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El grillo maestro.
“Allá
en tiempos muy remotos, un día de los más calurosos del
invierno el Director de la
Escuela entró sorpresivamente al aula en que el Grillo daba a los Grillitos su
clase sobre el arte de cantar, precisamente en el momento de la exposición en
que les explicaba que la voz del Grillo era la mejor y la más bella entre todas
las voces, pues se producía mediante el adecuado frotamiento de las alas contra
los costados, en tanto que los Pájaros cantaban tan mal porque se empeñaban en
hacerlo con la garganta, evidentemente el órgano del cuerpo humano menos
indicado para emitir sonidos dulces y armoniosos.
Al escuchar aquello, el Director, que era un
grillo muy viejo y muy sabio, asintió varias veces con la cabeza y se retiró,
satisfecho de que en la Escuela todo siguiera como en sus tiempos.”
Augusto Monterroso.
Uno de los obstáculos
principales para lograr una educación para la vida en nuestros tiempos es que
todos los que trabajamos en la educación sufrimos en alguna medida del mal del
Grillo viejo y sabio, es decir, que todos en mayor o menor grado nos sentimos
seguros y satisfechos cuando vemos que en la escuela y la universidad las cosas
siguen “como en nuestros tiempos”.
Cuando esta actitud es
muy dominante, la satisfacción por ver que todo funciona como en nuestros
tiempos nos lleva a menudo a no percibir la enorme cantidad de nuevos datos de
la realidad cambiante, la gran cantidad de preguntas y de nuevas comprensiones
que son necesarias, el enorme caudal de procesos de pensamiento crítico que
hacen falta, la enorme cantidad de deliberaciones y buenos juicios de valor y
decisiones que tendríamos que estar tomando para estar a la altura de los
tiempos.
Educar para la vida
significa en términos de escuela y universidad en el siglo XXI, cambiar nuestra
visión de lo educativo para hacerla más centrada en una comprensión interactiva
de la educación y en una perspectiva del ser humano como deseo inteligente o
consciente, en lugar de seguir con la perspectiva tradicional pasiva, la visión
del ser humano como animal racional y dividido y desde una orientación prescriptiva
y normativa.
El reto de educar para
la vida en la escuela y la universidad de hoy implica aceptar la tarea de ir
construyendo un ambiente propicio para el crecimiento común, un “nosotros
escolar o universitario” libre y responsablemente decidido y construido que
parte de la intersubjetividad espontánea pero la va volviendo comunidad de
afectos, de comprensiones, de jucios y de significados.
Estos ambientes
construyen y son construidos por presencias significativas, presencias que se
vuelven referente para los educandos por su búsqueda permanente y honesta de
autenticidad que los va volviendo presencias afectivas efectivas, líderes
intelectuales, autoridades morales y testimonios críticos.
Las presencias
significativas promueven encuentros transformadores de los educandos con otros
educandos, con realidades interesantes y distintas, con grandes teorías o
autores que se vuelven camino permanente por recorrer y fuente de preguntas por
explorar.
Educar para la vida implica
formar seres humanos complejos, preparados para enfrentar la incertidumbre y
para ir construyéndose en la incertidumbre y aportando elementos para construir
y reconstruir la realidad también compleja que les toca vivir.
Educar para la
vida quiere decir educar explorando
permanentemente la estructura de nuestro deseo inteligente para irnos
apropiando progresivamente de ella, descubriendo y construyendo las verdades y
los valores que son pertinentes para comprender, criticar y vivir el contexto
dinámico de la realidad del cambio de época.
Educar para la vida
también quiere decir educar para generar probabilidades emergentes de
humanización en cada condición y contexto concreto. Esto implica además, la
comprensión del desarrollo de la
humanidad como mezcla impura de elementos de progreso y de decadencia y la
capacidad de ir reflexionando críticamente para distinguirlas.
Publicado en: Síntesis, 17/03/2006.
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