1.-“El
vaso medio vacío o medio lleno”.
Crisis de futuro o cambio de época.
Estas dos frases parecen sintetizar dos maneras opuestas de ver el horizonte en
que nos ha tocado vivir en este cambio de siglo y milenio. Por una parte, las
visiones pesimistas afirman que estamos en una tremenda crisis civilizatoria
que amenaza la existencia misma de la humanidad. Por otro lado, visiones más
esperanzadas afirman que estamos en un cambio de época y que la crisis es
precisamente el reflejo de dicha transición.
El hecho es que nos encontramos en
un momento especialmente complicado de la historia donde somos testigos de una
crisis económica mundial, fruto de un modelo excluyente, una crisis política que amenaza con la pérdida
de libertades en aras de la seguridad, una crisis cultural que se manifiesta en
una carencia de sentido de la vida. Sin embargo, al mismo tiempo que se viven
estas crisis profundas, nos encontramos en un mundo en el que emergen nuevos
tipos de conciencia hasta ahora inexistentes.
En este escenario, la pregunta por
el tipo de formación universitaria que se necesita para responder a esta crisis,
cobra especial relevancia.
2.-El
sujeto: algunos rasgos dialécticos.
Para saber el tipo de formación
universitaria que se requiere hoy, es necesario pensar en el sujeto de nuestros
días. Nuevamente vemos que existen rasgos encontrados que nos muestran un
proceso dialéctico en esta concepción actual del sujeto humano.
Por una parte, nos encontramos en un
horizonte donde el sujeto, más que un ciudadano, es un consumidor. El sujeto
pasa a ser un número de tarjeta de crédito, un potencial comprador del mercado,
un demandante de satisfactores.
Esta dinámica de nuestra sociedad
llena de satisfactores y comodidades, marca también a un sujeto que prolonga su
adolescencia y que no puede asumir compromisos duraderos. Pero paradójicamente,
este sujeto tardíamente adolescente, es un sujeto prematuramente viejo para el
mercado laboral donde las personas tienen una vida útil cada vez menos duradera
y una persona de treinta y cinco o cuarenta años resulta ser muy vieja para
encontrar trabajo a pesar de su experiencia.
Este sujeto es también un producto
de la masificación y el debilitamiento de las identidades y carece por tanto de
una identidad sólida y de modelos de referencia que lo guíen.
Sin embargo, al mismo tiempo nos
encontramos con un sujeto en búsqueda, libre de ataduras del pasado y de
dogmatismos paralizantes, un sujeto que revalora cada vez más lo humano y que
busca afanosamente gozar de la vida sin culpabilidades que le daba la moral de
la sociedad del pasado. Un sujeto que precisamente por no tener identidad
fuerte y valores absolutos, es capaz de entender la pluralidad.
Esta visión dialéctica del sujeto de
nuestro tiempo presenta algunos retos que enlisto brevemente:
-La búsqueda de su ser humano
personal en un mundo de consumidores.
-El reto de poder establecer
compromisos sólidos sin partir de normas o valores inflexibles.
-El reto de disfrutar el presente
pero ser capaz de planear el futuro.
-El compromiso de emprender más que
de depender.
-La tarea ardua de ser uno mismo en
un mundo que tiende a homogeneizar.
-El reto de construir comunidades de
significados y valores respetando la pluralidad.
3.-La
Educación: los cuatro pilares.
La comisión Delors de la UNESCO, en
su informe publicado bajo el título: “La educación encierra un tesoro”, plantea
cuatro grandes pilares para la Educación del siglo XXI que son muy pertinentes
para dar respuesta a estos grandes retos del sujeto de nuestro tiempo.
El primer pilar que es “Aprender a
conocer” nos implica que la educación universitaria del siglo veintiuno no
puede ser una educación transmisora de conocimientos como la ha venido siendo
hasta hoy. Los procesos de formación universitaria, tienen que capacitar al
estudiante para construir conocimiento y adaptarse de manera continua a los
cambios del conocimiento.
El segundo pilar que es “Aprender a
hacer”, implica una educación universitaria que además de brindar teorías
sólidas, enfrente al alumno con la necesidad de aplicar reflexivamente lo
aprendido, de resolver problemas, de insertarse en el mundo laboral y social
con una capacidad para responder a los retos que se le vayan presentando.
“Aprender a convivir” es el tercer
pilar, que desde luego tiene que ver con la capacidad de construir en equipo,
de relacionarse y dialogar con los diferentes y de resolver las diferencias, de
abrirse al otro y tratar de entenderlo.
El cuarto pilar, finalmente, es el
de “Aprender a ser”. Este pilar nos enfrenta a la necesidad de formar
universitarios que sean ante todo personas capaces de autoconstruirse, de ir
forjando un proyecto sólido de vida y carrera.
Una educación de este cambio de
época que no contemple seriamente el trabajo en estos cuatro pilares, será una
educación caduca, que no responda a la sociedad en la que nos ha tocado vivir.
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