Publicado en Síntesis: 11/02/08
El
tema de la creatividad está hoy muy presente en los espacios educativos. Se
dice con razón, que la educación requiere de una reforma profunda para incluir explícitamente objetivos de
desarrollo de habilidades de pensamiento que hagan –entre otras cosas- más
creativos a nuestros futuros profesionales y ciudadanos.
Nadie
pondría en cuestión esta necesidad de formar personas con mayores capacidades
para crear, innovar y transformar con el fin de generar cambios significativos
en nuestra sociedad en crisis.
Sin
embargo, resulta pertinente preguntarse cuál es el sentido de esta formación de
personas creativas y cuál es la idea de creatividad de la que se está hablando para
hacer realidad esta evolución social a partir de la creatividad generada desde
la educación.
Porque
una creatividad entendida como mera innovación o culto a lo diferente no es un
objetivo que pueda ayudar a que la educación contribuya a un verdadero cambio
en el país. Por el contrario, estamos en una sociedad caracterizada por los
cambios acelerados, las innovaciones efímeras, la búsqueda de lo
original…aunque pueda estar vacío de significado humano. Por ello hemos perdido
la capacidad de asombro y caemos a menudo en el aburrimiento ante lo cotidiano:
nos hemos vuelto adictos a la innovación, pero a aquella que no es auténtica
creatividad porque solamente modifica lo superficial, cambia el maquillaje a
una realidad que sigue siendo de fondo la misma.
La
creatividad que se requiere hoy para transformar nuestras realidades desde la
educación debe ser la que se entiende en toda su profundidad como un trabajo
que transforma, es decir, que imprime nueva forma a la realidad, dejando en
ella una huella o un sello humano. En este sentido, todo proceso creativo tiene
que culminar en una acción o producto que hace un poco más humano el mundo en
que vivimos y no solamente cambia el aspecto exterior de las cosas.
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