida y un generador de renovación social.
Por lo tanto si se persigue la construcción de
una sociedad-mundo que trascienda la crisis en que hoy vive la especie humana,
es necesario trabajar por la transformación de la educación. Pero para lograr
esta transformación de la educación es necesario impulsar al mismo tiempo una
transformación profunda de la sociedad.
El camino hacia esta mutua
transformación requiere del compromiso de todos los actores sociales y de todos
los sujetos involucrados en la educación, pero lo más complicado es que supone
una moral alta para poder dinamizar el círculo virtuoso del cambio educativo
para el cambio social.
Los tiempos que corren en
el mundo y en nuestro país no parecen ser propicios para emprender esta tarea
transformadora porque estamos en una situación de gran desmoralización en la
sociedad y esta baja moral se refleja de manera inevitable en el sistema
educativo.
Porque la época en que
vivimos es una época sin utopías, una etapa de la historia en la que la
humanidad ya no cree en la posibilidad de construir “el mejor de los mundos” y parece por ello renunciar al reto cotidiano de
construir “un mundo mejor”.
Pero la educación está
intrínsecamente ligada a la esperanza. Educamos porque creemos en las
posibilidades de mejoramiento del ser humano y en las posibilidades de
desarrollo de la humanidad.
Resulta por ello imprescindible que los
diversos actores que intervienen en el proceso educativo –padres de familia,
estudiantes, profesores, directivos, gobernantes, investigadores, formadores de
maestros, etc.- remonten la
desmoralización imperante y vuelvan a asumir el desafío de transformar a la
sociedad desde la trinchera educativa.
Para poder emprender este camino es necesario dejar atrás
visiones simplificadoras y destructivas como:
-La
visión ingenua tradicional que ignora la orientación e influencia social,
política y cultural que tiene todo conocimiento.
-La
visión de la adaptación acrítica al sistema vigente en la que se plantea
abiertamente la relación educación y sociedad en términos funcionales: el
sistema educativo es creado para servir al sistema social por lo cual tiene que
enfocarse al mantenimiento del orden establecido.
-La
visión determinista de la reproducción en la que se afirma que toda educación
está irremediable y absolutamente determinada por las estructuras sociales y
los grupos que detentan el poder por lo que es prácticamente imposible intentar
cualquier cambio.
-La
visión de la liberación utópica que surge como oposición a las visiones
deterministas y a las de adaptación acrítica pero cae a menudo en las miradas
en blanco y negro acerca de lo social y en las posturas radicales del “todo o
nada” que conducen a la impotencia o la frustración.
Frente a estas visiones simplificadoras que impiden una
trans-formación educativa acorde con el cambio de época, resulta indispensable
generar una visión compleja de la relación educación-sociedad que tendría que
sustentarse en:
1.-La aceptación de que el conocimiento está unido por
todas partes a la estructura de la cultura y de la organización social y que
por lo tanto es imposible pensar en una educación aislada o neutral frente al
fenómeno social, cultural y político.
2.-La comprensión profunda y convencida de que esta liga
irrenunciable entre conocimiento y sociedad, genera no solamente que el
conocimiento sea determinado y producido por las condiciones socio-políticas y
culturales sino también determinante y productor de estas condiciones.
3.-Una toma de postura firme al carácter
reproductor-liberador o liberador-reproductor de la educación frente al
fenómeno social y a la necesidad de que el sistema educativo sea un actor
social dinámico y responsable.
4.-Una actitud de compromiso complejo que reconozca que
la educación tiene un papel conservador y un papel revolucionante de la cultura.
5.-Una posición de vanguardia y retaguardia que asuma que
el sistema educativo tiene que ir delante y detrás del proceso social, de
manera que juegue un papel de reflexión sosegada de los fenómenos sociales y también
de vanguardia creativa que visualiza nuevos horizontes sociales.
6.-Una
conciencia operante acerca de la realidad de que el conocimiento es poder y da
poder en esta época de la “sociedad de la información”, que conduzca a una
activa orientación del sistema educativo hacia la democratización del
conocimiento.
Solamente así podremos retomar el camino para regenerar
el círculo virtuoso que nos conduzca a educar para un mundo mejor.
*Publicado en el diario Síntesis, el 1 de octubre de 2007.
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