“Enseñar es mayoritariamente
escuchar y
aprender es mayoritariamente
hablar”.
Deborah Meier.
El título de este
artículo está tomado de un libro publicado por el pedagogo estadounidense Alfie
Kohn en el año 2000.
Aunque el libro está escrito desde la experiencia y
el debate pedagógico de los Estados Unidos, nos revela que los problemas
educativos que se viven en este cambio de época son bastante similares a los
que estamos enfrentando en nuestro país y en muchos otros países del mundo.
El texto parte de la argumentación sobre el fracaso
educativo que se está viviendo en el país más poderoso y “más desarrollado” del
planeta. Ante un panorama educativo que no está mostrando resultados
satisfactorios para las expectativas de la sociedad norteamericana, la
tendencia social, respaldada por muchos pedagogos de la línea tradicional está
siendo el reclamo por estándares más estrictos en todos los rubros del sistema
educativo.
El autor plantea una postura que contrapone esta
búsqueda de estándares más rígidos a la búsqueda de una mejor educación,
sosteniendo que el endurecimiento de los parámetros de evaluación no solamente
no lleva al mejoramiento educativo sino que resulta contraproducente desde su
planteamiento.
Según Kohn, la educación estadounidense está
obteniendo una motivación errónea en los estudiantes por sobreestimar los
logros, está logrando una enseñanza y un aprendizaje erróneos por seguir
centrando el proceso en el paradigma tradicional en que el profesor habla y el
alumno escucha y memoriza, está
obteniendo procesos de evaluación también erróneos por centrarse casi
exclusivamente en pruebas estandarizadas, está logrando reformas escolares
incorrectas por centrar este proceso en una “arrogancia” de la coerción de
“arriba hacia abajo” y en síntesis, está obteniendo un mejoramiento erróneo al
confundir “más duro” con “mejor”.
La solución al reto del mejoramiento de la educación
está, según el autor, en centrar los esfuerzos del cambio en todos los niveles
en “el amor al aprendizaje”.
Está solución inicia sin duda en lo que señala Meier, que son rasgos que implican una
revolución “copernicana” en el planteamiento de lo que sucede en las aulas y
del modo en que se hacen las reformas curriculares y escolares en los Estados
Unidos, y creo yo, también en nuestros países latinoamericanos. En efecto, el
paradigma establecido se sustenta en una ley no escrita que dicta que enseñar
es hablar y aprender es escuchar. En la mayoría de las escuelas, todas las
mañanas se realiza un ritual en el que los profesores hablan y los estudiantes
escuchan sin replicar. Entre más y mejor hable un profesor, se considera un
mejor profesor y entre más y mejor escuche y memorice un alumno se le considera
un mejor alumno.
El planteamiento de Meier que aparece como epígrafe
de este artículo está señalando justamente lo contrario: enseñar es escuchar y
aprender es hablar. Entre más y mejor escuche un profesor a sus estudiantes,
entre más y mejor oriente y encauce su “amor por aprender”, será un mejor
profesor. Entre más y mejor “hable” (se exprese, diga su palabra) el alumno,
entre más desarrolle y potencie su “amor por aprender”, será un mejor
estudiante.
Si se logra este cambio fundamental, que desde luego
no implica que el docente pierda su papel como profesional de la enseñanza,
sino que requiere que este papel se desarrolle a partir de la visión de que
enseñar no es hablar sino promover y propiciar el aprendizaje, se podrá sin
duda ir avanzando hacia una mejor educación y no solamente hacia una más rígida
medición de productos de la instrucción.
Lo anterior implicará sin duda un cambio en la forma
de motivar a los estudiantes que serán capaces de trabajar por el “amor al
aprendizaje” y el placer que el aprender produce en ellos mas que por los
premios o reconocimientos que obtengan por sus pequeños logros académicos; un
cambio en el modo de evaluar que será –sin excluir algunas pruebas
estandarizadas- un proceso centrado en la valoración del desarrollo de los
estudiantes y no en la medición de la información que han memorizado; un cambio
en los procesos de reforma escolar que se hará tomando mucho más en cuenta los
intereses, los procesos, las necesidades de los estudiantes y haciendo
coincidir el proceso de “arriba hacia abajo” con procesos de “abajo hacia
arriba” que partan de la realidad de las aulas.
Un cambio así requiere de la participación de
estudiantes comprometidos, padres de familia que asuman su co-responsabilidad
en la educación de sus hijos y autoridades educativas con visión de
transformación. Esto significa sin duda la necesidad de una cooperación activa,
de todo un movimiento, “un movimiento para demandar las escuelas que nuestros
niños merecen”.
*Artìculo publicado en Síntesis. 23/10/2006.
No hay comentarios:
Publicar un comentario